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Cesáreo González Rodríguez

Biografía

González Rodríguez, Cesáreo. Vigo (Pontevedra), 29.V.1903 – Madrid, 21.III.1968. Productor de cine.

De origen campesino, emigró muy joven a Cuba y posteriormente a México. Retornó a Galicia, en 1931, con capital suficiente para adquirir una agencia de publicidad y la conocida sala de fiestas viguesa Savoy. Más tarde se hizo cargo de la representación de Citroën en Galicia, obteniendo sobresalientes resultados económicos. Durante una breve etapa presidió el Real Club Celta de Vigo. Tras la Guerra Civil se decidió a invertir en el campo cinematográfico, habiéndolo conocido por casualidad en 1940 durante el rodaje de la película de Fernando Mignoni, El famoso Carballeira, producida por Manuel del Castillo Velasco y en la que ya participó económicamente, período en el que entabló amistad con el que sería su fiel colaborador, Ramón Torrado Estrada, que le convenció de la coyuntural situación favorable del sector en los primeros años del régimen franquista. Decidido a introducirse en la industria, encargó a Del Castillo la producción de ¡¡Polizón a bordo!!, que dirigió Florián Rey, en 1941, inspirada en su propia aventura migratoria. Ese mismo año registró la marca comercial Suevia Films, situando su sede en la madrileña avenida de José Antonio (actual Gran Vía). Sus excelentes relaciones con Tomás de Bordegaray y Arroyo, director del Banco de Vizcaya y presidente del consejo de administración de Industrias Cinematográficas Españolas, S.A., núcleo primigenio de Chamartín S.A., le permitieron una económica y continuada producción en los estudios de esta compañía, que favoreció su entrada no nominal en el negocio de la distribución. Con escasos colaboradores a su alrededor, González dio muestras de flexibilidad para amoldarse a las condiciones de la cinematografía posbélica y, sobre todo —y pese a su muy escasa formación—, de una arrolladora personalidad y singular imaginación para buscar salidas comerciales a sus productos. En principio, por ejemplo, trató de mantener en lo posible los lazos con la cinematografía republicana, contratando en 1944 a Miguel Ligero para la película El rey de las finanzas, de Ramón Torrado, y al año siguiente a Imperio Argentina para la película Bambú, que dirigió José Luis Sáenz de Heredia, pero al mismo tiempo puso en pie proyectos más acordes con las expectativas de los organismos oficiales, como El abanderado (1943), de Eusebio Fernández Ardavín.

La explotación internacional de sus títulos, como había declarado ya en 1941, le preocupaba especialmente.

Lo intentó a través de historias capaces de suscitar la nostalgia del público gallego emigrante en la América hispana, como Mar abierto, en 1946, de Ramón Torrado, y, simultáneamente, contratando a Madeleine Carroll para protagonizar la “superproducción histórica” Reina Santa, que dirigió Rafael Gil, en 1947. Interpretada por Maruchi Fresno ante el “plante” de la británica, incluso el affaire creado y sus consecuencias legales fueron utilizados en publicitario beneficio. Sin esperar más, a comienzos de 1947, González amplió decisivamente sus actividades, convirtió su empresa en una Sociedad Comercial Limitada (“Suevia Films. Distribuciones Cinematográficas”) —que todavía habrá de transformarse, ya en 1963, en Sociedad Anónima bajo el nombre Cesáreo González P.C.— e inició un largo viaje por el continente americano que le permitió, vía empresas asociadas o delegaciones directas, establecer contactos de distribución (y/o coproducción) con Hollywood (a través de Columbia Pictures), Argentina (donde fue fundamental el papel de su enseguida director adjunto y antiguo representante en España de Argentina Sono Film, el uruguayo de ascendencia española Jaime Prades) o México (donde fundó la efímera “Suevia Ultramar Films” y se asoció, en principio, con la empresa Filmex). Convencido de la necesidad de estrellas transnacionales, contrató a la mexicana María Félix para protagonizar Mare Nostrum, en 1948, de Rafael Gil, e hizo de ella auténtico centro de atención periodística en una España gris y monótona, iniciando una larga y compleja relación profesional, protagonizando nuevamente para Rafael Gil la película Una mujer cualquiera (1949), o Faustina (1956) para José Luis Sáenz de Heredia.

De este modo, a finales de la década de 1940 sus películas comenzaron a estrenarse más o menos regularmente en Londres, Nueva York, París, México, Buenos Aires...

El decenio siguiente fue el de la definitiva eclosión de Cesáreo González, decidido a consolidar un star-system propio, rentable dentro y fuera de nuestras fronteras, haciendo de la firma de los contratos un auténtico espectáculo “mediático”. Así, por ejemplo, ligó en exclusiva a Lola Flores con Suevia por dos años y cinco películas, recibiendo la “bailaora” 5.000.000 de pesetas, legalizado a finales de 1951 en el Museo de Bebidas de Perico Chicote (la “segunda sede” de la productora), por lo que obtuvo una publicidad extraordinaria. González impuso a la Flores, desde ese instante, un altísimo ritmo de trabajo fílmico y promocional, que dio lugar a películas como La niña de la venta, de Ramón Torrado, en 1951, o la coproducción mexicana ¡Ay pena, penita, pena!, de Miguel Morayta, dos años después. Desde 1951 Carmen Sevilla, Paquita Rico desde 1953 o Maruja Díaz más tarde, prosiguieron el camino ya iniciado por Lola Flores, que constituyó una de las grandes vetas productivas de la empresa. Buscando mantener un difícil equilibrio entre las tendencias que emergían en el cine español y su deseo un tanto vanidoso de acallar las voces que criticaban su cine rutinario y ramplón —pese a que, por ejemplo, ya había producido en 1948 una excelente La calle sin sol, dirigida por Rafael Gil a partir del guión original de Miguel Mihura—, participó con Guión Films (propiedad de su buen amigo y antiguo director general de producción Manuel J. Goyanes), vía importantes adelantos de distribución, en célebres títulos de Juan Antonio Bardem como Muerte de un ciclista (1955) o como la coproducción francesa Calle Mayor (1956) —que González sacó de España de contrabando ante la negativa de las autoridades a presentarla al Festival de Venecia—, o bien produciendo directamente otras del mismo autor o, por ejemplo, en 1956, la fascinante Fedra, de Manuel Mur Oti. Paralelamente coprodujo, entre 1952 y 1965, hasta doce películas con Benito Perojo P.C., la otra productora de política expansionista, con la que estableció las más variadas y complejas compraventas de derechos, transacciones y acuerdos privados (Violetas imperiales, Richard Pottier, 1952; Morena Clara, Luis Lucia, 1954).

A la vez que colaboró a través de Prades —que acabará en la nómina del norteamericano— en el asentamiento español de Samuel Bronston, González encontró en Joselito —como después en Marisol, ya a comienzos de 1960 y de nuevo junto a Goyanes (Ha llegado un ángel, Luis Lucia, 1961; Marisol rumbo a Río, Fernando Palacios, 1963)— un filón de extraordinario rendimiento. Tras El pequeño ruiseñor que dirigió Antonio del Amo, en 1956, contrató al niño en exclusiva para realizar nueve películas, que se convirtieron casi siempre en éxitos que favorecieron, además, la introducción en nuevos mercados internacionales.

Algo similar sucedió con Sara Montiel, a la que compartió contractualmente con Perojo. Así, Mi último tango, de Luis César Amadori, en 1960, o La reina del Chantecler, de Rafael Gil, en 1962, son títulos que llegaron a venderse con inusitados resultados incluso en países del Este.

Contradictorio en todo, salvo en la obtención de dividendos, adorado y odiado a partes iguales por “sus” actrices, falangista de primera hora y después orgulloso embajador por el mundo de la España franquista, llegando a distribuir películas españolas hasta en ciento ocho países, murió, no obstante, después de haber firmado con ese “mal español” que según el dictador era Luis García Berlanga un importante contrato para cuatro películas. Fallecido en 1968, no llegó ya a ver su demoledora ¡Vivan los novios! (1970).

 

Obras de ~: Filmografía: prod. de: R. Torrado (dir.), ¡Campeones!, 1942; E. Fernández Ardavín (dir.), La rueda de la vida, 1942; R. Torrado (dir.), Castañuela, 1944; F. Rey (dir.), Audiencia pública, 1946; R. Gil (dir.), La pródiga, 1946; R. Torrado (dir.), Botón de ancla, 1947; V. Tourjansky (dir.), Si te hubieses casado conmigo, 1948; R. Gil (dir.), Una mujer cualquiera, 1949; R. Gil (dir.), Teatro Apolo, 1950; H. del Carril (dir.), El negro que tenía el alma blanca, 1951; L. Saslavsky (dir.), La corona negra, 1951; E. Neville (dir.), Duende y misterio del flamenco, 1952; R. Torrado (dir.), Estrella de Sierra Morena, 1952; R. Badelón (dir.), Gitana tenías que ser, 1953; A. Isasi-Isasmendi (dir.), Rapsodia de sangre, 1953; L. Lucia (dir.), Morena Clara, 1954; R. Gil (dir.), Murió hace quince años, 1954; R. Cardona (dir.), La faraona, 1955; J. L. Sáenz de Heredia (dir.), Historias de la radio, 1955; A. del Amo (dir.), Saeta del ruiseñor, 1955; R. Torrado (dir.), Un fantasma llamado amor, 1956; A. Berthomieu (dir.), Jamaica / A la Jamiaque, 1956; M. Mur Oti (dir.), La guerra empieza en Cuba, 1957; A. del Amo (dir.), El ruiseñor de las cumbres, 1958; T. Demicheli (dir.), El amor que yo te di, 1959; J. A. Nieves Conde (dir.), Don Lucio y el hermano Pío, 1960; A. del Amo (dir.), Aventuras de Joselito en América, 1960; L. C. Amadori (dir.), Pecado de amor, 1961; A. Isasi- Isasmendi (dir.), Tierra de todos, 1962; L. Saslavsky (dir.), El balcón de la luna, 1962; L. Marquina (dir.), La batalla del domingo, 1962; R. Gil (dir.), La reina del Chantecler, 1962; J. L. Sáenz de Heredia (dir.), La verbena de la Paloma, 1963; G. Martínez Solares (dir.), De color moreno, 1963; F. Palacios (dir.), Búsqueme esa chica, 1964; M. Mur Oti (dir.), Loca juventud, 1964; M. Summers (dir.), El juego de la oca, 1965; J. A. Bardem (dir.), Los pianos mecánicos, 1965; R. Gil (dir.), Chantaje a un torero, 1966; L. Lucia (dir.), Las cuatro bodas de Marisol, 1967; L. G. Berlanga (dir.), La boutique, 1967; R. Torrado (dir.), Amor a todo gas, 1969.

 

Bibl.: E. C. García Fernández, Historia del cine en Galicia (1896-1984), La Coruña, La Voz de Galicia, 1985; J. Romaguera y P. Aldazábal (eds.), Hora actual del cine de las Autonomías del Estado español, San Sebastián, Filmoteca Vasca- AEHC, 1990; E. C. García Fernández, “González, Cesáreo (Cesáreo González Rodríguez)”, en J. L. Borau (dir.), Diccionario del cine español, Madrid, Alianza Editorial-Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, 1998, págs. 422-424; J. A. Durán, Cesáreo González. El empresario espectáculo. Viaje al Taller de Cine, Fútbol y Varietés del general Franco, Pontevedra, Diputación-Taller de Ediciones J. A. Durán, 2003; E. C. García Fernández, “Cesáreo González: el hombre que paseó por el mundo al cine español”, en AGR (San Sebastián de los Reyes, Madrid), n.º 19 (mayo-agosto de 2003), págs. 66-91; J. L. Castro de Paz y J. Cerdán (eds.), Suevia Films-Cesáreo González: treinta años de cine español, A Coruña, Centro Galego de Artes da Imaxe-IVAC-Filmoteca Española-AEHC, 2005; E. C. García Fernández, “Las estrellas de Cesáreo González”, en AGR (San Sebastián de los Reyes, Madrid), n.º 32 (2006), págs. 146-161.

 

José Luis Castro de Paz

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