Carreño, Bartolomé. Avi1és (Asturias), c. 1503 – Sevilla, c. 1568. Marino, almirante, capitán general de las Flotas de Nueva España y Tierra Firme.
Bartolomé Carreño nació en Avilés hacia el año 1503. Su padre falleció luchando contra los turcos a bordo de una de las galeras que Portundo tenía a su cargo. Posiblemente empezó su vida de marino hacia 1514 en las Armadas de Indias. A partir de dicho año operó en las Indias descubriendo y explorando islas y costas del mar Caribe. Mandó diversas expediciones para castigar a los indios caníbales, que con sus piraguas realizaban rápidos ataques a la isla de Puerto Rico, recientemente colonizada, adonde acudían a robar y matar gente. Entre estas expediciones se cuentan las realizadas a las islas Dominica, Granada, Martinica, Santa Lucía y Trinidad. Con sus actuaciones logró poner freno a las actividades de los caníbales por algún tiempo. También operó desde La Española en acciones contra los franceses, así como en cabo de la Vela y en río Acha, donde evitó los saqueos que los galos intentaron por mar y por tierra; fue juez de aquellas tierras y contribuyó a su poblamiento. En los registros de 1525 ya aparecía como general de las Flotas de Indias.
Por orden del Emperador, llegó a la isla de la Bermuda con un barco de su mando para efectuar un detallado reconocimiento (1538), orientado a localizar puertos desde los que se pudiese actuar contra las incursiones de los corsarios franceses que continua mente atacaban el tráfico español. También llevó por misión localizar siete naos que, viniendo de La Española cargadas con azúcar, cueros y otras mercancías, habían desaparecido y se creía que se habían perdido en la Bermuda. Carreño fue el primer europeo que reconoció esta isla. La exploró por mar y por tierra, levantó una descripción muy detallada de sus costas, su vegetación y sus principales puertos, en la que invirtió veinticinco días, tras los que regresó a Santo Domingo con un gran cargamento de cedros. Manifestó no haber encontrado rastros de las naos perdidas y que los fuegos que en dichas tierras se producían, de los que habían informado otros navegantes desde 1536, a su entender se debían a los muchos rayos que caían en la isla cubierta de cedros y palmas.
Su prestigio y sus dotes como experimentado marino llegaron hasta la Corte, por lo que fue nombrado almirante de una Armada que Sancho de Biedma llevó al Caribe.
Ascendió a capitán general de las flotas de Tierra Firme y Nueva España (1552). El 11 de agosto salió de Sevilla con una flota que se había estado preparando desde el mes de febrero e inició un viaje dramático. Empezó con problemas en el mismo Guadalquivir, quizás por un exceso de tonelaje de los barcos, hasta que el 4 de noviembre salió de la barra de Sanlúcar de Barrameda rumbo a Canarias. Carreño mandaba una armada de seis barcos de guerra con trescientos sesenta soldados, para proteger hasta las Indias un convoy de cuarenta y ocho navíos; en total cincuenta y cuatro buques. La agrupación de las seis embarcaciones seguramente respondía a lo que se había reglamentado para hacer frente a los corsarios franceses tras el fracaso de las vías diplomáticas. De acuerdo con esta reglamentación, para dar protección a los barcos mercantes se había dispuesto que las flotas salieran con una escolta de cuatro galeones armados de doscientas cincuenta a trescientas toneladas, y dos carabelas también armadas, de ochenta a cien toneladas. Los destinos de la flota de Carreño eran: los seis barcos de guerra y dieciocho mercantes, veinticuatro en total, a Tierra Firme (América Central y del Sur), con la previsión de que sólo regresaran siete, ya que los otros diecisiete, por su vejez u otros problemas, no podrían hacer frente al viaje de vuelta; dieciséis barcos mercantes a San Juan de Ulúa (Veracruz, México), de los que por las mismas razones anteriores sólo se preveía el regreso de cinco, y los otros once se quedarían en América; diez mercantes a Santo Domingo, y cuatro a Puerto Rico y Puerto de la Plata. Los barcos llevaban colonos y gran cantidad de mercancías, entre ellas telas, ropa confeccionada, vino, vinagre, fruta, aceitunas, aceite, jabón, plomo y cera para las velas de las iglesias.
El viaje fue muy accidentado por los temporales, los piratas y otras calamidades. Los piratas franceses estaban al acecho para tratar de apoderarse de algún barco español y, a la altura de las islas Canarias, lograron apresar a uno, que a causa de un temporal se había quedado rezagado. El convoy se detuvo en Gran Canaria para pasar las Navidades, y el 30 de diciembre zarpó de nuevo.
Cuando se encontraba en el golfo de México, la San Juan, nao capitana de Bartolomé Carreño y propiedad de Lope Hortiz, se incendió (noche del 12 de enero de 1553). A causa del fuerte viento reinante, el fuego se propagó con rapidez por todo el barco, causando el pánico entre los pasajeros que iban durmiendo y fueron sorprendidos por el incendio. A los pocos minutos hicieron explosión los depósitos de pólvora del barco, que quedó destrozado. En este terrible siniestro perecieron la mayor parte de las trescientas personas que se encontraban a bordo como dotación o pasajeros. Entre los fallecidos se encontraba García del Busto, que iba a hacerse cargo de su puesto de gobernador de Popayán, y con él fallecieron su mujer y sus hijos. Carreño pudo salvarse al subir a un bote del propio barco junto con otros dieciocho supervivientes, aunque en el desastre perdió toda su hacienda. Afligido por la gran perdida, llegó a Santa Marta con el resto de los barcos el 6 de febrero de 1553.
En octubre de 1553 regresó a España, siendo su capitana la nao San Pedro, propiedad de Vicencio Bozino. En el viaje se perdieron algunos barcos, pero se salvó la mayor parte de su oro y plata que pasó a otras embarcaciones. Según sus propios informes trajo muchos caudales de Tierra Firme, Nueva España y Honduras, que sumaban unos cinco millones de pesos de oro para el Rey y para particulares; en la parte de la flota que venía de Honduras falleció su sobrino Juan Carreño.
Siendo capitán general, fue nombrado visitador de las Armadas y Flotas de la Carrera de Indias (1554), puesto en el que desarrolló una gran labor durante catorce años. Mientras desempeñaba este cargo elevó dos memoriales al Rey: uno el 6 de mayo de 1563 y el otro el 17 de abril de 1565. En ambos resumía su historial, hablaba de sus actividades y solicitaba aumentos del salario que anualmente recibía, para poder desarrollar sus cometidos con decoro. En el primer memorial dice tener sesenta años, por lo que se supone que nació hacia 1503. Comenta el celo con que cumplía sus obligaciones como visitador de los navíos de Indias, gloriándose de que gracias a sus visitas no se había hundido ningún barco ni se había ahogado ningún pasajero. En el segundo memorial manifiesta ser de más de sesenta años, de los que había pasado cincuenta en navegaciones y viajes, cuarenta de ellos al servicio del Rey, y había tomado parte en treinta y tres viajes de ida y vuelta en la carrera de Indias. Recordaba al Rey que le había servido durante más de doce años sin haber recibido salario alguno y añadía que los 100 ducados que recibía al año por su trabajo como visitador de navíos era muy poco, ya que era lo que cobraba un visitador hacía cincuenta o cuarenta años, cuando los barcos de Indias eran pocos y pequeños, y en cuatro días se visitaban en Sanlúcar, pero ahora las flotas eran de cuarenta o cincuenta barcos, y se necesitaban cincuenta días de estancia en Sanlúcar para visitarlos a todos. Añadía que para ir y venir de Sanlúcar eran necesarios unos 200 ducados, además de los que requería para gastos adicionales durante todo el año, ya que había de vivir de acuerdo con su posición y tenía que mantener una casa, esposa e hijos.
En el segundo memorial también hacía referencia a su hijo, el capitán Francisco Carreño, que por aquellas fechas ya había servido veinticinco años en Indias, en tierras del cabo de la Vela, donde descubrió viveros de ostras de perlas, en los mares del Norte y del Sur y en las costas de Panamá. Había defendido el pueblo de Nombre de Dios de los franceses que quemaron Cartagena de Indias, había apaciguado a los negros cimarrones y defendido Panamá contra el levantamiento de Lope de Aguirre.
Bartolomé Carreño otorgó testamento en Sevilla el 19 de diciembre de 1564 y falleció en dicha ciudad hacia 1568.
Obras de ~: Descripción de la Isla de la Bermuda y sus puertos, y de las islas y bajos circunvecinos a ella, s. f.
Bibl.: C. Fernández Duro, Armada española, ts. I y II, Madrid, Est. Tipográficos de Rivadeneyra, 1901; H. et P. Chaunu, Seville et l’Atlantique (1504-1650), t. II, Paris, 1955, págs. 482-489 y 504-507; Colección de documentos y manuscritos compilados por Fernández de Navarrete, vol. XXI, Nendeln, Liechtestein, Kraus-Thomson Organization Limited, 1971, parte 1, págs. 249-252; parte 2, págs. 737-742 y 877-660; J. M.ª Martínez-Hidalgo y Terán (dir.), Enciclopedia General del Mar, vol. II, Barcelona, Ediciones Garriga, 1982, pág. 796; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europea-Americana, t. XI, Madrid, Espasa Calpe, 1989, pág. 1310; J. R. Martínez, R. García y S. Estrada, Historia de una emigración: asturianos a América, 1492-1599, Oviedo, 1992 (inéd.).
Marcelino González Fernández