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Fernán González

Biografía

González, Fernán. ?, 905 – I-II. 970. Conde de Castilla (I) y de Álava, fundador de la dinastía condal castellana y héroe popular castellano.

Una historiografía tradicional, que se remonta hasta la Crónica Najerense de las últimas décadas del siglo XII, y que todavía hoy goza de cierta aceptación, ha presentado a Fernán González como el primer conde soberano de un condado de Castilla, separado del Reino de León e independiente; nada más lejos de la realidad. Durante los casi cuarenta años que Fernán González gobernó el condado de Castilla (932-970), nunca constituyó una comunidad política independiente del reino leonés, como lo demuestran hasta la saciedad los diplomas y crónicas coetáneos. Fueron los cantares de gesta primero, luego los juglares con relatos populares y finalmente el Poema de Fernán González, compuesto hacia 1250, tan exuberante de anacronismos como alejado de cualquier realidad histórica, los que desarrollaron el tema de la independencia de Castilla frente a León como obra de Fernán González, envolviéndolo en la leyenda del caballo y del azor que el Rey compró al conde, comprometiéndose a doblar la deuda por cada día que se retrasara en el pago de la misma. Habiéndose demorado el Rey de León, el montante que debía ser abonado había crecido hasta alcanzar una cifra imposible de pagar, por lo que, para saldar el débito, el Rey propuso al conde la independencia del condado en sus días y en los de sus sucesores respecto de los reyes de León a cambio de la liberación de ese débito. El conde y los suyos aceptaron muy gustosos el trueque que les ofrecía el Rey de León y que permitía a Castilla convertirse en condado independiente. Esta bella invención juglaresca incorporada al Poema de Fernán González, al menos en un manuscrito del mismo, más completo que el conservado en nuestros días, fue acogida literalmente por los redactores de la Primera Crónica General de España, y a partir de ese momento el mito se hizo historia.

Desechada la leyenda de la independencia del condado de Castilla y de Fernán González como su primer conde soberano e independiente, cabe preguntar, ¿cuál fue la obra política de Fernán González que le convirtió en el símbolo de las esencias castellanas y en el héroe cantado por los juglares como el liberador de Castilla? La obra política que granjeó a Fernán González la gloria y la fama entre sus coetáneos y entre tantas generaciones de castellanos fue el haber unificado bajo su autoridad los tres pequeños condados en que se encontraba dividida Castilla, haciendo de los tres un único y extenso condado capaz, bajo su dirección, de luchar victoriosamente y de resistir las frecuentes embestidas de los ejércitos islámicos, y esto en los momentos de máximo esplendor de al-Andalus bajo el califa más poderoso y brillante de todos los que rigieron los destinos del islam hispano, ‘Abd al-RaÊmªn III an-Nāşir.

Pero no fue sólo el único y gran condado de Castilla el regido por Fernán González, ya que, al mismo tiempo que se fundían en uno solo los tres condados existentes en el territorio castellano, se unía también a este condado de Castilla el condado de Álava, de modo que Fernán González fue durante casi cuarenta años tan conde de Castilla como conde de Álava, o si se prefiere de Álava como de Castilla, y además de una Álava que se asomaba al mar Cantábrico englobando bajo ese nombre a la actual Vizcaya. Esta unificación de los condados castellanos y de Álava bajo la única autoridad condal de Fernán González trascendió más allá de la vida del conde y se prolongó en sus descendientes durante otras cuatro generaciones: en su hijo el conde García Fernández, en su nieto el conde Sancho García, en su biznieto el conde García Sánchez y en su tataranieto el conde Fernando Sánchez (luego Fernando I).

La gran extensión de los condados de Castilla y Álava y su poderío militar, que conferían a su conde cierta autonomía en su actuación, así como el hecho de haber convertido esa situación, sólo comparable en el reino leonés a la que gozaba el conde Gonzalo Menéndez en Galicia, en hereditaria en su linaje, fundando así una dinastía condal castellana, que sólo se extinguirá en Castilla cuando su último conde, Fernando Sánchez, ascienda al Trono leonés y se convierta en 1037 en Fernando I rey de León. Estas circunstancias harán que, en la segunda mitad del siglo XII, cuando Castilla a partir de 1157 se haya convertido en un reino independiente y distinto de León, quisiera remontar esa misma independencia a la época condal inaugurada por Fernán González y se creara el mito y las leyendas de la independencia del condado de Castilla.

De Fernán González, como de casi todos los personajes altomedievales, no se conoce la fecha de su nacimiento, ni tan siquiera el año; calculando por los diversos acontecimientos de su vida, es posible que viniera al mundo en torno al año 905. Nacido en familia condal, su padre Gonzalo Fernández, conde de Burgos, al menos entre los años 899 y 912, y de Castilla entre 912 y 915, había sido uno de los tres condes castellanos que, por orden del rey García I, en 912 había fortificado la línea del Duero repoblando Aza, Clunia y San Esteban de Gormaz. Como antepasado de Gonzalo Fernández aparece en 824 Munio Núñez otorgando carta de población a Brañosera, en las montañas de Barruelo de Santullán; entre Munio Núñez y Gonzalo Fernández la cronología y la onomástica exigen un eslabón intermedio, Fernando Núñez, hijo del primero y padre del segundo, que habría sido el abuelo paterno de Fernán González. Esta es hoy la genealogía de Fernán González más aceptada y más conforme con las fuentes históricas.

El primer documento no espurio en que se menciona a Fernán González está otorgado el 28 de enero del año 929 por su madre, la condesa doña Muniadonna, a favor de la iglesia de Santa María de Lara y en él aparece ya Fernán González con la dignidad condal y junto a él su hermano Ramiro González. Ese año el conde de Castilla era Fernando Ansúrez y de Burgos probablemente Gutier Núñez, que lo seguía siendo en 931. De la ausencia en el diploma de Gonzalo Fernández, el padre del joven conde de Lara, cabe deducir que este había ya fallecido y que su hijo había ocupado su lugar.

El gran salto al primer plano de la historia castellana lo dio Fernán González el año 931 con ocasión de la disputa habida entre Alfonso IV y Ramiro II por el Trono de León. El primero de estos Monarcas, conmovido por la muerte de su esposa Ónega (Ónecca Sánchez) en el verano de 931, renunció al Trono a favor de su hermano Ramiro y se retiró al monasterio de Sahagún. Alfonso, un tanto veleidoso, pronto se arrepintió de su renuncia y abandonó el monasterio, intentando desde Simancas recuperar el Trono, pero, persuadido por algunos próximos, desistió de su intento. Meses después, en la primavera de 932, por segunda vez se arrepintió de su renuncia; los Banū Gómez de Saldaña-Carrión y muchos castellanos con Fernando Ansúrez apoyaron a Alfonso, pero su hermano Ramiro logró imponerse y apresó a Alfonso y lo cegó.

Tras estos acontecimientos surgió la figura de Fernán González como conde de Castilla el 1 de mayo de 932 y como conde también de Álava el 26 de julio de ese mismo año; no son estas las fechas en que comenzó a ejercer como conde de Castilla o de Álava, sino la primera data en que consta documentalmente que se hallaba en posesión de dichos poderes condales sobre Castilla y Álava.

Todo apunta a que Fernán González, promovido por el nuevo monarca Ramiro II a tan alta dignidad, debió esta promoción a que durante los disturbios de los años 931 y 932 se mantuvo fiel a Ramiro II, depuesto Fernando Ansúrez como conde de Castilla, desaparecidos Gutier Núñez y Álvaro Herramélliz como condes de Burgos y de Álava respectivamente, reunió todos los condados castellanos y Álava bajo la única autoridad de Fernán González, haciendo así de él el hombre de confianza del rey Ramiro en la marca oriental del reino leonés, desde el mar Cantábrico hasta el Duero, la más amenazada por las incursiones y las aceifas musulmanas.

Desde la primavera del año 932 o quizás desde finales de 931 Fernán González se encontraba sólidamente instalado, con el beneplácito y la confianza del rey Ramiro II, como conde de toda Castilla y Álava. Con ello, sin duda, el Monarca leonés pretendía crear un poder fuerte y unitario en toda la marca oriental del reino capaz de reunir y aglutinar contingentes y recursos militares suficientes para hacer frente autónomamente a los cada día más frecuentes y feroces ataques de ‘Abd al-RaÊmªn III, sin que hubiera necesidad de reclamar en cada caso el auxilio de las fuerzas leonesas, demasiado alejadas para poder llegar a tiempo de contener o rechazar esas incursiones.

La necesidad de un jefe militar en la marca oriental del reino leonés era tanto más perentoria y urgente cuanto en Córdoba en 929, pacificadas o dominadas todas las rebeliones internas y luchas intestinas de al-Andalus, ‘Abd al-RaÊmªn había asumido el título califal y se disponía a utilizar toda la fuerza y poderío de un islam hispano unificado contra los reinos cristianos.

Con el nombramiento al frente de los condados de Castilla y Álava le llegó también a Fernán González la que iba a ser su esposa, la princesa de Pamplona Sancha, hija del rey de Sancho I García de Pamplona y de la reina Toda; el Rey de Pamplona había fallecido el año 925, sucediéndole su hijo menor de edad García I Sánchez, por lo que doña Toda influía decisivamente en la política del reino, especialmente a través de su política matrimonial: había tenido cuatro hijas, tres de ellas habían casado con reyes de León: Sancha con el rey Ordoño II; Ónega con Alfonso IV, hijo del anterior, y Urraca con Ramiro II, hijo y hermano de los anteriores. Viuda Sancha, en 925, de Ordoño II, contrajo segundo matrimonio con el conde de Álava Álvaro Herramélliz, y habiendo desaparecido éste durante la disputa dinástica de los años 931 y 932, Sancha, viuda por segunda vez, pasó a sus terceras nupcias con Fernán González. A través de este matrimonio, Fernán González emparentaba con los reyes de Pamplona y de León, donde un hermano de su mujer, García I Sánchez, era el monarca de Pamplona, y una hermana, Urraca, portaba la corona leonesa.

El matrimonio de Fernán González y Sancha debió de celebrarse en 932, pues el 5 de agosto del año 935, cuando aparece documentado el matrimonio por primera vez, tiene ya dos hijos: Gonzalo y Sancho, el primero con el nombre de su abuelo paterno y el segundo con el del materno, como era bastante usual. De Sancha no consta que hubiera tenido hijos en sus anteriores matrimonios.

La misión militar de defensa de la marca oriental del reino que Ramiro II había puesto en las manos de Fernán González iba a recibir la primera prueba de fuego en 934, cuando un gran ejército musulmán, a cuyo frente venía personalmente el Califa, entró en los dominios de Fernán González por Grañón, última plaza de Castilla por esas fechas. Se conoce su recorrido desde Grañón a Cerezo e Ibrillos, luego por Alcocero, Oña y más tarde por Burgos, ante cuyo castillo pasaron de largo, no sin antes provocar la matanza de doscientos religiosos en Cardeña. Desde Burgos continuaron todo el río Arlanzón aguas abajo hasta su confluencia con el Arlanza en Palenzuela, y remontaron el Arlanza por Escuderos y Lerma y, desde aquí, marcharon a Huerta del Rey, Clunia y al Duero soriano. Su avance iba acompañado del incendio de iglesias, casas, cobertizos y cosechas y de la tala de árboles frutales y cepas y la cautividad o muerte de todos los que no lograban huir y esconderse a tiempo.

Fernán González, al tener noticias de la aceifa que se aproximaba, había avisado a Ramiro II y solicitado su auxilio; en espera de su llegada, y dada la desproporción de fuerzas, se limitó a resistir en las fortalezas y seguir los pasos del ejército musulmán hostigándolo en la medida de sus posibilidades, en espera de la llegada del Rey desde León. Cuando el Ejército islámico marchaba desde Huerta del Rey hacia Osma, encontró al rey Ramiro y con él a algunos condes leoneses atrincherados en la comarca de Espeja. Tampoco el rey Ramiro II aceptó una batalla campal, prefiriendo atacar al enemigo desde los refugios que le ofrecían las ciudades fortificadas y los castillos; los últimos combates tuvieron lugar en torno a Osma, ocupada por Ramiro I, y desde donde la hueste musulmana abandonó el territorio castellano para regresar a Córdoba. Los cristianos que no habían perdido ninguna ciudad, villa o fortaleza de importancia celebraron los combates del año 934 como un éxito defensivo.

En 936 el rey Ramiro acudía en socorro del gobernador musulmán de Zaragoza sublevado frente al Califa, con él marchaban las fuerzas castellanas; en un encuentro desgraciado con las fuerzas califales caía muerto Ramiro, el hermano de Fernán González. Al año siguiente, 937, de nuevo los caballeros de Fernán González reforzaban la resistencia del rebelde de Zaragoza y se presentaban en Calatayud para oponerse una vez más a ‘Abd al-RaÊmªn III y a su ejército.

Pero el gran encuentro entre musulmanes y cristianos y en el que también cabe un lugar destacado a Fernán González iba a tener lugar en 939 en una doble batalla, primero junto a las murallas de Simancas y luego en un barranco, o al-jandak, de las tierras sorianas del Duero. Fue en la campaña pomposamente bautizada como la de la Omnipotencia para la que el Califa reunió el mayor ejército que jamás se había visto en al-Andalus. Su primer objetivo era la ciudad fortificada de Simancas, que era la plaza más importante y capital del Duero medio; allí se enfrentaba el ejército cordobés los días 6 al 9 de agosto con el rey Ramiro, que había convocado a todos los suyos desde Coimbra hasta Castilla y Álava, ambas inclusive, con sus condes respectivos y, entre ellos, Fernán González. Tres días de sangrientos combates no decisivos, los cristianos apoyados por los muros de Simancas que les servían de apoyo y refugio, acabaron con la retirada musulmana el día 9 ante la imposibilidad manifiesta de conquistar la plaza; esa retirada se hizo siguiendo la margen derecha del Duero aguas arriba, hasta llegar a San Martín de Rubiales junto a Roa (Burgos); aquí decidió el Califa castigar duramente a las tierras y gentes del río Aza durante unos días hasta que las cosechas y los campos agostados dificultasen el aprovisionamiento y aconsejase la retirada.

La retirada desde las tierras de Liceras (Soria) hacia Atienza pasaba por la fortaleza de Castrabo, hoy Castro (Soria); durante esta marcha, probablemente el 19 de agosto, al encontrarse con el barranco del río Tiermes, el ejército musulmán fue sorprendido por las fuerzas cristianas, que le venían siguiendo y acosando desde Simancas, se desorganizó y desbandó en su casi totalidad, sufriendo, quizás, el mayor descalabro de la época emiral y califal con enormes bajas. El propio Califa perdió su cota de mallas, las insignias califales e incluso lo que más lamentó, su propio libro sagrado, el Corán que llevaba consigo.

Desde los primeros combates en Simancas consta la presencia de los contingentes cristianos de Castilla y Álava en el ejército de Ramiro II; con mayor razón cabe afirmar la participación de estos contingentes a las órdenes de su conde en la jornada del foso o al-jandak, que tuvo lugar en territorio castellano tras casi diez días de saqueos y destrucciones musulmanas en el mismo. A consecuencia de esta desastrosa jornada para el islam, nunca más volvió el califa ‘Abd al-RaÊman III a salir personalmente a campaña; por el contrario, la resistencia victoriosa de Simancas y el subsiguiente descalabro musulmán del barranco permitió a los cristianos avanzar en 940 por el sur del Duero e iniciar la repoblación de Salamanca frente a Zamora y de Sepúlveda en Castilla por Fernán González.

Tras la repoblación de Sepúlveda, debió de surgir algún conflicto entre el rey Ramiro, por una parte, y los condes Diego Muñoz de Saldaña-Carrión y Fernán González de Castilla-Álava, por la otra; es el cronista Sampiro el único en recoger este episodio: “Después de este Fernán González y Diego Muñoz planearon rebelarse contra su señor el rey Ramiro e incluso prepararon la guerra. Pero este rey como varón fuerte y enérgico que era, los apresó y los encerró en la cárcel cargados de hierros, a uno en León, al otro en Gordón. Pasado mucho tiempo, habiendo dado su juramento al rey, salieron de la prisión. Al mismo tiempo Ordoño, el hijo del rey celebró su matrimonio con una hija de Fernán González llamada Urraca”.

Por la documentación de la época se sabe que esta ausencia de Fernán González de Castilla duró en torno a un año, desde la primavera de 944 a la primavera de 945, y cualesquiera que fueran las causas de la discordia no parece que afectaran únicamente al conde, ya que en la proyectada rebelión tomaba también parte el conde Diego Muñoz. ¿Se trataría de la forma de gobernar o de concebir el poder regio por parte de Fernando? ¿Se trataba de limitar la intervención de ese poder regio en el gobierno interior de los condados y de exigir una mayor autonomía para sus titulares? No se sabe.

Durante el año de prisión de Fernán González, el rey Ramiro envió a su propio hijo, el infante Sancho, a regir, con el apoyo del conde Fernando Ansúrez de Monzón, los condados del rebelde. Obtenida la libertad y restaurado Fernán González al frente del condado, todavía continuó el infante Sancho en Castilla dos años más, hasta principios de 947.

Después del desastre del barranco ‘Abd al-RaÊmªn III estaba pensando más en asegurar de embestidas enemigas la frontera musulmana con sus tres Marcas, inferior, media y superior, que no en lanzar ataques contra los cristianos; por eso, el año 946 decidió reorganizar la Marca media, la que tenía su capital en Toledo, y que era la más amenazada, no sólo desde Castilla sino también desde León, y para ello dispuso que volviera a ser reedificada la arruinada Medinaceli y convertida en la capital de la frontera media; este traslado aproximaba todavía más el peso de los combates principales a Castilla.

El año 951 fallecía el rey leonés; la muerte de Ramiro II dividió en dos parte iguales los casi cuarenta años de Fernán González al frente del gobierno del condado castellano; la primera mitad de esos cuarenta años, de 931 a 950, corresponden al reinado de Ramiro II, un monarca enérgico y activo, que se hacía obedecer y respetar en todo el ámbito del reino leonés. Fernán González fue su colaborador leal en Castilla y, cuando surgían problemas o dudaba de la fidelidad del conde castellano, no vacilaba en proceder a su destitución y aprisionamiento, como sucedió en 944; pero en conjunto, esos veinte años representan un período de sumisión y obediencia de Fernán González al poder regio de León. Pero muerto Ramiro II, las disputas sucesorias entres sus dos hijos, los futuros Ordoño III y Sancho I, abrieron las puertas del Reino de León a la intervención militar de la Monarquía de Pamplona en los problemas leoneses y a la actuación un tanto autónoma de Fernán González al servicio de sus intereses personales, familiares o políticos, sin negar nunca la superior autoridad del Rey de León y sin plantear tampoco la independencia formal de Castilla.

La llegada al Trono de Ordoño III no significó ningún problema para Fernán González, ya que era su yerno y sobrino político; pero, tres años después, en 954 apoyó Fernán González, no se sabe por qué, una fracasada expedición militar de Pamplona para expulsar del Trono a Ordoño III y sustituirlo por su hermano, el futuro Sancho I. Este posicionamiento de Fernán González no produjo una ruptura de relaciones con su yerno Ordoño III, sino que mantuvo una aparente cordialidad hasta la muerte de Ordoño en 956.

A Ordoño III le sucedió su medio hermano Sancho; a los dos años, en 958, una conjuración de palacio lo expulsó del Trono, proclamando como rey de León a Ordoño IV, primo carnal de los dos anteriores, como hijo de Alfonso IV, hermano de Ramiro II, el padre de Ordoño III y Sancho IV. Fernán González, aunque no hay ningún indicio de que interviniera en la conjura, se adaptó rápidamente a la situación, casando a su hija, la viuda de Ordoño III, con el nuevo monarca Ordoño IV.

Sancho I buscó refugió en Pamplona desde donde se trasladó a Córdoba para ser curado de una muy excesiva obesidad, que le impedía cabalgar, y además recabar el auxilio de ‘Abd al-RaÊmªn III para recuperar el Trono; sus gestiones tuvieron pleno éxito: fue curado de su enfermedad por el médico y diplomático judío Abū Yūsuf asday b. Ishaq b. žhapruð, y el Califa le proporcionó a Sancho un lucido ejército con el que, en febrero y marzo del año 959, recuperaba la ciudad de León; Ordoño IV buscaba refugio en Asturias, donde se mantuvo hasta finales de 961. Mientras Ordoño IV resistía en Oviedo, Fernán González no retiró la fidelidad hacia su yerno Ordoño IV, pero cuando éste decidió seguir el mismo camino que Sancho I e ir a solicitar el auxilio del nuevo califa al-akam II —su padre ‘Abd al-RaÊmªn III había fallecido el 15 de octubre de ese año 961—, los castellanos retuvieron en Burgos a la reina Urraca, la hija de Fernán González, y a sus hijos. Aunque el califa recibió a Ordoño IV con la máxima solemnidad y le prometió su ayuda, como había hecho su padre con Sancho I, nada se llevó a efecto, pues Ordoño IV falleció muy pronto en la misma Córdoba.

Durante los años 959 a 961, en que Ordoño IV y Sancho I se disputaban el título de rey de León —Sancho reconocido en Galicia y León, Ordoño en cambio en Asturias, Castilla y Álava—, ocurrió un episodio muy oscuro en sus orígenes, en su desarrollo y en su desenlace; fue el apresamiento de Fernán González por parte de los pamploneses de García Sánchez I (925-970).

La Crónica Najerense, la única en consignar este episodio, lo data en 960, afirmando que el conde Fernán González y sus hijos fueron apresados en Cirueña (Rioja) en la iglesia de San Andrés por el rey García Sánchez y enviados a Pamplona primero y luego a Clavijo y Tobía. A continuación la misma crónica deriva hacia la leyenda, afirmando que Sancha, la hermana del rey de Pamplona, ignorándolo su hermano, lo puso en libertad una vez que obtuvo de él la promesa de matrimonio. Acerca de la veracidad de esta promesa de matrimonio baste decir que Sancha, hermana del rey García Sánchez, llevaba ya casi treinta años casada con Fernán González. Y con todo parece que en el episodio hubo una parte de verdad, ya que el hecho del apresamiento aparece confirmado por una fuente árabe; parece que el Rey de Pamplona, que siempre había defendido los derechos de Sancho I al Trono leonés, aprovechó cierta ocasión para apresar, más o menos lealmente, al conde castellano que apoyaba los derechos de su yerno Ordoño IV. Parece que la prisión del conde se prolongó un tanto, pues fueron los burgaleses, no Fernán González, los que a finales del año 961 retuvieron en la ciudad a la reina Urraca, hija de su conde, y a sus hijos, impidiendo su viaje a Córdoba.

El rey de Pamplona intentó negociar, según Ibn Jaldún, un tratado de paz con al-akam, pero éste le exigió la entrega de Fernán González; el rey de los vascones se negó a ello y puso en libertad a Fernán González. Incluso es muy posible que, estando Ordoño IV ya en Córdoba, Fernán González prefiriera reconocer a Sancho I como rey de León y aliarse con su tío García Sánchez. Esta nueva relación fue sellada entonces o poco después con un doble matrimonio: el del infante heredero de Pamplona, Sancho García, con la hija de Fernán González, la doble ex reina Urraca, al morir Ordoño IV, y con el del propio Fernán González con otra Urraca, hija del rey García Sánchez, al fallecer Sancha la primera esposa de Fernán González. No se puede datar con exactitud estos dos matrimonios, pues no consta en la documentación la fecha de la muerte de Ordoño IV, ni la del fallecimiento de Sancha, la condesa castellana.

El año 963 el propio califa al-akam rompió las hostilidades y se puso en persona al frente de una aceifa dirigida contra Castilla durante la cual ocupó y arrasó la fortaleza de San Esteban de Gormaz; siguieron otras expediciones a las que tuvo que hacer frente Fernán González en 964, 965, 966 y 967 hasta que el año 968 los reyes de León y Pamplona acordaron una tregua con el Califa. Esta tregua fue más allá de los tres últimos años de la vida de Fernán González. El primer conde de Castilla unificada y de Álava fallecía un día no precisado de enero o febrero de 970, dejando tras de sí como heredero a su hijo, el conde García Fernández; había estado casado dos veces, las dos con infantas navarras: la primera con Sancha, hija de Sancho García I; la segunda con Urraca, sobrina de la primera e hija del rey García Sánchez. Con la segunda no consta que tuviera descendencia; con la primera tuvo cuatro varones: Gonzalo, Sancho, Munio y García; los tres primeros murieron antes que su padre; Gonzalo en edad adulta habiendo casado y sin hijos que se sepa. Las hijas fueron tres: Urraca, tres veces reina en León y Pamplona; Muniadonna, casada con Gómez Díaz, conde de Saldaña-Carrión, e hijo de Diego Muñoz, y Fronilde, de la que no consta que llegara a contraer matrimonio.

 

Bibl.: Poema de Fernán González, c. 1250 (Burgos, Ayuntamiento, 1989); Historia del noble caballero, el conde Fernán González, con la muerte de los infantes de Lara, Burgos, 1516; La hystoria breve del muy excelente caballero el conde Fernán González, sacada del libro viejo que está en el monasterio de San Pedro de Arlança [...], Burgos, 1530; F. de Berganza, Antigüedades de España [...], Madrid, 1719-1721; J. Pérez de Urbel, Historia del condado de Castilla, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1945; Fernán González (El héroe que hizo a Castilla), Buenos Aires, Espasa Calpe, 1952; T. López Mata, Geografía del condado de Castilla a la muerte de Fernán González, Madrid, CSIC, 1957; J. Pérez de Urbel, El condado de Castilla. Los 300 años en que se hizo Castilla, Madrid, Siglo Ilustrado, 1970; Valentín de la Cruz, Fernán González, Burgos, Institución Fernán González, 1972; G. Martínez Díez, El condado de Castilla (711-1038): la historia frente a la leyenda, Madrid, Marcial Pons, 2005.

 

Gonzalo Martínez Díez, SI

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