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Emilio Serrano Ruiz

Biografía

Serrano Ruiz, Emilio. Vitoria (Álava), 13.III.1850 – Madrid, 2.IV.1939. Compositor y docente.

Serrano, que en sus primeros años de vida se traslada con su familia a la capital de España, lleva a cabo sus estudios en el Conservatorio de Madrid, centro en el que ingresa en 1859, para estudiar solfeo con Joaquín Espín y Guillén (1812-1881), piano con Dámaso Zabalza (1830-1894), armonía con José Aranguren (1821-1903) y composición con Hilarión Eslava (1807-1878) y Emilio Arrieta (1821-1894). Su brillantez académica le lleva a obtener los primeros premios de armonía (1866), piano (1868) y composición (1870). En 1866, antes de concluir sus estudios, ingresa como repetidor en el Conservatorio, a la vez que comienza a ofrecer diversos conciertos en salas madrileñas. En 1870 se convierte en profesor honorario y en 1873, en profesor auxiliar de dicho centro docente, donde llevará a cabo una importante labor formando a la posterior generación de creadores desde su cátedra de composición.

Concluidos sus estudios, el escritor Mariano Capdepón propone al joven compositor la composición de una ópera sobre un libro suyo titulado Mitrídate, basado en una tragedia de Racine sobre Mitrídate, rey del Ponto, tema que ya había cautivado a otros autores para ser puesto en música, Mozart entre ellos.

Una vez concluida la ópera, tras ser considerada “adecuada” por el Jurado del Teatro Real en marzo de 1880, se acabará estrenando en dicho coliseo en diciembre de 1882, con texto italiano, como era convencional en la época. La ópera, dirigida por Goula e interpretada con cierta apatía por la orquesta y los cantantes, que no tenían confianza alguna en un compositor novel, obtuvo una fría recepción, aunque los ecos de Samson et Dalila (1877) de Saint-Saens (1835-1921), revelaran conocimiento del oficio compositivo y sólida formación técnica, al día de las novedades europeas.

Entre 1885 y 1888, Serrano continúa su formación en Roma como pensionado de mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Durante este período escribe el oratorio Covadonga (1886) y la Sinfonía en Mi bemol mayor, obligados ejercicios de composición para un pensionado de música.

Tras regresar de Italia, el 2 de mayo de 1890 la empresa del Teatro Real pondrá en escena su segunda ópera, Giovanna la Pazza. La orquesta, dirigida por Luigi Mancinelli, y la cantante inglesa Teresa Arkel contribuyeron, junto al director de escena, Eugenio Salarich, al éxito de la obra, que fue superior al de Mitrídate. El compositor estrena dos óperas más en el Real, La peste de Otranto —esta vez en castellano—, el 17 de febrero de 1891, y Gonzalo de Córdoba, el 6 de diciembre de 1898, en la que el papel principal fue desempeñado por el barítono Ramón Blanchart.

Esta obra obtuvo un éxito sin precedentes, llegando a representarse dieciocho veces en la misma temporada —doce veces por la noche y seis por la tarde—, un verdadero hito para una ópera española ya que la ópera nacional más representada hasta entonces en el Real, Los amantes de Teruel (1889) de Bretón, había alcanzado sólo quince representaciones. Su última ópera, La maja de rumbo, se estrena el 24 de octubre de 1910, en el teatro Colón de Buenos Aires dentro de una breve temporada de ópera española organizada por Juan Goula para celebrar el centenario de la independencia de la República Argentina. Además del estreno de Serrano, el Teatro Colón acoge entonces la interpretación de Los amantes de Teruel (1889) de Bretón y Los Pirineos (1891), de Pedrell. La maja de rumbo evoca el ambiente goyesco del Madrid de finales del XVIII, tomando como punto de partida uno de los sainetes de Ramón de la Cruz, y preludia el triunfo de la estética casticista que tendrá lugar en los primeros años del siglo XX, como manifiestan La vida breve (1904) de Manuel de Falla (1896-1946) o Goyescas (1916) de Enrique Granados (1867-1916).

Serrano se acercó también al mundo sinfónico, componiendo tres poemas sinfónicos —El valle de Toranzo, La primera salida de don Quijote y La aventura de los molinos de viento— y dos oberturas —Florinda y Una fiesta en la aldea—, pero la obra más interesante de su producción orquestal es su Sinfonía en Mi bemol, compuesta en Milán en 1887 y estrenada en Roma ese mismo año, que todavía permanece inédita. Ante una lectura de la partitura manuscrita, que se encuentra en la Biblioteca de la Academia de Bellas Artes de Madrid, la obra se muestra como una sinfonía cíclica, revelando una relación inequívoca con la Sinfonía en re menor de Cesar Franck, concluida en agosto de 1888, paradigma de sinfonía cíclica. Ambas obras están relacionadas en su estructura sinfónica; la sinfonía de Franck tiene tres movimientos mientras que la de Serrano tiene cuatro, pero su estructura es idéntica.

El tema de la creación de la ópera nacional es una de las preocupaciones que Serrano compartía con sus contemporáneos, y así cuando toma posesión como académico, el 3 de noviembre de 1901, el tema de su discurso es el “Estado actual de la música en el teatro”, en el que expone sus reflexiones sobre el género chico, la zarzuela grande y la ópera nacional, reflejando su compromiso con el arte lírico nacional.

En dicho texto expone su fórmula para conseguir que haya ópera española, imitando lo que ya se ha hecho en Francia y Alemania, con argumentos parecidos a los vertidos por Pedrell en su obra Por nuestra música (1891), opúsculo imprescindible para el surgimiento de nuestro movimiento nacionalista: “Es preciso [...] educar al público, acostumbrándolo a poner atención y dar importancia a la palabra cantada; hacerle comprender que en España es menester cantar en español. Da grima oír en el Teatro Real, por ejemplo, óperas con argumento español, cuya acción pasa en España, algunas hasta con cantos populares nuestros, interpretadas por artistas españoles y cantadas en italiano. También es preciso que el público entienda que no todos los compositores son genios de primer orden, ni todas las óperas pueden estar a la altura de las de Wagner, y esto hemos de conseguirlo trabajando mucho, componiendo muchas óperas, resignándonos al fracaso, no desmayando un punto y formando poco a poco el repertorio de la ópera nacional.

Esta es la labor de los compositores jóvenes: obra de grandísima importancia, cuya realización sólo de nosotros depende. Tenemos medios sobrados para llegar a vencer. Hay un tesoro de leyendas genuinamente españolas, llevadas al teatro por nuestros grandes poetas dramáticos o narradas de la más bella manera en nuestro Romancero; tales deben ser las fuentes de los argumentos del drama lírico español”.

Su otro desvelo profesional fue la enseñanza del oficio compositivo, trabajo que desempeñó desde las clases del Conservatorio desde que comenzó a trabajar en el centro en 1866, y que se concentró en las clases de composición desde 1895 hasta 1927, fecha de su jubilación. Desde su propia concepción de la creación musical, Serrano intentó ofrecer a sus alumnos una enseñanza europea, ajena a parcialidades estéticas, que no imponen cortapisas como revelan las diferentes tendencias compositivas que desarrollan posteriormente sus alumnos, entre los que cabe citar a Jesús Aroca, Ayllón Boronat, Bustinduy, Calés, Conrado del Campo, Cotarelo, García de la Parra, Julio Gómez, Goula (hijo), Luisa Pequeño, Manuel Quislant, María Rodrigo, Rincón, Mariano San Miguel, Sánchez Redondo, Soler, José Subirá, Ricardo Urgoiti, Cayo Vela, Emilio Vega o Ricardo Villa. A esta lista de nombres hay que añadir el de la infanta Isabel, que no sólo fue su alumna, sino que además, aconsejada por Jesús de Monasterio, nombra a Serrano Maestro de Cámara, llegando a dirigir las actividades musicales de la Corte durante veinticinco años. Con fines pedagógicos, Serrano elaboró dos obras, unos Sofeos autografiados, al igual que había hecho Emilio Arrieta (1821-1894) en 1892, y un Prontuario teórico de la armonía, publicado en 1884.

Su figura merece una reparación histórica, no sólo por la amplia actividad desarrollada en el último tercio del siglo XIX como catedrático de composición del Conservatorio, consejero de Instrucción Pública, director artístico del Teatro Real, y presidente de la Sociedad Artístico-Musical de Socorros Mutuos, de la Sección de Música de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Sección de Música del Círculo de Bellas Artes, sino también por la trascendencia y calidad de su obra que el tiempo ha eliminado del repertorio. Su figura debe recuperar el espacio que le corresponde en nuestra memoria, incorporando su obra al patrimonio sonoro de nuestro país.

 

Obras de ~: Mitrídate, libreto de M. Capdepón, Teatro Real (Madrid), 14 de enero de 1882 (ed., Milán, Lucca, s. f.); Covadonga, texto de R. Santisteban, Madrid, 1886; Sinfonía en Mi bemol mayor, Roma, 1887; Giovanna la Pazza, libreto de G. Palermi, Teatro Real, 2 de marzo de 1890 (ed., Milán, N. Dagas); Irene de Otranto, libreto de J. Echegaray, Teatro Real, 17 de febrero de 1891; Gonzalo de Córdoba, libreto de E. Serrano, Teatro Real, 6 de diciembre de 1898; Concierto en Sol mayor para piano y orquesta, Madrid, 1904; La aventura de los molinos de viento, s. l., 1908; La maja de rumbo, libreto de C. Fernández Shaw, Teatro Colón (Buenos Aires), 24 de octubre de 1910; con F. Alonso, La bejarana, libreto de L. Fernández Ardavín, Barcelona, 1929; Canciones del hogar, voz y piano, texto de Faustino Fuentes; Cuarteto (de cuerda), Madrid, Casa Dotesio y La campana de la vela. Recuerdos de Granada, y La danza de la sultana (est. orientales para piano), Madrid, Unión Musical Española, s. f.

 

Bibl.: J. Subirá, “Las cinco óperas del académico don Emilio Serrano”, en Boletín de La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2.º semestre, 15 (1962), págs. 27-51; M. E. Cortizo, “Emilio Serrano a los cincuenta años de su muerte”, en Cuadernos de Música de la Sociedad General de Autores, 4 (1990), págs. 95-119; “Emilio Serrano y Ruiz”, en L. Finscher (coord.), Die Musik in Geschichte und Gegenwart, Kasel, Bärenreiter und Metzler, 2000; M. E. Cortizo, “Emilio Serrano y Ruiz”, en E. Carares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, vol. IX, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 2002, págs. 956-961; M. E. Cortizo, “Emilio Serrano y Ruiz” y “La bejarana”, en E Carares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Zarzuela: España e Hispanoamérica, Madrid, Instituto de Complutense de Ciencias Musicales, 2003.

 

María Encina Cortizo Rodríguez

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