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Pedro Colarte

Biografía

Colarte, Pedro. Marqués de El Pedroso (I). Dunkerque (Francia), p. t. s. xvii – Cádiz, 1701. Comerciante, regidor.

Pedro Colarte nació, al igual que sus progenitores (Adrián, capitán de la Armada de Flandes, y Jacobina) en Dunkerque, ciudad que pertenecía a la Monarquía católica y formaba parte de sus bases estratégicas en Europa. Con tradición en Armada española, su bisabuelo Matías, al igual que su padre, habían sido capitanes de Mar y Tierra en ella, y Almirantes tanto su abuelo Rolando, por nombramiento de Felipe II, como su tío; en cuanto a Juan, su abuelo materno había sido también capitán en la Armada de Flandes.

Siendo todavía joven, hacia 1638-1639, llegó a Cádiz proveniente de Flandes, tal vez después de haber pasado por Sanlúcar de Barrameda y Sevilla, portando una carta de recomendación de su padre. Se instaló en casa de Juan de Vint, perteneciente a una acomodada familia flamenca afincada en Cádiz. Aunque la idea que, al parecer presidía inicialmente el viaje era la de seguir la línea profesional trazada por sus antepasados, al llegar aquí la cambió. Así, tras viajar a América, decidió consagrarse a la actividad mercantil.

Contrajo antes matrimonio (1649) con María de Lila y Valdés, cuñada de su anfitrión, perteneciente también a una relevante familia flamenca, con la que tuvo diez hijos. Antes de su matrimonio, Pedro había obtenido en Flandes la bendición materna, así como la parte de la herencia que le correspondía por el fallecimiento reciente de su padre. De ésta debían de proceder los 60.000 pesos escudos que aportó a la boda.

Con el apoyo de Vint, también probablemente de los Lila, inició su etapa comercial.

Sus inversiones se diversificaron casi desde el principio.

Dirigió una parte del capital hacia las rentas reales (alcabalas de Cádiz) y participó con “donativos” al erario. El éxito no tardó en sonreírle y él lo acompañó con diferentes signos de ostentación propios de nobles, ya que, en Cádiz, nobleza y comercio en grueso no estaban reñidos y sus antepasados habían sido ya reconocidos como hidalgos. Con estos antecedentes solicitó, así pues, el título de caballero de la Orden de Santiago en 1663 y, en 1690, compró el de marqués de El Pedroso, con el lugar del mismo nombre y su jurisdicción. Poco antes había adquirido igualmente el puesto de regidor municipal.

Pero su fortuna se forjó, sobre todo, alrededor de la “Carrera de Indias”. Sus contactos con su patria de origen y los Países Bajos del Norte (Ámsterdam y Amberes como centros preeminentes) y, en concreto, con la actividad especulativa y mediadora. Aparece así como una pieza importante del engranaje financiero de esa zona de Europa con las Indias, a través de Cádiz.

Lo que no quitó para que mantuviera también relaciones con Inglaterra y Sevilla, todavía a la sazón cabecera del monopolio comercial con América.

Pasados los primeros años, entre 1660 y 1680, Pedro Colarte consiguió amasar una enorme fortuna y encumbrarse con firmeza. Esta etapa coincidió al final con el desquite de Cádiz con respecto a Sevilla por el asunto del monopolio, que ya se venía fraguando desde años atrás. Colarte había elegido perspicazmente el lugar y el tiempo convenientes. Ahora, sin dejar sus contactos con los Países Bajos ni con los miembros de la colonia en Cádiz, el flamenco dirigió una provechosa inversión a los riesgos marítimos. Los beneficiarios fueron, de forma preferente, sujetos cualificados de la Armada que acompañaban a las flotas de Indias y miembros de la Administración. También participó en la venta de mercancías en América, en la que tanto ésos como sus paisanos tuvieron parte.

Algunos de sus hijos intervinieron con él en los negocios.

En el último período, que discurrió desde 1680 hasta su muerte en 1701, Pedro Colarte consolidó su posición como comerciante al por mayor y sus tentáculos llegaron hasta prohombres del tráfico internacional, como el francés Thomas Legendre, ahora que Francia, de hecho, tenía una mayor presencia en la Carrera. La inversión en riesgos marítimos continuó siendo fundamental, al igual que la complementaria en inmuebles, tanto rurales (una casería en la isla de León) como, sobre todo, urbanos, que habitaba o alquilaba según los casos. A su muerte había llegado a tener hasta quince casas sólo en la ciudad. La relación con sus hijos se hizo también más estrecha y, por ello, la actividad mercantil del flamenco cobró un sesgo mucho más familiar, sin que llegara a explicitar con ellos compañía alguna. La variedad de mercancías que le pertenecían en el momento de su muerte pone de manifiesto la importancia de su actividad. Su capital ascendía por entonces a cerca de 900.000 pesos escudos: una auténtica fortuna, de la que no escatimó dedicar una parte importante al mayorazgo y otra, mucho más pequeña, a fines espirituales y de caridad.

 

Bibl.: M. Bustos Rodríguez, Burguesía de negocios y capitalismo en Cádiz: Los Colarte (1650-1750), Cádiz, Excma. Diputación Provincial, 1991.

 

Manuel Bustos Rodríguez