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Simón Bernardo de Zamácola Ocerin

Biografía

Zamácola Ocerín, Simón Bernardo. Dima (Vizcaya), 28.VIII.1759 – 23.1I1.1809. Notario y político.

Sus orígenes familiares fueron relativamente modestos en torno a la casa sólar donde las comodidades no serían excesivas, dado el amplio número de hermanos, entre los que destacó Juan A. Zamácola, notable especialista en folklore español, alto funcionario afrancesado en la Corte e historiador vasquista en el exilio. Con apenas seis años Simón B. Zamácola dejó su localidad natal para marchar a la cercana villa de Durango. Allí aprendió la profesión notarial con su pariente J. Ormaondo, que habría salido sorteado varias veces como regidor del señorío. Ya en 1782 Zamácola fue apoderado a Juntas por Dima. Pero, sobre todo, no dejó de participar en las numerosas asambleas provinciales celebradas en la década que siguió a 1793. Su estrategia fue acumular por representación, y mediante redes clientelares, los votos de diferentes municipios, al margen de que fuera regidor en varias localidades. Para entonces ya había empezado su lucha para desplazar de los poderes locales de la merindad de Arratia a los principales mayorazgos; en la década posterior siguió esa misma táctica en otras comarcas meridionales de Vizcaya. Ocupó importantes cargos en los Tercios forales durante la Guerra de la Convención, llegando a ser inspector general de las milicias de Vizcaya y Álava. Tras la guerra surgió el problema del pago de la gran deuda contraída por Vizcaya durante esos años, lo que enfrentó a las diversas corporaciones e intereses existentes en la provincia. El, junto a algunos grandes notables rurales vizcaínos de su generación, hostiles a Bilbao, encabezó una facción o “partido” (sic) que sus adversarios calificaron como “zamacolista”. Defendía desde 1794 la imposición de tributos directos sobre la propiedad. En particular, sobre los beneficios procedentes de las rentas urbanas y mercantiles frente a la postura mantenida por grandes linajes vizcaínos —a menudo con intereses también en inmuebles bilbaínos— y la burguesía comercial que pretendían aumentar los impuestos indirectos.

Su indiscutida capacidad oratoria, y una notable aptitud para la demagogia populista, le hizo ganarse fama de defensor de los intereses de los pequeños propietarios y arrendatarios rurales. Su facilidad para hacer amistades entre los enemigos de Bilbao, empezando por el corregidor Luis M. Pereira, le hizo participar como líder de una pugna entre aquella villa y la Diputación. En realidad, ésta había sido una institución frágil, apenas existente antes del XVIII, pero cada vez más potente en la segunda mitad el setecientos frente a las otras corporaciones. Procuró contactar en la Corte en defensa de su causa con hombres cercanos a Manuel Godoy —como el letrado Vicente González Arnao, conocido por ser adalid del regalismo monárquico frente a los fueros vascongados—. Tras 1801 controlaba cada vez más la Diputación; se decía hiperbólicamente de él que era dueño de Vizcaya. Las Juntas del territorio dominadas por Zamácola y los suyos se avinieron a conceder los generosos “donativos voluntarios” que imponía la Corte. A cambio de estos favores, los comisionados en Corte (el propio Zamácola y el marqués de Valdespina) consiguieron un proyecto que venía de antiguo. Había sido anunciado en Juntas, al menos desde 1792: establecer un gran puerto comercial vizcaíno, cuyos ingresos repercutieran en la provincia y no en Bilbao. En 1804 se autorizaba por la Corona el puerto de la Paz —llamado así en honor al valido— en la cercana localidad de Abando. Esta concesión parecía implicar una contrapartida inhabitual, por no ser monetaria, sino de más calado: la reforma de las milicias forales para coordinarlas con el Ejército Real. La modificación fue presentada por Zamácola como una ampliación de la política policial del señorío frente a los malhechores. Fue elegido en las Juntas de julio de 1804 como regidor del señorío y como diputado en Cortes. Al cabo de poco, estallaba una insurrección en las localidades rurales cercanas a Bilbao: la llamada “zamacolada”. Los amotinados exigían convocar Juntas para retirar el nuevo Plan Militar considerado antiforal y el castigo de los “traidores a la patria” (vizcaína).

Zamácola huyó a Navarra donde poseía propiedades y sólo regresó cuando las considerables tropas del Ejército Real que ocuparon Bilbao ya habían depuesto a las denominadas Juntas Revolucionarias. El castigo de la rebelión por los tribunales de Su Majestad aprovechó la sentencia judicial para realizar una reforma de algunos aspectos forales; ante ello, Zamácola, enviado a la Corte para negociar ante la nueva situación, no obtuvo nada, sino desprecio. Con precedentes de algún trauma nervioso padecido en la Guerra de la Convención, y tras una decepcionante conferencia con Godoy a comienzos de 1806, perdió la razón que ya no recuperó pese a variados tratamientos médicos.

 

Bibl.: L. Guezala, “La Zamacolada: un estado de la cuestión”, en Congreso de Historia de Euskal Herria, IV, San Sebastián, Txertoa, 1988, págs. 289-297; J. Gracia Cárcamo, “Simón Bernardo de Zamácola”, en J. Agirreazkuenaga (dir), Diccionario biográfico de los Diputados Generales, Burócratas y Patricios de Bizkaia (1800-1876), Bilbao, Juntas Generales de Bizkaia, 1995, págs. 503-509; C. Ribechini, De la Guerra de la Convención a la Zamacolada, San Sebastián, Txertoa, 1996; L. Guezala, La Zamacolada: Bizkaia por sus fueros, Bilbao, Juntas Generales de Bizkaia, 2003.

 

Juan Gracia Cárcamo

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