García Pérez, Pedro. Pedro de los Ángeles. Lanzahíta (Ávila), 1549 – Valladolid, 11.VII.1613. Carmelita descalzo (OCD), venerable y místico.
Uno de los religiosos que con mayor eminencia han sabido juntar al estado de la vida activa que profesan, con nombre de hermanos legos, el de contemplativa, que es el de los totalmente dedicados al coro y servicio de la Iglesia, fue el venerable fray Pedro de los Ángeles, primer novicio del convento original de Duruelo, donde recibió el hábito primitivo, antes de que se trasladase a Macera, escribe el padre fray Francisco de Santa María, fray Pedro de los Ángeles había nacido en Lanzahíta (Ávila) en 1549. Fueron sus padres Francisco García e Isabel Pérez, “labradores honrados, que, deseosos de enriquecer a sus hijos más en virtud que en posesiones, los inclinaron a ella desde la niñez, y de tres consagraron los dos a la Santísima Virgen en nuestra Sagrada Reforma”.
Su hermano se llamaba Francisco y siendo sacerdote entró en la Reforma con el nombre de fray Francisco de la Trinidad. Vivió veinte años después de hacerse descalzo y murió santamente en Toro (Zamora).
Tomó el hábito Pedro de los Ángeles, de manos de san Juan de la Cruz, el 4 de octubre de 1569, cuando tenía veinte años de edad. Con fecha de 8 de octubre del siguiente año, profesó en Mancera de Abajo (Salamanca), a donde se trasladó la comunidad de Duruelo el 11 de junio de 1570. Unos días después, san Juan de la Cruz tuvo que ir a Pastrana (Guadalajara) y llevó por compañero a fray Pedro, “llenándole por el camino de consejos y ejemplos tan saludables que le dejó riquísimo”. En Pastrana “recibió la bendición de Nuestra Santa Madre, que allí se hallaba”.
Al poco tiempo volvió a Mancera. En 1574 fue destinado a Almodóvar (Ciudad Real), donde estuvo ocho años. Desde aquí se lo llevaron al colegio de Baeza (Jaén) del que era rector san Juan de la Cruz. Debido a unos fortísimos dolores de cabeza, de nuevo volvió a Mancera y de allí al colegio de Salamanca. El año de 1589 pasó al convento de Valladolid, y de aquí, el 1595, a la fundación de La Bañeza (León). Dos años después a petición del padre prior de Pamplona, fray Francisco de la Madre de Dios (que poco después fue elegido general), fue destinado a la capital de Navarra.
En 1603 bajó al convento de Tudela (Navarra), donde no estuvo por mucho tiempo por motivos de salud, volviendo a Pamplona. Al año siguiente llegó al convento de Valladolid, donde “hizo su asiento, como en lugar donde había de terminar su carrera”. Aquí murió lleno de virtudes el 11 de julio de 1613.
Escribió el citado Francisco de Santa María: “La materia ordinaria de su oración fue el dolor continuo de sus pecados y la pasión de Cristo. De aquí sacaba frutos y afectos admirables con que andaba fuera de sí, siendo el principal un encendidísimo amor a Dios, cuya dulce memoria le hacía desfallecer en un sabroso desasosiego. Sucedía a deshora darle de repente un ardor celestial, que le encendía el alma, y era como llamarada de fuego (así la llamaba él), que, robándole los sentidos lo dejaba ajeno de sí y abrasado en sus amores”. Por los datos que se poseen, fray Pedro de los Ángeles fue un alma mística en el sentido más profundo de esta expresión: “Llegó en esta vida a la unión con Dios y tuvo experiencia sabrosa de su transformación en Cristo. De esta vida manaba el espléndido manojo de virtudes que adornaban sus comportamientos y dejaban por doquier el perfume de las más auténtica santidad”.
Bibl.: T. de Jesús, Libro de las Fundaciones de las hermanas descalças Carmelitas que escribió la Madre Fundadora Teresa de Jesús [...], ed. de J. Gracián de la Madre de Dios, en Bruselas, en casa de Roger Velpio y Huberto Antonio, 1610, fundaciones, 13,3 y 14,6 [Libro de las fundaciones (autógrafo de la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial), presentación y transcr. paleogr. de T. Álvarez, Burgos, Patrimonio Nacional- Monte Carmelo, 2003, 2 vols.]; F. López Hernández, Personajes Abulenses, vol. I, Ávila, Obra Social Caja de Ahorros de Ávila, 2004.
Francisco López Hernández
