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Sulayman b. Hud

Biografía

Sulaymān b. Hūd: Abū Ayūb Sulaymān b. Muḥammad b. Hūd al-Ŷuḏāmī al-Musta‘īn bi-Allāh ?, f. s. X / p. s. XI – Zaragoza, 1046. Rey de la taifa de Lérida (1031-1046) y Zaragoza (1038-1046).

Este personaje condujo al clan de los Banū Hūd que tanta importancia tuvo en el desarrollo histórico de al-Andalus a ocupar el Trono en los territorios de la antigua Marca Superior. Su trayectoria es típica de la situación de la Península Ibérica en el siglo XI, pues de funcionario destacado del Estado cordobés pasó a regir un reino en el momento en que éste se derrumbó, en pugna con otros jefes militares de parecidas aspiraciones.

Los Banū Hūd proceden de un linaje yemení, de la tribu de Ŷuḏām, que se asentó en la Península Ibérica en tiempos de la conquista, con los ŷund (ejércitos) de Palestina y Jordán, con lugares de asentamiento principales en Sidonia, Algeciras, Sevilla y Tudmir. Como otros linajes árabes mantuvieron una situación privilegiada en el Estado omeya, tomando parte en la administración del estado a lo largo de los siglos IX y X.

Sulaymān comenzó su carrera al servicio del Califato de Córdoba, desempeñando puestos militares de gran relevancia en la Frontera Superior (al-ṯagr al-a‘là), entre los que cabe destacar la dirección de los combates contra Sancho III el Mayor de Navarra. En el año 1016 era gobernador de la fuerte plaza de Tudela, bajo las órdenes de al-Munḏir al-Tuŷībī, y tuvo oportunidad de prestar servicios a los gobernantes cristianos cercanos durante la embajada que Castilla dirigió al conde de Barcelona por estas fechas. Estuvo presente en algunas de las batallas más importantes entre los pretendientes omeyas apoyados por los árabes y los sostenidos por los beréberes, al mando de los soldados enviados por el comandante de la Frontera Superior, al-Munḏir al-Tuŷībī. Ibn ‘Iḏārī refiere una anécdota referente a la batalla de Granada, en la que sucumbió ‘Abd al-Raḥmān IV al-Murtaḍà: en ella, Sulaymān reprocha a unos guerreros que huyen su cobardía, que provoca la huida de buena parte del ejército, causando la derrota en el año 1018. Tras esta batalla parece haber ocupado también el gobierno de Lérida, posiblemente sin abandonar Tudela. Afīf Turk considera probables las disensiones entre Sulaymān y al-Munḏir tras la batalla de Granada.

Aún ayudó a Hišām III al-Mu‘tadd tras su deposición en Córdoba y la abolición por los notables de la ciudad del califato (30 de noviembre de 1031), manteniendo su causa hasta que murió cinco años después. Tanto por su apoyo decidido a los pretendientes omeyas como por su valentía en el combate, alcanzó un sólido prestigio entre las tribus árabes del valle del Ebro, hecho que le ayudó a cumplir sus ambiciones.

Cuando el califato se desmoronó de forma definitiva, este caudillo militar atacó y mató a uno de los jefes militares que se levantaron en el territorio de Lérida y Monzón, Abū l-Muṭarrif al-Tuŷībī, y fundó un pequeño reino en estos mismos territorios y en Tudela, ciudad muy destacada de la marca. Una tribu árabe de gran relevancia en la zona de Zaragoza, a la que pertenecía el anterior rebelde, la tuŷībī, se había apoderado del gobierno de la ciudad e impuesto a al-Munḏir b. Yaḥyà, caíd del Ejército cordobés en la zona. El desorden de los sucesores de éste en la dirección de la taifa de Zaragoza propició un levantamiento de los zaragozanos, que llamaron al hūdí para que se hiciera cargo del gobierno de Zaragoza, con lo que sus dominios abarcaban la práctica totalidad de la antigua Frontera Superior. Según Ibn Jaldūn, la revuelta contra los tuŷībíes y el asesinato de su antecesor se produjeron por instigación suya, aunque este punto no parece claro a juzgar de las menciones de las fuentes más cercanas.

Esta ocupación de Zaragoza se adelantó a las intenciones de Ismā‘īl, rey de la taifa de Toledo, que pretendía extender su poder a la antigua marca, en lo que sería el primero de una larga serie de conflictos entre estas dos dinastías.

El problema de la legitimidad resultaba muy preocupante para los reyes de taifas, que sucedían a unos monarcas como los omeyas, respaldados por el hecho de haber ocupado el solio califal en Oriente. Por ello no podían asumir un título que reclamara esa legitimidad, razón por la que se arrogó el de ḥāŷib, chambelán, que ya había servido a al-Manṣūr b. Abī ‘Āmir (Almanzor) para detentar el poder real sin por ello renunciar a la obediencia al califato omeya. Este procedimiento fue utilizado por otros reyes de taifas, como los ‘abbādíes de Sevilla o los afṭāsíes de Badajoz. Cuando los lajmíes de Sevilla proclamen su obediencia al falso Hišām II al-Mu‘ayyad, los hūdíes, que figuraban en el mismo partido árabe-andalusí, se unirán nominalmente a sus súbditos, manteniendo su adscripción en las monedas más que ninguna otra taifa.

En 1041 medió en el conflicto entre ‘Abd al-‘Azīz, rey de Valencia, y Muŷāhid, rey de la taifa de Denia, consiguiendo el fin de las hostilidades entre ambos, y casando a una de las hijas de Sulaymān con el rey de Denia. Esta política matrimonial de enlaces con las taifas del Levante fue proseguida posteriormente por los demás reyes hūdíes, y tuvo como resultado facilitar la expansión de su poderío en la zona, en la que llegaron a anexionar con el tiempo la propia Denia.

Entre los años 1043 y 1045 se produjo la guerra entre Sulaymān al-Musta‘īn y el rey de la taifa de Toledo, ya que algunos habitantes de Guadalajara reconocían al primero y otros al segundo. Durante un momento de vacío de poder en Toledo debido a la sucesión en el Trono, el hijo de Sulaymān, Aḥmad b. Sulaymān, heredero del Trono de Zaragoza con el sobrenombre de al-Muqtadir, ocupó esta población. El intento de contraataque llevado a cabo por Yaḥyà b. Ḏī l-Nūn de Toledo terminó de forma desastrosa, pues Aḥmad, no sólo lo rechazó de Guadalajara sino que llegó a asediarlo en Talavera, aunque una orden de su padre lo forzó a retirarse. En las incursiones del ejército zaragozano jugó un papel relevante un grupo de descontentos, miembros de la familia real de Toledo, que guiaban a las fuerzas enemigas para perjudicar al rey y facilitar su destronamiento, cosa que no consiguieron.

Durante este conflicto intervinieron los distintos poderes de la Península Ibérica de aquel tiempo de un lado o del otro, según las parias entregadas a los reinos cristianos y según las concesiones políticas arrancadas por los demás régulos andalusíes. El rey de Navarra, Sancho III el Mayor, realizó una prolongada y destructiva incursión en territorio hūdí para disminuir la presión sobre sus aliados toledanos, mientras el rey Fernando I de Castilla intervenía en favor de al-Musta‘īn atacando territorio del reino mesetario. Los intentos de llegar a acuerdos que alejaran a las tropas cristianas de territorio musulmán fracasaron en repetidas ocasiones; Sulaymān incluso aprovechó un momento de tregua aparente, forzada por alfaquíes contrarios a las alianzas con los cristianos, para atacar en la zona de Medinaceli, apoderándose de varias fortalezas importantes y dejando un rastro de devastación patente. Los conflictos entre los distintos reinos de taifas significaron una de las principales causas de devastación en al-Andalus en las décadas de los cuarenta y cincuenta, hasta que las incursiones de los propios cristianos se convirtieron en el principal factor de destrucción de la economía y de la sociedad de la España musulmana. La muerte del gobernante zaragozano condujo al fin de esta contienda, pues su sucesor necesitó sus fuerzas para afianzar su propio Trono.

Para afianzar el dominio de su familia en el reino, amenazado por otros pretendientes y por la codicia de otros reyezuelos, situó a sus hijos al frente de las principales ciudades y plazas fuertes del reino: Muḥammad en Calatayud, Lubb en Huesca, Tudela a al-Munḏir y Lérida a Yūsuf al-Muẓaffar. Su heredero, Aḥmad, permaneció junto a él en la Corte, donde le sucedió tras su muerte. El hecho de nombrar a familiares cercanos para el gobierno de las principales ciudades de sus dominios fue común entre los reyes de taifas, desde Sevilla hasta Zaragoza o Toledo.

Si bien esta distribución tuvo la virtud de asentar a la dinastía en el dominio de la región, también provocó un gran número de problemas, pues tras la muerte de Sulaymān sus hermanos se rebelaron y no reconocieron a Aḥmad, que adoptó el apelativo de al-Muqtadir bi-Allāh (Poderoso gracias a Dios) y que finalmente reconstruyó la unidad del reino, aunque a costa de grandes destrucciones en la región y de un desembolso de dinero cuantiosísimo, que dejó exhaustas las arcas del reino.

Este gobernante fue el sostén principal durante algunos años del partido árabe andalusí frente a las aspiraciones de los beréberes, que intentaban entronizar a la dinastía hammūdí en el califato; por ello se adhirió a la obediencia del falso Hišām II al-Mu‘ayyad, promovida por los primeros gobernantes de la taifa de Sevilla.

Sulaymān b. Hūd murió en el año 438 de la hégira (1046-1047), y a pesar de lo breve de su reinado, dejó establecida una de las dinastías más duraderas de la España islámica, que incluso proporcionó en el siglo XIII y en otra zona al último gobernante de al-Andalus antes de la creación del Reino de Granada y de la caída de las grandes ciudades del valle del Guadalquivir en manos del Reino de Castilla.

 

Bibl.: Ibn Bassām, Al-Ḏajīra fī mahāsin ahl al-ŷazīra, p. s. XII (ed. de I. ‘Abbās, vol. I, Beirut, 1979, págs. 183, 185-188, 454-455; Ibn al-Jaṭīb, Al-Iḥāṭa fī ajbār Garnāṭa, m. s. XIV (ed. de ‘Abd Allāh ‘Inān, vol. III, El Cairo, 1973-1977, pág. 286); Ibn al-Jaṭīb, Kitāb amāl al-alām, m. s. XIV (ed. de E. Lévi-Provençal, Beirut, Dār al-Ṣādir, 1956, págs. 170-171); Ibn ‘Iḏārī, Al-Bayān al-Mugrib, f. s. XIV (ed. de E. Lévi-Provençal, vol. III, Paris, P. Geuthner, págs. 1930, 126-127, 220-224, 278-283 y trad. de F. Maíllo, La caída del Califato omeya y los reyes de taifas, Salamanca, Universidad, Estudios Árabes e Islámicos, 1993, págs. 153-155, 179, 183-186); F. Codera, “Noticias acerca de los Benihud, reyes de Zaragoza, Lérida, Calatayud y Tudela”, en Estudios Críticos de Historia Árabe Española, VII, Zaragoza, Andrés Uriarte, 1902, págs. 364-372; A. Prieto y Vives, Los reyes de taifas, Madrid, E. Maestre, 1926, págs. 199-200; Afīf Turk, El reino de Zaragoza en el siglo XI, Madrid, Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1978, págs. 67-73; M.ª J. Viguera Molins, Aragón musulmán, Zaragoza, Librería General, 1981; Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes, Madrid, Mapfre, 1992, págs. 59-63; D. Wasserstein, The Caliphate in the West, Oxford, Clarendon, 1994, pág. 106; M.ª J. Viguera Molins, “Historia política”, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidalvol. VIII. Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XI, Madrid, Espasa Calpe, 1996 (2.ª ed.).

 

José Ramírez del Río

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