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Francisco de Otero y Cossío

Biografía

Otero y Cossío, Francisco de. Turieno (Cantabria), 12.IV.1640 – Bogotá (Colombia), 29.XI.1715. Arzobispo, gobernador interino, fiscal e inquisidor del Santo Oficio, visitador general y provisor.

Hijo de Jerónimo Sanz de Otero y Cossío y de María Díaz Laso de Mogrovejo. Probablemente inició sus estudios eclesiásticos en el Seminario de León, a cuya diócesis pertenecía la Liébana, y en cuyo obispado se sabe que fue visitador general. Posteriormente se graduaría en ambos Derechos y por la inscripción de su retrato del arzobispado de Bogotá se sabe que, además, había sido provisor de Mondoñedo y Burgos y en Madrid visitador del Monasterio de la Encarnación.

Lo esencial de su carrera en España lo desarrolló al servicio del Santo Oficio de la Inquisición, ya que fue inquisidor en Navarra, en 1699, y fiscal en Logroño, Murcia y Madrid. Mientras estaba en la capital del Reino tuvo que hacer frente a una de las causas más sonadas de la historia del Tribunal, la de fray Froilán Díaz, confesor de Carlos II, sobre el que cayó la arbitrariedad del inquisidor Mendoza y que Otero y Cossío tuvo que revisar, consiguiendo la exculpación el 17 de noviembre de 1704.

Fue preconizado para la archidiócesis de Santafé de Bogotá el 14 de junio de aquel año y era consagrado en Madrid el 6 de abril de 1705, aunque no pasó a su sede hasta el año siguiente, llegando a Cartagena de Indias en marzo de 1706. Llegó con un séquito de once criados, casi todos ellos de lugares de la diócesis de León, a la que pertenecía su localidad natal, y algunos de Alcalá la Real, donde se había asentado antes de partir a las Indias.

En su archidiócesis tuvo una gran actividad eclesiástica y puso especial empeño en mejorar la moral de sus feligreses. El mismo año de su llegada se vio en la obligación de intervenir en el Cabildo de su Catedral para poner paz entre algunos de sus miembros. El 5 de febrero de 1707 consagraba el primer Santuario de la Virgen de Chiquinquirá, principal centro de peregrinación de la Nueva Granada. Al año siguiente tuvo que mediar para que el obispo de Popayán, Mateo Panduro y Villafañe, levantase la excomunión al gobernador de aquella provincia, Francisco Fernández de Heredia. Debido a los enfrentamientos que tuvo con las autoridades civiles, el 6 de julio de 1708 escribía al Rey sobre los problemas que tenía con algunos miembros de la Real Audiencia, exponiendo que, si con ello contribuía a la paz, presentaba su renuncia, que le fue denegada el 19 de febrero del año siguiente. Continuando con su labor episcopal, el 4 de mayo de 1709, ordenó a todos los párrocos que enseñasen el catecismo los domingos y el 21 de diciembre de ese mismo año ponía excomunión a quienes destilasen aguardiente, medida que debió de surtir poco efecto.

Los peligros de una invasión extranjera en las costas caribeñas de Nueva Granada hicieron que el presidente de la Audiencia, Diego de Córdoba Lasso de la Vega, tuviese que acudir Cartagena para ocuparse de la defensa, por lo que el 13 de mayo de 1710 el Rey nombraba al arzobispo presidente interino de la Audiencia de Santafé de Bogotá. El prelado se hizo cargo del gobierno entre septiembre del mencionado año y junio de 1711.

Las relaciones con los presidentes de aquella Audiencia no fueron muy fluidas, puesto que al ya mencionado Diego de Córdoba le echó en cara su amancebamiento. Pero mucho peor fue la relación con su sucesor, Francisco de Meneses Bravo de Saravia, que llegó a Bogotá el 4 de febrero de 1712. El choque entre ambos no tardó en surgir, debido a que el prelado se negó a nombrar a un sobrino del gobernador como cura de Siachoque. El mandatario, apoyado por la Audiencia, le impuso una multa de 11.000 pesos, alegando el incumplimiento en la provisión de vacantes eclesiásticas. Cossío apeló al Rey, que reprendió al mandatario y le condenó con una sanción pecuniaria, aunque aquella decisión llegó después de que el prelado hubiese fallecido.

Debido a la actividad que Francisco había desarrollado para el embellecimiento y mejora de la Catedral, a su muerte se le hizo un cenotafio en el ábside del camarín de la misma, donde se ubicó una estatua orante.

En su testamento, redactado el 16 de noviembre de 1714, dejaba la cantidad de 12.000 pesos para que se construyera un camarín en el Monasterio benedictino de Santo Toribio de Liébana, en el que se colocase la reliquia del Liugnum Crucis. Como agradecimiento por aquella dádiva, también en aquel lugar de peregrinación se colocó otro cenotafio del prelado.

 

Bibl.: J. M. Restrepo Sáenz, Biografías de los mandatarios y ministros de la Real Audiencia (1671-1819), Bogotá, Editorial Cromos, 1952; J. Restrepo Posada, Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus prelados, t. I, Bogotá, Editorial Lumen Christi, 1961.

 

Jesús Paniagua Pérez

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