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Antonio Alfonso Pimentel y de Herrera

Biografía

Pimentel y de Herrera, Antonio Alfonso. Conde (VI) y duque de Benavente (III). Benavente (Zamora), 3.VI.1514 – Valladolid, 20.II.1575. Virrey y capitán general del Reino de Valencia.

Procedía de la aristocracia castellana muy próxima a la Familia Real. Sus antepasados provenían de Portugal, pero habían sido exiliados en Castilla. Fue uno de los principales nobles del reinado de Carlos V, perteneciendo a una de las veinticinco familias a las que este Monarca, en 1520, había nombrado Grandes de España. La familia Benavente poseía una opulenta fortuna que en numerosas ocasiones había proporcionado préstamos y ayuda al Emperador, lo que explica su cercanía a Carlos V.

Las estrechas relaciones con la Familia Real —el conde de Benavente fue padrino y tutor del príncipe Felipe— se manifestaron en la organización de fiestas y torneos en honor del futuro Felipe II cuando, camino de La Coruña, paró en esta ciudad. Además, el palacio de Benavente, debido a la magnificencia y tamaño del edificio, se convirtió con frecuencia en palacio real. Se casó con María Luisa Téllez Girón y Enríquez, hija de Fernando Enríquez, almirante de Castilla, y de María Girón, con la que tuvo dos hijos, Luis Pimentel, que sería el VII conde (fallecido en 1576), y Juan Alonso Pimentel, VIII conde (muerto en 1621).

El conde de Benavente formó parte del séquito de nobles (como los duques de Alba y Cardona, Chinchón, Buendía, Ribagorza, Luna y Olivares) que acompañaron al Emperador en las campañas contra Francisco I de Francia en Italia y Alemania. En Alemania lo haría como capitán general. Flanqueó a Carlos en su entrada a Roma en 1535, y a Nápoles en 1536. Posteriormente, intervino en la empresa de Túnez, que, dirigida personalmente por Carlos V, libró a Italia de la presencia de Barbarroja. Su participación en tan peligrosa empresa le proporcionó una dilatada experiencia militar que influiría en su designación por parte de Felipe II como virrey y capitán general del Reino de Valencia, en mayo de 1567.

Las condiciones en las que el primogénito de Benavente accedió al virreinato valenciano fueron poco usuales. Casi tres años transcurrieron entre la muerte del duque de Segorbe, antecesor en el cargo, y el nombramiento del conde de Benavente. Durante este tiempo el regente de la lugartenencia general, Luis Villarrasa, ocupó dicho cargo de forma interina.

El nombramiento del conde de Benavente implicaba novedades en los requisitos exigidos en el acceso al virreinato valenciano. Si tradicionalmente los virreyes valencianos solían pertenecer a la nobleza valenciana, o en caso de proceder de alguna nobleza foránea poseían algún parentesco con la Familia Real, con este nombramiento no se cumplía ninguno de los dos requisitos, lo que originó ciertas tensiones en las relaciones rey-reino. Los valencianos consideraban que un noble extranjero no conocía los fueros del Reino y, en consecuencia, no podía representar sus intereses.

No obstante, la diplomática actuación del nuevo virrey así como su férrea gestión del poder suavizaron las tensiones originadas.

Su labor de gobierno al frente del virreinato estuvo protagonizada por la dinámica de unos acontecimientos que pueden resumirse en tres cuestiones prioritarias: el control de los moriscos, el orden público y la defensa. Todas ellas son cuestiones que resultan difíciles de deslindar. El control de moriscos conllevaba medidas de tipo religioso y político, pero además, implicaba otra serie de disposiciones que se extendían al mantenimiento del orden público. Además durante este período, a raíz de la revuelta de las Alpujarras (1568-1570), las medidas encaminadas a la fortificación y seguridad del Reino se extremaron hasta un punto sin igual.

La dedicación preferente del conde de Benavente al control de moriscos estuvo determinada por la coincidencia cronológica de su virreinato con la revuelta de las Alpujarras. El problema morisco en el Reino de Valencia revestía gran importancia debido a la confluencia de una serie de circunstancias, como el elevado porcentaje de población morisca existente, su condición de vasallos de la nobleza, y la consideración por parte del Monarca de ser quintas columnas del poder islámico, circunstancia esta última que se agravaba ante la ubicación del Reino de Valencia en la fachada del Mediterráneo. Si bien estas circunstancias no eran nuevas, en el transcurso de la guerra de las Alpujarras se produjo una alerta generalizada en todo el territorio valenciano. La posibilidad de contagio que podía suponer la rebelión granadina aterrorizó a las autoridades, ya que previamente se habían producido algunos conatos de rebelión. Se temía que los moriscos valencianos secundasen a los granadinos y en su ayuda acudiesen los turcos y berberiscos. Ante esta situación y en aras de la seguridad del reino se adoptaron medidas de carácter preventivo, como aislar a los moriscos valencianos, con el fin de evitar el contagio granadino.

El Reino de Valencia tuvo la suerte de contar entonces con el conde de Benavente, cuya experiencia en asuntos militares y enérgica actuación gubernativa impidió que la guerra granadina se extendiese al Reino de Valencia. Pero como la amenaza morisca continuaba pesando sobre el territorio valenciano, la Corte, a partir de las deliberaciones del Consejo de Guerra de marzo de 1570, elaboró una serie de medidas para los moriscos valencianos. Éstas, aunque de carácter preventivo, planteaban actuaciones drásticas, como el despoblamiento de lugares moriscos cercanos a la costa, cuya ejecución necesitaba de un personaje con experiencia militar.

El virreinato del conde de Benavente terminó en diciembre de 1570, cuando viajó a sus territorios, donde debía solucionar unas cuestiones pendientes.

Establecido en el palacio de Benavente, puso al día todos los libros, papeles y escrituras como notario mayor del Reino.

Como noble renacentista contribuyó activamente en calidad de mecenas al mundo cultural de la época. En efecto, la Corte aristocrática de Benavente respiraba un ambiente refinado idóneo para el desarrollo de actividades humanistas. Además, la biblioteca del palacio era una de las más notables del Reino. En ella pasó casi cuarenta años de su vida y escribió toda su obra el humanista Torquemada (1506-1568), secretario de Antonio Alfonso Pimentel. También, quizás influido por sus viajes por diferentes ciudades de Europa, coleccionó importantes obras de arte.

 

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María Peligros Belchí Navarro