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Manuel Lorenzo Oterino

Biografía

Lorenzo Oterino, Manuel. Salamanca, 29.X.1785 – Castro del Río (Córdoba), 7.X.1847. Teniente general y caballero laureado y Gran Cruz de San Fernando.

Fueron sus padres Miguel Lorenzo y Josefa Oterino.

Ingresó en el Regimiento de Granada como soldado en 1802, alcanzando enseguida el empleo de cabo. Intervino en la Guerra de la Independencia, combatiendo en 1808 en San Boy, San Cugat, Gracia, Sarriá y Molins del Rey. Al año siguiente se halló en las acciones de Valls, Alcañiz y María, recibiendo en esta última dos heridas de sable en el cuello, e interviniendo más tarde en la defensa de Gerona.

En 1810 fue ascendido a sargento primero y al año siguiente tomó parte en la defensa de Tarragona, cayendo prisionero el 26 de junio y consiguiendo fugarse de Francia al mes siguiente, incorporándose al batallón Ligero de Barbastro.

Alcanzó el empleo de teniente en 1812, luchando al año siguiente en las batallas de Alba de Tormes y de Vitoria, y persiguiendo a las tropas de Napoleón en territorio francés.

En 1815 partió hacia Ultramar con la expedición del general Morillo, hallándose en ese año en la toma de la isla Margarita y al siguiente en la defensa de la plaza de Cunamá.

Nombrado en 1817 primer ayudante del batallón de Clarines, no cesó de combatir a los insurgentes, alcanzando en 1819 el empleo de segundo comandante y siendo herido de bala un año más tarde al reprimir una rebelión de su batallón.

En 1821 obtuvo los empleos de primer comandante y teniente coronel por sus destacadas actuaciones en campaña y múltiples expediciones realizadas, logrando al año siguiente el ascenso a coronel por los méritos demostrados en la batalla de Dabajuro y acción de Pozo Largo, dándosele el mando del Regimiento de Barinas, del que muy pronto pasó al de Valençay, con el que intervino el 13 de noviembre de dicho año en la batalla de Garabulla, en la que al frente de un batallón de su división flanqueó las columnas enemigas cuando cargaban sobre las suyas, consiguiendo situarse a su retaguardia y con este movimiento decidir la batalla a su favor, quedando prisionera toda la infantería enemiga. Tan destacada actuación mereció ser recompensada con la Cruz de San Fernando de 2.ª Clase, laureada.

Tras tomar parte en la batalla de la laguna de Maracaibo, una vez hubo capitulado la escuadrilla tuvo que embarcarse para la isla de Cuba, desde donde se dirigió a la Península al año siguiente, expidiéndosele a su llegada la licencia indefinida, hasta que, una vez pasado juicio de calificación, en marzo de 1825 obtuvo licencia ilimitada, situación en la que se mantuvo hasta el mes de mayo de 1828.

En 1826 fue nombrado inspector en comisión del Cuerpo de Inválidos de Pamplona y Fuenterrabía, desempeñando algún otro servicio hasta que en 1828 se le concedió el mando del Regimiento de Almansa, con el que durante los años siguientes guarneció, sucesivamente, diversas plazas de las Islas Baleares, Cataluña y Navarra, conservando el mando del Regimiento —convertido en Córdoba n.º 9— a raíz de su ascenso a brigadier en 1830.

En 1833 hizo prisionero al general Santos Ladrón, que había penetrado en España a la cabeza de un millar de realistas, al que fusiló en Pamplona, siéndole concedida por su eficaz actuación el empleo de mariscal de campo. Al frente del Regimiento de Córdoba, cuyo mando siguió conservando, ocupó la ciudad de Logroño una vez hubo derrotado a los carlistas en el puente de dicha ciudad, tras lo cual la fortificó.

Habiendo recibido la orden de hacerse cargo del mando de la División de Vanguardia del Ejército del Norte, al mando del general Sarsfield, se incorporó a la misma en Logroño, iniciando la marcha hacia Vitoria el 20 de noviembre de 1833.

Al llegar al puerto de Herrera, ocupado por dos batallones carlistas, los desalojó de sus posiciones con gran derroche de valor, avanzando a continuación hacia el paso de Peñacerrada, defendido por el general Uranga al mando de cuatro batallones, a los que deshizo y dispersó en la primera carga, dejando sobre el campo de batalla más de cuatrocientas bajas, sin que el resto del ejército tuviese la oportunidad de intervenir.

Al llegar la noche se dirigió al puerto de Vitoria, que tomó por sorpresa al amanecer, volviendo a derrotar a los que se habían salvado el día anterior y reunido en aquel punto, consiguiéndose en tan corto plazo disolver las facciones de Álava y Vizcaya, mereciendo por ello recibir la Cruz de San Fernando de 4.ª Clase, laureada.

Se hizo cargo del mando del ejército de operaciones en el mes de diciembre de 1833, del que haría entrega al general Valdés en enero del año siguiente.

Al mando de las tropas de Navarra y de la 1.ª brigada de Aragón, se decidió a perseguir a las facciones situadas en los valles del Ega y Berrueza, marchando a los pueblos de Nazar y Asarta, ocupados por ellos.

El 29 de diciembre, entre diez y once de la mañana, halló al enemigo en número de seis a siete mil hombres en posiciones muy ventajosas, rehusando abandonarlas y bajar al llano del valle tras haber sido provocados por las guerrillas. Distribuida la fuerza en cinco pequeñas columnas, pues apenas disponía de dos mil hombres, y marcadas sus direcciones, arrolló a los enemigos después de haber realizado éstos una obstinada defensa, dejando sobre las alturas más de mil muertos y un número considerable de armamento, persiguiéndole hasta la conclusión del día, completando así su derrota. Tan destacada victoria sería recompensada con la Gran Cruz de San Fernando, concedida por Real Decreto de 2 de enero de 1834.

En 1834 combatió en Huesa, Olazagoitia, puerto de Artaza y Carrascal, destacando en todas estas acciones.

Durante el mes de octubre y hasta mediados de noviembre, volvió a desempeñar el mando interino del ejército del Norte.

Debido al mal estado del general Mina, nuevo jefe del Ejército, se le encomendó en 1835 la dirección de las operaciones, combatiendo en Orbiso, valle de Berrueza y puente de Arquijas, abandonando el campo de batalla en el mes de junio por haber sido nombrado gobernador de la provincia de Santiago de Cuba, cesando en este cargo en el mes de diciembre de 1836, regresando a la Península y pasando a residir en Alicante.

Habiendo sido invadida esta provincia por las facciones de Cabrera y Forcadell, se le pidió que se hiciese cargo del mando de la Milicia Nacional puesta en armas en la misma, a cuyo frente consiguió expulsar al enemigo.

En agosto de 1837 fue nombrado segundo cabo de la Capitanía de Valencia y Murcia y a continuación segundo jefe del ejército del Norte, encomendándosele el mando de las tropas de Castilla la Vieja para oponerse a la expedición de Zaratiegui, ordenándosele que a marchas forzadas se dirigiese hacia Madrid, amenazada por el Pretendiente, con cuyas tropas se enfrentó en Aranzueque (Guadalajara), para más tarde hacerlo con Zaratiegui en Aranda de Duero, viéndose obligado a retirarse al llegar refuerzos de don Carlos.

Dividido el ejército del Norte en dos Cuerpos, se le confió el mando del 2.º, con el que derrotó a las fuerzas del Pretendiente en Retuerta y Huerta del Rey, tras lo cual en octubre fue nombrado capitán general de Castilla la Vieja, consiguiendo limpiar de rebeldes todo el distrito.

En 1838 su mal estado de salud le hizo dimitir del cargo de capitán general, pasando a Madrid en situación de cuartel, donde el 1.er batallón de la Milicia Nacional le nombró su jefe.

En 1840 fue nombrado senador por la provincia de Alicante, viéndose en ese mismo año obligado a ponerse al frente de la Milicia Nacional al producirse el 1 de septiembre el pronunciamiento de Madrid. Al mes siguiente fue nombrado capitán general de Extremadura.

Un año después intervino en la sofocación del levantamiento del mes de octubre en Madrid, siendo recompensado con el ascenso a teniente general, con el que desempeñó en 1843 el cargo de capitán general de Baleares y a continuación el de comandante general del Campo de Gibraltar.

Poseía las Grandes Cruces de San Fernando, San Hermenegildo e Isabel la Católica. Estuvo casado con Ana Tomasa de Arcaya y Manzanos, hermana del laureado Manuel María de Arcaya y Manzanos; junto a él, está enterrado en el cementerio de Castro del Río (Córdoba). Actualmente lleva su nombre una de las calles de la ciudad de Madrid.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. L-807.

J. L. Isabel Sánchez, Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando. Infantería, t. I, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001; A. de Ceballos-Escalera y Gila, J. L. Isabel Sánchez y L. Ceballos-Escalera y Gila, La Real y Militar Orden de San Fernando, Madrid, Palafox & Pezuela, 2003.

 

José Luis Isabel Sánchez