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Armengol I

Biografía

Armengol I. Conde de Urgel. El de Córdoba. ?, c. 975 – Castillo del Vacar (Córdoba), 2.VI.1010. Noble.

Hijo segundogénito de Borrell II y Ledgarda de Roergue, condes de Barcelona, Gerona, Osona y Urgel, Es asociado al condado de Urgel en 989, el cual hereda en el 992, al morir su padre. Su hermano mayor, Ramón Borrell, hereda el resto de condados.

Armengol rige su condado con plena soberanía, en coherencia con la evolución del progresivo alejamiento de la Monarquía francesa que ha culminado con la sustitución del linaje carolingio en 987. Resta la formalidad de datar los documentos según los reyes franceses, pero aún especificando que son reyes en Francia o incluso equiparándolos al conde en soberanía: “regnante Ratberto rege et domno Ermengaudo comite”. El prestigio y proyección exterior, como en los otros condados de la zona, se buscan no en Francia sino en las visitas a Roma, que unen a la peregrinación religiosa una clara significación política.

En su primera visita, en 998, tiene el honor de sentarse a los pies del emperador alemán Otón III, y participa en el concilio presidido por el papa Gregorio V y el Emperador que ha de dirimir entre los dos candidatos al episcopado de Vic, dando explícito consentimiento a lo acordado. En 1001 efectúa una segunda visita, en la que se entrevista con Silvestre II, occitano no sólo antiguo conocedor de los condados del nordeste de la Península Ibérica, sino en su juventud entrañablemente unido al padre de Armengol I, a quien en el 967 fue confiado por el abad de Saint Giraud d’Orlhac a petición del conde por la fama de sus conocimientos y quien lo puso bajo tutela del obispo Ató de Vic, residiendo en los condados hasta que, acompañando a Borrell II, se desplazó a Roma en 970; aún mantuvo en la década siguiente relación epistolar con destacadas personalidades de Gerona y Barcelona para informarse de las novedades en la ciencia árabe. La documentación condal se referirá a esta visita denominando al Pontífice por su propio nombre: “gloriosum sapientissimumque papam Gerbertum, alio nomine Sylvestrum nuncupatum”.

Armengol I fomenta, al mismo tiempo, el contacto de eclesiásticos urgeleses con cenobios y santuarios occitanos e italianos. En realidad, el conde mantiene una muy estrecha relación con la Iglesia desde la convicción, ya ejemplarizada por su padre, de ser responsable de la seguridad de la Iglesia y de la conducta moral de clérigos y fieles. Por ello interviene en los conflictos eclesiásticos en el interior de sus dominios y en la calidad de su vida religiosa. Así, él mismo analiza cómo mejorar lo que califica de pobreza y vida irregular de los monjes de Sant Climent de Codinet, plantea el tema a Silvestre II durante su visita a Roma en 1001 y finalmente en 1004 impone la fusión de este cenobio con el de Sant Andreu de Tresponts o de Centelles, a modo de donación del primero a éste. Bajo la misma lógica intervencionista, dispone de las designaciones episcopales, lo que contribuye a su prestigio personal porque le permite una cierta proyección, al menos en el ámbito eclesiástico, sobre los otros condados situados bajo la diócesis de Urgel (Pallars y Cerdaña-Berga). En este contexto, hacia 1001 pacta con el obispo Sala la continuidad del episcopado dentro de la familia vizcondal de Conflent de la que forma parte el prelado y, en concreto, que será sucedido por su sobrino Armengol. Éste habrá de jurar fidelidad al conde, que recibirá de la familia del elegido la elevada suma de 250 pensas, aportación económica concordante con los donativos que ya recibía Borrell II al inicio de los episcopados. Consecuentemente, durante los años siguientes, Sala irá adiestrando en las tareas de gobierno a su sobrino, que desde 1003 es tratado como “archilevita”, quien en su momento recibirá una consagración episcopal donde no faltarán la formal proclamación del clero y los fieles. El acuerdo, que eruditos como Jaime Villanueva trataron de salvar del estigma de ser considerado simoníaco porque no comportaba ganancia económica ni para el consagrado ni para el consagrante, refleja la asunción de la Iglesia por Armengol I en una vía que va apuntando hacia la feudalización.

En este contexto, el conde confía su escribanía a los clérigos de la catedral, quienes también participan en los órganos de administración de justicia. Desde esta proximidad, las relaciones entre el conde y el obispo Sala, que ocupó la silla episcopal entre el 981 y el 1010, fueron excelentes, continuando así la tónica seguida por su padre. En 1001 fueron juntos a Roma, donde el prelado consiguió para su diócesis una bula de inmunidad y confirmación de bienes. En su testamento, también como había hecho su padre, colocó al prelado entre sus “marmesores” (albaceas). La relación contribuye, en realidad, al afianzamiento del poder episcopal, en la sociedad y en el interior de la Iglesia, porque el conde consulta con el obispo aspectos de sus decisiones sobre monasterios.

Armengol I, también siguiendo la estela de su padre, benefició con importantes bienes la sede catedralicia, que así fue consolidando un voluminoso patrimonio especialmente en el núcleo originario de Urgel, donde también procura exenciones jurisdiccionales, de importantes consecuencias en la posteridad. Precisamente, las exigencias de propiedades e inmunidades por parte de la Iglesia son causa de diversos puntos de fricción siempre cerrados a favor de la Iglesia. Así sucede con las diferencias en torno a la villa de Tuixén, que el prelado reclama como integrante de una donación de Borrell II no contemplada por Armengol I, quien finalmente en su testamento accede no sólo a la cesión, sino a reconocer su error al retener injustamente la villa. También debe ceder al prelado otras dos importantes villas —Lart y Arcavell— en 997 como penitencia por un homicidio. Otras destacadas posesiones también seguirán la misma vía, como el castillo termenado de Conques, que el conde cede a la Iglesia catedralicia en su testamento, o la villa de Sallent, comprada por el obispo.

Las donaciones condales benefician igualmente a las diferentes comunidades religiosas del condado, como Santa Cecilia de Elins, Sant Llorenç de Morunys, Sant Sernin de Tavèrnoles, Sant Andrés de Centelles.

Con todo, se refleja una política concreta: el conde suele agraciar a comunidades prestigiosas, como la canónica de Solsona, pero en cambio cuestiona las que considera poco regulares en su comportamiento, como Sant Climent de Codinet. Las donaciones del conde alcanzan a renombrados centros exteriores, empezando por la iglesia de San Pedro de Roma y siguiendo por otros cercanos a episodios familiares, como San Vicente de Castres o Sant Giraud de Orlhac (el monasterio de donde procedía Silvestre II); destacan, como se aprecia en su testamento, los situados en los condados vecinos del nordeste peninsular, en el que además de las donaciones al propio obispado urgelense se contemplan a las sedes de Barcelona, Vic y Gerona, muy significativamente las situadas en los dominios de la propia familia. En sus tomas de decisiones sobre temas eclesiásticos importantes, como la fusión del monasterio de Sant Climent de Codinet al de San Andrés de Tresponts, también consulta, además del arzobispo metropolitano de Narbona, a los obispos, abades y personalidades de la mismas zonas, que engloba como “nostrarum regionum”. Dentro de esta concepción regional y dinástica, son de destacar las excelentes relaciones mantenidas con su hermano el conde Ramón Borrell de Barcelona, Gerona y Osona, con quien no sólo acuerda comunes posturas diplomáticas y militares, sino que comparte actos públicos, como la introducción del nuevo obispo en Vic en 1002.

La pujanza del episcopado y de casas religiosas como el monasterio benedictino de Sant Serni de Tavérnoles o la canónica de Solsona, claramente abocados a la frontera para consolidar amplios patrimonios y crecientes capacidades jurisdiccionales, se inserta en la coetánea pujanza baronial. El vizconde Guillermo, titular de un oficio consolidado como hereditario, está acumulando importantes propiedades en Castellbó y muchas familias vicariales aprovechan la apertura de la frontera para consolidar amplios patrimonios. Se vive un verdadero proceso de “señorialización” tanto en la frontera y aún más en el interior. El conde incluso escasea su presencia en el espacio originario del condado, residiendo preferentemente en Olius, cerca de la emergente Solsona. Armengol I atiende su propio patrimonio, sumando propiedades y gozando de villas de gran vitalidad económica, agraria y sobre todo ganadera suina y bovina. Sólo en su testamento destina cien cerdos de la bailía de Isarn y dispone respecto a reses bovinas de Lloberola, Toló, Conques y Ponts. Con todo, las acumulaciones de patrimonio son a veces rápidamente contrariadas por los retos exteriores del conde, que en momentos concretos le imponen importantes ventas para poder contar con importantes cantidades de numerario: entre 1002 y 1003, por ejemplo, se despoja de numerosas propiedades en Olius y Solsona.

Frente a esta situación, Armengol I, aprovechando los cambios en la frontera en torno al milenio, opta por una opción nueva y osada, la militar. Espera así obtener rápidas ganancias con el botín y aunar en los mismos objetivos a sus barones. Respecto a lo primero, consigue importantes ganancias y puede ostentar grandes riquezas, como demuestra en su testamento dictado en julio de 1007, en el que distribuye no sólo propiedades sino elevadas cantidades económicas, como las cien onzas de oro que deben ser libradas a San Pedro de Roma, además de destacados objetos de oro y plata y telas preciosas que destina a la sede catedralicia urgelesa. En cuanto a las relaciones con los vizcondes y con los emergentes linajes vicariales, se mantuvieron muy buenas. Con el vizconde participa en estrategias comunes de acaparamiento de bienes, como en 1007 en la adquisición de propiedades en Priximia. No es de extrañar, por tanto, que en su testamento Armengol sitúe entre sus albaceas al vizconde Guillermo, junto a miembros de familias vicariales como Miró de Abella, Guillermo de Lavança y Ramon de Peramola, junto al obispo Sala, el abad Poncio de Sant Sernin de Tavérnoles y el sacerdote Vivas.

La muerte de Almanzor, en el verano de 1002 permite interpretar que el signo de la fortuna se ha invertido.

Los hermanos Armengol de Urgel y Ramon Borrell de Barcelona preparan una expedición que reproduzca en sentido inverso lo que habían supuesto los ataques amiritas en las dos últimas décadas. Negocian con rapidez la participación de los condes de Cerdaña, Besalú, Pallars y Ribagorza y de distintos obispos, y la campaña se pone en marcha ese mismo invierno. El fracaso es inmediato: el 25 de febrero de 1003 las tropas condales, tras haber cruzado la frontera leridana, son severamente derrotadas en Albesa y muy probablemente encuentran la muerte personalidades como el conde de Ribagorza y el obispo de Elna. La incursión, además, provoca la respuesta amirí. La primera aceifa del hijo de Almanzor, Abd al-Malik, en el verano del mismo 1003, se dirige precisamente contra esta frontera, afectando duramente los condados de Urgel, Osona-Manresa y Barcelona; remontan para ello los cursos fluviales del Segre y el Llobregós y descienden por el Anoia hacia el Llobregat.

En la frontera urgelesa ha desbaratado los extremos más avanzados, en Meià y Montmagastre y además captura al conde Armengol. Sólo un elevado rescate le permite recuperar la libertad.

Abd al-Malik y Armengol tienen una nueva cita en 1006. Aquél vuelve a la misma zona por la misma ruta, remonta el Segre y el Llobregós. Éste, por su parte, ha vuelto a concitar la suma de las huestes de los condes de Barcelona, Cerdaña y Besalú, interceptando el paso del caudillo amirí en Torà, donde una tempestad —milagrosa ayuda divina según los monjes de Fleury— contribuye a la victoria condal. La derrota trae graves consecuencias para Abd al-Malik, porque debe regresar a Córdoba evidenciando su vulnerabilidad y carente del botín y los esclavos que él esperaba para la dinámica económica cordobesa. La crisis está al caer. La política amirí, con el desarrollo de un ejército de nuevos beréberes y de eslavos ha acentuado las fracturas sociales, que estallan tras la muerte de Abd al-Malik (1008) y la fracasada y errónea política de su hermano hermano Abd at-Arman Sanjul (1009). De la fragmentada sociedad andalusí surgen dos pretendidos califas que invocan el linaje omeya, Sulayman ibn al-Hakam, sostenido por los nuevos beréberes y Muhamad al-Mahdi, sostenido por los llamados árabes y el partido eslavo. Mientras el primero busca el apoyo del conde de Castilla, Sancho García, el segundo se dirige a los mismos condes que se habían medido con los amiritas. En Tortosa los agentes de Ramon Borrell de Barcelona, Armengol I de Urgel y Wadih, dirigente del partido eslavo, cierran un trato que compromete un numeroso ejército de unos diez mil hombres integrados en las huestes de los condes de Barcelona, Urgel y Besalú que se dirigirán a Córdoba (“publica expedicione Spanie”) para luchar contra el candidato beréber (“ad debellandas catervas barbarorum”) a cambio de unas pagas y compensaciones fabulosas, calculadas en unos seiscientos mil dinares mensuales, más el coste de comida y bebida para hombres y animales, amplios derechos de botín y una plena impunidad.

Los expedicionarios parten hacia Zaragoza, en Medinaceli combaten a los bereberes y cometen actos vejatorios contra la mezquita y la religión musulmana. En Toledo se les suma el candidato al califato, con quien se acercan a Córdoba.

El 2 de junio de 1010, los dos ejércitos se encuentran al norte de la ciudad, en Akabat al-Bakr (Castillo del Vacar). La victoria de las huestes condales abre las puertas a la capital del califato, pero se salda con la muerte del conde de Urgel. La campaña continúa con las impunes actuaciones irrespetuosas de los expedicionarios en Córdoba, una nueva batalla en el Guadiaro en la que son derrotados y el regreso que deja la ciudad de Córdoba a merced del candidato beréber. El balance global de la expedición a Córdoba comportó la obtención de importantes beneficios por parte de los supervivientes, que inyectó un verdadero revulsivo económico para los condados, mientras que unos tres mil participantes no regresarían o morirían por las heridas, entre ellos el hijo del anterior vizconde de Barcelona y obispos como los de Barcelona, Gerona y Vic, además del conde soberano Armengol, “malik Armaqund”, según las fuentes musulmanas.

Estas mismas le otorgan un gran protagonismo, como Ibn Bassam, que le concede todo el mérito y por ello critica a Sulayman al-Musta’ín diciendo que le instauró Sancho García de Castilla y lo derrocó Armengol de Urgel. En la memoria condal, la “Gesta Comitum Barcinonensium” reconocerá al conde haber mantenido una gran belicosidad con los musulmanes (“multos itaque conflictus cum sarracenis habuit”) y que por morir en batalla en Córdoba es llamado El de Córdoba: “qui fuit Ermengaudus Cordubensis quia apud Cordubam obiit”.

Armengol I, que a lo largo de todo su gobierno recibió el tratamiento honorífico de marqués (“Ermengaudus gratia Dei comes et marchio”), dejaba un heredero menor de edad homónimo, nacido justo el 1009 de su esposa Tedberga, muy probablemente hija del conde de Provenza, Rotbaldo I. Las informaciones bibliográficas que la suponían muerta en 1003 y al conde unido con Guisla se deben a errores interpretativos, dado que Tedberga sobrevive al conde y se documenta como viuda en actos públicos junto al hijo huérfano.

 

Bibl.: E. Corredera, Noticia de los condes de Urgel, Lérida, Instituto de Estudios Ilerdenses, 1973; J. Villanueva, Memorias cronológicas de los condes de Urgel, Balaguer (Lérida), Ayuntamiento, 1976; C. Baraut, “Els documents, dels any 981- 1010, de l’Arxiu Capitular de la Seu d’Urgell”, en Urgellia, III (1980), págs. 7-166; J. Vallvé, “España musulmana en el siglo xi: Aspectos económicos”, en Actas de las Jornadas de Cultura árabe e Islámica (1978), Madrid, Instituto Hispano Árabe de Cultura, 1981, págs. 197-204; C. Baraut, “Diplomatari del monestir de Sant Climent de Codinet (segles ix-xi)”, en Subsidia Monástica, 9, XXIV (1982), págs. 147-201; J. Trenchs y R. Conde, “La escribanía-cancillería de los condes de Urgel (s. ix-1414)”, en Folia Munichensia, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1985, págs. 7-130; R. d’Abadal, Com Catalunya s’obrí al món mil anys enrera, Barcelona, Rafael Dalmau, 1988; D. Bramón, “La batalla de Albesa (25 de febrero de 1003) y la primera aceifa de ‘Abd al-Malik al-Muzaffar (verano del mismo año)”, en Anaquel de Estudios Árabes, VI (1995), págs. 21-27; F. Sabaté, “Organització administrativa i territorial del comtat d’Urgell”, en El Comtat d’Urgell, Lérida, Edicions de la Universitat de Lleida-Institut d’Estudis Ilerdencs, 1995, págs. 17-70; P. de Marca, Marca Hispanica sive limes hispanicus, Barcelona, Base, 1998; D. Bramon, De quam érem o no musulmans. Textos del 713 al 1010, Vic, Eumo, 2000; P. Bertrán, “Ermengol d’Urgell: l’obra d’un bisbe del segle xi”, en F. Sabaté (dir.), La transformació de la frontera al segle xi, Lérida, Edicions de la Universitat de Lleida-Institut d’Estudis Ilerdencs, 2000, págs. 89-132; F. Sabaté, Història de Lleida. Alta edat mitjana, Lérida, Pagès, 2003.

 

Flocel Sabaté Curull

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