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Vicente María Cañas y Portocarrero

Biografía

Cañas y Portocarrero, Vicente MaríaDuque del Parque (VI). Valladolid, 1755 – Cádiz, 12.III.1824. Militar y político.

Hijo de Manuel Joaquín Cañas y Trelles, quinto duque del Parque, marqués de Vallecerrato, y de Agustina Portocarrero y Maldonado, marquesa de Castrillo y de Villavieja, a quienes sucederá en el tí­tulo, obteniendo además otros como los de conde de Belmonte de Tajo, príncipe de la Sala de lo Parinico, barón de Beguiulfo y la Orden de la Grandeza de España de primera clase desde 1792. Contrajo ma­trimonio con María del Rosario Riaño y Velázquez, condesa de Villariezo.

Inicia desde joven la carrera militar, siendo nom­brado coronel el 3 de noviembre de 1791, y reci­biendo el mando del Regimiento de Voluntarios de Infantería Ligera, Tarragona n.º 36, creado en esas mismas fechas con autorización del rey Carlos IV a efectos de controlar la frontera catalana, y que se ins­taló en Barcelona al año siguiente.

Su participación en la guerra declarada por La Convención contra España (1793-1794), con mo­tivo del decreto de expulsión de los franceses pro­mulgado por Godoy tras la ejecución de Luis XVI, rey de Francia, le valieron sucesivos ascensos, a bri­gadier en 1793, y mariscal de campo en 1794. Con­sigue, en julio de 1798, gracias a su condición de noble, licencia para leer y poseer libros que estaban prohibidos, debido a las medidas de represión de toda propaganda de las ideas de la Revolución Fran­cesa. El 13 de septiembre del mismo año será ascen­dido a teniente general, y pocos días después, nombrado embajador extraordinario y plenipotenciario en Rusia, con el encargo de asistir a la exaltación al trono de Pablo I.

Partidario de Fernando VII, aconsejó a Carlos IV que fuera a Bayona en 1808, contándose él mismo entre los treinta y ocho representantes de la nobleza que acudieron a la reunión de las Cortes estamen­tales allí convocadas. Será uno de los firmantes de una proclama destinada a contener los movimientos de insurrección que se propagan por España, en la que se expone la necesidad de someterse a la reali­dad de los acontecimientos. Elaborado el texto de la Constitución de Bayona, lo devolvió sin emitir el dictamen que se le requería, manifestando “que habiéndome dedicado exclusivamente al estudio del arte militar que profeso, carezco de los conocimien­tos necesarios para juzgar la Constitución de un Es­tado”. El día 3 de julio de ese mismo año, jurará fi­delidad a dicha Constitución y al rey José Napoleón I, quien le confirma como capitán de Guardias de Corps días después. Por este motivo, varios miem­bros de este cuerpo pedirán, en 1809, su separación del mismo.

Sin embargo, convencido pronto de que los inte­reses nacionales no se pueden conciliar con la in­vasión extranjera, regresa a España, donde es nom­brado capitán general de Castilla la Vieja en el mes de abril, otorgándole la Junta Central el mando del nuevo Ejército de la Izquierda, destacándose su ac­ción en la batalla de Tamames, en el otoño de 1809, que permitió recuperar Salamanca y comprometer el dominio francés en Castilla la Vieja. Esta acción le valdría ser recompensado por el Gobierno, en 1810, con el uso de un bastón de honor. Sin embargo, fue derrotado poco después en Alba de Tormes. Reuniendo los restos de su ejército, se unirá a las fuerzas del duque de Alburquerque en Puente del Arzobispo.

En febrero de 1810, puesto nuevamente al mando del Ejército de la Izquierda el marqués de la Romana, será nombrado gobernador de Canarias. Allí prota­gonizará algunos incidentes con el general Pedro Ro­dríguez Laburia, quien había sido designado como su sucesor tras solicitar, él mismo, el relevo en el mes de junio, y al que negará permiso para desembarcar en octubre de 1810, al descubrir algunos enfermos sospechosos, estableciendo un cordón sanitario entre el puerto de Santa Cruz y La Laguna, debiendo ser la Audiencia quien pusiera fin al contencioso, dictami­nando a favor de Laburia.

Recibió nuevamente el mando del ejército de Cas­tilla, y en abril de 1813, desde el cuartel general de Jaén, dirigió un artículo al “Tribuno del pueblo espa­ñol”, en el que negaba haber tenido disensiones con los generales Cruz Murgeon y José Rich. Fue autor de una proclama en la que solicitaba ayuda econó­mica para el Tercer Ejército, que no conseguirá. Fue derrotado en Cataluña, a donde se dirigió a la cabeza de una división por él reclutada, secundando a los ingleses en el sitio de Tarragona. Cesó en el Tercer Ejército en septiembre de 1813, pasando al cuartel general de Mallorca.

Restablecido el sistema absolutista por Fer­nando VII en mayo de 1814, su participación en la guerra y su condición de Grande de España lo libra­ron de la persecución de que fueron víctimas tanto liberales como afrancesados. Será repuesto por el Rey en su cargo de capitán general de Castilla la Vieja con la presidencia de la Chancillería de Valladolid, el 28 de agosto de 1815, y en octubre del mismo año se le otorga la Gran Cruz de San Fernando. Habiendo sido propuesto para embajador en Viena en 1815, fue, sin embargo, nombrado embajador en París en 1817, cargo que no aceptó.

Pasó a formar parte del Consejo de Estado en 1819, y, tras el pronunciamiento de Riego en enero de 1820, participó en la sesión de dicho Consejo, ce­lebrada el seis de marzo, que se declara favorable a la reunión de Cortes estamentales e insiste en la nece­sidad de una amnistía general cuyo dictamen, unido al menos preciso del Consejo de Castilla, se plasmará en el Real Decreto de 6 de marzo de 1820, que cons­tituye la capitulación de la Corona y que anuncia la convocatoria de Cortes.

Miembro de la masonería, conocido con el nombre de Franqulín, será a partir de este momento cuando se manifiesten de forma más evidente sus principios liberales, formando parte de sociedades patrióticas de tendencias vinculadas a los exaltados, como la Fon­tana de Oro, de la que llegó a ser presidente y más tarde de la Gran Cruz de Malta, siendo esta última de orientación política externa de máxima radicalización y caracterizada por su capacidad de agitación política de las masas.

Manifestó su interés por enseñar a parte del pueblo sin instrucción (herreros, carpinteros, albañiles, etc.). Dirigió la Sociedad Económica Matritense, siendo nombrado también en 1820, presidente del Colegio de Sordomudos. En octubre de dicho año colaborará en la fundación de la Asociación Nacional de Seguros Recíprocos contra Incendios.

Convocadas las Cortes ordinarias de 1822, fue ele­gido diputado por Valladolid, por trece votos sobre un censo de quince electores. Optó por mantener su sueldo de capitán general, cediendo las dietas como diputado. Designado presidente de las mismas durante el mes de noviembre, formó parte de las co­misiones de Código de procedimientos militares, Se­ñalamiento de sitios de recreo para el Rey, y Bellas Artes. Intervino en el debate de la causa formada al comisario Domingo Antonio Velasco, así como en los de las bases del Sistema de Hacienda, el arreglo de la Guardia Real, y la situación del clero y la dotación de párrocos y juntas diocesanas. En marzo, apoyó la petición de Riego, a la sazón presidente de la Cámara, para ceder dicha presidencia en el acto de recepción por las Cortes del Batallón Asturias, del que había sido comandante.

Al producirse la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis (abril de 1823) se trasladó, al igual que las Cortes y el Gobierno, primero a Sevilla y luego a Cá­diz. Restablecido Fernando VII nuevamente como monarca absoluto, ordenó que fuera preso y puesto en cárcel pública. Los franceses que guarnecían la plaza de Cádiz le impusieron un arresto domiciliario, por encontrarse enfermo y por su avanzada edad, fa­lleciendo al poco tiempo.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados (ACD), Actas de la Diputación General de españoles que se juntó en Ba­yona el 15 de junio de 1808; ACD, Diario de Sesiones de las Cortes Ge­nerales, legislatura de 1822; ACD, Papeles reservados de Fernando VII, vols. 3, 4 y 53; ACD, Documentación Electoral, leg. 9 n.º 6; Archivo Histórico Militar (Segovia), C 1-1061; Archivo Central del Ministerio de Justicia, Títulos Nobiliarios, leg. 101/2 ­n.º 899; Condiciones y semblanzas de los señores diputados a Cortes para los años de 1822 y 1823, Madrid, Imprenta de Zu­rriago, 1822; Galerie Espagnole, ou Notices Biographiques sur les membres des Cortès et du Gouvernement, s. l., 1823.

C. Le Brun, Retratos políticos de la revolución de España, Filadelfia, 1826; E. Páez Ríos (dir.), Iconografía Hispánica, Madrid, Biblioteca Nacional, 1966; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1975-1978; A. Gil Novales (dir. y coord.), Diccionario bio­gráfico del Trienio Liberal, Madrid, Ediciones el Museo Univer­sal, 1991; M. Artola Gallego, La España de Fernando VII, Madrid, Espasa Calpe, 1999.

 

Montserrat García Muñoz

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