Quintiliano. Marcus Fabius Quintilianus. Calahorra (antes Calagurris Iulia) (La Rioja), c. 30-35 – Roma (Italia), c. 100. Orador y escritor.
Su origen en Calagurris está atestiguado en los textos de san Jerónimo, Ausonio y Próspero de Tiro, pues ni él ni sus contemporáneos aluden a ello. Suetonio le dedicó una biografía, hoy perdida, por lo que los datos sobre su vida deben espigarse en diversas fuentes. Aunque a veces se le ha supuesto hijo del Quintilianus senex citado por Séneca el retor (Controversias, 10, prefacio, 2), la comparación de las dataciones permite pensar que éste pudo ser en todo caso su abuelo; sin embargo, el hijo de ese Quintilianus senex, el probable padre del orador, también debió dedicarse a la retórica y quizá a su enseñanza.
Quintiliano contrajo matrimonio hacia los años 82-83 con una niña de poco más de trece años cuyo nombre se ignora, pero que pertenecía a la nobleza romana (Institución oratoria [Inst. Orat.], 6, 5) y con la que tuvo dos hijos. El mayor, llamado Fabius Quintilianus, fue adoptado con pocos años de edad por un senador de rango consular y nombre desconocido, pero murió a los diez años hacia el 94-95 tras ocho meses de enfermedad (Quintiliano, Inst. Orat.
6, prefacio, 4-13); según la cronología propuesta por Cousin, el menor murió también con cinco años hacia el 90 y aún antes, hacia el 89, murió su esposa.
Seguramente aún niño, se trasladó a Roma con su padre, siendo educado en esta ciudad en la que recibió enseñanzas de Domitius Afer, Iulius Africanus, Quintus Vibius Crispus, su maestro y gobernador de la Hispania Citerior a comienzos del gobierno de Vespasiano (Inst. Orat., 10, 1, 119; 12, 10, 11; 5, 13, 48, etc.), Publius Galerius Trachalus, Iulius Secundus y Servilius Nonianus (Inst. Orat., 12, 10, 11 y 10, 1, 102). En Roma fue también discípulo del gramático Quintus Remmius Palaemon, que poseía una escuela privada (Juvenal, Sátiras, 6, 452; Suetonio, Ibid., 23.5). Hacia los años 59-60 volvió a Hispania, donde fijó su residencia en la propia Calagurris natal o en Tarraco (Tarragona), la capital provincial de la Citerior; tenía por entonces unos veinticinco o treinta años y hay que suponer que la formación recibida le permitió ejercer la abogacía, aunque no hay noticia alguna sobre su actividad en estos años.
Sin embargo, en junio del año 68, cuando el gobernador de la Hispania Citerior Servius Sulpicius Galba se proclamó Emperador a la muerte de Nerón, Quintiliano pertenecía a su círculo y se trasladó con él en otoño de ese año a Roma (San Jerónimo, Crónica, 2084), lo que indica que quizá el escenario profesional de Quintiliano había sido Tarraco, la capital provincial y residencia de Galba durante ocho años, donde ambos habrían tenido la oportunidad de conocerse y donde la actividad profesional del joven orador no hubo de pasar desapercibida. No se sabe qué motivos pudieron inducir a Galba a integrar en su cohorte de amigos al de Calagurris, pero hay que pensar que esto formara parte de un intento de renovar el círculo de intelectuales y asesores del nuevo Emperador a su llegada a la capital; sin embargo, es importante reseñar que nada dice Tácito de ello en su prolija descripción del cuatrimestre itálico de Galba, por lo que la noticia de san Jerónimo sigue siendo un dato aislado.
El asesinato de Galba en enero del año 69, que arrastró a la muerte a algunos de sus más próximos colaboradores, no parece que causara otro efecto en la vida de Quintiliano que una cierta separación del círculo imperial; de hecho, ninguna fuente de su tiempo se hace eco de su presencia en Roma y sólo por san Jerónimo (Crónica, 2104) varios siglos después se sabe que su prestigio se incrementó hasta convertirse en el primer orador que recibió un salario público para ejercer la docencia en la ciudad (primus Romae publicam scholam et salarium e fisco accepit et claruit).
La fecha de constitución de esta escuela en Roma y de la fijación de un sueldo por parte del Estado se encuentra sujeta a debate. Mientras san Jerónimo la sitúa en el año 88, en tiempos del emperador Domiciano (81-96), parece conveniente llevarla a los primeros años del gobierno de Vespasiano (69-79), cuando se sabe por Suetonio (Vespasiano, 18) que el Emperador instituyó un sistema docente del Latín y del Griego con financiación pública. Por una referencia al inicio del volumen 1 de la Institución oratoria, publicado hacia el año 95, se sabe que por entonces llevaba Quintiliano veinte años dedicado a la docencia en Roma, lo que permite situar hacia el año 75 el inicio de su actividad, pero no confirma que lo fuera desde entonces por cuenta del Estado.
Su popularidad aumentó de forma considerable en los últimos años de gobierno del emperador Domiciano gracias a la protección que éste le brindó. Hacia los años 92-95 Quintiliano fue elevado al rango consular, la máxima categoría de la carrera senatorial, sin haber ejercido cargos públicos y dedicado únicamente a su docencia (Plinio, Epístolas, 4, 11, 2; Juvenal, Sátiras, 7, 188 y 197); se trataba en realidad de una concesión honorífica que le permitía ser uno más entre la aristocracia romana y de un reconocimiento público del papel que había jugado como educador de una generación de jóvenes de la elite política de su tiempo; un tiempo en el que la retórica se había convertido en el paradigma de la educación hasta el punto de que sólo una alta recomendación permitía acomodar a un alumno en las escasas plazas disponibles en las escuelas privadas y públicas (Plinio, Epístolas, 2, 14, 3). El año 94 Quintiliano recibió de Domiciano el encargo de educar a los hijos de su hermana Flavia Domitilla, con lo que se oficializaba esa condición de educador de la elite romana.
Entre sus alumnos se contaron Plinio el Joven (Epístolas, 2, 14, 9) y quizá Tácito y Suetonio.
Antes de la muerte del emperador Domiciano en septiembre del año 96 y ya retirado de la actividad docente, escribió los doce libros de la Institución oratoria, el manual de retórica más importante de la antigüedad y el tratado más completo sobre su enseñanza en orden a conseguir formar oradores capaces y conocedores de la tradición histórica y literaria y de los recursos a emplear en el ejercicio de la profesión; se sabe por él mismo que empleó para ello dos años (Quintiliano, Carta a Trifón, 1) que se vienen situando entre el 93 y el 95. Dedicó esta trascendental obra a Marcus Vitorius Marcellus, cónsul sufecto del año 105. La Institución oratoria está organizada de modo que los jóvenes que hubieran de formarse como oradores fueran educados desde su temprana infancia para ese fin, construyendo simultáneamente el armazón teórico de su futuro profesional y el armazón ético y moral que Quintiliano consideraba consustancial al ejercicio de la retórica; de ahí que desde el libro 1 instruya sobre el proceso de educación infantil, asumiendo que la educación de los futuros oradores debía ser integral e incluir el dominio de otras disciplinas.
Con anterioridad fue autor de Sobre las causas de la decadencia de la oratoria, un texto hoy perdido que pudo redactar hacia los años 89-90. Se le han atribuido también unas Declamationes mayores y menores, en número de 19 y 145 respectivamente, que parecen haber sido escritas por alguno de sus discípulos.
La editio princeps de la Institución oratoria fue hecha por Johannes Antonius Campanus en Roma en 1470. Las numerosas ediciones que siguieron (Leyden, 1665; Oxford, 1693, Strassburg, 1698, Leyden, 1720, Paris, 1725, Göttingen, 1738, Lepizig, 1798- 1816, etc.) pueden dar idea de la importancia que desde el principio adquirió en la cultura europea y del influjo que ejerció.
Obras de ~: Sobre las causas de la decadencia de la oratoria, c. 89/90 (perdido); En defensa de Naevius Arpinianus, ante 95; Institutio oratoria, libri XII [dedicado a Marcus Vitorius Marcellus], 95; Declamattiones maiores (1-19) y minores (1-145) (atrib.).
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Juan Manuel Abascal Palazón