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Cosme García Sáez

Biografía

García Sáez, Cosme. Logroño (La Rioja), 27.IX.1818 – Madrid, 23.VI.1874. Impresor e inventor.

Nacido en el seno de una familia modesta, pues su padre aparece como carpintero primero y como constructor de guitarras después, poco se sabe de sus primeros años y de su formación, salvo que ingresó voluntario como corneta en la compañía de tiradores del batallón de la Milicia Nacional de su ciudad natal, al que pertenecían su padre y su abuelo paterno, y que casó el 30 de octubre de 1837 con la hija de un curtidor.

Hacia 1854 se trasladó con su familia a Madrid, donde trabajó como impresor en varios diarios y como regente en la Imprenta Nacional. El 16 de mayo de 1856 patentó sus tres primeros inventos: un fusil de retrocarga, que tras ser examinado fue descartado por el Ejército, una imprenta portátil con la que se imprimió, entre otras, la gramática griega del catedrático Lázaro Bardón, y una máquina para fechar cartas y otros impresos, que significó todo un éxito al ser adoptada como oficial por el entonces joven servicio de Correos, durante más de veinte años.

En uno de sus viajes para enseñar su manejo y conservación, visitó Barcelona, donde vio el mar por primera vez y concibió entonces la idea de navegar por debajo de su superficie. Su primer prototipo experimental se construyó en la Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, y era poco más que un bote metálico cerrado y propulsado por remos articulados desde el interior, de apenas tres metros de largo por la mitad de ancho y alto, probado con éxito mediano en aguas del puerto de Barcelona hacia 1858.

Con la experiencia acumulada en el prototipo, Cosme García se lanzó a la construcción de un modelo mucho más ambicioso, al que bautizó como Garcibuzo, con unos seis metros de largo por dos con tres de alto y uno con setenta y cinco de ancho, también metálico, construido en la citada factoría barcelonesa y probado en el puerto hacia fines de 1858 o comienzos del siguiente. En julio de 1859 ya consta que había sido trasladado el submarino a Alicante y allí siguió un completo programa de pruebas, hasta la oficial el día 4 de agosto de 1860, ante numeroso público y autoridades, que resultó todo un éxito, avalado por el parte del comandante de Marina del puerto; permaneció sumergido el submarino durante tres cuartos de hora ininterrumpidamente y navegó con facilidad y soltura tanto sobre la superficie como por debajo del agua.

Pese al interés demostrado y a una entrevista con la misma reina Isabel II, el proyecto no obtuvo el apoyo oficial, debido probablemente a que quedó eclipsado por el inmediato pero posterior Ictíneo de Narciso Monturiol. Tras patentar su submarino en España, lo hizo en Francia el 5 de mayo de 1861, ofreciéndolo a su Marina, entonces interesada por la navegación submarina; pero, al tener los franceses un proyecto propio, que no tardó en fracasar, el del español fue relegado.

Fracasado su proyecto de navegación submarina y habiendo gastado en él su fortuna ganada con la máquina de Correos, Cosme García aún patentó dos nuevos fusiles más de retrocarga, el segundo de los cuales lo fue el 1 de junio de 1863, y admitido tras severas pruebas por el Ejército; se construyeron de él unas quinientas armas en la fábrica de Oviedo, algunas de las cuales se conservan en nuestros museos militares. Pero las especificaciones técnicas cambiaron y de nuevo se vio el inventor frustrado y en la ruina. Murió oscuramente en Madrid, algunos años después, sin obtener el reconocimiento que le era debido.

Alguno de sus hijos continuó su labor inventiva, con mucho menor relieve, ofreciendo uno de ellos, Juan, el proyecto de submarino de su padre a la Armada en el luctuoso 1898 para defender las costas españolas, oferta que fue rechazada. El prototipo fue hundido por otro de sus hijos en el mismo puerto de Alicante, por no poder satisfacer los derechos de anclaje.

La Armada ha reconocido el mérito del inventor riojano dando su nombre a dos de sus submarinos, el A-2 de 1917, y el S-34 de 1972.

 

Bibl.: A. R. Rodríguez González, Cosme García, un genio olvidado, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1995.

 

Agustín Ramón Rodríguez González