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Juan Ginés de Sepúlveda

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Biografía

Sepúlveda, Juan Ginés de. Pozoblanco (Córdoba), 1490 – 17.XI.1573. Humanista, traductor e historiador.

Nació en el seno de una familia de cristianos viejos de posición humilde: el padre, Ginés Sánchez Mellado, era artesano; la madre se llamaba María Ruiz.

Después de cursar estudios primarios y secundarios en 1510 se matriculó en la recién creada Universidad de Alcalá de Henares, donde permaneció hasta finales de 1513 estudiando Filosofía y Griego, este último bajo el magisterio del cretense Demetrio Ducas. Tras sus estudios de Teología en el Colegio de San Antonio de Sigüenza el 14 de febrero de 1515 obtuvo del cardenal Cisneros una carta de recomendación para el Colegio de España o de San Clemente en Bolonia (Italia). A los pocos meses, a finales de mayo, llegó a tierras italianas, según se desprende de unas notas redactadas el 28 de mayo por el entonces secretario del Colegio, Francisco Pérez, en las que se da cuenta de la presentación de las pruebas de limpieza de sangre.

Sepúlveda entró oficialmente como colegial en el Colegio el 27 de septiembre de aquel mismo año. En Bolonia estudió Filosofía en la Cátedra del escolástico Pietro Pomponazzi y realizó estudios de Derecho y Teología.

En febrero de 1522 Sepúlveda fue recibido en su palacio de Carpi por el príncipe Alberto Pío. Se inició a partir de ese momento una estrecha relación entre ambos, que duraría hasta la muerte del segundo en 1531. La personalidad de Alberto Pío, ocupado en la publicación del corpus aristotelicum y periaristotelicum y acérrimo enemigo de Erasmo de Rotterdam, incidió de un modo fundamental en los trabajos hermenéuticos de Sepúlveda. De mayo de 1522 data en efecto la primera traducción sepulvediana de Aristóteles, su versión latina de los Parva Naturalia, a la que habrían de seguir a principios de 1523 las traducciones latinas del De ortu et interitu y del De mundo. La amistad entre Alberto Pío y Sepúlveda llevó a éste a establecerse en la Corte del príncipe de Carpi donde permanecería hasta la obtención del grado de doctor en Artes y Teología en mayo de 1523.

La labor de traducción de Sepúlveda debe ponerse en contacto con el renovador programa de traducción de los escritos aristotélicos que, iniciado en Italia en las primeras décadas del siglo XV, se extendió frenéticamente por toda Europa hasta finales del Quinientos.

Como tantos otros autores de versiones filosóficas en el siglo XVI, Sepúlveda tuvo conciencia de participar en un nuevo estilo de traducción que —a partir de los primeros años del siglo anterior— había arremetido contra las toscas versiones medievales, revisando por completo los criterios hasta entonces empleados en la interpretación de los textos filosóficos.

No es producto de la casualidad, por tanto, que coincidiera también Sepúlveda con otros traductores humanistas de Aristóteles a la hora de reivindicar como modelo para sus versiones a los eruditos bizantinos Juan Argirópulo y Teodoro Gaza y a los italianos Leonardo Bruni, Ermolao Barbaro y Girolamo Donato.

Pese a las coincidencias entre Sepúlveda y los más destacados traductores latinos aristotélicos del siglo XV en su crítica a las excesivamente literales versiones medievales, las traducciones latinas de Sepúlveda se relacionan mejor, en cambio, con las polémicas que tuvieron lugar a mediados del siglo XVI entre aquellos traductores de Aristóteles proclives a imitar a ultranza el vocabulario y el estilo de Cicerón, y otros autores de versiones filosóficas, partidarios de aceptar el uso de una terminología no clásica y el empleo de palabras nuevas y extrañas al uso ciceroniano. Frente a aquellos traductores latinos de Aristóteles dispuestos a sacrificar el sentido del texto en aras de la elegancia, Sepúlveda en ningún momento permitió que la claridad y el contenido de los textos traducidos estuvieran supeditados a veleidades de carácter estilístico.

Precisamente en un importante pasaje del prólogo a su versión de la Política, Sepúlveda resumió a la perfección las dificultades lingüísticas del traductor de Aristóteles y enunció con claridad su propio método, reconociendo la imposibilidad de conciliar el rigor en la traducción de Aristóteles con la servil fidelidad al vocabulario de Cicerón: “Personalmente creo que soy ya suficientemente ciceroniano, si consigo aquello que me he propuesto, es decir, emplear en este tipo de escritos un estilo llano y claro, en la medida en que el contenido del texto así lo permita ”. Aunque discípulo de Pomponazzi, supo ser sensible a las preocupaciones humanistas de los renovadores de los estudios aristotélicos con los que se relacionó, consideró la filosofía de Aristóteles en su compleja riqueza de interpretaciones, atendió a la tradición de los comentaristas griegos del filósofo, y contribuyó al esclarecimiento filológico de algunos pasajes oscuros del texto aristotélico.

Tras su marcha de Bolonia, Sepúlveda se dirigió, en el verano de 1523, a Roma, donde habría de jugar un notorio papel en las disputas políticas y teológicas del momento. En Roma publicó el primero de sus diálogos, Gonsalus seu de appetenda gloria dialogus, dedicado al embajador de Carlos V ante el papa Adriano VI, Luis de Córdoba, duque de Sessa. Sin olvidar su vinculación casi fraternal al príncipe Alberto Pío, de reconocida política filofrancesa, Sepúlveda iniciaba así su acercamiento hacia los sectores imperiales de la Roma de la década de 1520.

El 19 de noviembre accedió al trono pontificio el Cardenal Guilio de Medici, que adoptó el nombre de Clemente VII. Se trataba de un papa al que unía una buena relación con Sepúlveda. Consecuencia de la confusa situación política en la que se hallaba Italia por aquel entonces fue el envío en la segunda mitad de 1525 por parte de Francisco I de Francia, ya en abierta hostilidad contra Carlos V, de Alberto Pío a Roma. La misión del legado real tenía por objeto conseguir el apoyo de Clemente VII para la causa francesa.

Las negociaciones tuvieron como resultado la formación de la Liga Clementina en mayo de 1526, a la que el emperador no tardó en enfrentarse.

La lucha antiluterana, entre tanto, continuaba. Particularmente virulenta era la controversia entre Lutero y Erasmo de Rotterdam sobre la cuestión del libre albedrío.

En 1524, tras las presiones de Clemente VII, Erasmo redactó De libero arbitrio diatribae sive collatio, respuesta a las tesis propuestas por Lutero en su Assertio omnium articulorum per Bullam Leonis X novissimam damnatorum de 1520. La réplica de Lutero no se hizo esperar y un año más tarde publicó su De servo arbitrio, tratado en el que de un modo fulminante Lutero refutaba una a una las opiniones de su adversario. Ante la dimensión que la polémica iba alcanzando Sepúlveda, se vio obligado, probablemente por el papa, a entrar en la cuestión. A la disputa, Sepúlveda se sumó con la publicación en julio de 1526 de su De fato et libero arbitrio contra Lutherum, sirviéndose de argumentos cercanos a los postulados de Alejandro de Afrodisias sobre la cuestión.

La acción decidida de algunos de los más destacados miembros de la Curia pontificia determinó en la segunda mitad de la década de 1520 un cambio en la labor de traducción de Sepúlveda. Tanto la versión latina de los Comentarios de Alejandro de Afrodisias a la Metafísica aristotélica como la traducción al latín de las Éticas de Aristóteles sobrepasaron así el mero ámbito filológico y respondieron con claridad a las inquietudes intelectuales del momento. En el caso de la versión de Alejandro de Afrodisias fue la intervención directa del papa Clemente VII la que determinó su publicación en Roma en 1527 “in publicam utilitatem”.

Por su parte, la redacción de la versión de las Éticas, que Sepúlveda nunca llegó a editar y de la cual no se conserva manuscrito alguno, respondió a los intereses y afanes de importantes miembros de la Curia vaticana, seguros de la necesidad de difundir el estudio de los libros morales de Aristóteles.

El saqueo de Roma a manos de las tropas españolas en mayo de 1527 y el alejamiento del príncipe Alberto Pío, refugiado en Francia, dejaron a Sepúlveda con las manos libres para inclinarse definitivamente por el lado imperialista. Pronto buscó la relación con el nuevo enviado de Carlos V, Francisco de Quiñones, Cardenal de Santa Cruz. Paulatinamente la figura de Sepúlveda iba a adquirir un prestigio entre los círculos diplomáticos romanos y en las difíciles relaciones entre el Papado y el Imperio, que culminarían en la reconciliación entre ambas partes en el Tratado de Barcelona de mayo de 1529. Valga como ejemplo de ello que en el otoño de ese mismo año, en Piacenza o quizá en Bolonia, a Sepúlveda se le encomendara pronunciar su Cohortatio ad Carolum V, discurso en el que el humanista andaluz exhortaba al emperador a entrar en guerra contra los turcos.

Liberado por Clemente VII ya de la obligación de desempeñar el cargo de Canónigo de la Catedral de Córdoba, para el que había sido nombrado en mayo de 1529, los años comprendidos entre 1530 y 1536 supusieron para Sepúlveda un período de fecunda actividad intelectual y literaria. En el verano de 1531 terminó De ritu nuptiarum et dispensatione, tal como se deduce por la carta autógrafa de Ortiz a Carlos V, fechada en Roma a 22 de agosto, en la que se da cuenta que “el maestro Sepúlveda en los días pasados compuso un libro a favor de la Serenísima Reina de Inglaterra”. Dedicada al cardenal de Santa Cruz, la obra constituía la aportación de Sepúlveda a la cuestión originada por el divorcio de Enrique VIII.

No fue ésta la única polémica en la que Sepúlveda se vio envuelto en los primeros años de la nueva década.

Poco después se inició la famosa controversia entre Sepúlveda y Erasmo en defensa del príncipe Alberto Pío. A Sepúlveda el propio Erasmo lo había elogiado fríamente en su Ciceronianus, libro al que aquél sometió a un crítico análisis, aunque en tono correcto. La polémica entre ambos humanistas no se limitó, con todo, a meras consideraciones de carácter estilístico y sobre imitación literaria a propósito de la publicación del Ciceronianus, sino que tuvo otros frentes. No en vano desde 1525 el aristócrata italiano había venido acusando a Erasmo, en quien veía a un decidido defensor de Lutero y al responsable último del cisma protestante, y Erasmo había respondido con dureza en varios opúsculos. Sepúlveda no quiso quedarse al margen y decidió publicar su Antapologia pro Alberto Pio Carpensi (París y Roma, 1532), escrita como homenaje póstumo a su mecenas. La Antapologia se limitó, sin embargo, a una crítica mesurada centrada en la osadía del Elogio de la locura y los Coloquios erasmistas, y en los puntos de vista de Erasmo sobre los frailes y el culto a los santos, votos o ceremonias. El texto tuvo además el inesperado resultado de propiciar un cortés intercambio epistolar entre Erasmo y Sepúlveda. En la primera de las cartas de Sepúlveda, con fecha de 1.º de abril de 1532, el de Pozoblanco animaba al humanista holandés a responder a las críticas vertidas en su Antapologia, reto al que elegantemente Erasmo renunció. La correspondencia entre ambos continuó, ahora ya centrada en la discusión filológica y exégesis de ciertos pasajes del Nuevo Testamento y las Observationes del teólogo Diego López de Zúñiga. El suave tono de la Antapologia no disimuló, con todo, las discrepancias sepulvedianas con Erasmo acerca de la justicia de la guerra, cuestión ésta que habría de enfrentar a ambos intelectuales y a la que Sepúlveda habría de volver años más tarde.

Una carta dirigida desde Roma a Íñigo de Mendoza, cardenal de Burgos, y fechada el 13 de agosto de 1533 revela los deseos de Sepúlveda de volver a España.

La muerte del papa Clemente VII en septiembre de 1534 no contribuyó sino a clarificar las expectativas sepulvedianas. Con todo, el regreso a España tuvo que posponerse, pues eran varios los trabajos que todavía retenían a Sepúlveda en Italia. A ellos alude en carta de 20 de febrero de 1535 a Gian Matteo Giberti donde, a la vez que pide excusas por la calidad de su traducción de las Éticas aristotélicas, le da cuenta de la inminencia de la publicación de su diálogo Democrates primus (Roma, 1535). Defensa antierasmiana y antimaquiavélica de la conveniencia entre la guerra y la religión cristiana, esta obra no hizo sino preludiar las tesis que Sepúlveda habría de desarrollar a propósito de la justicia natural de la guerra contra los indios de América en su Democrates secundus, sive de iustis belli causis apud Indios.

A principios de 1536 los ruegos de Carlos V y el puesto de capellán y cronista real que el emperador le ofreció acabaron por convencer a Sepúlveda y en noviembre de ese mismo año embarcó con rumbo a Barcelona a donde llegó a finales de diciembre. A partir de entonces la vida de Sepúlveda en España transcurrió entre las obligaciones de cronista y la educación del futuro Felipe II, de quien fue nombrado uno de los preceptores en 1542. El nombramiento de Sepúlveda como tutor del príncipe no fue sino un acicate más para retomar la traducción y el comentario en latín a la Política aristotélica, proyecto aplazado años atrás. A finales de 1546 Sepúlveda ultimaba ya los detalles de su traducción, tal como da cuenta en una carta dirigida a Jerónimo Zurita: “De la política y scholia me escrive el señor Gonzalo Pérez que avía avido respuesta y me embió un traslado de la carta de Diego de Carvajal en que escrivía como el impresor Colineo era muerto, mas que otro avia avido las letras mesmas del maestro y tenía noticia de mi y avía ofrecido de imprimir la política y scholia y aun darme a mi trezientos volumines, con pagarle yo solamente el papel dellos así que se lo pienso embiar en acabando de poner unos números que voi puniendo correspondientes del texto a la glosa”. La edición de la versión sepulvediana, que apareció publicada en París en 1548, no satisfizo en un principio a nuestro traductor. A la lógica revisión que precisaba la versión de algunos pasajes se sumaban numerosos errores tipográficos. Pese a sus defectos, la traducción conoció muy pronto una favorable acogida entre los círculos intelectuales de media Europa.

De igual modo, para los posteriores traductores de la Política la traducción sepulvediana constituyó enseguida un texto de continua referencia. Considerada por muchos como la mejor versión latina del tratado aristotélico, la traducción fue desde muy pronto apoyo inestimable para comentaristas y traductores por la elegancia de su estilo y por la erudición de sus notas.

El elogioso juicio de Obertus Giphanius no hace sino confirmar los méritos de la versión de Sepúlveda: “optima versio videtur esse Sepulvedae, proxima Lambini: explanationes quoque et eiusdem Sepulvedae optimae mihi videntur”.

La traducción de la Política coincidió con la composición de la obra más difundida de Sepúlveda, su Democrates secundus, sive de iustis belli causis apud Indios, diálogo en el que hizo extenso uso material utilizado en las anotaciones a su versión a la Política aristotélica.

Redactado en torno a 1544 e inédito hasta finales del siglo XIX, el Democrates secundus está compuesto en forma de diálogo, en el que intervienen Leopoldo, un alemán que no cree justos los derechos de conquista de los españoles, y Demócrates, personaje que refiere las ideas del propio Sepúlveda. El diálogo sepulvediano constituye una encendida justificación de la sumisión del indio americano al que el autor rebaja a la categoría de similitudines hominis. En su argumentación Sepúlveda aplicó las teorías aristotélicas acerca de la esclavitud natural e hizo uso, de uno u otro modo, de material de su propia versión de la Política. Así contrastaba el imperio del alma sobre el cuerpo, que es heril, con el imperio de la mente o razón sobre los apetitos, que se califica de civil o regio. El primero implica un cierto grado de amistad y cooperación y tiene su correlato político en la dominación natural de unos hombres sobre otros; en cambio, el segundo de los gobiernos se asienta en la fuerza y desemboca en la esclavitud convencional o civil. La implicación de este doble juego de oposiciones para el caso americano es que los españoles se encontraban en el primer supuesto, en el legítimo derecho de someter a seres de naturaleza netamente inferior.

El Democrates secundus tropezó con el rechazo de muchos contemporáneos de Sepúlveda. Uno de ellos, el dominico y obispo de Chiapas fray Bartolomé de Las Casas, saldría al paso de las proposiciones de Sepúlveda con vehemencia y entendimiento. La obra topó con la oposición incluso de la Corona que advirtió enseguida el peligro de que un texto de tono tan beligerante circulase libremente por Europa al alcance de cualquiera capaz de leerlo en la lengua original. Sepúlveda acudió al Real Consejo de Indias solicitando la licencia para imprimir su texto. Ante la negativa movió hilos en la Corte para obtener de Carlos V una cédula para que el libro se remitiera al Real Consejo, que, a su vez, decidió pedir dictamen a las universidades de Salamanca y Alcalá. Tras prolijo examen, las respuestas de ambas fueron negativas y Sepúlveda se vio obligado a redactar otro libro que, impreso en Roma en mayo de 1550 con el título Apologia pro libro de iustis belli causis, recogía el contenido del Democrates secundus y refutaba las impugnaciones y reparos que los adversarios del diálogo oponían a las tesis sepulvedianas. Tras la publicación de la Apologia Bartolomé de Las Casas intentó evitar que el texto se divulgara y obtuvo del emperador Carlos que, por Real Cédula, mandara que se recogieran todos los ejemplares.

El choque dialéctico personal entre Sepúlveda y Las Casas tuvo lugar en Valladolid, en la junta compuesta por ilustres teólogos y juristas de la que formaba parte el maestro Domingo de Soto. Las sesiones empezaron en agosto de 1550. Ante dicha congregación ambos contendientes presentaron alegatos y réplicas sin que se llegase a elaborar el dictamen pedido. Se propuso la votación para enero del siguiente. No la hubo, pues no fue hasta mediados de abril de 1551 cuando se volvió a reunir la comisión que prolongó sus sesiones a principios de mayo. Tampoco hubo votación. En 1557 todavía no se habían remitido todos los votos.

Al final Sepúlveda no pudo ver impreso su Democrates secundus, que tuvo que esperar hasta la edición de Menéndez y Pelayo en 1892.

Los últimos años de la vida de Sepúlveda transcurrieron entre Valladolid, sede de la Corte, y su retiro cordobés de la Huerta del Gallo, al que su dueño se refería en latín con el nombre de “praedium Marianum”.

Dedicado a la redacción de una abundante producción historiográfica, no se mantuvo ajeno a su tiempo y permaneció siempre en contacto con distinguidas personalidades de la vida intelectual europea, de lo que es buen reflejo su extensa colección de cartas publicada en Salamanca en 1557. A un tiempo alabado como uno de los mayores humanistas de su época y censurado por su decidida apología de la conquista de las Indias, Sepúlveda ha concitado por igual loas y críticas por parte de aquellos que —cantor eximio de las gestas patrias o quintaesencia de la famosa Leyenda Negra— han visto representadas en él todas las miserias y grandezas del Renacimiento español.

 

Obras de ~: Liber gestarum Aegidii Albornotii, Bolonia, 1521; Libri Aristotelis quos vulgo latini Parvi Naturales appellant e graeco in latinum sermonem conversi Ioanne Genesio cordubensi interprete, Bolonia, 1522; Gonsalus seu de appetenda gloria dialogus, Roma, 1523; Aristotelis libri de generatione et interitu interprete Ioanne Genesio cordubensi, Bolonia, 1523; Aristotelis liber de mundo interprete Ioanne Genesio cordubensi, Bolonia, 1523; De fato et libero arbitrio contra Lutherum libri III, Roma, 1526; Alexandri Aphrodisiei commentaria in Aristotelis Metaphysica Ioanne Genesio cordubensi interprete, Roma, 1527; Cohortatio ad Carolum V ut bellum suscipiat in Turcas, Bolonia, 1529; De ritu nuptiarum et dispensatione, Roma, 1531; Opera Aristotelis latina facta Io. Genesio Sepulveda cordubensi, París, 1532; Antapologia pro Alberto Pio Carpensi, París y Roma, 1532; Democrates primus, sive de convenientia disciplinae militaris cum Christiana religione dialogus, Roma, 1535; De ratione dicendi testimonium in causis occultorum criminum dialogus, qui inscribitur Theophilus, 1538; Ioannis Genesii Sepulvedae opera nunc primum in unum quasi corpus digesta, París, 1541; De correctione anni mensiumque Romanorum, Venecia, 1546; Aristotelis de Republica libri VIII Ioanne Genesio Sepulveda interprete et enarratore, París, 1548; Apologia pro libro de iustis belli causis, Roma, 1550; Epistolarum libri septem, Salamanca, 1557; De regno et officio regis, Lleida, 1570; Ioannis Genesii Sepulvedae opera quae reperiri potuerunt omnia, Colonia, 1602; Opera Ioannis Genesii Sepulvedae cum edita tum inedita, Madrid, 1780; De rebus Hispanorum ad Novum Orbem Mexicumque gestis, ed. de A. Ramírez de Verger, Stuttgart-Leipzig, 1993; Obras completas. 1, Historia de Carlos V. libros I-V; vida y obra, estudio filológico, bibliografía, edición crítica y traducción de E. Rodríguez Peregrina; estudio histórico de B. Cuart Moner, Pozoblanco, 1995; Obras completas. 2, Historia de Carlos V. libros VI-X; edición crítica y traducción de E. Rodríguez Peregrina; estudio histórico de B. Cuart Moner, Pozoblanco, 1996; Obras completas. 3, Demócrates segundo; estudio histórico del Demócrates de J. Brufau Prats; edición crítica y traducción de A. Coroleu Lletget; Apología en favor del libro sobre las justas causas de la guerra, introducción y edición crítica de la Apologia de A. Moreno Hernández; traducción y notas de Á. Losada (revisión de A. Moreno), Pozoblanco, 1997; Obras completas. 4, Historia de Felipe II, Rey de España; edición crítica, traducción y estudio filológico de B. Pozuelo Calero; estudio histórico de J. I. Fortea Pérez, Pozoblanco, 1998; Obras completas. 5, Historia de los hechos del cardenal Gil de Albornoz; estudio filológico, edición crítica, traducción y notas de J. Costas Rodríguez ... [et al.]; estudio histórico de M. T. Ferrer Maillol, Pozoblanco, 2002; Obras completas. 7, Antiapología en defensa de Alberto Pío, príncipe de Carpi, frente a Erasmo de Rotterdam, edición crítica, traducción, notas e introducción de J. Solana Pujalte -- Comentario sobre la reforma del año y de los meses romanos, edición critica de E. Rodríguez Peregrina, J. Solana Pujalte y J. J. Valverde Abril; traducción e introducción filológica de E. Rodríguez Peregrina y J. J. Valverde Abril; introducción histórica de A. M.ª Carabias Torres -- Exhortación a Carlos V, edición critica, traducción e introducción filológica de J. M. Rodríguez Peregrina; introducción histórica de B. Cuart Moner, Pozoblanco, 2003; Obras completas. 10, Historia de Carlos V. libros XI-XV; edición crítica, traducción y estudio filológico de J. Costas Rodríguez y M. Trascasas Casares; estudio histórico y notas de B. Cuart Moner, Pozoblanco, 2003; Obras completas. 11, Del Nuevo Mundo. Sospecha de otra luz, Pozoblanco, 2003; Obras completas. 12, Historia de Carlos V: Libros XVI-XX, Pozoblanco, 2003; Obras completas. 13, Historia de Carlos V: Libros XXI-XXV, Pozoblanco, 2003; Obras completas. 14, Historia de Carlos V: Libros XXVI-XXX, Pozoblanco, 2003; Obras completas. 15, Sobre el Destino y el libre albedrío. Demócrates. Teófilo, Pozoblanco, 2003.

 

Bibl.: L. Hanke, Aristotle and the American Indians: A study in race prejudice in the modern world, Londres, Hollis & Carter, 1959; A. Losada, Juan Ginés de Sepúlveda a través de su “Epistolario” y nuevos documentos, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973; H. Mechoulan, L´antihumanisme de Juan Ginés de Sepúlveda. Étude critique du “Democrates primus”, París, Mouton, 1973; VV. AA., Actas del Congreso Internacional V Centenario del nacimiento del Dr. Juan Ginés de Sepúlveda, Pozoblanco, Ayuntamiento, 1993; A. Coroleu, “A Philological Analysis of Juan Ginés de Sepúlveda’s Latin translations of Aristotle and Alexander of Aphrodisias”, en Euphrosyne, n.º XXIII (1995), págs. 175-195; “The fortuna of Juan Ginés de Sepúlveda’s translations of Aristotle and Alexander of Aphrodisias”, en Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 59 (1996), págs. 324-31; S. Muñoz Machado, Sepúlveda, cronista del Emperador, pról. de F. Rico, Barcelona, Edhasa, 2012.

 

Alejandro Coroleu Lletget