Vallejo Fernández, María Antonia. La Caramba. Motril (Granada), 9.III.1750 – Madrid, 10.VI.1787. Tonadillera.
Las versiones de su joven vida hasta que llegó a Madrid entran de lleno en las corrientes romántica y pintoresca de amores y aventuras pasionales, con raptos y huidas con una compañía de cómicos de la legua, con debut en Cádiz. De Cádiz pasó a actuar a Zaragoza, hasta su debut en Madrid, en el marco del coliseo de la Cruz en la temporada teatral del año 1776-1777, a las órdenes del autor Manuel Martínez. Desde su aparición en el escenario fue bien acogida por el público, algo decisivo, pues de su agrado o descontento dependían las temidas gritas o bullas y la caída del cartel de la debutante.
La tonadilla y el sainete fueron las dos piezas teatrales menores, de enorme éxito en la segunda mitad del siglo XVIII. Se desarrollaban en el intermedio y final de las representaciones. Su objetivo era distraer al público, al que enardecían estos populares géneros.
Aquel entusiasmo no estaba exento de oposición, ante la influencia del extranjerismo que se enseñoreaba de la escena. El debut de María Antonia en la Corte fue con la tonadilla La Caramba, con solo de violines y trompetas, fechada en Zaragoza en 1776. Representaba a una maja que se resistía al insinuante cortejo de un petimetre, y ella le respondía expresivamente: “Usted quiere... ¡Caramba! ¡Caramba!”. Aquel estribillo, tan gráficamente expresado, corrió pronto por el Madrid chusco y con él la intérprete acuñaba su nombre de guerra: La Caramba. Su fama saltó del teatro al paseo del Prado. Sus extravagantes atuendos y la gracia con que los lucía le granjearon la admiración femenina que copiaba sus trajes, adornos y joyas. Un día apareció tocada con una gran moña de brillantes colores, que se ponía sobre la cofia. Las mujeres empezaron a imitar aquel adorno personal de la tonadillera y lo bautizaron con su sobrenombre Caramba.
Del inusitado furor que causó el tocado se hizo eco José Cadalso, en sus Anales de cinco días. Goya inmortalizó el tocado en la cabeza de sus majas y las damas aristocráticas no desdeñaron lucirla. Gaspar Melchor de Jovellanos reprochó, en la primera de sus sátiras dirigidas a Arnesto, la emulación por las damas de la Corte, de las majas de “trueno y rascamoño”. El teatro, como una gacetilla curiosa, informaba y satirizaba noticias y acontecimientos en chispeantes sainetes y tonadillas. El compositor Pablo Esteve escribió para La Caramba la tonadilla Los duendecillos, alusiva al revuelo suscitado. En la piececilla musical, ella se declaraba reformadora del gremio majo: “[...] La Caramba/ ha hecho iguales/ majas y usías”.
En 1781, tras una boda sonada, con un hombre de posibles —el recibo de su dote arrojaba un valor de 165.233 reales de vellón—, María Antonia reaparecía en el Teatro del Príncipe, bella y suntuosa, ya separada del marido, tras cinco semanas de matrimonio, en la tonadilla Garrido de luto por “La Caramba”. Garrido era su compañero artístico, uno de los cómicos más célebres de su tiempo. Al decir del compositor Felipe Pedrell, la tonadilla era una joya en su género, sugería “[...] el ambiente musical que se respira en el Orfeo de Gluck, recién estrenado en 1781 para la escena francesa”.
La artista protagonizaba su efímera experiencia conyugal, con intención y gracia, poniendo en evidencia su arte interpretativo y las excelsas dotes de su voz. Sus críticas y sátiras desde el escenario eran acogidas por un entregado y regocijado público, pero en contrapartida le acarreaban denuncias y persecuciones, como las de las duquesas de Alba y de Benavente, al poner en solfa sus amores con los toreros Costillares y Pedro Romero. El suceso, dada la popularidad de las aristócratas, traspasó los linderos de la Villa y Corte, según escribió Tomás de Iriarte. Entonces, María Antonia era una mujer de veintiocho años, bella, pródiga y segura en aquellos escenarios de su apoteosis que tenía por trono.
En 1785, La Caramba tenía treinta y cuatro años, y seguía instalada en el pedestal conquistado desde su debut en Madrid. En tiempos de Cuaresma quedaban suspendidas las representaciones. Fue durante este tiempo de penitencia cuando acaeció su asombrosa metamorfosis psicológica. Sucedió una tarde cuando la tonadillera se dirigía al paseo del Prado.
La lluvia la hizo refugiarse en el Convento de Capuchinos de San Francisco del Prado. En el púlpito, un fraile exhortaba a los feligreses al arrepentimiento de sus pecados para salvar su alma. Y aquel, al parecer, terrorífico sermón, llenó su alma de temores y arrepentimiento.
Volvió a su casa con el convencimiento de dejar el teatro. Empezó entonces una vida de mortificaciones que debilitan su cuerpo hasta la decrepitud y enfermedad. A esta clase de vida sobrevivió dos años. En mayo de 1787 hizo testamento y falleció al mes siguiente, convertida en la beata María Antonia, tal como a su muerte enunciaban las octavas de los ciegos copleros de Madrid.
Bibl.: E. Cotarelo y Mori, Estudios sobre la historia del arte escénico en España, I-II. María del Rosario Fernández (La Tirana) primera dama de los teatros de la corte, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1897-1902; Bibliografía de las controversias sobre la licitad del teatro en España, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1904 (ed. facs, est. prelim. de J. L. Suárez García, Granada, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, 1997); J. Subirá, Tonadillas teatrales inéditas: libretos y partituras con una descripción sinóptica de nuestra música lírica, Madrid, Archivos, 1932; L. Fernández Ardavín, La Caramba: Zarzuela en tres actos, Madrid, Camarasa, [1942]; N. González Ruiz, La Caramba: vida alegre y muerte ejemplar de una tonadillera del siglo XVIII, Morata (Madrid), Sáez, 1944; C. Muñoz Roca-Tallada, condesa de Yebes, La Condesaduquesa de Benavente, Madrid, Espasa Calpe, 1955; A. Domínguez Ortiz, “Don Leandro Fernández de Moratín y la sociedad española de su tiempo”, en Revista de la Universidad de Madrid, vol. IX, n.º 35 (1960), págs. 606-642; J. Marías, La España posible en tiempos de Carlos III, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1963; A. Domínguez Ortiz, “Aspectos de la España de Feijoo”, en Hispania, t. XXIV, n.º 64 (octubre-diciembre de 1964); A. Rodrigo, “La Caramba de la escena al misticismo”, en Historia y Vida (Barcelona), 27 (junio de 1970); María Antonia la Caramba. El genio de la tonadilla en el Madrid goyesco, Madrid, Prensa Española, 1972 (col. Los tres dados); “María Antonia Fernández la Caramba (Sin miedo a volar)”, en Vindicación Feminista, Barcelona (marzo de 1977); María Antonia la Caramba. El genio de la tonadilla en el Madrid goyesco, Granada, Albaida, 1992 (2.ª ed.).
Antonina Rodrigo García