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Ángel Ganivet García

Biografía

Ganivet García, Ángel. Granada, 13.XII.1865 – Riga (Letonia), 29.XI.1898. Escritor y diplomático.

Segundo de los seis hijos (Josefa, Ángel, Encarnación, Natalio, Isabel y Francisco) del matrimonio formado por Francisco Ganivet Morcillo y Ángeles García, familia de molineros cuya profesión no estuvo reñida con las aficiones artísticas del padre, que heredaron Natalio e Isabel, ni con la de la madre por la lectura. Su infancia estuvo marcada por la muerte de su padre, cuando Ángel apenas tenía diez años, y por el accidente sufrido pocos meses después, al caerse de una caballería (1876), que estuvo a punto de costarle la amputación de una pierna, y le obligó a una larga y dolorosa convalecencia; contra todo pronóstico, y dando pruebas de una enorme fuerza de voluntad, consiguió volver a caminar sin que le quedase rastro de cojera. La voluntad y la fuerza del espíritu, demostraron ser, desde entonces, rasgos distintivos de su carácter.

Comenzó a llevar la contabilidad del molino; tras breve paso como escribiente por la notaría de Abelardo Martínez Contreras, donde demostró un espíritu despierto y gran capacidad intelectual, ingresó en el Instituto Provincial de Granada para estudiar el bachillerato, obteniendo el Premio Extraordinario (1880). Durante esos años, despertó su interés por Séneca y el estoicismo cristiano, que alentarían toda su vida. Posteriormente estudió Derecho (1886-1890) y Filosofía y Letras (1885-1888), donde aprendió latín, griego, alemán y sánscrito, mostrando desde su temprana juventud una gran facilidad para las lenguas. A esta época se remonta su amistad con Francisco Seco de Lucena, Manuel Gómez Moreno y Nicolás María López.

En 1888 se trasladó a Madrid para hacer el doctorado en Letras, que finalizó, al igual que la licenciatura, con Premio Extraordinario el 11 de marzo de 1890; su tesis doctoral sobre La importancia de la lengua sánscrita y servicios que su estudio ha prestado a la ciencia del lenguaje en general y a la gramática comparada en particular fue calificada con sobresaliente (28 de octubre de 1889); ésta fue la segunda tesis que presentó, pues Nicolás Salmerón había rechazado previamente La España filosófica contemporánea por considerarla “demasiado personal”, un trabajo en el que estaban ya prefiguradas las ideas clave de su pensamiento. En la Universidad Central se consolidó su amistad con Nicolás María López y con Navarro Ledesma, con el tiempo, depositario de su última voluntad.

Falleció su hermano Natalio (1889), que al parecer se suicidó, al igual que había hecho su padre. Ganó oposiciones al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecas y Anticuarios, y fue destinado a la Biblioteca Agrícola del Ministerio de Fomento el 27 de junio de 1889.

Se licenció en Derecho por la Universidad de Granada (24 de junio de 1890), y a su regreso a Madrid ingresó en el Ateneo, la única institución que encontró acorde con sus gustos. Frecuentaba las tertulias del Café de Levante, el Fornos y el Café del Siglo, y llevaba una vida de excesos y lances amorosos que acabaron minando su salud. En junio de 1891 hizo oposiciones a la cátedra de Griego de la Universidad de Granada, sin conseguir la plaza, mientras que Unamuno ganó la de Salamanca; del trato de aquellos días nació la amistad entre los dos escritores que, interrumpida al finalizar las oposiciones, reanudarían epistolarmente en 1898. La desilusión profesional ante este primer fracaso en su carrera, unida a cierto vacío sentimental y al angustioso problema de la fe, le llevaron a una profunda depresión, anticipo de la que sufriría en Bélgica. Escribe El corazón y el cerebro (Diálogo sin palabras) en 1891 y El mundo soy yo o el hombre de las dos caras (publicado en 1928).

Acontecimiento decisivo en estos años fue su encuentro con Amelia Roldán, a quien conoció en un baile de Carnaval el 1 de febrero de 1892, iniciándose una relación amorosa que duraría hasta el final de su vida. Las necesidades creadas por la nueva situación familiar —en una insólita e impulsiva decisión Ganivet tomó a su cargo a Amelia, su madre, tía y primas— le impulsaron a ejercer la abogacía, trabajando durante algún tiempo como pasante del abogado Puigcerver.

Poco después, animado por sus amigos José de Cubas y Leopoldo Romeo, firmó las oposiciones al Cuerpo Consular, que ganó con el número 1.

Fue nombrado vicecónsul en Amberes (30 de mayo de 1892), ciudad cosmopolita y bilingüe en la que residió hasta principios de 1896. Salvo los preceptivos permisos consulares, que le permitían breves estancias en Granada, Barcelona o Madrid, vivirá alejado de España el resto de su vida.

El 21 de agosto de 1892 publicó su primer artículo en El Defensor de Granada (“Un festival literario en Amberes”), que será el vehículo de gran parte de sus escritos. En 1893 inició La conquista. La llegada de Amelia a Bélgica le obligó a cierto aislamiento social, ya que, enemigo acérrimo del matrimonio, nunca llegó a formalizar su relación. Su hija Natalia (fallecida a los dos meses y medio de meningitis) nació en París (11 de diciembre de 1893) para evitar murmuraciones en el consulado, al igual que un año más tarde su hijo Ángel Tristán (22 de noviembre de 1894). Estando en Amberes, fue nombrado vocal del jurado de la Exposición Universal de Bruselas de 1894 y, por su labor durante ella, le fue concedido el título de caballero de la Orden de Leopoldo I, lo que no le impidió criticar abiertamente el mundo mecanizado que exaltaba la propia exposición, y la política colonizadora de Leopoldo II, que disfrazaba de obra civilizadora la conquista y explotación del Congo.

En Granada, durante sus primeras vacaciones, fundó la Cofradía del Avellano con Matías Montes Vellido, Antonio Afán de Ribera, José y Rafael Gago Palomo, Francisco Seco de Lucena, Melchor Almagro Sanmartín y Nicolás María López, grupo de intelectuales granadinos que, aglutinados en torno a Ganivet, mantenía sus tertulias junto a la Fuente del Avellano, de la que tomaron su nombre.

Los meses siguientes en Amberes, donde se encontraba desde el 1 de abril, marcaron el punto más hondo de la depresión ganivetiana, con frecuentes referencias al suicidio. Ganivet, a quien sus amigos definían como tímido, amable, selectivo en sus afectos y de probada generosidad, era también retraído y huraño, muy sensible al clima frío del norte de Europa, que influía en sus cambios de humor y acentuaba su misantropía. Vivió como un asceta, prescindiendo de todos los adelantos de la vida moderna, se aisló de un entorno normal de convivencia y afectos y dominaba su sexualidad desviándola al ámbito de lo literario.

El deterioro físico contribuyó a agudizar la crisis espiritual que presidió sus últimos años, agravada si cabe por el fallecimiento de su madre en agosto de 1895. Publica en El Defensor “Lecturas extranjeras” (4 de octubre de 1895), “Arte gótico” (17 de noviembre de 1895) y “Socialismo y música” (23 de noviembre de 1895). El 20 de diciembre finalizó La conquista del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid, una de las novelas más originales e innovadoras del siglo xix. En esta obra, inspirada en la colonización europea de África, Pío Cid (autoficción del propio Ganivet) pretende civilizar a una tribu africana introduciendo una serie de procedimientos “contrarios a la religión, a la moral y hasta a la humanidad”, como escribirá en Los Trabajos para aclarar el sentido corrosivo y la crítica feroz de la novela: una sátira burlesca de los valores occidentales y de los atractivos de la civilización y la modernidad a la luz de un contexto primitivo, el imaginario reino de Maya. El resultado de sus intervenciones será que los mayas, antes “felices como bestias”, acaben siendo “desgraciados como hombres”.

Ascendido a cónsul de segunda clase en Helsingfors, llegó a la capital del Gran Ducado de Finlandia el 31 de enero de 1896. Entre el 14 y el 27 de febrero redactó los doce artículos de Granada la Bella —que va alternando con la composición del Idearium—, cuyo objetivo es la regeneración ideal y espiritual de su ciudad. Asoma a estas páginas el Ganivet regeneracionista y romántico, para quien el positivismo y la razón no son las únicas fuentes de conocimiento; propone reformas para el embellecimiento de la ciudad “por medio de la vida bella, culta y noble de los seres que la habitan”, en una visión idealizada que se va afirmando en contraste con las sociedades del norte de Europa desde las que escribe. Poco a poco, irá formándose en el escritor ese “fiero españolismo” que destacara Ortega que, como en Unamuno, irá creciendo proporcionalmente con la dilatación del horizonte de su experiencia.

Ganivet, que se sintió “indígena” de todos los territorios que pisó, quiso aprender sueco y ruso, las dos lenguas oficiales del Gran Ducado. Su profesora fue Marie Sophie Diakovsky, una joven viuda de origen polaco, de carácter independiente, culta y admirada en los círculos artísticos; reunía inteligencia y belleza, y causó una profunda impresión en el granadino, que le dedicó gran parte de su poesía. La llegada a Helsinki de Amelia y su hijo en mayo de 1896 puso fin a este incipiente idilio. La relación de Ganivet con Amelia Roldán ha sido abordada con prejuicios incomprensibles por la mayoría de los críticos, para quienes todavía es la amante, la cubana, una mujer hermosa pero que no estaba a su altura, frívola e ignorante, responsable en parte de su trágico fin; leyenda propiciada por las hermanas del escritor, que sentían por ella una profunda antipatía. Reconoce Ganivet al final de su vida que ha tenido “varios amoríos y un amor más noble a Amelia”. En cuanto a sus vecinas de Brunnsparken, la pintora Hanna Rönnberg, Ella Sahlberg, Hanna, Inés e Ida Waenerberg, constituyeron un original círculo de amigas, con las que pasaba agradables veladas, que sin duda influyeron en sus apreciaciones sobre la Finlandia de la época.

El 1 octubre comenzó las Cartas finlandesas, compendio de una serie de experiencias, anécdotas y observaciones que va desgranando en una constante comparación con Granada o con España. Entre el relato de viajes, la autobiografía y la crónica literaria, estos veintidós artículos son una descripción penetrante y sagaz de la sociedad finlandesa finisecular (la historia, la política, el arte, las costumbres y diversiones, la situación de la mujer o la obsesión por el progreso...), al mismo tiempo que muestra la idea que los finlandeses tienen de España. Con esta obra, y posteriormente con Hombres del Norte, Ganivet se consagró como uno de los españoles más cosmopolitas de su tiempo, y el de más sólida formación; conocía varias lenguas, había viajado por diversos países y a su formación helenista se unía el conocimiento de Schopenhauer, Nietzsche, Taine, Ibsen y otros autores europeos. Sus artículos sobre Bjornson, Ibsen, Jonas Lie o Hamsun darán a conocer en España a escritores y culturas completamente desconocidos entonces.

Con el Idearium español (1897) entró de lleno en el problema de la identidad de España. Estructurado en tres secciones sin título, se presenta como una original meditación sobre la decadencia española. La reflexión está centrada en tres temas fundamentales: la relación entre la España física (el suelo, el territorio) y su historia interna (tradición cultural y evolución espiritual), la abulia como enfermedad nacional y el estoicismo-senequismo como raíz todavía vital de la cultura española y medio de autoconocimiento y regeneración para el país. A su visión de una nación enfrentada, dividida, dominada por ideas destructivas, “picudas”, opone un modelo de sociedad basado en ideas “redondas”, de tolerancia, en valores espirituales que identifica con el cristianismo y el senequismo, y defiende la necesidad de la reconstrucción interior de España, que debe concentrar sus energías dentro del propio territorio, abandonando empresas aventuradas.

Apela, por último, a la voluntad y a los valores tradicionales del pueblo español. Las ideas defendidas por Ganivet reflejan amplitud de pensamiento pero también tendencias y empujes contradictorios, desde el ya citado senequismo hasta el krausismo, al positivismo (Taine, Buckle, Jhering), al idealismo, al nihilismo (Schopenhauer y Nietzsche). El Idearium daría lugar, estando ya Ganivet en Riga, a un apasionante y amistoso debate con Unamuno en las páginas de El Defensor, correspondencia publicada en 1912 como El Porvenir de España.

En el verano de 1897 viajó a Granada con una licencia de cuatro meses. Concibió con sus amigos de la Cofradía del Avellano El libro de Granada. A su regreso tuvo lugar en Sitges el conocido encuentro con Rusiñol (“Cau Ferrat”, 12 de septiembre de 1897), con quien mantuvo cordiales relaciones, contribuyendo decisivamente a su difusión y a la de los modernistas catalanes en Granada. A Helsinki le acompañaron Amelia, su hijo y sus hermanas, que permanecerán en la capital báltica hasta julio de 1898. Publicó La conquista del Reino de Maya (1897) y su segunda novela, Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (1898), novela con abundantes elementos autobiográficos en la que reflejó magistralmente sus años madrileños. Pío Cid, fracasada su acción civilizadora entre los mayas, dirige ahora sus esfuerzos a su propio país (tal y como defendía en el Idearium) emprendiendo la lucha contra su declive espiritual por medio de inventos “originales” y espirituales con los que pretende transformar España. La obra, que inicialmente causó cierta perplejidad, tuvo una acogida entusiasta entre sus contemporáneos.

Trabajó en Hombres del Norte (E. Ibsen, J. Lie y B. Björnson).

Este período, en el que por primera vez desde que salió de Granada el escritor se había creado un entorno familiar, se vio interrumpido por un cambio de destino que, al parecer, él mismo precipitó aconsejando cerrar el consulado de Helsinki y abrir el de Riga, donde tomó posesión como cónsul a comienzos de agosto. Alquiló una casa en el barrio de Hagenberg, que le recuerda a Brunnsparken finlandés, finalizó los artículos para Hombres del Norte (Wihelm Krag, Knut Hamsum, Arne Gärborg) y redactó un detenido estudio sobre las Relaciones comerciales de España con Rusia.

Pero sobre todo, se concentró en la composición de El escultor de su alma, cuyo manuscrito envió a su amigo Seco de Lucena el 11 de noviembre.

El escultor de su alma es la única pieza dramática de Ganivet, aunque dejó escritos algunos bosquejos teatrales (Dolor, La Roja, La casa eterna). La obra gira en torno a la autarquía y la autoperfección del espíritu humano, a las que se llega mediante la renuncia, la lucha y el dolor. Pedro Mártir (Pío Cid, Ganivet) proclama su derecho a la autosuficiencia y rechaza el amor y la fe, cadenas que le atan al mundo material.

La primacía de la voluntad sobre la razón (idea kantiana renacida a través de Schopenhauer) y el espíritu nietzschiano de exaltación del dolor son evidentes en Gavinet, que fundamenta su universo ideológico en tres pilares: Séneca, Diógenes y Platón, y en un idealismo de base romántica que, desde Hegel, se proyecta con fuerza en la Europa finisecular; las tendencias místicas y ascéticas de Ganivet están en consonancia con ese marco ideológico general.

En El escultor se encuentran extremados gran parte de sus conflictos, y la simbiosis vida-obra es más intensa, si cabe, que en obras anteriores. Fe, libertad, amor y muerte en trágico ritornello, constituyen el soporte sobre el que descansa la tragedia de Pedro Mártir, cuya vida es un simbólico viaje de purificación que concluye espiritualmente en Granada —donde está ambientada la obra—, ciudad ideal y mítica en la biografía ganivetiana: “Aquí en Granada empezó/ mi vida de peregrino.../ de aquí la voz del Destino/ imperiosa me apartó/ y a otras tierras me llevó...” (El escultor).

Y en otras tierras encontró la muerte el 29 de noviembre de 1898, al arrojarse a las frías aguas del río Duina. Un suicidio sin aclarar, para el que se han buscado explicaciones médicas, psicológicas, genéticas, de índole espiritual e, incluso, sociológicas; pero la ausencia casi total de documentos, especialmente en lo que se refiere a fuentes médicas y diplomáticas, sólo permite aventurar hipótesis, más o menos fundamentadas, sobre sus últimos días, permaneciendo aún como la etapa más desconocida de la biografía ganivetiana.

Con su muerte prematura se interrumpió una obra incipiente, pero valiosa y madura, que le acredita no sólo como precursor de la Generación del 98, sino como una de las figuras centrales del pensamiento y la literatura finisecular.

 

Obras de ~: Granada la Bella, Helsingfors, 1896 (Granada, Ediciones Padre Suárez, 1954; pról. A. Gallego Burín, Granada, Miguel Sánchez Ediciones, 1993); La conquista del reino de Maya, por el último conquistador español Pío Cid, Madrid, Victoriano Suárez, 1897 (ed. A. Gallego M. y Á. Berenguer, Barcelona, Planeta, 1988); Idearium Español, Granada, Vda. e Hijos de Paulino V. Sabatel, 1897 (Madrid, Victoriano Suárez, 1905; ed. de N. Orringer Salamanca, Almar, 1999); Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, Madrid, V. Suárez, 1898, 2 vols. (ed. L. de Rivkin, Madrid, Cátedra, 1983); Cartas finlandesas, pról. de N. M.ª López, Granada, Vda. e Hijos de Sabatel, 1898 (Madrid, Lib. Gral. V. Suárez, 1905; 1920); con G. Ruiz de Almodóvar, M. Méndez Vellido y N. M.ª López, El libro de Granada, Granada, Vda. e Hijos de P. V. Sabatel, 1899 (Granada, Comares, 1987); El escultor de su alma. Drama místico en tres actos, pról. de F. Seco de Lucena, Granada, 1904 (ed. facs. pról. M.ª C. Díaz de Alda Heikkilä y epílogo J. A. González Alcantud Granada, Universidad, 1999; ed. de R. de la Fuente y L. Álvarez con el tít., El escultor de su alma y otros textos dramáticos, Valladolid, Ediciones Críticas “Siglo xix”, 2000); Epistolario, ed. y pról. de F. Navarro Ledesma, Madrid, Leonardo Williams ed., 1904 (2.ª ed. Madrid, V. Suárez, 1919; 3.ª ed., 1944); Hombres del Norte y artículos varios, pról. de R. Gago Palomo, Granada, Imprenta de El Defensor de Granada, 1905; con M. de Unamuno, El porvenir de España, Madrid, Biblioteca Renacimiento, 1912; Obras completas, Madrid, Francisco Beltrán, 1923-1930, 10 vols.; La Cofradía del Avellano. Cartas íntimas de Ángel Ganivet, ed., pról. y epílogo N. M.ª López, Granada, Tip. Luis F. Piñar Rocha [1936]; Cartas finlandesas. Hombres del Norte, pról. J. Ortega y Gasset, Madrid, Espasa Calpe, 1940 (ed. de A. Gallego, Morell, 1998); Idearium Español. El Porvenir de España, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1940 (ed. de E. Inman Fox, Madrid, Espasa Calpe, 1990); Obras completas, pról. de M. Fernández Almagro, Madrid, Aguilar, 1943, 2 vols. (2.ª ed., 1959; 3.ª ed., 1961-1962); Juicio de Á. Ganivet sobre su obra literaria. Cartas inéditas, ed. de L. Seco de Lucena, Granada, Universidad, 1962; “Epistolario” (cartas a F. Navarro Ledesma), en Revista de Occidente, vol. 11 (1965), págs. 273-323; Correspondencia familiar de Á. Ganivet. Cartas inéditas, 1888-1897, ed. de J. Herrero, Granada, Anel, 1967; Estudios y textos ganivetianos, ed. de A. Gallego Morell, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1971; J. V. Agudíez, “Ángel Ganivet y su correspondencia inédita con F. Navarro Ledesma”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, vol. 21 (1972), págs. 338-362; Las cartas de Á. Ganivet, ed. de Pedro Gan Jiménez, Granada, Diputación, 1979; Manuscritos de Á. Ganivet en la Biblioteca de la Diputación de Granada (CD-Rom ), catalogación de J. Olivares, Granada, 1996; Obras completas, ed. de F. García Lara, 1996-2005 (contiene: 1. Granada la Bella, est. prelim. de Á. Isac; 2. Cartas Finlandesas y Hombres del Norte, est. prelim. de N. Santiañez-Tió; 3. El Porvenir de España, est. prelim. de P. Cerezo Galán; 4. La conquista del Reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid, est. prelim. de R. Fernández Sánchez-Alarcos; 5. Los Trabajos del infatigable creador Pío Cid, est. prelim. de G. Gullón; 6. Idearium español, est. prelim. de L. Frattale; 7. Artículos, relatos y fragmentos, est. prelim. de M.ª P. Celma, y 8. Teatro y poesía, est. prelim. de R. de la Fuente y L. Álvarez).

 

Bibl.: W. Hagelstam, Ángel Ganivet. In memoriam, Ateneum, Helsingfors, 1899; M. Pérez, Á. Ganivet, universitario y cónsul, Madrid, Librería Sucesores de Hernando, 1920; G. Ruiz de Almodóvar, M. Méndez Vellido y N. M.ª López, El libro de Ganivet, Granada, Tip. Lit. Paulino V. Traveset, 1920 (pról. de A. Jiménez Correa, Granada, Universidad, 1995); Q. Saldaña, “Á. Ganivet”, en La Esfera, año 8, n.º 393 (16 de julio de 1921); E. Domínguez Rodiño, En los umbrales de Rusia. Por los Balkanes del Báltico, I. “La tragedia de Ganivet”, II. “Cómo murió Ganivet” y III. “La tumba de Ganivet”, en El Imparcial (Granada), 14 de enero de 1921, 21 de enero de 1921 y 23 de enero de 1921, respect.; F. Cervera, “Ganivet, cónsul”, y R. de Aguirre, “Ganivet, bibliotecario”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, vol. 46 (1925), págs. 166-179 y págs. 323-333, respect.; M. Fernández Almagro, Vida y obra de Ángel Ganivet, Valencia, Ediciones Sempere, 1925 (Madrid, Revista de Occidente, 1952); H. 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María del Carmen Díaz de Alda Heikkilä