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Ignacio Bolívar y Urrutia

Biografía

Bolívar y Urrutia, Ignacio. Madrid, 9.XI.1850 – Ciudad de México, 19.XI.1944. Naturalista (entomólogo).

Nació en Madrid, concretamente en el domicilio que sus padres, José Bolívar y Ana María Urrutia, tenían en la calle Hita número 4. Sus padres eran también naturales de Madrid, si bien su abuelo paterno era vasco. En esta casa, una de las que fueron demolidas años más tarde para dejar paso a la Gran Vía, transcurrió su infancia y juventud.

Al llegar el momento de iniciar los estudios universitarios, se matriculó en Ciencias y en Derecho. En los primeros, por inclinación personal, y en los segundos, por imposición familiar. Son los decisivos años de 1867 a 1870 en los que Bolívar entra en contacto con el Museo de Ciencias Naturales y con el Jardín Botánico, establecimientos donde se cursaban muchas de las asignaturas de la Sección de Naturales de la Facultad de Ciencias. El museo estaba todavía instalado en el segundo piso del palacio del conde de Saceda, en la calle de Alcalá, en el edificio que compartía con la Academia de Bellas Artes de San Fernando desde su fundación en 1771. Tendrá como profesores a Juan Chávarri de Mineralogía, Juan Vilanova en Geología y Paleontología, Lucas de Tornos en Invertebrados y Mariano de la Paz Graells en Vertebrados y Anatomía Comparada. En el Jardín Botánico, en el paseo del Prado, donde hoy en día sigue estando, la enseñanza de la Botánica se repartía en dos cátedras, una de Organografía y Fisiología Vegetal, y otra de Fitografía, si bien ambas eran desempeñadas por Miguel Colmeiro. El propio Bolívar relataba años más tarde cómo, en algunos casos, eran más las personas extrañas a la carrera las que asistían a las explicaciones, que los alumnos matriculados.

Entre tanto, y tras los cambios revolucionarios de septiembre de 1868, se había abierto en España una etapa de actividad desbordante, en la que se multiplicaron las iniciativas en busca de la transformación de todos los modelos sociales. Así, a comienzos de 1871 tuvo lugar un hecho realmente importante para el desarrollo posterior de las ciencias naturales en España, cual fue la fundación de la Sociedad Española de Historia Natural, que se constituyó en Madrid, gracias a la iniciativa privada de un grupo de naturalistas, con el objeto principal del cultivo y adelantamiento de la historia natural “principalmente por medio del estudio de las producciones naturales de España y sus provincias ultramarinas, y de la publicación de cuanto a dichas producciones se refiera”.

Ignacio Bolívar participó en este hecho trascendental, al ser él uno de los catorce socios fundadores, concretamente el de menor edad. La fundación de la Sociedad Española de Historia Natural había estado alentada por Laureano Pérez Arcas, y se venía gestando desde algunos años antes en las reuniones de naturalistas que tenían lugar en casa de quien era catedrático de Zoología en la Universidad de Madrid desde 1847. La labor de Bolívar en la Sociedad Española de Historia Natural fue ingente, pues además de prestigiarla con algunos de sus más importantes trabajos, durante más de tres décadas cuidó de su economía y de la calidad y rigor de las publicaciones que editaba.

También en 1871, Bolívar participa en la fundación del Ateneo Propagador de las Ciencias Naturales. Esta asociación, que agrupaba a los naturalistas más jóvenes, y que en gran medida sostenían los naturalistas de posición acomodada, se fundó con el objeto de crear una biblioteca y formar las colecciones de la flora, fauna y gea del país. En el Resumen de los trabajos que editaba este Ateneo se encuentra publicado su primer trabajo valioso, el titulado “Cuadro para facilitar la clasificación de las especies españolas del género Gryllus (Ortópteros)”, que apareció en 1873. El Ateneo desapareció al poco tiempo, pues no había espacio para dos sociedades con objetivos tan próximos.

Ese mismo año de 1873 publica en la Española su trabajo “Ortópteros de España, nuevos o poco conocidos” donde describe ocho especies nuevas, junto a bastantes más no citadas hasta entonces en la Península. Y es también cuando culmina su licenciatura en Ciencias.

Las excursiones, fundamentalmente entomológicas, que había llevado a cabo en su época de estudiante de la licenciatura, van a multiplicarse en los años siguientes. Entre sus acompañantes de aquellos años hay que anotar los nombres de Laureano Pérez Arcas —probablemente quien más influyo en su afición—, Francisco Martínez y Sáez y Serafín Uhagón. Las visitas a las sierras de Guadarrama y de Gredos, los veranos en diferentes puntos de la costa cantábrica y el intercambio que empieza a establecer con especialistas nacionales y extranjeros, le permiten avanzar muy rápidamente en sus investigaciones ortopterológicas que tienen sus momentos culminantes en la consecución del doctorado en Ciencias, Sección de Naturales, en 1874, y la publicación en 1876 de la Sinopsis de los ortópteros de España y Portugal, amplio trabajo, de trescientas treinta y tres páginas. El número de especies de ortópteros citadas en nuestro país pasó de poco más de cincuenta especies al de ciento ochenta y una, pertenecientes a setenta y seis géneros.

Como comienzo de su carrera profesional hay que apuntar el que en 1875 ganó por oposición una plaza de ayudante de Zoología en el Museo de Ciencias Naturales. Dos años más tarde, en 1877 (por Real Orden de 30 de marzo), sin haber cumplido los veintisiete años de edad, consiguió la cátedra de Articulados en la Universidad Central, la cual desempeñaría hasta su jubilación en 1920.

Son estos años, hasta finales del siglo, los más productivos —desde el punto de vista del trabajo investigador— de Bolívar. La consecución de la cátedra en la Facultad de Ciencias suponía su ingreso en la junta de profesores del museo. Trabaja en la revisión y formación de colecciones, de insectos y crustáceos sobre todo, hasta conseguir culminar el arreglo de la Sala de Articulados.

En 1881, aprovechando la reunión del Congreso de la Association française pour l’avancement des sciences en Argelia, visitó esta región africana, pero fue en 1883 cuando organizó y dirigió la primera excursión con alumnos universitarios por territorio marroquí. Acompañado por Odón de Buen, Eduardo Reyes Prósper y Antonio Vila y Nadal, así como el entonces ayudante del museo Manuel Antón, y de César Chicote, que agregado a la misma hubo de cubrir sus gastos, pasaron desde Tánger a Tetuán y Ceuta. Sin embargo, la práctica totalidad de sus numerosos trabajos sobre la fauna de las colonias los llevó a cabo sobre materiales recogidos por otros expedicionarios y que se encontraban en museos, fundamentalmente el de Madrid, o en su colección particular.

El intenso trabajo científico que Bolívar desarrolla en esta época va a verse entorpecido por el súbito traslado, por Real Orden de 3 de agosto de 1895, del museo de la calle de Alcalá a los sótanos del palacio de la Biblioteca y Museos Nacionales, en el paseo de Recoletos. No se trataba de buscar una mejor ubicación para el museo, sino una necesidad de que éste dejara libre esas dependencias, para poder ampliar, en ellas, las oficinas del Ministerio de Hacienda, hasta ese momento colindantes, pared por medio. Al Museo de Historia Natural se le concedió lo peor del edificio donde debía alojarse, los bajos de la calle de Villanueva, en gran parte a un nivel inferior al piso de la calle, y por esta razón oscuro, húmedo, e inadecuado para salas de exposición, desprovisto de alumbrado y sin ningún local para laboratorios ni otras dependencias. El éxodo del museo comenzó rápidamente. Por la calle de Alcalá fueron desfilando los ejemplares del mismo, conducidos en angarillas, ante la curiosidad del público y la indignación de naturalistas y profesores.

Las recolecciones de los profesores de Madrid y los envíos de naturalistas de otros lugares tuvieron, a partir de ese momento, muchas más dificultades para su acomodo en las colecciones del museo, de las que habían tenido hasta entonces. Las nuevas instalaciones no eran las adecuadas. En los años siguientes, las dificultades para los trabajos de investigación serían insuperables. Las salas de exposición no se abrirían al público en años. En 1900, durante la dirección de González Hidalgo, y siendo ministro Antonio García Alix, por Real Orden de 24 de octubre de 1900 se ordenaba la redacción de un nuevo Reglamento del Museo, que debería sustituir al de 1868. En el artículo primero del nuevo reglamento se señalaba como objeto del establecimiento el promover el adelanto de las Ciencias Naturales, especialmente en lo que respecta al estudio de la gea, flora y fauna. En los siguientes artículos se concretaba cómo llevarlo a cabo: formar colecciones, realizar expediciones convenientemente dirigidas, favorecer la constitución de colecciones de Historia Natural en los establecimientos de enseñanza sostenidos por el Estado, promover y fomentar la publicación de obras de reconocido mérito y utilidad, procurar el aumento de la biblioteca del museo, etcétera.

El 2 de julio de 1901, tres meses y medio después de publicarse el nuevo Reglamento del Museo, iba a tener lugar un hecho trascendental para su desarrollo, y aun de las Ciencias Naturales en España, cual fue el nombramiento de Ignacio Bolívar como director del establecimiento. A partir de ese momento se iniciaba una etapa de actividad desbordante: el 12 de mayo de 1902, con ocasión de la jura y coronación del rey Alfonso XIII, se celebró una fiesta académica con la que se inauguró el museo en el paseo de Recoletos. En 1910, y gracias a las gestiones personales del propio Bolívar, se produjo el traslado del establecimiento, ahora al palacio de la Industria y Bellas Artes, en los altos del Hipódromo, su actual sede. Poco después, luego de crearse en 1907 la Junta para Ampliación de Estudios, comenzaron a publicarse las diferentes series de los Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Todo ello culminará en una de las etapas más productivas y de mayor prestigio del museo, que se prolongará durante todo el primer tercio del siglo XX.

Mientras tanto, Bolívar, que en ningún momento descuidó los trabajos al frente de la cátedra de Articulados, fue asumiendo nuevas responsabilidades: decano de la Facultad de Ciencias, vocal de la Junta para Ampliación de Estudios, académico de la de Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, etc. Desde cada nuevo puesto, que hubo de ir aceptando, buscó la promoción de los naturalistas, en particular, y de los científicos españoles, en general, y su relación con los más significativos especialistas extranjeros.

Reconocido internacionalmente en su época como una de las primeras autoridades en insectos y, tal vez, como la primera en ortópteros, en su producción se acentúan durante la primera década del siglo XX los estudios que se interesaban por la fauna ortopterológica de las colonias españolas. Además, promovió la creación, en 1905, de la Comisión de Estudios del Noroeste de África, y gracias a su empeño pudo editarse, entre 1903 y 1910, el primer tomo de las Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural, dedicado íntegramente al estudio de las colecciones de la Guinea continental española formadas por Manuel Martínez de la Escalera. Ignacio Bolívar aparece como primer firmante de la introducción y tras su nombre se hace constar el cargo de presidente de la Comisión de Estudio de las Colecciones del Muni. Tampoco descuidó Bolívar la Sociedad Española de Historia Natural, pues continuó siendo el máximo responsable de sus publicaciones durante mucho tiempo y su tesorero hasta 1920.

El 15 de noviembre de 1920, tan sólo cinco días después de que Bolívar hubiera cumplido los setenta años, Santiago Ramón y Cajal —como presidente de la Junta para Ampliación de Estudios— se dirigió al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes para proponer que, pese a la edad, por su competencia, prestigio y trabajo acumulado, Bolívar fuese confirmado como director del museo y jefe de la Sección de Entomología y así poder continuar con sus trabajos. A los pocos días, Bolívar era confirmado en estos cargos.

Pero es que, además, por Real Orden de 16 de julio de 1921 se nombró a Bolívar director del Real Jardín Botánico. Resulta claro que, con el nombramiento, se pretendía que llevase a cabo una labor de reestructuración semejante a la realizada al frente del museo. La dirección del Real Jardín fue desempeñada por Bolívar hasta 1930. En esta década estableció nuevos laboratorios, dinamizó los trabajos y proyectó la nueva sección de Flora Tropical.

El 1 de octubre de 1922 renunció a la jefatura de la Sección de Entomología del museo. La razón que adujo para ello fue no poder atenderla debidamente por el exceso de obligaciones que le comportaban todos los cargos que en esos momentos desempeñaba. Su hijo Cándido Bolívar Pieltain, que en esos momentos contaba veinticinco años y ya era un con sumado especialista en coleópteros cavernícolas, fue nombrado nuevo jefe de la Sección de Entomología. Pese a esto, Ignacio Bolívar prosiguió con sus investigaciones en la referida sección y, en 1925, asumió la dirección de la revista Eos que a modo de órgano de expresión de la misma se fundó en ese momento. En las páginas de presentación de la nueva revista, Bolívar justificaba su aparición en el desarrollo que en esos momentos habían alcanzado los estudios de Entomología pura y aplicada en el país, en gran parte —señalaba— por el auxilio prestado por la Junta de Ampliación de Estudios que también auspiciaba la revista Eos.

Los trabajos, que durante los años veinte y treinta publica en la propia Eos, en el Boletín de la Española, en las publicaciones de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, así como en publicaciones extranjeras, son otra prueba de que sus investigaciones no se resienten. En 1928, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales le concede la Medalla Echegaray, la más alta distinción que esta institución otorgaba cada tres años. La entrega se celebró el día 28 de mayo de 1928. El también entomólogo Ricardo García Mercet, al hacer uso de la palabra calificó a Ignacio Bolívar como el primero o príncipe de los naturalistas, ya que era también la persona a quien más debían las Ciencias Naturales en el país. También, en ese año de 1928, la Real Sociedad Española de Historia Natural tomó el acuerdo de preparar un homenaje a quien era el único socio fundador vivo, su más destacado impulsor y su presidente honorario desde 1920. Se formó una comisión que acordó que se publicara un tomo especial de Memorias.

El prestigio de Bolívar, a nivel nacional e internacional, alcanzó sus cotas más altas en los años siguientes. A nivel nacional, hay que destacar que, tras la muerte de Ramón y Cajal en 1934, fue nombrado presidente de la Junta para Ampliación de Estudios. Del prestigio internacional, basta señalar cómo en 1932, durante la celebración en París del V Congreso Internacional de Entomología, se aceptó la propuesta de los delegados españoles de que el siguiente congreso se celebrase en Madrid, nombrándose a Bolívar su presidente. Tres años más tarde, concretamente del 6 al 12 de septiembre de 1935, se celebró en Madrid ese VI Congreso Internacional de Entomología que constituyó un completo éxito.

La Guerra Civil, que comenzó en julio de 1936, marcó inexorablemente los últimos años de vida de Ignacio Bolívar y de su familia. Al mes siguiente de iniciarse la contienda, fue confirmado como residente de la Junta de Ampliación de Estudios, mientras que el 1 de septiembre de 1936, el Gobierno de la República ordenó, mediante decreto, la agrupación del Jardín Botánico y de los Museos de Ciencias Naturales y de Antropología en el Instituto Nacional de Ciencias Naturales. Bolívar fue nombrado entonces presidente de la Junta de Profesores del Instituto. Bajo su presidencia se reunió la junta en Valencia a finales de ese año, acordando la instalación en dicha ciudad de unos laboratorios que acogiesen al personal que debía evacuar Madrid y que sirviese como centro de investigación científica de la región. La llegada de muchos de los naturalistas del museo a Valencia hizo que la actividad científica en estos laboratorios que el instituto tenía en la calle de Trinquete de Caballeros fuera mucho mayor en la ciudad levantina que en Madrid.

El 30 de octubre de 1937, el Gobierno central de la República se trasladó a Barcelona. La Junta de Profesores del Instituto Nacional de Ciencias Naturales también pasó a reunirse a la Ciudad Condal, donde algunos naturalistas fueron trasladados para que prosiguieran, en la medida de lo posible, sus trabajos. Ignacio Bolívar, con parte de la familia, se trasladó poco después al sur de Francia. Mientras, su hijo Cándido, como secretario general de la Presidencia que era, siguió al lado del presidente Azaña.

En la zona nacional, el gobierno del general Franco había tomado una serie de medidas tendentes al desmantelamiento de las instituciones que habían alcanzado mayor brillantez en la etapa anterior y su sustitución por otras de nuevo cuño y contra aquellas personas que se habían significado, o tan siquiera habían mostrado su simpatía, con el gobierno de la República. De estas medidas, pueden apuntarse como más significativas la disolución de la Junta de Ampliación de Estudios y la separación del servicio de muchos profesores.

La disolución de la Junta de Ampliación de Estudios se plasmó en un decreto firmado en Burgos el 19 de mayo de 1938. En dicho decreto, inspirado, según se dice en la exposición del mismo, en la obra de Menéndez Pelayo, se señalaba al Instituto de España como el órgano a través del cual el Estado orientaría y dirigiría la alta cultura y la investigación superior en España, “viniendo a sustituir en parte a la Junta de Ampliación de Estudios y Pensiones para el extranjero” según puede leerse literalmente en su artículo primero. Dicho Instituto de España había sido creado en anterior decreto, de 8 de diciembre de 1837, por el que con carácter corporativo se le había atribuido como el Senado de la Cultura Patria.

La separación del servicio de los profesores se llevó a cabo antes y después de dictarse la Ley de 10 de febrero de 1939 que planteaba la urgencia de la depuración de los funcionarios públicos, luego de que algunos territorios peninsulares, y especialmente Barcelona —que había sido sede del Gobierno central de la República—, habían sido ocupados por las tropas nacionales.

Tras producirse la definitiva evacuación de las autoridades republicanas a Francia, en los primeros meses de 1939, Cándido Bolívar se reúne con su familia en Vernet-les-Bains. Es entonces cuando la familia Bolívar sopesa cómo y dónde reorganizar su actividad vital y científica. A Cándido Bolívar le llega una primera oferta de Turquía (para trabajar en centros de enseñanza de Estambul y Ankara), pero pronto le llega otra más interesante desde la Casa de España en México, la institución creada para canalizar la incorporación de profesores, científicos e intelectuales que tuvieron que abandonar España tras la derrota republicana. México, bajo el Gobierno de Lázaro Cárdenas, vivía uno de los momentos de mayor esplendor de su joven historia como país independiente. El Gobierno impulsaba un proyecto sexenal de desarrollo, que comprendía los años de 1934 a 1940, mediante el cual se trataba de consolidar la independencia y autonomía del país. Las medidas económicas y políticas perseguían reducir la presencia de las empresas creadas con capital extranjero, reestructurando el potencial productivo.

Al emprender viaje al país mexicano, Ignacio Bolívar sabía que, a punto de cumplir noventa años, iba a ser difícil que regresara a su patria, de ahí que expresara a sus allegados, el conocido: “Voy a morir con dignidad”. El 26 de julio de 1939, a bordo del vapor Monterrey, llegaba la familia Bolívar al puerto mexicano de Veracruz. Les acompañaba Dionisio Peláez. Poco después se instalaban en la Ciudad de México, en el número 56 de la plaza de Río de Janeiro, en donde se formó una pequeña comunidad de familias de refugiados españoles que ocuparon diferentes viviendas del inmueble. Bolívar recibió pruebas inequívocas de la alta estima que se le tenía en todo el continente americano, como fueron el que la Sociedad Mexicana de Historia Natural le nombrara socio honorario y la Universidad Nacional de México, profesor honorario y doctor honoris causa.

Con el objeto de ayudar a la reorganización de los contactos entre los que habían sido profesores universitarios antes de la Guerra Civil, se constituyó en París, a los pocos meses de concluida la contienda, la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero (UPUEE). En sus comienzos la presidió Gustavo Pittaluga, italiano de origen, nacionalizado español, que había desempeñado la cátedra de Parasitología de la Facultad de Medicina de Madrid. Después de la emigración de Pittaluga a América, concretamente a La Habana (Cuba), en la universidad de dicha ciudad organizó en 1943 la Primera Conferencia de Profesores Universitarios en el Exilio. En dicha conferencia se acordó trasladar la sede de la UPUEE a México, por encontrarse en este país la sección más numerosa y activa. Dicha sección de México la presidía Ignacio Bolívar, que, en la presentación del Boletín Informativo que la sección había publicado en agosto de 1943, señalaba: “Los universitarios españoles que hemos soportado, como simples ciudadanos, las amarguras de la emigración, comunes a todos los compatriotas desterrados, hemos sufrido, además, el inmenso dolor de abandonar nuestros centros y nuestros medios de trabajo, en la mayoría de los casos sin la esperanza de recuperarlos jamás”.

Premonitorias palabras de Ignacio Bolívar, pues la mayoría de esos universitarios no regresaron a España. El profesor Francisco Giral González, uno de los pocos que, por ser entonces muy joven, sí pudo recuperar su puesto de trabajo en España tras la muerte de Franco, ha señalado cómo, para los universitarios exiliados, fue un sagrado deber el rehacer su vida intelectual.

En México, y en torno a Bolívar, se reunieron los más prestigiosos científicos de habla hispana del continente americano, con el objeto de publicar una revista hispanoamericana donde tuvieran cabida trabajos de todas las disciplinas científicas. La nueva revista tomó el nombre de Ciencia. Revista hispanoamericana de Ciencias puras y aplicadas, apareciendo su primer número con fecha 1 de marzo de 1940 y acreditándose muy rápidamente. En la presentación de cada uno de los volúmenes, Ignacio Bolívar se dirigía a los lectores. Precisamente en el último párrafo de la presentación del volumen quinto, que aparece fechado el 20 de junio de 1944, manifiesta su bello deseo de paz mundial y cooperación científica: “Expresamos nuestra firme esperanza de que al redactar las líneas de presentación del próximo volumen de Ciencia la guerra brutal que destroza a la Humanidad haya terminado, y puedan los pueblos oprimidos recobrar su libertad, y los científicos de todas las naciones, que en la mayor parte de los casos son completamente ajenos a las causas determinantes de la contienda, comiencen a estimarse de nuevo y cooperen en la reconstrucción del Mundo”.

Pocos meses después, el 19 de noviembre de 1944, se produjo su fallecimiento en Ciudad de México. Entre los homenajes que se le dedicaron en la ciudad azteca hay que destacar la velada necrológica celebrada el 11 de enero del año siguiente por la UPUEE, en la que hicieron uso de la palabra los profesores Arthur C. Baker, Ignacio González Guzmán y Manuel Márquez y a la que asistieron el ministro de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, y el rector de la Universidad Autónoma de México, Alfonso Caso.

En España, las reacciones al óbito fueron escasas. Azorín publicó en el diario ABC, del 14 de diciembre de 1944, un artículo con el título de “Bolívar” en el que cuenta las conversaciones que, de sillón a sillón, habían mantenido en la Real Academia Española, muchas de ellas sobre temas naturalistas. En la Española hasta que no se celebra, en 1946, el 75 aniversario de su fundación, no se encuentra eco del mismo. Ismael de Pan preparó para dicho aniversario un sentido trabajo que tituló Don Ignacio Bolívar. Recuerdo del maestro. Con el paso del tiempo, y pese al silencio a que fue sometido el conjunto de los exiliados, la figura de Ignacio Bolívar se ha ido agrandando, hasta ser considerada como la señera de la entomología española.

 

Obras de ~: “Cuadro para facilitar la clasificación de las especies españolas del género Gryllus (Ortópteros)”, en Resumen de los trabajos en que se ha ocupado el Ateneo propagador de las Ciencias Naturales, 1873, págs. 11-18; “Ortópteros de España, nuevos o poco conocidos”, en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural (ASEHN), 2 (1873), págs. 213-237; “Sinópsis de los Ortópteros de España y Portugal”, en ASEHN, 5-7 (1876-1878); “Monografía de los Pirgomorfinos”, en ASEHN, 13 (1884), págs. 5-73 y 419-500; “Essai sur les Acridiens de la tribu des Tettigidae”, en Annales de la Société Entomologique de Belgique, 31 (1887), págs. 175-313; con S. Calderón y F. Quiroga, Elementos de Historia Natural, Madrid, Fortanet, 1890; “Ortópteros acridioideos de la Guinea española”, en Memorias de la Real Sociedad Española de la Historia Natural (MRSEHN), 1 (1905), págs. 209-240; “Fasgonurídeos de la Guinea española”, en MRSEHN, 1 (1907): págs. 327-378; “Mantidos de la Guinea española”, en MRSEHN, 1 (1908), págs. 457-473; “Aquétidos de la Guinea española”, en MRSEHN, 1 (1910), págs. 525-544; “Dermápteros y Ortópteros de Marruecos”, en MRSEHN, 7 (1914), págs. 157-238; Discurso leído ante la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en su recepción pública [“Los Museos de Historia Natural”], Madrid, 1915; “El Instituto de Ciencias Naturales”, en Madrid. Cuadernos de la Casa de la Cultura, 3 (mayo de 1938), págs. 319-340; con C. Bolívar, “Estudio de dos nuevas Pterophylla mexicanas (Orth. Tett.)”, en Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, 3 (1942), págs. 87-101.

 

Bibl.: M. Cazurro y J. Arias, Ignacio Bolívar y las ciencias naturales en España, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1921 (ed. facs., con intr. de A. Gomis, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988); J. Cañizo, “In memoriam Don Ignacio Bolívar y Urrutia (1850-1944)”, en Boletín de Patología Vegetal y Entomología Agrícola, 13 (1944), págs. 477- 482; B. Cabrera, “Don Ignacio Bolívar y Urrutia”, y E. Rioja, “Don Ignacio Bolívar y Urrutia (9 de noviembre de 1850-19 de noviembre de 1944)”, en Ciencia, 6 (1) (1945), págs. 1 y 2-8 respect.; M. Márquez, “In memoriam Don Ignacio Bolívar y Urrutia”, en Ciencia, 6 (3) (1945), págs. 98-100; B. P. Uvarov, “Don Ignacio Bolívar y Urrutia”, en Nature, 156 (1945), págs. 74-75; I. del Pan, “Don Ignacio Bolívar. Recuerdo del maestro”, en Tomo extraordinario LXXV Aniversario de la Real Sociedad Española de Historia Natural (1949), págs. 65-75; R. Alvarado, “Ignacio Bolívar y Urrutia”, en Asclepio, 41 (1) (1989), págs. 243-260; A. Gomis, “Recuerdo de D. Ignacio Bolívar en el centenario [cincuentenario] de su fallecimiento”, en Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural (Actas), 92 (1997), págs. 23-27; S. Casado de Otaola, Quiroga, Calderón, Bolívar. La ciencia en el campo. Naturaleza y regeneracionismo, pról. de J. L. Arsuaga, Madrid, Nivola, 2001; A. Gomis, “Ignacio Bolívar”, en El Ateneo, 4.ª época, XI (2002), págs. 15-24.

 

Alberto Gomis Blanco

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