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Juan Gil Simón

Biografía

Gil Simón, Juan. Juan Gil-Albert. Alcoy (Alicante), 1.IV.1904 – Valencia, 4.VII.1994. Narrador, poeta y ensayista.

Uno de los benjamines de la Generación del 27, durante mucho tiempo no tenido en cuenta, en parte porque ocultaba la fecha de su nacimiento, dando a entender que podía ser incluido en la Generación del 36, por haber sido su trayectoria notoriamente atípica, pues se inició como prosista y su primer libro de poemas no apareció hasta 1936. Por otra parte, sus iniciales escritos en prosa, preciosistas y arcaizantes, salpicados de cultismos y galicismos y situados bajo la influencia de Wilde, Proust, D’Annunzio, Huysmans, José Asunción Silva, Valle-Inclán y Antonio de Hoyos y Vinent, lo situaban al margen de la vanguardia, convirtiéndolo en un modernista rezagado con dejos de decadentismo, y de interés meramente local, con adición de un entorno rural mediterráneo deudor de Gabriel Miró.

Su primer libro de poemas, Misteriosa presencia, aparecido en 1936, consiste en un conjunto de sonetos de asunto amoroso cuya concepción y lenguaje encajan en el neogongorismo de la Generación del 27, asimilado con notable retraso. Se hizo notar en la Valencia de su época por la extravagancia de sus gustos e indumentaria, acordes con sus primeras orientaciones estéticas, y con la mentalidad de quien concebía su propia persona y vida como una obra de arte. Pero en cualquier caso, a los pocos años volvió a sorprender a todos con la metamorfosis que lo convirtió en escritor comprometido.

Colaboró con poemas en Hora de España, El Mono Azul y las colecciones colectivas Poetas en la España leal, Romancero general de la guerra de España y Homenaje de despedida a las Brigadas Internacionales, y publicó tres libros de poesía comprometida: Candente horror (1936), 7 romances de guerra (1937) y Son nombres ignorados (1938). Dos circunstancias explican un cambio tan radical, que realzó inmediatamente la figura de Gil-Albert. La primera fue su politización, de acuerdo con la tendencia que implicó a la inmensa mayoría de los escritores españoles durante la década de 1930. En 1930 un ensayista oriolano muy cercano a Gil-Albert, Francisco Pina, publicó el libro titulado Escritores y pueblo, donde urgía a los primeros a enfrentarse al problema social. Y en el mismo umbral de la guerra, en abril de 1936, la revista valenciana Nueva cultura publicó un extraordinario titulado Problemas de la nueva cultura, dedicado a proponer una lectura política del Romanticismo, de acuerdo con la tendencia que puso de manifiesto, en 1930, el libro El nuevo romanticismo de José Díaz Fernández, en el que se oponía, al vanguardismo deshumanizado y neobarroco, un Romanticismo entendido como exaltación de la libertad y de la rehumanización que poco después iba a polarizar Residencia en la tierra de Pablo Neruda, tanto como el manifiesto fundacional de su revista Caballo verde para la poesía.

La segunda, la relevancia adquirida por la ciudad de Valencia a los pocos meses de iniciarse la Guerra Civil. En noviembre de 1936 la presión de los sublevados sobre Madrid hizo temer la caída de la capital, y la Alianza de Intelectuales Antifascistas organizó la evacuación a Valencia de un selecto grupo de intelectuales, científicos y artistas, que fueron instalados en el Hotel Palace, convertido en Casa de la Cultura bajo la presidencia de Antonio Machado. En aquella Valencia, como en toda la Europa de la década, se vivieron las tensiones entre el sectarismo comunista, que exigía a los intelectuales militancia, obediencia y sumisión doctrinal, y la voluntad de independencia y libertad de pensamiento distintiva de los llamados “compañeros de viaje”, a quienes colocaban a los comunistas ortodoxos el marchamo de “trotskismo”, Gil-Albert entre ellos.

Gil-Albert fue secretario de la subsección de Literatura de la sección valenciana de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. La Alianza tuvo un papel decisivo en la gestión cultural en la España republicana: además de realizar numerosas actividades de propaganda, teatro y arte, publicó la revista El Mono Azul y el Romancero general de la guerra de España. Gil-Albert colaboró en las correspondientes a la sección valenciana: la fundación de El Buque Rojo y de Hora de España, la segunda época de Nueva Cultura y la celebración del Segundo Congreso Internacional en Defensa de la Cultura. La sección valenciana dispuso de una editorial, Ediciones Nueva Cultura, de donde salieron 7 romances de guerra del propio Gil-Albert, Poesía revolucionaria de Pascual Pla y Beltrán y Función social del cartel de Josep Renau. Hora de España fue sin duda la revista de mayor calidad de las publicadas durante la Guerra Civil, y en nada inferior a las mejores de la anteguerra.

Dos importantes iniciativas culturales se propusieron, en 1937, el fomento de la solidaridad internacional con la España republicana: el pabellón español en la Exposición Internacional de París, y el Segundo Congreso Internacional en Defensa de la Cultura, que tuvo lugar en Valencia, y luego en Madrid, Barcelona y París, en julio. Como secretarios actuaron Juan Gil- Albert, Emilio Prados y Arturo Serrano Plaja. Sobre el congreso flotaba la hostilidad de los comunistas a André Gide, que en Regreso de la URSS (1936) había presentado una visión poco idílica del paraíso estalinista.

Su decepción fue similar a la de uno de los más eximios patriarcas del socialismo español, Fernando de los Ríos (durante la República ministro de Justicia, de Instrucción Pública y de Estado, y embajador en Estados Unidos) en su libro Mi viaje a la Rusia sovietista (1921). Asimismo, estaba presente en la Valencia de Gil-Albert el malestar distintivo de la época en cuanto a la militancia partidista de los intelectuales, que había adquirido una gran resonancia a causa de la conflictiva politización del movimiento superrealista, que culminó en la Carta autocrítica que se vio obligado a firmar Luis Aragón en el Congreso de Escritores Revolucionarios de Jarkov, el 1 de diciembre de 1930, en la que desautorizaba la fundamentación freudiana y la trayectoria del Superrealismo en nombre del comunismo ortodoxo, y venía a aceptar el Realismo socialista como única estética revolucionaria válida.

Gil-Albert colaboró en la revista valenciana Nueva Cultura con poemas y ensayos como (entre estos últimos) Palabras actuales a los poetas (XII, 1935) y El poeta como juglar de guerra (III, 1937), sobre la caducidad del esteticismo egocéntrico, la incorporación de los poetas a la lucha popular y la reaparición del romance como forma especialmente proclive al combate en verso.

El asunto candente en la década de 1930 era precisamente el que habían puesto de manifiesto los conflictos internos del Superrealismo en su marcha hacia la utopía comunista: la libertad de pensamiento y de creación de intelectuales y artistas comprometidos en la acción política partidista, y la degeneración de la obra de arte entendida como instrumento de lucha y propaganda. Ese debate tuvo gran eco en España, y Gil-Albert se vio envuelto en él, junto al pintor Ramón Gaya; su actitud fue la propia del liberalismo del grupo de Hora de España. Sobre ese telón de fondo cobra sentido la Ponencia colectiva que, firmada por Gaya, Gil-Albert, Miguel Hernández, Emilio Prados y otros, se presentó al congreso de 1937. A pesar de la extrema prudencia y eclecticismo de sus enunciados, era una verdadera carga de profundidad; en ella encontró su mejor expresión la tesitura de Gil-Albert acerca del problema del arte comprometido: el defecto esencial del arte de combate y propaganda reside en que se trata de una retórica basada en un repertorio previsto y previsible de asuntos, cuya exhibición mecánica no requiere convicción ni sinceridad, debiéndose conseguir, en cambio, que la motivación ideológica “venga a coincidir absolutamente con la definición becqueriana de la inspiración poética”.

Las últimas reflexiones de Gil-Albert, escritas a fines de 1938, en la etapa última y ya sin esperanza de la Guerra Civil, vienen en el artículo En torno a la vocación (lo popular y lo social), aparecido en la revista mexicana Taller en mayo de 1939. Es una reflexión sobre la noción de arte comprometido, el realismo programático, el supuesto destinatario popular y la finalidad social del Arte, todo lo cual ha dejado de tener sentido para él.

Al terminar la guerra, Juan Gil-Albert pasó a Francia desde Cataluña, y enseguida a México. Acogido por Octavio Paz, fue secretario de la revista Taller y posteriormente se trasladó a Argentina, donde publicó Las Ilusiones en 1944, su único libro de la época del exilio, el más logrado de sus libros poéticos por la altura que alcanza, en pensamiento, talante espiritual y valores estéticos, en relación a los tres contextos en que debe ser situado: la trayectoria de las publicaciones anteriores de su autor, la cosecha poética de los españoles desterrados tras la Guerra Civil, y la reanudación de la actividad poética en la España peninsular a partir de 1939. Los temas que configuran la poesía del destierro tienen poca presencia en Las Ilusiones: de los sesenta y nueve poemas que forman el libro, sólo dos, El linaje de Edipo y A las hierbas de España, le están enteramente dedicados. El primero interpreta la oposición entre las llamadas “Dos Españas” como una constante sociológica que da razón de la difícil convivencia política de los españoles, y de su historia como una sucesión de bandazos nunca resuelta en síntesis o compromiso estable, bajo los cuales laten enfrentamientos viscerales que no tienen más sentido que el exterminio del adversario. Visto así, el ser colectivo de los españoles, parece determinado por un destino inexorable y adverso, como el de los linajes malditos de la tragedia griega. El linaje de Edipo resulta así uno de los poemas más apocalípticos producidos por el destierro de 1939, por su conversión de la anécdota en categoría de filosofía de la historia en la línea de pesimismo que aparece en Las nubes de Cernuda. Pero en términos generales, Gil-Albert no se sintió llamado ni a prolongar el combate ideológico en el exilio ni a convertirse en un “español del éxodo y el llanto”.

La poética de Las Ilusiones significa, ante todo, captar el mensaje de la naturaleza y el amor, que incitan a vivir más allá y al margen del error y la desmesura humanos, junto a otras vías de redención como la escritura, la música y la evocación de la exquisitez y el refinamiento de épocas y formas de vida de un pasado mejor.

Juan Gil-Albert regresó a España en 1947 y vivió en un exilio interior hasta su “redescubrimiento” en la Barcelona de la octava década del xx, gracias a Carlos Barral, Francisco Brines y Jaime Gil de Biedma, entre otros. Empezaron entonces a aparecer sus muchos libros inéditos, entre ellos su obra maestra en prosa, Crónica general. Reconocido entonces como una de las primeras figuras literarias de la Valencia del siglo xx, recibió el doctorado honoris causa de la Universidad de Alicante, el Premio de las Letras Valencianas y multitud de honores y homenajes. Su obra poética de esta segunda mitad de su vida pierde buena parte de su facundia y su hedonismo característicos, para volverse densa, aforística y meditativa.

 

Obras de ~: La fascinación de lo irreal, Valencia, La Gutenberg, 1927 (ed. facs., Alicante, Instituto JGA, 1985); Vibración de estío, Valencia, La Gutenberg, 1928 (ed. facs., Alicante, Instituto JGA, 1984); Cómo pudieron ser, Valencia, La Gutenberg, 1929; Gabriel Miró, el escritor y el hombre, Valencia, Cuadernos de Cultura, 1931; Crónicas para servir al estudio de nuestro tiempo, Valencia, El Turia, 1932; Misteriosa presencia. Sonetos, Madrid, Héroe, 1936; Candente horror, Valencia, Nueva Cultura, 1936; 7 romances de guerra [Valencia], Nueva Cultura [1937]; “Son nombres ignorados...” Elegías, himnos, sonetos, Barcelona, Hora de España, 1938; Las ilusiones, con los poemas de El convaleciente, Buenos Aires, Imán, 1944 (ed. de G. Carnero, Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1998); El existir medita su corriente, Madrid, Librería Clan, 1949 (ed. facs., Valencia, Lindes, 1979); Concertar es amor, Madrid, Rialp, 1951 (col. Adonais, vol. LXXII); Contra el cine, Valencia, Mis Cosechas, 1955; Intento de una catalogación valenciana, Valencia, Mis Cosechas, 1955; Poesía. Carmina manu trementi ducere, Valencia, La Caña Gris, 1961; Concierto en mí menor. Homenaje a Proust, Valencia, La Caña Gris, 1964; La trama inextricable, Valencia, Mis Cosechas, 1968; Fuentes de la constancia (antología), ed. de ~, Barcelona, Ocnos, 1972; Mesa revuelta, Valencia, Fernando Torres, 1974; Valentín. Homenaje a William Shakespeare, Barcelona, La Gaya Ciencia, 1974; La meta-física, Barcelona, Barral-Ocnos, 1974; Crónica General, Barcelona, Barral, 1974; Los días están contados, Barcelona, Tusquets, 1974; Memorabilia, Barcelona, Tusquets, 1975; Heraclés. Sobre una manera de ser, Madrid, Josefina Betancor, 1975; Cantos rodados, Barcelona, Ámbito, 1976; A los presocráticos, seguido de Migajas del pan nuestro, Valencia, Lindes, 1976; Homenajes e in promptus, León, Institución Fray Bernardino de Sahagún, 1976; Drama patrio, Barcelona, Tusquets, 1977; El retrato oval, Madrid, CUPSA, 1977; Un mundo. Prosa, poesía, crítica, Valencia, Castalia, 1978; Breviarium vitae, Alcoy, Caja de Ahorros Alicante y Murcia, 1979, 2 vols.; El ocioso y las profesiones, Sevilla, Aldebarán, 1979; Razonamiento inagotable con una carta final, Madrid, Caballo Griego para la Poesía, 1979; Mi voz comprometida (1936-1939) (antología), ed. de M. Aznar, Barcelona, Laia, 1980; Gabriel Miró: remembranza, Madrid, Ediciones de la Torre, 1980; Los arcángeles, Barcelona, Laia, 1981; Variaciones sobre un tema inextinguible, Sevilla, Renacimiento, 1981; El ocio y sus mitos, Málaga, Litoral, 1982; Obra completa en prosa, Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo-VEI, 1982-1989, 12 vols.; España, empeño de una ficción, Madrid, Júcar, 1984; Cartas a un amigo, ed. de L. Maristany, Alicante-Valencia, Instituto JGA-Pretextos, 1987; Tobeyo, o del amor. Homenaje a México, Alicante, Valencia, Instituto JGA, Pretextos, 1990; Antología poética, ed. G. Carnero, Valencia, Consell Valencià de Cultura, 1993; La mentira de las sombras. Crítica cinematográfica, ed. de J. Cano Ballesta, Valencia, Pretextos-Instituto Juan Gil-Albert, 2003; Poesia completa, ed. de. M. P. Moreno, Alicante-Valencia, Instituto Juan Gil-Albert-Pretextos, 2004.

 

Bibl.: R. Gaya, “Carta de un pintor a un cartelista”, en Hora de España (HE), 1 (1937), págs. 54-56; “Contestación a José Renau”, en HE, 3 (1937), págs. 59-61; “España, toreadores, Picasso”, en HE, 10 (1937), págs. 27-33; J. Renau, “Contestación a Ramón Gaya”, en HE, 2 (1937), págs. 57-60; “Función social del cartel publicitario”, en Nueva Cultura (NC), 2.ª época, 2 (1937), págs. 6-9; “Función social del cartel publicitario”, en NC, 3 (1937), págs. 6-11; Función social del cartel, Valencia, Nueva Cultura, 1937; J. O. Jiménez, Diez años de poesía española, Madrid, Ínsula, 1972; P. J. de la Peña, Juan Gil-Albert, Madrid, Júcar, 1972; Calle del Aire (Sevilla), n.º extraord. (1977); L’Arrel, n.º extraord., 2 (1981); C. Simón, Juan Gil-Albert: de su vida y obra, Alicante, Instituto Estudios Alicantinos, 1983; L. A. de Villena, El razonamiento inagotable de Juan Gil-Albert, Madrid, Anjana, 1984; Homenaje al poeta Juan Gil-Albert. Literatura y compromiso político en los años treinta, Valencia, Diputación, 1984; Anthropos, n.º extraord., 110-111 (julio-agosto de 1990); R. Bellveser (ed.), Homenaje a Juan Gil-Albert, Valencia, Ayuntamiento [1991]; J. C. Rovira, Juan Gil-Albert, Alicante, Caja de Ahorros Provincial, 1991; Á. Sahuquillo, Lorca, Dalí, Cernuda, Gil-Albert, Prados y la voz silenciada del amor homosexual, Alicante, Instituto Juan Gil-Albert, 1991; J. Mayhew, “Juan Gil-Albert’s Heraclés”, en xxth. Century, 11.1-2 (1993), págs. 119-134; Canelobre, n.º extraord., 33-34 (otoño de 1996); El Mono Gráfico, n.º extraord., 9 (1996); M. P. Moreno, El culturalismo en la poesía de Juan Gil-Albert, Alicante, Instituto Juan Gil Albert, 2000; P. de la Peña, Juan Gil-Albert, Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 2004.

 

Guillermo Carnero