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Osio

Biografía

Osio. Córdoba, 256 – 357. Obispo de Córdoba.

Osio fue la gran figura de la Iglesia hispana en el siglo iv y una de las más influyentes en el cristianismo de su época. Sobre el lugar de su nacimiento, sobre su formación y sobre su elevación al obispado de Córdoba no se tienen noticias. Fue un gran amigo de Atanasio, que lo estimaba mucho. El primer dato conocido de su vida fue su participación en el Concilio de Iliberri (Granada), a comienzos del siglo iv. Sufrió persecución durante la persecución por Diocleciano, y, concretamente, bajo Maximiano, según indica el mismo Osio en carta a Constancio enviada poco después del 355. Desde el año 312, Osio figura en el entorno de Constantino. Se desconoce cómo llegó a vincularse con el Emperador. Su primera actuación está en relación con el problema donatista planteado en el norte de África.

En el año 311 murió, al volver de Roma, el obispo de Cartago, Mensurio, a quien sucedió en el episcopado su diácono Ceciliano, quien exigió el cumplimiento de la disciplina eclesiástica en lo referente al culto y a la veneración de los mártires. Por este motivo, Ceciliano fue rechazado por un grupo de fieles. Setenta obispos de Numidia condenaron y depusieron a Ceciliano, y nombraron en su lugar a Mayorino. Así surgió el cisma donatista. En el año 312 Cartago tuvo dos obispos, Ceciliano y Mayorino. Muerto este último, fue elegido Donato, que fue el verdadero creador de la iglesia donatista. Osio apoyó a Ceciliano y logró que muchos obispos se unieran a su causa. Debió ser la influencia que Osio ejercía sobre Constantino la causa por la que el Emperador se inclinó a favor de Ceciliano. Se conserva una carta de Constantino a Ceciliano transmitida por Eusebio de Cesarea, fechada en el año 313, en la que comunica al obispo de Cartago el envío de una cantidad de dinero para repartir a determinadas personas mencionadas, según el documento que Osio le ha enviado. Osio, por lo tanto, estaba en contacto epistolar con Ceciliano. Constantino comunica a Ceciliano que se ponga en contacto con el procónsul de África, Anulino, y con el vicario de prefecto, Patricio, para que se ocupen del asunto. Osio, que ya era por entonces la mano derecha del Emperador en asuntos religiosos, debió darle el consejo de que, en el año 314 se celebrase en Arlés un concilio para dilucidar la lucha entre Ceciliano y Donato. Osio no participó en este concilio. Se ha supuesto que la causa vendría motivada por tener que comparecer ante el concilio como reo acusado por los donatistas y por sus colegas hispanos de ciertas culpas desconocidas. Queda claro que Osio estaba en contra de los donatistas. Este hecho se ha referido también a los últimos años de Osio. Quizá este no asistió al Concilio de Arlés por no estar presente en él tampoco Constantino, o por ser declarado enemigo de los donatistas, que se dirigieron nuevamente a Constantino, que en el año 316 confirmó en su puesto a Ceciliano y condenó a Donato. Osio, en los años siguientes, debió de continuar siendo el consejero de Constantino en materia religiosa. A él se debió, probablemente, la numerosa legislación emanada de Constantino favorable al cristianismo, entre los años 316 y 320, ya que Osio intervino, concretamente, en la legislación sobre la manumisión de esclavos en las iglesias del año 316. Estas disposiciones eran: la restitución de los bienes sustraídos a los cristianos e indemnizarlos en numerosos casos; dejar libres de impuestos a los edificios propiedad de las iglesias; recibir las iglesias legados y donaciones, que enriquecían a la iglesia; abolir las leyes contra el celibato; la imposición del descanso dominical; dispensar a los clérigos de todo cargo, para que se ocupen sólo de las obligaciones divinas.

El monograma de Cristo figuró en las monedas desde el 317, y en la cabecera de las inscripciones oficiales. En el año 316 se permitió acudir a los obispos en asuntos judiciales, lo que perjudicaba, grandemente el monopolio judicial del Estado. La no participación en los cargos, primero fue acordada sólo al clero de África el año 313, y desde el 319 extendida al de Italia. La Basílica del Laterano, propiedad imperial, se entregó al obispo de Roma. En el año 315, Constantino se negó a realizar los ritos en el Capitolio. La última vez que los hizo fue en el año 312, antes de la batalla del Ponte Milvio contra Majencio. En el año 318 prohibió a los consulares consultar las entrañas de las víctimas en las casas privadas. Entre los años 320 y 322 desaparecieron los símbolos solares. En el año 323 se prohibieron los sacrificios paganos en los aniversarios imperiales, etc.

Después de la derrota de Licinio, en el año 324 estalló el problema arriano, al condenar el obispo de Alejandría, Alejandro, a su presbítero Arrio, por diferencias doctrinales sobre la figura de Cristo. Constantino escribió a ambos litigantes, exhortándoles a la concordia. Osio llevó las cartas a Alejandría y fue encargado de conseguir la paz. Osio se convirtió en una pieza clave en el problema arriano, que iba a durar casi todo el siglo iv. Osio no consiguió pacificar a la iglesia de Alejandría. Quizá se debe a él la idea de un concilio ecuménico, el primero celebrado en la historia de la Iglesia. Probablemente, esta idea fuera compartida por el obispo de Alejandría. También, el concilio fue convocado por Constantino. Fue presidido por Osio, que aparece siempre el primero en la lista de participantes. Osio intervino, seguramente, en la aceptación de la fórmula consustancial aplicada a Cristo en relación con su Padre, fórmula que fue discutida durante muchos años. Tanto Atanasio como el arriano Filostorgio, testifican que Osio participó en la elaboración de las tres fórmulas antiarrianas del concilio. Las otras dos fórmulas eran: engendrado, no creado, y de la misma sustancia del Padre. Al parecer fueron los mismos arrianos los que proporcionaron el argumento para que Osio y los asistentes aceptasen esta fórmula contra Arrio, al afirmarse rotundamente la divinidad de Cristo que Arrio negaba expresamente. Es posible admitir el influjo de Osio en la legislación del Concilio de Nicea. Ya varios cánones aparecen antes, en el Concilio de Iliberri (Elvira, Granada), al que asistió Osio a comienzos del siglo iv, siendo citado el segundo de los asistentes, y de Arlés, en el 314. Osio debió ser el que intentó imponer en Nicea el celibato de los obispos, los presbíteros y los diáconos, ya aceptado en Iliberri, pero que no se aceptó en Nicea. El Concilio de Nicea no pacificó a la Iglesia. Después de su celebración, Osio desapareció de la escena y se retiró a Córdoba. El obispo de Córdoba y el episcopado hispano quedaron marginados de las luchas cristológicas del Oriente. Volvió a intervenir en las disputas, cuando el Occidente estuvo implicado en el problema arriano. En el año 343, se reunieron en Tréveris, Máximo, Osio y Atanasio. Poco después se celebró el Concilio de Sárdica, convocado por los emperadores Constantino y Constante, con el fin de reunir a todos los obispos de Oriente y de Occidente. Osio presidió el concilio, que fracasó en su fin, por la actuación de los obispos contrarios a Nicea, entre los que se encontraban dos obispos enemigos de Osio después, Ursacio, obispo de Singidunum en Mesia, y Valente, obispo de Mursa, en Panonia. Los obispos orientales se negaron a participar en el concilio. Los cánones del Concilio de Sárdica, año 343, son, ciertamente, obra principal de Osio. Éste, dando pruebas de gran flexibilidad, exhortó a los oponentes a que presentasen las acusaciones contra Atanasio. Les prometió que se juzgaría con toda rectitud y que se presentasen a él en privado las denuncias, si no querían hacerlo en el concilio. Les prometió que Atanasio sería rechazado si se demostraban las acusaciones, y que, si era declarado inocente, podría marcharse con él a Hispania, solución que Atanasio aceptó por el bien de la paz. Los obispos orientales exigían que se rompiera la comunión con Atanasio y con otros condenados en Tiro en el 338, donde se condenó a Atanasio por algunas acusaciones calumniosas imputadas. El Concilio de Sárdica quedó reducido ante la ausencia de los obispos antiatanasianos a una asamblea fundamentalmente occidental. En él participaron, además de Osio, los siguientes obispos hispanos: Aniano, de Cástulo (Jaén); Florentio, de Mérida; Domitiano, de Astorga; Casto, de Caesaraugusta, y Pretextato, de Barcelona. En la carta sinodal dirigida a todas las iglesias, se alaba a Osio, al que llama venerable anciano, tenía más de ochenta años; dignísimo de toda reverencia, por su edad, por su confesión, por su fe tan largamente probada; por los grandes trabajos que había soportado para utilidad de la Iglesia. Según la carta sinodal, los obispos antiatanasianos despreciaban a Osio. El juicio dado sobre el obispo de Córdoba por los obispos orientales, que no participaron en el Concilio de Sárdica, antes de retirarse, fue duro. Se condena a Osio por comulgar con Marcelo de Ancira y con Atanasio, por haber causado graves injurias a Marco, por defender con todas sus fuerzas a los condenados por sus crímenes y por haber convivido en Oriente con delincuentes y perdidos. Se llama a Osio empedernido protector de los delincuentes. Se unió a ellos desde el principio alineándose contra la Iglesia y apoyando a los enemigos de Dios. El juicio de Atanasio es altamente laudatorio de Osio: “Del gran Osio, hombre verdaderamente santo, confesor, de feliz ancianidad, no es necesario que yo hable... No es un anciano innominado, sino el más y mejor conocido de todos. ¿Qué sínodo no dirigió? Hablando con propiedad persuadió a todos. ¿Qué iglesia hay que no tenga los más bellos recuerdos de su patrocinio? ¿Quién se le acercó entristecido que no se alejase de él reconfortado? ¿Qué necesitado le pidió algo y se fue sin conseguirlo?” (traducción de M. Sotomayor).

Una fuente fundamental para conocer la personalidad de Osio son los cánones del Concilio de Sárdica, que, según Isidoro de Sevilla, fue autor de muchas conclusiones.La mayoría de los cánones tratan asuntos de disciplina eclesiástica, como sobre el número de viajes de los obispos a la Corte imperial, sobre el traslado de los obispos de unas sedes a otras; sobre el absentismo de los obispos de sus sedes episcopales, sobre las ordenaciones; sobre los procesos contra los obispos, sobre la apelación al obispo de Roma, sobre la intercesión del obispo a favor de los oprimidos por injusticia, y sobre los condenados que acuden a la iglesia por motivos de destierro o de otra causa. Es contrario el concilio a ordenar obispos en pequeñas aldeas, cuando es suficiente un presbítero. El concilio declaró inocente a Atanasio, y condenó a los citados obispos de Panonia y de Mesia. En Sárdica no se aprobó un nuevo símbolo que el concilio rechazó, según testimonio de Atanasio en el Concilio de Alejandría, celebrado en el año 362. El Concilio de Sárdica no tuvo consecuencias en Oriente, ya que favoreció Constancio a los arrianos. Desde la terminación del Concilio de Sárdica hasta la celebración del Concilio de Sirmio, en el 351, Osio permaneció en Córdoba. Los obispos arrianos volvieron a la carga ante Constancio contra Osio. Los acontecimientos se pueden seguir gracias a Atanasio. El Emperador llamó a Osio a Milán para que condenase a Atanasio y entrase en comunión con los arrianos, lo que no hizo, volviendo a Córdoba.

Constancio escribió varias cartas a Osio, unas veces adulándole y otras amenazándole. Osio contestó a Constancio manteniéndose fiel al Concilio de Nicea, aconsejándole no apoyar las opiniones de Arrio ni creer a los orientales. Le aconsejó no meterse en asuntos eclesiásticos. Osio, según Atanasio, escribió a otros obispos exhortándoles a dar la vida antes que traicionar la verdad. El Emperador llamó a Osio a Sirmio y le detuvo un año. Según Atanasio, le presionó tan duramente que aceptó la comunión con Ursacio y Valente, pero no firmar nada contra Atanasio. Estando para morir, declaró que había sufrido violencia. Anatematizó a Arrio y pidió que nadie aceptase la herejía arriana. Es probable que los arrianos propagasen noticias falsas sobre la aceptación de Arrio por parte de Osio. Parece probable que Osio firmó la fórmula de Sirmio, del 357, probablemente por no ser libre ya. En este concilio se rechazó la fórmula de igual esencia y se afirmó que el Padre es mayor que el Hijo. El nombre de Osio fue borrado de los dípticos de la Iglesia de Córdoba. La Iglesia griega le considera santo.

 

Bibl.: V. C. de Clercq, Ossiusof Cordoba, Washington, Catholic University, 1954; M. Sotomayor, Historia de la Iglesia de España. I. La Iglesia en la España Romana y Visigoda, Madrid, Bibliotecade Autores Cristianos, 1979, págs. 189-211; R. Teja, El cristianismo primitivo en la sociedad romana, Madrid, Istmo, 1990, págs. 180-185; J. Fernández Ubiña, “Osorio de Córdoba, el Imperio y la Iglesia del siglo iv”, en Gerión, 18 (2000), págs. 439-473; Historia del cristianismo. I. Mundo Antiguo, Madrid, Trotta, 2005, págs. 375-376, 424- 426, 433-434 y 436; L. A. García Moreno, “El cristianismo en las Españas: los orígenes”, en El Concilio de Elvira y su tiempo, Granada, Universidad, 2005, págs. 169-193.

 

José María Blázquez

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