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Pedro de Orantes

Biografía

Orantes, Pedro de. Béjar (Salamanca), 1506 – Asunción (Paraguay), 1580. Oficial real de la Hacienda en el Río de la Plata durante el siglo XVI.

La mayoría de los libros de Historia dan a este personaje el nombre y apellido de Pedro Dorantes, pero en los manuscritos del siglo XVI, en que aparece su firma y se le menciona en numerosas ocasiones, siempre figura como Pedro de Orantes. Se ha hecho una contracción del artículo con la primera letra y sílaba del apellido: “de O = Do”. Hay que tener en cuenta que en su siglo no aparece ningún Dorantes o que en el siglo XX no aparece ningún “de Orantes”. Es así que Pedro de Orantes es hoy Pedro Dorantes.

Nacido en Béjar, algunas historias aluden a una primera estancia en México, no confirmada (posiblemente, se trata de una confusión por mor de la citada contracción del apellido, o bien equivocación con un pariente suyo al que se refiere Cabeza de Vaca en su libro Naufragios, sobre su desgraciada expedición a La Florida). Pero sí está documentado que fue nombrado factor real, equivalente a oficial real, con destino al Río de la Plata. Salió de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en la expedición de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el 1 de diciembre de 1540, con unos cuatrocientos hombres y cuarenta y seis caballos. También era Orantes perito en las cosas de la mar, como lo demuestra el hecho de que la expedición la componían dos naos y una carabela. Y la carabela la mandaba De Orantes (De Gandía, 1932: 99), quien dejó a su mujer e hijos en Béjar, excepto a uno, joven de unos diecisiete años, Pedro Dorantes Arias, que se embarcó con él.

El 20 de marzo de 1541 arribaron a la isla costera de Santa Catalina (en el Brasil, la Santa Catarina actual), de la que se tomó posesión solemne el 18 de abril. Por causa de los vientos, se comprobó la imposibilidad de llegar al Paraguay por la ruta marítima del Río de la Plata, por lo que se decidió emprender la travesía por tierra (más de mil kilómetros en línea recta en un mapa; pero quizás el doble en la realidad de una travesía física a pie). “A tal efecto, Cabeza de Vaca aceptó el ofrecimiento del factor Pedro de Orantes de ir a descubrirle el camino” (De Gandía, 1932: 100). En su camino por regiones inexploradas descubrió las cataratas del Iguazú. Gracias a ser la avanzadilla de la expedición terrestre, con algunos soldados y guías indios, atravesando serranías, espesos bosques y corrientes fluviales (principalmente el llamado río Ytabucú) prestó este importante servicio al adelantado, pudiendo llegar a La Asunción del Paraguay por tierra, desde las costas del Brasil, todos los expedicionarios, el 11 de marzo de 1542.

Instalado en La Asunción alternó su oficio hacendístico con su presencia en alguna expedición (la primera, contra los indios guaycurús). Había cuatro funcionarios de Hacienda en La Asunción, con los que pronto surgieron problemas entre el adelantado Cabeza de Vaca y ellos, hasta el punto de que se permitió cesar en sus tareas a dos de ellos. Proyectó el adelantado una expedición a la “Sierra de la Plata” (que era una fábula o leyenda, como las de El Dorado o las amazonas o los Césares) y nombra como acompañantes al contador Felipe de Cáceres y al factor De Orantes. Y para no dejar La Asunción sin funcionarios de Hacienda, ocho días antes de que saliera la expedición repuso en sus cargos a los depuestos. Entrada la expedición en tierras del cacique Tabaré, murió el caballo de De Orantes. Éste pidió licencia de volverse a La Asunción, invocando su flojera de cuerpo, que no su edad, pues no tenía los cuarenta años todavía. Y ofreció a Cabeza de Vaca que su hijo, el mozo Pedro Dorantes Arias, de unos dieciocho años, se quedase en la expedición como teniente de factor.

No existía concordia entre el adelantado y los oficiales reales, los cuales, el 2 de abril de 1543, requirieron en un solemne escrito a Alvar Núñez Cabeza de Vaca “que consulte con ellos las cosas referentes al Gobierno de la Provincia, pues así se ordena en la Instrucción que le había ordenado el Rey” (De Gandía, 1932: 128). Además, por estas fechas, De Orantes escribió directa y personalmente algunas cartas al Rey, pidiendo el 8 de junio de 1543 que mandase un procurador para defender los intereses de los indios.

La situación entre el adelantado y sus oficiales reales iba a peor y muchos capitanes, oficiales, soldados y funcionarios, descontentos, bajo las vehementes ideas, en lo militar, de Ñ uflo de Chaves y, en la parte administrativa y económica, del oficial real Pedro de Orantes, urdieron una conjuración contra el adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca. En la noche del 24 de abril de 1544 lo derrocaron y lo apresaron. Acumularon pruebas contra él y lo remitieron, con grillos, a España, en la carabela Comuneros, custodiado por los oficiales reales García Venegas y Alonso Cabrera, que llevaban todo un proceso de cargos. También volvió a España en esa carabela el hijo de De Orantes.

Fue nombrado adelantado Domingo Martínez de Irala, quien ya lo había sido de forma provisional antes de la llegada de Cabeza de Vaca. Dorantes dio cuenta al Rey, en su carta del 28 de febrero de 1545, con retraso, como se ve, de la detención y prisión de Cabeza de Vaca, esgrimiendo sus razones bastante poderosas.

Bajo el gobierno de Irala se encauzaron mejor las cosas, aunque este adelantado tenía la obsesión, al igual que Cabeza de Vaca, de llevar a cabo una gran exploración en búsqueda de la “Sierra de la Plata”. Así se lo hizo saber Irala al Rey en su carta del 1 de marzo de 1545: “Y asi quedo en nombre de vuestra magestad adreçando navios para fazer una entrada con trezientos ombres e mill e quinientos yndios amigos, donde espero servir mucho a Vuestra magestad y salir con gran victoria”. Subiría el Paraguay y entraría en la sierra por los Xarayes.

Los preparativos, en efecto, estaban ya terminados. Daba Irala los últimos toques a la gran expedición, cuando observó alguna resistencia pasiva por parte del grupo llamado de sus “leales”. Dos importantes tribus, más bien naciones, indígenas, los guaraníes y los agaces, mostraron actitudes levantiscas. “Con ser esto lo más importante no fue lo único que impidió esta expedición. El día 4 de julio de 1545, el factor Pedro de Orantes, presentó ante el escribano público y varios testigos, una exposición en la que manifestaba ser opuesto a la expedición que iba a realizarse, fundándose en varios motivos de gran interés. Invocaba en primer término la peligrosa actitud de los indios; mostraba luego las discordias existentes entre los conquistadores, y pedía que respetando lo tratado al verificarse la elección de Irala se fundase una población en las regiones meridionales del Plata. En cuanto a la expedición, se mostraba partidario de que se limitara por el momento a una ligera exploración de descubrimiento por el río Acaraity, en cuyas inmediaciones se suponía haber veneros de metales preciosos; indicaba la conveniencia de enviar otra pequeña expedición, con el mismo fin de la anterior, por el puerto de los payaguas; y finalmente, debía encomendarse al experimentado Héctor de Acuña que recorriera en exploración el río Bermejo” (Rubio, 1942: 223-225).

Lo anterior demuestra la agudeza de visión de De Orantes en cuestiones de política exploratoria y la reciedumbre de su carácter, ajeno al servilismo y aun a la amistad, poniendo sus miras en bien del cumplimiento de su misión, ecuánime, honrado y en servicio de España. Precisamente, por ser De Orantes un decidido partidario de Irala, es por lo que sorprendió su actuación y sus propuestas. Ni siquiera los oficiales reales estuvieron de acuerdo con él. Irala decidió llevar a cabo su gran expedición, pero pocos días después decidió su aplazamiento. Resultaba que, en primer lugar, una parte de la población asuncena, al enterarse del planteamiento de De Orantes, le dio la razón, provocando una peligrosa división en el grupo de los “leales” de Irala, terminando el exaltado capitán Diego de Abrey encarcelado. Y es que “Irala, en el fondo, conocía la razón que asistía a Dorantes” (Rubio, 1942: 225). Y en el mes de septiembre de 1545 se produjo la gran sublevación de la nación guaraní, ante la que las divisiones internas en La Asunción cesaron inmediatamente. Irala, mostrando una sensata transigencia y movido del sentido político que había proclamado en solitario De Orantes, anuló los planes de su expedición a la “Sierra de la Plata”.

Todo lo expuesto no quiere decir que De Orantes fuese en La Asunción un sedentario funcionario. Si al llegar de España mandó una carabela, y al llegar al Brasil se convirtió en esforzado jefe de patrulla de exploradores, en sus largos años de estancia en La Asunción se sabe que recorrió las comarcas fluviales del Acaay, del Paraná, del Iguazú y del Y gatú, así como otras comarcas terrestres en la búsqueda de minas, descubriendo minas de cobre. No obstante, fue de los primeros en advertir que “el futuro de la cuenca platense no residía en la minería, sosteniendo que debía abandonarse la ilusión de los metales preciosos y dedicar el esfuerzo colonizador a la actividad agropecuaria” (Zubizarreta, 1961).

Junto con Irala ansiaba crear la población de San Francisco, para asegurar al Paraguay la salida al Atlántico por las tierras del Brasil. De Orantes viajó al Perú con la expedición del gobernador Francisco Ortiz de Vergara, y en Lima consiguió que el licenciado Matienzo, oidor de la Audiencia de Charcas, apoyara la idea de la fundación de San Francisco, la cual pudo realizarse poco después, al ser nombrado Ortiz de Zárate como quinto adelantado del Río de la Plata.

La ideología colonial de Pedro de Orantes se centraba en el expansionismo, bien presente en sus cartas al Rey y al Consejo de Indias, frente a la tesis aislacionista de Felipe de Cáceres, el otro oficial real más significativo del Paraguay. En la práctica, su idea más fundamental, era la repoblación de Buenos Aires, expuesta en cartas y memoriales.

Pedro de Orantes falleció en La Asunción, en 1580, “de puro viejo”, se dice en algunas cartas a España, aunque su edad era de unos setenta y cuatro años.

C. Zubizarreta (1961: 27) lo califica como “el más honrado, eficaz y ecuánime de todos los Oficiales Reales que ejercieron el cargo en la provincia del Paraguay. Cúpole en Indias una actuación larguísima y fecunda”. Y remata diciendo que este oficial “de la Real Hacienda encarnó un perfecto modelo de buen funcionario colonial, defendiendo con desinterés y probidad los intereses de la Corona y el fiel cumplimiento de las disposiciones legales en el lejano dominio” (Zubizarreta, 1961: 28).

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Charcas, n.º 42.

R. Levillier, Correspondencia de los Oficiales Reales de Hacienda del Río de la Plata con los Reyes de España. Reunida en el Archivo de Indias de Sevilla, coordenada y publicada por ~, vol. I, Madrid, República Argentina, Publicación Editada por los Ministros de Relaciones Exteriores y Culto, Instrucción Pública y Hacienda, Est. Tipográfico de Sucesores de Rivadeneyra, 1916; E. de Gandía, Historia de la Conquista del Río de la Plata y del Paraguay. Los gobiernos de Don Pedro de Mendoza, Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Domingo de Irala, 1535-1556, Buenos Aires, Librería de A. García Santos, 1932; J. M. Rubio, Exploración y Conquista del Río de la Plata. Siglos XVI y XVII, Barcelona-Buenos Aires, Salvat Editores, 1942, págs. 221-226 y 266; E. Udaondo, Diccionario Biográfico Colonial argentino, Buenos Aires, Editorial Huarpes, 1945, págs. 289-290; C. Zubizarreta, Cien Vidas Paraguayas, Buenos Aires, Ediciones Nizza, 1961, págs. 27-28; VV. AA., Gran Enciclopedia de España, vol. VII, Zaragoza, Enciclopedia de España, 1992, pág. 3383; Index Bio-Bibliographicus Notorum Hominum, Corpus Alphabeticum, vol. LVII, Osnabrück, Biblio Verlag, 1992, pág. 599; VV. AA., Forjadores del Paraguay. Diccionario Biográfico, Buenos Aires, Distribuidora Quevedo de Ediciones, 2000, pág. 220.

 

Fernando Rodríguez de la Torre