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Antonio Montes Vico

Biografía

Montes Vico, Antonio. Sevilla, 20.XII.1876 – Ciudad de México (México), 17.I.1907. Torero.

Primero fue monaguillo en la iglesia de Santa Ana y, después, oficial de carpintería. “¿Por qué fui torero? —dijo él mismo—. En mi oficio había llegado, teniendo dieciocho años de edad, hasta donde se puede llegar. Por delante de mí veía muchos años de trabajo y siempre la miseria de un jornal insuficiente hasta para comer. Había ido con muchachos de mi edad a tentaderos y capeas, y en aquéllos yo había ejecutado con facilidad lo mismo que toreros que vestían bien y ostentaban alhajas...”. Señala Cossío que a los dieciocho años mató un toro en La Algaba, y lo hizo “con tal éxito que se le contrató para otra corrida en el mismo pueblo”. El 4 de mayo de 1896 se presentó sin suerte en Sevilla. Debutó en Madrid el 13 de noviembre de 1898 (lidiando en solitario cuatro novillos de Veragua, por lo que debemos inferir que ya debía tener bastante ambiente entre los aficionados), y repitió actuación el día 27 de ese mismo mes y año (volvió a lidiar cuatro, aunque en esta ocasión estuvo embarullado y no triunfó); con anterioridad había toreado en Barcelona, Valencia y Sevilla (el 8 y el 30 de octubre, novilladas que, muy probablemente, le abrieron las puertas de la plaza de Madrid). En esa plaza estuvo anunciado el 5 de febrero de 1899 (se suspendió por lluvia) y toreó el 19 de ese mismo mes, en su despedida como novillero de la plaza de la capital de España.

Apoyado en sus éxitos del otoño anterior, tomó la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla el 2 de abril de 1899. En tarde de mucho éxito para el nuevo matador, Antonio Fuentes —le cedió el toro Borracho, de Carlos Otaolaurruchi— y Emilio Torres Bombita fueron el padrino y el testigo, respectivamente, de la ceremonia. Confirmó el doctorado en Madrid el 11 de mayo siguiente, con Antonio Moreno Lagartijillo y de nuevo Bombita. El toro de la ceremonia se llamó Tesorero, y pertenecía a la ganadería de Pablo Benjumea. Repitió en Madrid el 4 de junio, alternando con Bombita y José García Algabeño. No fue aquella primera temporada todo lo buena que se esperaba, si bien Montes ganó muchos partidarios por su concepto del toreo, que explica Don Ventura, y que es, por encima de sus éxitos, lo que le otorga verdadera importancia en la historia de la Tauromaquia: “Como torero excepcional fue considerado por algunos este sevillano, pero otros se lo negaban todo. Y los dos bandos tenían razón para mantener sus posiciones [...]. Tuvo una acusada personalidad y fue, en cierto modo, un precursor de las normas belmontinas. Dejaba llegar mucho al toro, hasta producir honda emoción, cargaba la suerte en aquel momento, enterraba los talones en la arena y los lances de capa o los pases adquirían un relieve poderosísimo. Pero era muy desigual, y sólo de tarde en tarde era ‘verdad tanta belleza’”.

Quizá habría que añadir que no es fácil mantener la regularidad cuando se están descubriendo los nuevos rumbos del toreo, y si podía ser cierto que necesitaba “su toro”, quizá se debía a que pocos de los que entonces se lidiaban permitían ser toreados con el espíritu prebelmontino que ya tenía Montes.

El propio Juan Belmonte reconoció la importancia de Montes, y así se lo dijo a Manuel Chaves Nogales para su famoso libro: “Bombita y Machaquito eran entonces las figuras máximas del toreo; para la pandilla de San Jacinto eran dos estafermos ridículos.

No teníamos más que una superstición, un verdadero mito que amorosamente habíamos elaborado: el de Antonio Montes. Lo único respetable para nosotros en la torería era aquella manera de torear que tenía Antonio Montes, de la que nos creíamos depositarios a través de unas vagas referencias. Todos nos hacíamos la ilusión de que toreábamos como toreó Montes, y con aquella convicción agredíamos implacablemente a los toreros que entonces estaban en auge”.

Cossío añade en su biografía: “Sin ditirambos, que no llegó a justificar, debe señalársele un puesto señaladísimo en la evolución del arte del toreo, y entre toreros que lograron realizar una ilusión de un arte ya formulado, corresponde a Antonio Montes haber sido el precursor de una nueva manera del toreo”.

Disfrutó de prestigio y fama en España, aunque no llegó a incorporarse a la primera fila de toreo.

En México, en cambio, sí tuvo categoría de figura.

Y fue en aquel país, precisamente, en donde halló la muerte. El 13 de enero de 1907, toreando en la capital de México, el toro Matajaca (según Don Ventura y Cossío, aunque para otros se llamó “Matajacas”), de la ganadería de Tepeyahualco, le hirió al entrarle a matar, provocándole una gran cornada de la que falleció el siguiente día 17. Completaban el cartel Antonio Fuentes y Ricardo Torres Bombita Chico. Antes del traslado del cadáver a España, en la capilla ardiente, instalada en el Panteón Español de México, se produjo un incendió que provocó que el cuerpo sin vida del infortunado torero quedase carbonizado.

 

Bibl.: Antonio Montes. Notas taurinas. Esbozo crítico de este lidiador, relacionado con su campaña en [...] Méjico y España, durante la temporada de 1903-1904, Sevilla, Tipografía Gironés, 1904; Antonio Montes, Madrid, Editorial Ginés Carrión, 1907 (Bil. Sol y Sombra); E. García, Antonio Montes, Barcelona, Diputación, 1907; M. Chaves Nogales, Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, Madrid, La Estampa, 1935 (Madrid, Alianza Editorial, 1969, pág. 47); J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III, Madrid, Espasa Calpe, 1943, págs. 625-627; Don Ventura (seud. de V. Bagués), Historia de los matadores de toros, Barcelona, Imprenta Castells-Bonet, 1943 (ed. Barcelona, De Gassó Hnos., 1970, pág. 99-100); B. del Amo, Tragedias del toreo. Apuntes biográfico-necrológico de los diestros españoles que sucumbieron en el ejercicio de su profesión [...], de Antonio Montes Vico a José González “Carnicerito”, Madrid, Imprenta Viuda de Galo Sáez, 1948 (Col. Histórico-Tauirna, IV); F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; J. J. Bonifaz, Víctimas de la Fiesta, Madrid, Espasa, 1991; D. Tapia, Historia del toreo, vol. III, Madrid, Alianza Editorial, 1992; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.); F. Claramunt, Toreros de la generación del 98, Madrid, Tutor, 1998; V. Pérez López, Anales de la plaza de toros de Madrid (1874-1934), t. I (vol. 2) y t. II (vol. 3), Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 2004 y 2006.

 

José Luis Ramón Carrión