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Juan Negrín López

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Biografía

Negrín López, Juan. Las Palmas de Gran Canaria, 3.II.1892 – París (Francia), 12.XI.1956. Presidente del Gobierno de la República, catedrático de Fisiología y médico.

Nacido en el seno de una familia acomodada de la burguesía canaria, su padre era un comerciante dedicado a la compra-venta de fincas y terrenos. Tras finalizar el bachillerato en el instituto general y técnico de Las Palmas a los catorce años, se trasladó a estudiar medicina a Alemania, amparado por la buena posición económica familiar, y atraído por el prestigio de la cultura científica y de la medicina alemanas. Pasó por Kiel y completó sus estudios de Medicina en Leipzig, donde se formó como fisiólogo en el célebre Physiologisches Institut, fundado por Carl Ludwig en 1865 y entonces dirigido por E. Hering. Allí se doctoró en 1912 bajo el magisterio de Theodor von Brücke, con una tesis titulada “Zur Frage nach der Genese der Piqûre-glycosurie”, al tiempo que mantenía contacto con la ciencia española de su tiempo a través de Santiago Ramón y Cajal y la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE). En su última etapa estudiantil, Negrín se incorporó al grupo de Theodor von Brücke como ayudante sustituto y, al finalizar la licenciatura, fue nombrado ayudante numerario del Instituto de Fisiología, al tiempo que realizaba estudios de Química.

Contrajo matrimonio el 21 de julio de 1914 con María Friedelman, estudiante de Música perteneciente a una familia judía de origen ruso. De su matrimonio nacieron cinco hijos, de los cuales sobrevivieron tres varones: Juan, Rómulo y Miguel. Durante su período de vida en Alemania (1906-1915), Negrín se vio inmerso en una sociedad en crisis, afectada por cambios profundos que alentaron el conflicto social y los movimientos sociales y sindicales. El socialismo alemán y su organización política en torno al Partido Socialdemócrata (SPD) adquirieron una gran influencia, particularmente sobre el mundo académico. Pero, en octubre de 1915, Negrín se vio forzado a abandonar Alemania a causa de las anormales circunstancias que provocaba la guerra; obstáculo ineludible para desarrollar una normal actividad académica y una labor científica. Las circunstancias le obligaron a regresar a Las Palmas, renunciando a la oferta que había recibido en Leipzig de ocupar un puesto de “Privatdozent”. Su regreso a España se suponía provisional, en función de la duración del conflicto bélico internacional, y por eso dejó en Leipzig todas sus pertenencias familiares, su biblioteca, la casa y el mobiliario, en espera de regresar al final de la guerra.

Sus primeras investigaciones estuvieron dedicadas a estudiar las variaciones del contenido cromófilo de las cápsulas suprarrenales, la función reguladora del sistema nervioso simpático y las técnicas de análisis de laboratorio, aportando un procedimiento original de microanálisis para determinar la glucosa en sangre. Sus publicaciones contaron a menudo con la colaboración de Theodor von Brücke. Tradujo también del francés al alemán la famosa obra de Charles Richet sobre la anafilaxia, haciendo alarde de una de sus virtudes más destacables: el dominio de varias lenguas.

Negrín intentó aprovechar su forzado regreso a España para buscar apoyos y viajar a Estados Unidos, con el objeto de aprender técnicas experimentales en los mejores centros de investigación norteamericanos. Solicitó entonces a la JAE una pensión para visitar el laboratorio de fisiología del Rockefeller Institute for Medical Research y la Cornwell University, donde se proponía estudiar la glucosuria originada por la fluoricina, perfeccionar la técnica quirúrgico-fisiológica y concluir su estancia en la Universidad de Harvard, visitando el laboratorio del célebre fisiólogo Walter Cannon. Pero sus proyectos no se realizaron porque la fundación del Laboratorio de Fisiología General en la Residencia de Estudiantes (1916) y su nombramiento como director le hicieron renunciar al periplo americano. El Laboratorio de Fisiología General, promovido por Cajal, se ubicó en los terrenos de la Residencia de Estudiantes, junto a los Laboratorios de Química General, Anatomía Microscópica y Serología y Bacteriología, en el edificio llamado Transatlántico. Poco después se integró en la red de laboratorios de la JAE.

En Madrid, Negrín tuvo que realizar una segunda tesis doctoral para revalidar el título alemán y presentó una investigación sobre El tono vascular y el mecanismo de la acción vasotónica del esplácnico (1919), en la que analizaba las características funcionales y los mecanismos de regulación que influyen en el tono vascular y discutía con trabajos experimentales la función que desempeñaban los nervios esplácnicos. En 1922 obtuvo la Cátedra de Fisiología de la Universidad Central, vacante tras la muerte de José Gómez Ocaña, y de inmediato organizó un laboratorio de fisiología en la Facultad de Medicina, destinado principalmente a la enseñanza. Sus formas docentes eran de tipo germánico, explicaba rodeado de ayudantes y colaboradores, otorgaba preferencia a la perspectiva experimental y con frecuencia invitaba a especialistas. Por esos años instaló también un laboratorio privado de análisis clínicos en su domicilio de la calle Serrano y a partir de 1923 ejerció las funciones de secretario de la Facultad de Medicina de Madrid. El proyecto de construcción de la nueva Ciudad Universitaria contó, desde 1927, con su especial dedicación, puesto que actuó como asesor técnico y secretario de la junta constructora hasta el comienzo de la Guerra Civil, una labor que desempeñó sin retribución alguna y con gran dedicación, incluso después de obtener la excedencia en 1934 para dedicarse a la política.

Negrín continuó en el Laboratorio de Fisiología General la obra científica que había iniciado en Leipzig con una serie de trabajos sobre la actividad de las glándulas suprarrenales y su relación con el sistema nervioso central. Sus estudios iban encaminados a aclarar la existencia de un control neurológico directo y exacto de los niveles de glucosa en sangre y a determinar también la influencia de una regulación indirecta a través de los niveles hemáticos de adrenalina. Investigaciones posteriores le permitieron determinar la función reguladora del centro glucosúrico del cerebro sobre la secreción interna de las glándulas suprarrenales a través del sistema nervioso simpático.

Sin embargo, las condiciones del Laboratorio de Fisiología general no eran las óptimas. Situado en un pequeño local en un sótano del Transatlántico, fue consolidando poco a poco una excelente biblioteca, organizada por el propio Negrín, que incluía las principales revistas y monografías españolas y extranjeras. El acceso a los laboratorios de la Residencia de Estudiantes era libre y al de Fisiología General acudían preceptivamente los residentes que estudiaban Medicina, y también podían hacerlo estudiantes de otras disciplinas y escolares no residentes, que tuvieran alguna relación con los trabajos que allí se realizaban.

Esta posibilidad atraía a jóvenes universitarios que preferían asistir a los laboratorios de la Residencia antes que a la docencia experimental impartida en las facultades. Pero la situación financiera era siempre precaria, tanto en medios humanos como materiales y fueron frecuentes los escritos de Negrín a José Castillejo, secretario de la JAE, pidiendo solución a las dificultades económicas, a la falta de medios y a los problemas de personal. En abril de 1931 tuvo incluso que renunciar a una parte de su sueldo para distribuirlo generosamente entre sus discípulos Severo Ochoa, Blas Cabrera Sánchez, Rafael Méndez y Francisco Grande Covián.

El equipo de Negrín aportaba también diseños originales de instrumentos para la investigación, que se construían en los vecinos laboratorios de Torres Quevedo. Algunos de estos aparatos fueron presentados ante la comunidad científica internacional, como el estalagmómetro, dado a conocer en el Congreso Internacional de Fisiología de París (1920), ideado para medir y registrar el número de gotas de los líquidos que atraviesan los vasos sanguíneos en ciertos procedimientos experimentales.

En el Laboratorio de Fisiología General se impartía docencia práctica obligatoria para los estudiantes de la Facultad de Medicina. Eran demostraciones de fisiología, coordinadas en un principio por el propio Negrín y, posteriormente, por José Domingo Hernández Guerra, paisano y principal colaborador de Juan. Colaboraba también un nutrido elenco de jóvenes investigadores que desarrollaron después una importante carrera científica internacional, y que constituyen la llamada Escuela Fisiológica Madrileña o Escuela de Negrín: José Miguel Sacristán y José María del Corral, y jóvenes ayudantes como Ramón Pérez-Cirera, Francisco Grande Covián, Blas Cabrera Sánchez, Rafael Méndez, José García Valdecasas o Severo Ochoa. A estos trabajos regulares se añadían las investigaciones de los licenciados de universidades españolas que acudían a Madrid para realizar el doctorado, integrándose en las líneas de trabajo del Laboratorio. La nómina de colaboradores y discípulos de Negrín era muy amplia; hay que añadir ineludiblemente a José Puche Álvarez, formado en Barcelona, discípulo de Negrín y de Pi Suñer, y posteriormente catedrático y rector de la Universidad de Valencia, hasta su exilio en México. Aunque los recursos eran escasos, muchos decidieron consagrarse a la investigación, disfrutaron de pensiones de la JAE y se formaron en los mejores laboratorios extranjeros, gracias a las buenas relaciones internacionales de Negrín. Posteriormente, el drama de la Guerra Civil y el exilio los convirtió en figuras de la investigación fisiológica y bioquímica en otros países.

Las afinidades de Juan Negrín con el socialismo se empezaron a forjar ya en Alemania, pero la situación española a su regreso, su amistad con Luis Araquistain y Julio Álvarez del Vayo y, sobre todo, el descrédito de la Monarquía y de la dictadura de Primo de Rivera le llevaron a afiliarse al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1929. A partir de 1930 declinó su actividad académica en favor de la dedicación a la política, hasta que en 1934 solicitó la excedencia de su cátedra. En las elecciones a Cortes Constituyentes de 28 de junio de 1931 fue elegido diputado por Las Palmas; en 1933, lo fue por Madrid y en 1936, volvió a serlo por Las Palmas. Durante ese período fue presidente de la Comisión de Hacienda, representante español ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y ante la Unión Interparlamentaria Europea, hasta que, en septiembre de 1936, Francisco Largo Caballero lo requirió para ocupar el Ministerio de Hacienda de su gobierno. En el socialismo español representó una clara opción de republicanismo y de centrismo, identificable con la posición política de su amigo Indalecio Prieto. Implicado en el movimiento revolucionario de 1934, que auspició Largo Caballero, Negrín se decantó por la opción de unidad republicana propugnada por Prieto frente al proyecto revolucionario que postulaba Largo Caballero, lo que provocó su distanciamiento de Araquistain y provocó una fractura irreparable en el seno del socialismo español.

Tras el levantamiento militar de 1936, el gobierno Giral entró en crisis y el 4 de septiembre, Largo Caballero formó un gobierno apoyado por la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y el Partido Comunista, en el que Negrín fue nombrado ministro de Hacienda. Se rodeó en el Ministerio de colegas médicos de su confianza como Blas Cabrera o Rafael Méndez. Esa etapa se ha asociado a la movilización de las reservas de oro del Banco de España, aunque también dio lugar a otras decisiones destacables, como la reorganización del sistema bancario y monetario, la creación de una Dirección General de Economía y la reestructuración del Cuerpo de Carabineros, a los que popularmente se denominó los “Cien Mil Hijos de Negrín”. El envío de las reservas de oro a la Unión Soviética tuvo como objetivo salvaguardar esos recursos de la amenaza de que cayeran en manos del ejército franquista y también financiar los gastos de la guerra. La movilización del oro se inició por el gobierno Giral nada más comenzar la sublevación, antes de la llegada de Negrín al gobierno, y fueron las dificultades de acceso a los círculos financieros europeos las que forzaron la solución final. Inicialmente se vendió oro a Francia, pero crecían las dificultades para obtener valores en monedas europeas y el boicot bancario británico redujo la única solución a echar mano de la Banque Comérciale pour l’Europe du Nord, entidad soviética con sede en París. La evolución de los acontecimientos aconsejaba planificar urgentemente una economía de guerra y por eso las necesidades de venta de oro se incrementaron espectacularmente durante el ministerio de Negrín. El 13 de septiembre, Azaña firmó un decreto que autorizaba al Ministerio de Hacienda la venta de oro, plata y billetes; al día siguiente se inició la evacuación, que finalizó una semana después: un total de diez mil cajas que contenían oro, plata y billetes para comprar armamento y suministros para financiar la guerra. Las investigaciones de Ángel Viñas han mostrado que un 27,4 por ciento del tesoro movilizado por el Banco de España fue adquirido por Francia y el resto fue a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). A pesar de tan controvertida acción —que ha sido sistemáticamente manipulada por los detractores de Negrín y especialmente por la propaganda franquista—, el proceso contó con el consentimiento del presidente del Gobierno, Francisco Largo Caballero, y con el asentimiento del resto de miembros del Gobierno. El tesoro se trasladó en cuatro barcos rusos, que partieron desde Cartagena el 25 de octubre de 1936 y llegaron a Odessa el 2 de noviembre. El depósito alcanzaba 460,52 toneladas, equivalentes a 1.585,2 millones de pesetas oro, o bien 3.776 millones de pesetas de la época, o bien 518 millones de dólares. Pero los gastos de la guerra eran enormes y en menos de dos años se habían consumido esas reservas, hasta el punto de que el entonces embajador en la URSS, Marcelino Pascua, tuvo que desplazarse a Moscú en septiembre de 1938 para solicitar un crédito de 60 millones de dólares, concedido por Stalin al Gobierno republicano español. Meses antes de concluir la guerra, las reservas de oro ya se habían consumido.

El gobierno de Largo Caballero provocó una profunda división en la unidad de la izquierda representada en el Frente Popular. Se decantó por una alianza con las fuerzas sindicales Unión General de Trabajadores (UGT) y CNT, seguramente buscando en la unidad sindical la manera de aislar al Partido Comunista y reconstruir a favor suyo la división interna del socialismo. Pero la crisis de gobierno de mayo de 1937 no siguió los derroteros previstos por Largo; Azaña convocó a todos los partidos y ante la oposición de socialistas y comunistas a que éste siguiera asumiendo el Ministerio de la Guerra, y también el descontento de la CNT que aspiraba a una mayor presencia en el gobierno, Largo Caballero, aislado con el apoyo exclusivo de la UGT, tuvo que dimitir. Como consecuencia de esa crisis, quedó constituido el primer gobierno de Juan Negrín, cuya elección como presidente constituyó una verdadera sorpresa. Azaña quería a toda costa un gobierno representativo del Frente Popular y en aquellos momentos Negrín era la única alternativa.

Así pues, el 17 de mayo de 1937 empezó a proyectarse una nueva faceta de la personalidad de Negrín: su dimensión de hombre de Estado. Azaña saludó la llegada de Negrín como una novedad venturosa, describiéndolo como un hombre “que tiene gran confianza en sus designios y en su autoridad”. El primer gobierno de Negrín significó para Azaña la recuperación del diálogo y la esperanza. Podía desplegar una política internacional con el apoyo del presidente de la República y significaba también “el fin de la anarquía” y la posibilidad de volver a posturas razonables y a implantar la fuerza de la ley. Restauraba, en definitiva, el proyecto original del Frente Popular.

Pero de esa crisis de gobierno salió también muy fortalecido el Partido Comunista, puesto que su activismo interior se veía amparado por el apoyo bélico y diplomático que a la República Española le aportaba casi en exclusiva la Unión Soviética. Así las cosas, el panorama político presentaba un comunismo cada vez más influyente, unos partidos republicanos muy debilitados, cuya presencia política se centraba en la presidencia de Azaña, y un socialismo en el gobierno dividido tras la derrota de los seguidores de Largo Caballero, y en clara dependencia del comunismo internacional.

En la primera sesión celebrada por el gobierno los días 1 y 2 de octubre de 1937 en la Lonja de Valencia, Negrín propuso como objetivo principal asegurar el orden en la retaguardia, mantener una política económica uniforme, unificar los servicios y sentar las bases para ganar la guerra. Renunciaba, pues, a la revolución social como objetivo prioritario para centrarse en el objetivo más inmediato de ganar la guerra y preservar el sistema republicano. Para ello se organizó un verdadero Ejército Popular de la República mediante la transformación de las antiguas milicias y se organizó una administración militar que culminaba con el Consejo Superior de Guerra como máximo órgano ejecutivo. Convertía así en estrategia política y militar la frase que había lanzado el 17 de mayo a un Azaña ya escéptico al ser elegido para formar gobierno: “La guerra se puede ganar”.

Pero el apoyo militar italiano y alemán al general Franco se incrementó sustancialmente en aquellos meses, y eso se tradujo en armas, soldados y embarcaciones militares. El bando republicano recibía, por su parte, apoyo en material bélico y aviones de la Unión Soviética. Comenzó entonces un desastre militar con la pérdida del frente del norte y el retroceso en Aragón, de modo que, al cabo de un año, en abril de 1938, la situación bélica había empeorado drásticamente y el Ejército republicano retrocedía en el frente de Teruel.

En el orden político, Negrín tuvo que afrontar entonces una profunda crisis que se saldó con la salida del gobierno de su antiguo amigo, Indalecio Prieto, pesimista ante el futuro de la guerra. Negrín no podía prescindir de los comunistas por la dependencia exterior de la URSS y, ante las reiteradas expresiones públicas de Prieto que auguraban los peores desastres y la derrota definitiva, Negrín se vio forzado a relevarlo al frente de la Defensa Nacional. A pesar de sus intentos de mantener a Prieto en otras funciones de gobierno, la ruptura con Prieto fue inevitable y definitiva.

El desarrollo de los acontecimientos bélicos y políticos provocó un segundo frente de conflicto, esta vez en relación con Azaña. El presidente de la República había llegado a la desoladora conclusión de que había que concluir una guerra que ya podía darse por perdida. Negrín se opuso en todo momento a claudicar, convencido de la imposibilidad de una paz negociada con los sublevados. En estas circunstancias, el segundo gobierno de Negrín nacía herido de muerte, en medio de una profunda crisis del socialismo, con una situación bélica muy negativa y con el enfrentamiento con el presidente de la República, Manuel Azaña, cada vez más alejado de la obcecada resistencia planteada por Juan Negrín. El 30 de abril de 1938, el Consejo de Ministros aprobaba un “Programa de Trece Puntos” que se hicieron públicos el 1 de mayo. Representaban el fundamento de una nueva etapa de gobierno para la sociedad española tras concluir la guerra. Sus principales objetivos eran la defensa de la democracia, la integridad territorial y la independencia de España; el plebiscito popular sobre la estructura del Estado; el respeto a las libertades regionales en el marco de la unidad de España; la garantía de la propiedad privada dentro de los límites establecidos por el interés supremo de la nación; la indemnización a los extranjeros cuyos bienes hubiesen sido dañados por la guerra; la libertad de conciencia y de religión; la reforma agraria; el respeto a los derechos de los trabajadores; un ejército al servicio de la nación y libre de toda tendencia o influencia partidista; una política de paz, seguridad colectiva; el apoyo a la Sociedad de Naciones y la amnistía a todos los españoles deseosos de participar en la reconstrucción de España. El Frente Popular ratificó su confianza en el programa de 13 puntos planteado por el segundo gobierno de Negrín y, finalmente, la Diputación de Cortes otorgó su confianza al nuevo gobierno.

Pero la segunda mitad del año 1938 fue la más crítica y difícil que tuvo que atravesar la Segunda República, al acentuarse la desunión de los sectores políticos ante el panorama del creciente sentimiento de derrota y la falta de apoyo internacional. Se polarizaron las posiciones entre los partidarios, como Negrín, de resistir militarmente hasta lograr una improbable salida negociada al conflicto, y quienes eran partidarios de deshacerse inmediatamente de los comunistas para forzar una acción diplomática de Francia y Gran Bretaña ante Franco. Pero esa paz de compromiso nunca fue posible, por la falta de implicación de franceses y británicos, lo que desembocó en una especie de coalición contra Negrín impulsada por Azaña, Besteiro y Martínez Barrio, con el apoyo de nacionalistas catalanes y vascos, y de algunos sectores sindicales. Se había abierto un abismo en las relaciones entre Manuel Azaña y Juan Negrín. Mientras tanto, la debacle militar anunciada por el avance de las tropas de Franco hacia Valencia se vio momentáneamente frenada gracias a la ofensiva republicana en el Ebro. No obstante, la negociación política se hacía imposible, porque cualquier gobernante que hubiese aceptado la derrota militar seguramente habría sido apartado y sustituido por otro más beligerante. Éstos eran los argumentos principales de Negrín para perseverar en la lucha hasta el final.

El poderoso impulso diplomático que el gobierno republicano desplegó en París y Londres mediante el concurso directo de Negrín y de los embajadores Pascua y Azcárate fue infructuoso, y eso impedía a Negrín deshacerse de los comunistas, ya que no era capaz de obtener contrapartidas diplomáticas a favor de la República parte de las democracias occidentales. También fueron infructuosos los intentos finales de mediación internacional tras la ofensiva franquista sobre Cataluña en febrero de 1939. Los vencedores se oponían a cualquier tipo de pacto que no fuera la rendición incondicional. El 28 de febrero Francia y Gran Bretaña hacían público su reconocimiento diplomático a Franco y ese mismo día dimitía Manuel Azaña de su puesto de presidente de la República. Apenas dos semanas después, Juan Negrín abandonaba España camino del exilio, empujado por la sublevación militar encabezada por el coronel Casado.

El desenlace de la Guerra Civil obligó a Negrín a abandonar España, con el proyecto de reconstruir el gobierno republicano en el exilio, hasta que las circunstancias internacionales le permitieran regresar y restablecer el orden democrático. Salió camino de París, donde permaneció refugiado hasta mediados de 1940. Allí organizó el Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE), principal organismo encargado del traslado a México de una cantidad ingente de refugiados. Pero, en París, Prieto reunió a la Diputación Permanente de las Cortes el 27 de julio de 1939 y, aprovechando su mayoría, disolvió el gobierno de Negrín, al que culpaba de todos los males. De este modo, los fondos de ayuda a los refugiados en México, que se trasladaban en el buque Vita, cayeron en manos de Prieto, quien fundó un órgano alternativo al SERE, la JARE (Junta de Asistencia a los Republicanos Españoles). Se consumaba así la primera gran fractura del exilio. No obstante, Negrín contó en aquellos momentos con el apoyo socialista y republicano, que formó un frente “negrinista”, y también de algunos sectores del Partido Comunista.

El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial le obligó en 1940 a trasladarse a Londres, gracias a la mediación de Pablo de Azcárate e Ivan Maisky, embajador soviético. Allí recibió un apoyo diplomático muy limitado, porque el gobierno británico había reconocido a Franco y juzgaba que Negrín no contaba con el apoyo unánime de los exiliados españoles. No obstante, Negrín conservó en Londres el gobierno en el exilio, a pesar de las reticencias británicas, fundó el Hogar Español, que fue un centro de activismo político negrinista y de solidaridad con el republicanismo español. Allí compaginó su labor diplomática con cierta participación en la vida académica y científica. En la British Society for the Advance of Science pronunció una conferencia sobre “Ciencia y Gobierno”, en la que defendía el compromiso del científico. Colaboró también con Haldane en el estudio de los efectos de la presión sobre el organismo, para analizar la supervivencia en el interior de los submarinos, y en 1949 asistió al congreso de la British Physiological Society.

Mientras tanto, Prieto jugaba sus cartas en México, donde se concentró el mayor número de exiliados republicanos y donde Negrín contó con los importantes apoyos de José Puche Álvarez, González Peña, Ramón Lamoneda o Rodríguez Vera, quienes fundaron el Círculo Cultural Jaime Vera (1941). Toda su etapa de exiliado en Londres se caracterizó por sus denodados esfuerzos para lograr el reconocimiento diplomático a la legitimidad del gobierno republicano en el exilio. Pero finalmente no lo obtuvo, debido a oposición explícita de Winston Churchill.

Al aproximarse el final de la Segunda Guerra Mundial, Negrín se desplazó a México y su llegada profundizó la división entre sus partidarios y los de Prieto, divididos en sendos gobiernos que se tenían por legítimos: el de Negrín y el de Giral. Reforzó entonces sus esfuerzos diplomáticos internacionales, pero la Segunda República española había sido sentenciada de muerte por la diplomacia internacional. A partir de entonces la actividad política de Negrín inició una etapa final de declive. Los partidarios de Prieto llegaron incluso a forzar su expulsión del PSOE en 1946. Los últimos testimonios de su actividad política no fueron menos polémicos y tuvieron como escenario las páginas del New York Herald Tribune, donde publicó tres artículos a principios de abril de 1948, en los que se mostraba partidario de la inclusión de España en el Plan Marshall. Criticado por muchos, Negrín mantenía que el Plan Marshall no iba a condicionar la continuidad o no del franquismo, que estaba apuntalado por la diplomacia internacional, y al menos evitaría que el país se hundiese en el atraso.

Su último gesto político fue entregar al gobierno de Franco, por mediación de Mariano Ansó y su hijo Rómulo, la documentación de los depósitos de oro que se habían trasladado a la Unión Soviética en 1936 y toda la documentación que podía servir para hacer uso del derecho internacional ante una eventual reclamación. Pero este gesto honorable no puso fin a las calumnias que sobre su persona se continuaron propagando.

Fueron los últimos movimientos de un hombre que había renunciado a la actividad científica y académica para implicarse hasta las últimas consecuencias en el proyecto político del socialismo republicano, en uno de los momentos más críticos de la historia contemporánea de España. Falleció en París en la madrugada del 12 de noviembre de 1956, a causa de un ataque cardíaco, cuando contaba 64 años de edad. El deseo de anonimato e intimidad le hizo pedir que en su tumba no figurase ni nombre ni epitafio. Su féretro fue acompañado por tres personas: el que fuera ministro de su gobierno y amigo personal, Mariano Ansó, su hijo Rómulo y su amigo Jules Moch. Ansó relató que Negrín había “recibido sepultura en el viejo e histórico cementerio parisino de Père Lachaise, con resonancias revolucionarias. En él, no lejos del Muro de los Federados, fusilados por Thiers en su implacable represión de la Commune de 1871, depositamos el féretro, sin palabras y sin lágrimas, en una tumba provisional facilitada por la funeraria”. Fue el anónimo final de un perdedor controvertido. Un hombre estimado por unos hasta la muerte y odiado e injuriado por otros; el chivo expiatorio de los males de una República que, asfixiada por el contexto internacional, no superó las fracturas de una sociedad española en crisis, para sentar las bases de una sociedad laica y moderna.

 

Obras de ~: “Sobre el mecanismo de la diabetes experimental producida por punción del IV ventrículo”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, 1 (1911), págs. 147-149; “Zur Frage nach der Genese der Piqûre-Glycogénique”, en Archiv.f.d.ges.Physiol, 114 (1912), págs. 311-328; con Th. von Brücke, “Eine enfache Methode zur Beurteilung des Gehaltes von Nebennieren an Chromaffiner Substanz”, en Zeitsch.f.bio.Tech.u.Meth., 3 (1912-1914), págs. 311-314; “Mètode senzill per a la determinació del contingut de materia cromafina en les càpsules suprarrenals”, en Treballs de la Societat Catalana de Biología, 12 (1914), págs. 123-125; con Th. von Brücke, “Zur Frage nach der Bedeutung des Sympathicus für den Tonus der Skelettmuskulatur”, en Archiv.f.d.ges.Physiol, 118 (1916-1917), 5564; “Estudios referentes a la substancia receptiva (nota previa)”, en Treballs de la Societat Catalana de Biología, 17 (1917), págs. 178-188; con J. D. Hernández Guerra, “Estudios sobre la substancia receptiva. II. El mecanismo de la acción vasoconstrictora del cloruro bárico y la acción del curare y de la nicotina sobre los vasos”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, 7 (1919), págs. 151-171; con J. D. Hernández Guerra, “La acción de la piqûre sobre la presión arterial (nota previa)”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, 7 (1919), págs. 13-16; con J. M. Sacristán, “Acción de la nicotina sobre la glucemia”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, 7 (1919), págs. 56-64; con J. Sopeña, “Le contenu d’adrenaline des suprarrenales aprés la piqûre”, en Congrés International de Physiologie, Paris, 1920; con J. Sopeña, “Les effets hyperglucemiques de l’adrenaline après l’hyreoidectomie”, en Congrés International de Physiologie, Paris, 1920; con J. D. Hernández Guerra, “L’action de la piqûre diabétique sur la pression arterielle”, en Congrés International de Physiologie, París, 1920; con J. D. Hernández Guerra, “La dillatation pupillaire après la piqûre”, en Congrés International de Physiologie, Paris, 1920; El tono vascular y el mecanismo de la acción vasotónica del esplácnico, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1922; “El papel de los adrenes en las glucosurias de origen bulbar”, en Libro homenaje a D. Santiago Ramón y Cajal, Madrid, Imprenta Jiménez y Molina, 1922; con J. Sopeña, “El contenido en adrenalina de las suprarrenales después de la piqûre”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, XI (1925-1926), pág. 231; “Un nuevo estalagmógrafo”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, XI (1926), págs. 233-234.

 

Bibl.: I. Prieto, “Juan Negrín. Un hombre singular”, en Convulsiones de España, vol. III, México, Editorial Oasis, 1965; H. Thomas, La Guerra Civil Española, Paris, Ruedo Ibérico, 1967; J. Marichal, “Ciencia y política: la significación histórica del Doctor Negrín”, en Triunfo, n.º 22 (1974); M. Ramírez (ed.), Estudios sobre la II República española, Madrid, Tecnos, 1975; C. Pi Sunyer, La República y la guerra. Memorias de un político catalán, México, Oasis, 1975; P. de Azcárate, Mi embajada en Londres durante la Guerra Civil Española, Barcelona, Ariel, 1976; M. Ansó, Yo fui ministro de Negrín, Barcelona, Planeta, 1976; F. Largo Caballero, Mis recuerdos. Cartas a un amigo, México, Ediciones Unidas, 1976; J. M. del Valle, Las Instituciones de la República española en el exilio, Paris, Ruedo Ibérico, 1976; A. Viñas, El oro español en la guerra civil, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1976; J. L. Abellán, El exilio español de 1939, Madrid, Taurus, 1976-1978, 6 vols.; P. Preston, Revolución y guerra en España, Madrid, Alianza, 1984; M. Tuñón de lara, La Guerra Civil Española. 50 años después, Barcelona, Labor, 1985; H. Graham, “El Partido Socialista en el poder y el gobierno de Juan Negrín”, en Socialismo y Guerra Civil. Anales de Historia, vol. II, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1987; S. Juliá, “Partido contra sindicato. Una interpretación de la crisis de 1937”, en Socialismo y guerra civil, Anales de Historia de la Fundación Pablo Iglesias, Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1987; M. Tuñón de Lara (dir.), Historia del socialismo español (1931-1939), Barcelona, Conjunto, 1989; M. Azaña, Obras completas, Madrid, Ediciones Giner, 1990; J. L. Barona, “Juan Negrín (1892-1956) y la investigación experimental en el Laboratorio de Fisiología de la J.A.E.”, en Dynamis, 10 (1990), págs. 255-273; “Nota sobre Juan Negrín y el Laboratorio de fisiología de la Junta para Ampliación de Estudios”, en VV. AA., Actas del IX Congreso Nacional de Historia de la Medicina, vol. IV, Zaragoza, 1991; “Juan Negrín y la modernización científica de España”, en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, n.º 18 (1993), págs. 49-65; S. Álvarez, Juan Negrín. Personalidad histórica, Madrid, Ediciones de La Torre, 1994; J. Avilés, Pasión y farsa. Franceses y británicos ante la Guerra Civil Española, Madrid, Eudema, 1994; M. Tuñón de lara, R. Miralles y N. Díaz Chico, Juan Negrín López. El hombre necesario, Las Palmas de Gran Canaria, Gobierno de Canarias, 1996; J. L. Barona, “El exilio científico tras la guerra civil”, en Historia 16, 13 (1999), págs. 88-99; G. Dreyfus-Aremand, El exilio de los republicanos españoles en Francia, Barcelona, Crítica, 2000; J. L. Barona, Achúcarro, Marañón, Negrín. Medicina y compromiso, entre la experimentación y la política, Madrid, Nivola, 2001; S. Casado, “La ciencia en el exilio”, en VV. AA., Actes del Congrés “L’exili cultural de 1939”, Valencia, Universidad, 2001; J. L. Barona (ed.), Ciencia, salud pública y exilio, Valencia, Universidad, 2003; R. Miralles, Juan Negrín: la República en guerra, Madrid, Temas de Hoy, 2003; E. Moradiellos, Don Juan Negrín, Barcelona, Península, 2006; VV. AA., Juan Negrín, médico y jefe de Gobierno, 1892-1956, catálogo de exposición, Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2007; G. Jackson, Juan Negrín, médico, socialista y jefe del Gobierno de la II República, Barcelona, Editorial Crítica, 2008; E. Moradiellos, Negrin, una biografía de la figura mas difamada de la España del siglo XX, Península, 2015; M. Aznar Soler y J. R. López García (eds.), Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, vol. 3, Sevilla, Renacimiento, 2016, págs. 405-408.

 

Josep Lluís Barona Vilar

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