Ayuda

Bartolomé de Bustamante Herrera

Imagen
Biografía

Bustamante Herrera, Bartolomé. Alcalá de Henares (Madrid), 23.VIII.1501 – Trigueros (Huelva), 21.VI.1570. Arquitecto, Jesuita (SI).

Aunque de origen montañés, nació en Alcalá de Henares, hijo de Pedro de Bustamante y Catalina Herrera.

En 1514, a los trece años, comenzó a cursar los estudios de Humanidades en el colegio de San Eugenio de su ciudad natal, fundado por el cardenal Cisneros para este menester, donde aprendió a manejar con soltura el latín y el griego, como lo prueba el poema latino escrito en alabanza de Lucio Marineo Sículo y antepuesto a la edición en 1530 de su obra Opus de Rebus Hispaniae Memorabilibus y otra composición poética que también antepuso en 1533 al volumen de Elio Antonio de Nebrija Copia acentuum omnium et dictionum dificilium tam linguae latinae quam hebraica, nonnullarum quoque graecarum.

Terminados aquellos estudios, se graduó de bachiller en Artes en 1525 y en 1528 en Teología, recibiendo algunas de las lecciones en el colegio de San Pedro y San Pablo que los franciscanos tenían junto al de San Ildefonso en Alcalá. Su afición a la arquitectura fue muy temprana. Su formación teórica fue autodidacta, siendo fruto del manejo y lectura de los tratados de dicha disciplina que, como explicación, glosa y comentario del texto de Marco Vitruvio Polión, habían comenzado a proliferar en esta época del Humanismo.

Apasionado por la fijación filológica del texto latino de aquél, así como la aclaración de muchos de sus pasajes más oscuros, Bustamante no debió ser ajeno a ella como genuino humanista. Él mismo confesó varias veces haber leído a Vitruvio y haber coleccionado en su biblioteca cuantos comentarios suyos pudo adquirir, formando una rica biblioteca. Pero a su interés teórico no acompañó nunca una práctica seria y profesional de la arquitectura, pudiendo considerársele, a causa de ello, más un diletante de la arquitectura que un genuino arquitecto.

En 1529 se ordenó de sacerdote y tomó posesión del curato del pueblo de Carabaña (Madrid), aunque venía gozando de su beneficio eclesiástico desde 1617, otorgado por el cardenal Cisneros. En 1534 le llamó a Toledo el cardenal Juan Pardo Tavera para nombrarle su secretario. Ya durante sus años de párroco en Carabaña intentó reedificar la iglesia gracias a un legado que proporcionó el capitán Diego Barrientos, realizando él mismo las trazas para la obra; pero ésta no pudo comenzarse hasta 1537, asumiendo su dirección un sencillo maestro de obras, Rodrigo de Regato, que hubo de ser ayudado en ocasiones por el arquitecto toledano Hernán González de Lara. La parroquia se concluyó en 1560, cuando Bustamante hacía muchos años que había abandonado el pueblo.

Es de tres naves separadas entre sí por pandas de arcos de medio punto que sustentan columnas de orden jónico, probablemente la única parte de la obra en que es visible la huella del tracista. Está cubierta esta nave por artesonado de madera, mientras el crucero y la capilla mayor lo están por bóvedas de tracería todavía gótica tardía.

El cardenal Tavera fue durante gran parte de su pontificado regente del reino en ausencia del Emperador, pasando por las manos de su secretario importantes negocios de Estado. En enero de 1536 le envió a entrevistarse con Carlos V en Italia. Bustamante, en lo más crudo del invierno, viajó a Roma y de allí a Nápoles, donde encontró al Emperador, al que acompañó en el camino hasta la Ciudad Eterna, donde fue recibido triunfalmente por el papa Paulo III. Asistió a las entrevistas en las que el Pontífice y el Emperador trataron sobre la urgente convocatoria del Concilio de Trento que, efectivamente, comenzó en ese año. Según cuenta, acaso exageradamente, el propio Bustamante, tanto el Papa como Carlos V quedaron tan satisfechos de su mediación que intentaron crearle cardenal, cosa que rechazó. Durante su estancia en Roma, entre abril y mayo fue invitado a asistir a las reuniones que los llamados Académicos de la Virtud tenían en el panteón para esclarecer los conceptos más difíciles del texto de Vitruvio, poniéndolos en comparación con las propias ruinas de la arquitectura romana que subsistían en la ciudad. Pero es posible que no fuera el invitado nuestro personaje, sino su hermano el capitán Jerónimo de Bustamante Herrera, ingeniero al servicio de Carlos V en Nápoles.

Retornado a España con el ejército imperial recorriendo el noroeste de Italia y la Provenza, fue encargado por el cardenal Tavera de revisar las Constituciones del arzobispado de Toledo, mejorándolas y poniéndolas al día, y de la visita canónica de varios monasterios masculinos y femeninos de la ciudad.

En octubre de 1541 le puso al frente de las obras del Hospital de San Juan Bautista que fundó a las afueras de Toledo. Su cargo fue fundamentalmente administrativo, pero también tuvo ocasión de aconsejar y aun corregir al arquitecto que oficialmente se ocupó de la construcción, Alonso de Covarrubias. Lo hizo principalmente respecto de los dos patios de entrada que anteceden a la iglesia y en otras ocasiones, siempre con la intención de que la obra se acomodase lo más posible a las construcciones del Renacimiento que había tenido ocasión de contemplar personalmente durante su viaje a Italia. Se conserva una planta del Hospital sin firma ni fecha que se le ha atribuido durante mucho tiempo, que no se corresponde del todo a lo que realmente se llegó a edificar, pero algunos críticos recientes la adjudican a Alonso de Covarrubias. De todas maneras, no debió ser poco lo que realizó Bustamante en el hospital para que la tradición, avalada por Llaguno y Ceán Bermúdez, le considerase autor y director del que ha sido denominado “primer edificio clásico de Castilla”. Cuando en 1545 falleció el cardenal Tavera, sus herederos volvieron a depositar su confianza en él, renovándole en el cargo de administrador y veedor de la obra del hospital y encargándole de la tasación y peritaje de las mejoras que durante su episcopado se habían introducido en las fortalezas, castillos y otros edificios que eran propiedad el arzobispado.

El 28 de enero de 1552 Bartolomé de Bustamante abandonó su brillante carrera e ingresó en la Compañía de Jesús en el colegio que ésta había fundado en su ciudad natal, movido por la conversión y entrada en ella del duque de Gandía, San Francisco de Borja, se marchó en mayo a encontrarse con él en Oñate y practicó a su lado el noviciado. Nombrado Borja comisario y visitador de todas las casas que la Compañía poseía en España y Portugal, hizo secretario suyo a Bustamante, quien le profesó siempre una enorme admiración y anudó con él y con su familia una confiada amistad. En uno de esos viajes fue testigo de la muerte en el palacio de Tordesillas de la reina Juana la Loca, cuyos últimos momentos de lucidez se atribuyeron a la intervención de Borja, momentos que su secretario describió minuciosamente en una carta a San Ignacio de Loyola de 29 de abril de 1555. También fue testigo de la entrevista celebrada entre el Emperador y el antiguo camarero de la Emperatriz, San Francisco de Boja, que tuvo lugar en Yuste a fines de 1556. Dentro de la Orden jesuítica Bustamante ostentó continuos cargos de gobierno, pero la Compañía aprovechó también sus dotes y capacidades de tracista y arquitecto aficionado para que diseñase muchas de las iglesias y colegios que se iban fundando por todas partes en España gracias al prestigio que tenía San Francisco de Borja entre la nobleza y la admiración que suscitaba en todas las capas sociales, y también gracias a la eficacia del sistema educativo de los jesuitas.

En julio de 1565 acudió a Roma, como provincial de Andalucía, a la segunda Congregación General en que fue elegido superior general de la Compañía San Francisco de Borja. Se reunió entonces una comisión para componer una serie de reglas a las que se debía acomodar la construcción de las iglesias y edificios de la Compañía, en la que Bustamante tuvo una posición destacada. En ella se perfiló el llamado en italiano “modo nostro”, que no era un estilo arquitectónico propio y exclusivo de los jesuitas, sino una exigencia de que las construcciones fueran prácticas y funcionales y sirviesen perfectamente a los fines a los que las destinaba la Compañía. Bustamante, basándose en la planta de nave única flanqueada por capillas adosadas en los muros y altar mayor diáfano y cercano al público, que se estaba practicando en Roma en los oratorios y pequeñas iglesias que obedecían a la piedad de ciertos círculos reformados contemporáneos a las sesiones del Concilio de Trento, pensó que en la Compañía debía procederse de igual manera.

Debió enterarse de que la planta que había ideado Miguel Ángel para el Gesù, la iglesia madre de los jesuitas en Roma, era de estas características, asumidas luego en sus líneas fundamentales por Vignola cuando tal proyecto se puso en práctica en 1565 con la ayuda del cardenal Farnesio.

Este ideal de iglesia es el que asumió en las varias que proyectó en España, diseñando sus planos, que serían luego modificados casi siempre por los arquitectos locales encargados de su construcción efectiva.

Como esquema de colegio, que fue la modalidad preferente de las residencias de los jesuitas, se atuvo al de los colegios mayores de las universidades: un patio porticado junto a la iglesia en torno al cual se reunían todos los espacios docentes y la vivienda de los profesores. La movilidad que imponían sus distintos cargos de gobierno le impidieron ocuparse casi siempre de realizar sus propios proyectos, por lo que es difícil afirmar que las construcciones que él comenzó en vida sean las que hoy se pueden contemplar. Además, la precariedad de los recursos económicos hizo que los proyectos tuvieran que ser a la fuerza modestos y sin grandes pretensiones artísticas.

La enumeración de las construcciones que Bustamante planeó es bastante amplia. Fueron muchas y se situaron en diferentes regiones de la geografía española que comprendían las Provincias jesuíticas de Castilla, Toledo y Andalucía. En razón de ello se debe considerar a Bustamante como el iniciador de la arquitectura jesuítica en España.

La primera de ellas fue el edificio del noviciado e iglesia de Medina del Campo, que trazó en 1553. Del primero no se conserva nada, pero la iglesia está intacta y es hoy parroquia de Santiago. Fue fundado el conjunto por el banquero medinés Rodrigo de Dueñas.

El templo es de ladrillo visto por fuera y encalado por dentro, de planta de cruz latina y de una sola nave con capillas laterales que a ella se abren. El cubrimiento se hace todavía con bóvedas de crucería, habiéndose acomodado los ejecutores locales al estilo de Rodrigo Gil de Hontañón. Del colegio de Plasencia, iniciado en 1555, se conserva la iglesia, mientras el edificio docente se encuentra absolutamente alterado, no percibiéndose de la actuación de Bustamante más que el pórtico del patio constituido por arcos escarzanos sobre columnas de orden jónico. La iglesia es toda de piedra, de una sola y amplia nave, sin capillas, cubierta por una bóveda de cañón seguido realizada excepcionalmente de madera. El fundador del colegio de Murcia, el obispo de Esteban de Almeida, recibió de Bustamante en 1556 un croquis de la distribución del colegio e iglesia que quería fundar en la capital de su diócesis, pero la traza definitiva y la construcción fueron realizadas por el maestro Jerónimo Quijano, que en todo lo edificado dejó la huella personal de su estilo.

En Andalucía Bustamante efectuó diseños de diversos colegios, pero, como era habitual, los que los pusieron en práctica los alteraron hasta dejarlos irreconocibles.

La iglesia del colegio de Córdoba fue edificada primero bajo la dirección del célebre jesuita Juan Bautista de Villalpando y terminada por Hernán Ruiz el Joven. Lo mismo sucedió con el edificio y templo de la Casa Profesa de Sevilla, que fueron modificados primero por el jesuita italiano Giuseppe Valeriano y, finalmente, por el mencionado Hernán Ruiz. Ambas iglesias son de cruz latina y de una sola nave sin capillas, pero con cúpula en el crucero, no prevista por Bustamante en su diseño. El edificio del colegio de Granada, trazado en su primera fase por nuestro personaje, se amplió posteriormente con otros bloques y sus correspondientes patios, que nada tienen que ver con él. La iglesia fue realmente trazada por Lázaro de Velasco y Martín Baseta, y ultimado su crucero, cúpula y capilla mayor por el jesuita Pedro Sánchez. Lo mismo se puede afirmar del colegio de la Encarnación de Marchena (Córdoba), fundado por la marquesa de Priego y trazado por Bustamante, pero modificada la traza posteriormente también por Hernán Ruiz el Joven. El diseño del colegio de Trigueros (Huelva), en cuya fundación puso Bustamante especial empeño, fue corregido por Giuseppe Valeriani, pero la construcción definitiva, de la que no existen más que un montón de ruinas, fue efectuado por maestros de obra locales.

Las últimas intervenciones de Bartolomé de Bustamante tuvieron lugar fuera de Andalucía, preferentemente en Madrid, donde construyó la iglesia primitiva del Colegio Imperial, que luego fue derruida cuando se hizo la nueva, pasando su espacio a ser la sacristía de ésta. De la iglesia del Colegio Máximo de Alcalá de Henares, trazada por Bustamante en 1567, se abrieron los cimientos ese mismo año y se levantaron algunas paredes, pero luego se estancó la obra, que se retomó mucho tiempo después, interviniendo el arquitecto real Francisco de Mora, quien le confirió su actual aspecto. El noviciado de Villarejo de Fuentes (Cuenca) fue una obra modesta, como testifican las ruinas que han quedado, y lo mismo sucedió con el colegio de Segura de la Sierra (Jaén), la última obra trazada por Bustamante, que llevaría a término el italiano Giovanni Battista Perolli. No se ha conservado ninguna de las plantas dibujadas por Bustamante, que muchas veces no fueran más que croquis esquemáticos en que se indicaba la distribución más conveniente de los diversos espacios que debían componer el edificio, conforme al señalado “modo nostro”, y donde aparecía especialmente diseñada la planta de la iglesia.

Sí, en cambio, se encuentran en el Gabinete de Estampas de la Biblioteca Nacional de Francia algunas trazas del hermano Giuseppe Valeriani, corrigiendo las que había realizado su predecesor. Bartolomé Bustamante falleció en el colegio de Trigueros (Huelva), de cuya fundación por un hacendado vecino del lugar se había empeñado muy personalmente, el 21 de junio de 1570, mientras giraba una visita de inspección a la obra comenzada muy poco antes.

 

Obra de ~: Iglesia parroquial, Carabaña (Madrid), 1537; Hospital de San Juan Bautista, Toledo, 1541; Noviciado de la Compañía de Jesús, Medina del Campo (Valladolid), 1553; Colegio de iglesia de los Jesuitas, Plasencia (Cáceres), 1555; Colegio de San Esteban, Murcia 1556; Colegio de San Pablo, Granada, 1556; Colegio de Santa Catalina, Córdoba, 1561; Colegio de la Compañía, Trigueros (Huelva), 1563, Noviciado de la Compañía de Jesús, Villarejo de Fuentes (Cuenca), 1563; Iglesia del colegio, Madrid, 1563; Casa Profesa e iglesia de la Encarnación, Sevilla, 1565; Colegio de la Encarnación, Marchena (Córdoba), 1566; Iglesia del Colegio Máximo, Alcalá de Henares, 1567; Iglesia del Colegio, Ocaña (Toledo), 1567; Colegio del Salvador, Caravaca (Murcia), 1568; Colegio de la Compañía, Segura de la Sierra (Jaén), 1569.

 

Bibl.: E. Llaguno y J. A. Ceán Bermúdez, Noticia de los arquitectos y arquitectura en España, t. II, Madrid, Imprenta Real, 1829, pág. 54; M. Pereda de la Reguera, Bartolomé de Bustamante Herrera, Santander, Imprenta y Encuadernación de la Librería Moderna, 1950; A. Rodríguez G. de Ceballos, Bartolomé de Bustamante (1501-1570) y los orígenes de la arquitectura jesuítica en España, tesis doctoral, Madrid, Facultad de Filosofía y Letras, 1961; “El P. Bartolomé de Bustamante, iniciador de la arquitectura jesuítica en España”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, (Roma), n.º 32 (1963), págs. 1-102; Bartolomé de Bustamante y los orígenes de la arquitectura jesuítica en España, Roma, Institutum Historicum, 1967; C. Wilkinson, The Hospital of Cardinal Tavera in Toledo, New York, Garland Pub., 1977; F. Marías Franco, La arquitectura del Renacimiento en Toledo (1541-1631), vol. I, Madrid, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1983, págs. 275-292.

 

Alfonso Rodríguez G. de Ceballos