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Balbino Marrón y Ranero

Biografía

Marrón y Ranero, Balbino. Villaro (Vizcaya), 1812 – Bilbao (Vizcaya), 20.VI.1867. Arquitecto.

Alumno de las últimas promociones de los estudios de arquitectura de la Academia de San Fernando, pues su título está expedido el 24 de septiembre de 1837, fue contemporáneo de Matías Laviña, Aníbal Álvarez Bouquet y Pascual de Colomer y participó de la formación clasicista de carácter italianizante propia de estas últimas generaciones académicas previas a la Escuela de Arquitectura.

Al concluir sus estudios, solicitó la plaza de arquitecto municipal de Jerez, vacante por la separación de Manuel de Zayas, de la que tomó posesión en 1838. Aquí dejó una extensa obra: la Cárcel Pública, las Casas Consistoriales, los cuarteles de la plaza de la Constitución, capillas y panteones del cementerio, un depósito subterráneo con capacidad para cien mil arrobas de agua, además de numerosos informes y proyectos para El Puerto de Santa María, Puerto Real, Arcos y Cádiz. También trabajó en muchas obras particulares, fundamentalmente en grandes naves bodegueras donde utilizó un modelo que repetiría con profusión, creando una especie de prototipo, y también en numerosas casas particulares para la alta burguesía jerezana.

A Sevilla vino para sustituir a Ángel Ayala como arquitecto municipal en 1846, aunque su vinculación con la capital hispalense data de 1838, año en el que se declaró vecino de ella al solicitar la plaza de Jerez. En Sevilla se involucró en el proceso de transformación de la ciudad que promovieron los activos alcaldes José María Rincón y García de Vinuesa aprovechando la coyuntura económica más favorable del siglo surgida por el impulso renovador que derivó del emplazamiento de los nuevos sistemas de transporte y del asentamiento de establecimientos fabriles y manufactureros, los cuales demandaban terrenos y mano de obra.

El crecimiento demográfico puso al descubierto las numerosas deficiencias de una ciudad todavía anclada en el pasado, deficiencias fundamentales desde el punto de vista higiénico, como era la escasa traída de aguas, la carencia de una red de desagües, la indefensión contra las frecuentes inundaciones, la saturación de los cementerios, dando lugar a prácticas de enterramientos en las iglesias, la concentración de toda la población en el reducto de intramuros produciendo un hacinamiento nefasto en las viviendas, la carencia de servicios tales como mercados, colegios, edificios institucionales, la ausencia de malecones de defensa y muelles del río, los inconvenientes de un viario tortuoso y estrecho incapaz de absorber el tráfico entre el puerto, las estaciones y el interior de la ciudad, donde todavía residían todos los establecimientos comerciales y fabriles, etc. Era una situación que Balbino Marrón encaró y resolvió, dentro de lo que cabe, de manera muy digna en el ejercicio como urbanista y arquitecto.

Como urbanista, en la periferia de la ciudad, en 1850 ordenó los terrenos del Prado de San Sebastián tras el nacimiento de la Feria de Abril; en 1858 acometió la alineación y ocupación de los barrios del Arenal, la Cestería y la Carretería; este mismo año se ocupó de la ordenación de los terrenos de las afueras de la puerta de Triana. En la década de 1860 se ocupó del establecimiento de las estaciones del ferrocarril con la ordenación y limitación de la calle Torneo y Plaza de Armas. Estas actuaciones supusieron la organización futura de todo el margen izquierdo del Guadalquivir.

En la zona de levante preparó el soterramiento del arroyo Tagarete hasta convertirlo en una cloaca que desembocaba próxima a la Torre del Oro.

En el interior, en 1851, ordenó la plaza del Museo y concluyó las fachadas y edificio que alberga el Museo de Bellas Artes y la sede de la Academia; en 1852, terminó el proyecto de la Plaza Nueva y el edificio del Ayuntamiento; en 1858 configuró y proyectó la alineación de la Alameda de Hércules con la parcelación y venta de los terrenos sobrantes, lo que permitió el saneamiento del lugar. Asimismo, diseñó unas actuaciones generalizadas en el casco urbano sobre alineaciones y ensanches de calles acumulando una documentación exhaustiva que le permitió iniciar el levantamiento del plano general con su compañero Eduardo García Pérez, labor que no se llegó a materializar en ninguna cartografía. Pero todos estos datos de campo, reunidos y aprobados por las correspondientes comisiones originaron un corpus y una casuística de actuaciones en la ciudad por la que se iban a regir los futuros arquitectos de la misma.

Como arquitecto proyectó y dirigió en 1851 la fachada del Museo de Pinturas y su adaptación; en 1852 la fachada del Ayuntamiento que mira a la Plaza Nueva; en 1852 el cementerio de San Fernando; en 1858 el mercado del Perneo y en 1862 el de la calle Feria.

Dentro de las obras particulares destacan las realizadas para la adaptación y conclusión del palacio de San Telmo como residencia de los duques de Montpensier, así como otras viviendas señoriales para esta familia, el conocido palacio de Castilleja de la Cuesta y la recuperación de la ermita de Valme.

Su ascenso en 1863 a la categoría de arquitecto provincial hizo que sus obras se encuentren dispersas también en varios pueblos de la provincia, como Écija y Carmona.

Perteneció a la Academia de Santa Isabel de Hungría como numerario desde 1847. Murió en Bilbao circunstancialmente en 1867, pero su cadáver fue traído en barco a Sevilla para ser enterrado en el cementerio de San Fernando.

 

Obras de ~: Todas en Sevilla: Fachadas del Ayuntamiento hacia la Plaza Nueva; Museo de Pinturas (transformación del Convento de la Merced); Transformación y conclusión de San Telmo para residencia de los duques de Montpensieur; Plaza Nueva; Cementerio de San Fernando; Ordenación de las afueras de Puerta de Triana: Ordenación de los terrenos ocupados por el ferrocarril.

 

Bibl.: A. González Dorado, Sevilla: centralidad regional y organización interna de su espacio urbano, Madrid, Moneda y Crédito, 1975; J. M. Suárez Garmendia, “La formación de plazas en Sevilla a mediados del siglo XIX”, en Archivo Hispalense, n.º 192 (1980), págs. 239-254; A. J. Morales Martínez, “El proyecto de Balbino Marrón para urbanizar el sector de Puerta de Triana”, en Arte sevillano, n.º 2 (diciembre de 1982), págs. 43 y ss.; A. González Cordón, Vivienda y ciudad: Sevilla, 1849-1929, Sevilla, Ayuntamiento, 1985; J. M. Suárez Garmendia, Arquitectura y urbanismo en la Sevilla del siglo XIX, Sevilla, Diputación Provincial, 1986; J. M. Cuenca Toribio, Del Antiguo al Nuevo Régimen, Sevilla, Universidad, 1991; A. del Pozo y Barajas, Arrabales de Sevilla, morfogénesis y transformación: el arrabal de los Humeros, Sevilla, Universidad, Fundación Fondo de Cultura de Sevilla y Consejería de Obras Públicas y Transportes, 1996; J. Rodríguez Barberán, Los cementerios en la Sevilla contemporánea: análisis histórico artístico, Sevilla, Diputación Provincial, 1996; V. Lleó Cañal, La Sevilla de los Montpensier. Segunda corte en España, Sevilla, FOCUS, 1997; “El Palacio de San Telmo en el siglo XIX”, en Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, n.º 51 (diciembre de 2004), págs. 71-77.

 

José Manuel Suárez Garmendia