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Juan de Salcedo Garcés de Legazpi

Biografía

Salcedo Garcés de Legazpi, Juan de. Ciudad de México (México), c. 1549 – Vigan, Ilocos (Islas Filipinas), 11.VIII.1576. Conquistador de Filipinas.

Nieto por línea paterna de Juan de Salcedo, uno de los primeros descubridores y conquistadores de Nueva España, hidalgo notorio. Su hijo Pedro casó con Teresa Garcés de Legazpi, primogénita de Miguel López de Legazpi y de Isabel Garcés, así que Juan de Salcedo, por línea materna, era nieto del conquistador de Filipinas. Era dos años menor que su hermano Felipe, quien acompañó a su abuelo en la expedición que zarpó del puerto de la Navidad el 20 de septiembre de 1564, cuando contaba poco más de quince años y regresó a Nueva España al mando de la nao San Pedro, que para descubrir la “vuelta del Poniente” salió de Cebú el 1 de junio de 1565 y llegó a Acapulco el 8 de octubre del mismo año. Felipe de Salcedo volvió a Filipinas al mando de una expedición de socorro para la gente de Legazpi, que zarpó de Acapulco a fines del año 1567. En esta ocasión llevó consigo a su hermano Juan, que contaba entonces dieciocho años, y llegó a Filipinas el 20 de agosto de 1568.

Las primeras pruebas documentales de la presencia de Juan de Salcedo en Filipinas son una serie de testimonios de tomas de posesión de diversas islas, realizadas entre enero y marzo de 1570: Zaluyan (hoy Caluyan), el 28 de enero; Simirara (hoy Semilara), el 8 de febrero; Poro, el 12 de marzo; Lubán, el 14 de marzo; Vindoro, actual Mindoro, el 14 de marzo; y Helín, hoy Ilin, situada al sureste de la anterior, el día 24 de marzo. Por el mes de mayo de 1570 se presentaron a Legazpi unos indios principales de la isla de Panay a pedirle ayuda contra los “moros” de las costas de Mindoro: el gobernador envió a su nieto Juan, con treinta soldados. Aún no había cumplido veinte años cuando desempeñó esta misión con acierto y éxito: atacó al pueblo de Mamburao, que después de dura refriega se rindió a los españoles, aunque muchos huyeron y se refugiaron en la cercana isla de Lubán, donde los atacó y venció, tomando muchos prisioneros; al fin aceptaron la soberanía de España y entregaron por su rescate una buena cantidad de oro, que se repartió entre los soldados españoles, sin que el capitán Salcedo tomara nada para sí mismo.

La conquista de Mindoro abrió a los españoles las puertas de Luzón, principal isla del archipiélago, a la que Legazpi envió desde Panay una expedición mandada por el maestre de campo Martín de Goiti, en la que también participó Salcedo. Fue primero a pacificar la laguna de Bombón (provincia de Taal), donde lo recibieron en son de guerra; herido por una flecha, abandonó de momento la empresa y una vez curado se fue tras Martín de Goiti, al que halló ante Manila, ciudad principal de Luzón, ocupada entonces por los “moros” que dominaban a los pacíficos habitantes del país. El rajá Matanda y su sobrino Solimán recibieron bien a los españoles y celebraron paces con ellos, pero pronto éste hizo traición y atacó por sorpresa. Goiti fue a su encuentro, dejando a Salcedo a cargo de los barcos y ante la dura resistencia de los moros, el maestre de campo decidió retirarse a Panay para dar cuenta a Legazpi de todo lo sucedido. Entonces el gobernador tomó el mando de una segunda expedición, en la que también participó Juan de Salcedo. Salieron el 15 de abril de 157l doscientos españoles con un numeroso grupo de indígenas. Juan de Salcedo se distinguió en la conquista de Manila y en la pacificación de la isla de Luzón. Legazpi estableció aquí la capital de los dominios españoles en Filipinas.

Llegó por entonces Juan de la Isla, procedente de Nueva España, con tres navíos y abundante socorro de gente, y los despachos del Rey que autorizaban a Legazpi para proseguir la conquista. Resuelto el adelantado a castigar a los habitantes de los pueblos de Taytay y Cainta que se habían sublevado, envió a su nieto con cien soldados que salieron el 15 de agosto de 1571. Estaban estos pueblos en un llano, a la orilla del río de Bay, que baja de la laguna de su nombre, y distantes media legua uno de otro; cuando llegó Salcedo habían recibido un socorro de más de tres mil indios, pero el capitán español logró tomar Cainta, que dejó arrasado, y se fue a Taytay, cuyos habitantes se rindieron.

El gobernador confió después a su nieto la pacificación de los pueblos de La Laguna de Bay, situada el este de Manila, a cinco leguas de distancia, y rodeada de tierras muy fértiles. Empezó Salcedo por el pueblo de Bay, cuyos habitantes trataron de cortarle el paso, pero al fin juraron vasallaje al Rey de España. Siguió adelante por la orilla de la laguna e hizo gala de su habilidad diplomática, pues logró someter esta importante comarca de Luzón sin ningún enfrentamiento armado. Aquí tuvo noticia de que en la costa oriental de la isla había ricas minas de oro —las de Paracale— y después de enviar a su abuelo la relación de lo sucedido en La Laguna de Bay, le pidió autorización y algunos hombres de refuerzo. Legazpi se lo concedió y le envió gente bien escogida: estos refuerzos encontraron a Salcedo en la bahía de Morong, a orillas de la Laguna. Desde aquí salió con ochenta soldados españoles y algunos indios que servían de guías y porteadores: llegó hasta el pueblo de Mahayhay, que estaba bien preparado para resistir, pero Salcedo los burló subiendo por un camino escarpado por donde no esperaban el ataque, y los indios, sorprendidos, huyeron; tomó otros guías en Bay y siguió adelante con sólo catorce soldados. Muchas fueron las penalidades que les ofreció este camino, porque además de los obstáculos naturales, los indios les habían preparado muchas trampas, pero de todo triunfó el buen ánimo del capitán, que infundió valor a sus hombres. En Mahapán encontró a un moro principal cuya amistad supo granjearse y éste le dio guía y provisiones. Estando allí recibió Salcedo los refuerzos que le llevaba Juan de Ramos y se embarcó rumbo a Paracale, que encontró despoblado y sin víveres. Tuvo noticia de la abundancia de las minas y de la mucha cantidad de este metal que tenían los principales de aquella tierra, pero la poca gente de que disponía, la situación en que se hallaba y la falta de navíos le obligaron a desistir de momento de la empresa después de permanecer más de veinte días en aquel lugar con su gente enferma y aquejado él también de “muy recias calenturas”, dice el cronista Gaspar de San Agustín.

Legazpi, preocupado por el tiempo transcurrido desde que su nieto salió de La Laguna, envió a buscarlo al sargento mayor Antonio Hurtado, llevándole orden de regresar a Manila. Esta expedición de socorro salió de La Laguna en diciembre de 1571 y el 28 de ese mes halló a Salcedo y los suyos; él no quería abandonar la empresa, pero obedeció las órdenes del gobernador y el 3 enero de 1572 emprendió el viaje de vuelta; al fin llegaron a la capital, donde fueron recibidos con gran alegría porque los daban ya por muertos.

Pocos meses descansó Salcedo; el 22 de mayo de 1572 salió de Manila, esta vez a la exploración y conquista del norte de Luzón y a buscar un derrotero nuevo para el viaje a Nueva España. Esta jornada la organizó casi por completo a su costa; Legazpi sólo le dio cuarenta y cinco hombres y las municiones necesarias. Salió de Manila bordeando la costa occidental de Luzón, el 20 de mayo de 1572, y al tercer día de navegación llegó al puerto de Bolinao, donde encontró un junco de chinos apresados por los naturales que pensaban venderlos como esclavos en su país. Salcedo los dejó a todos en libertad y ese gesto impresionó a los nativos, que se sometieron gustosos al vasallaje del Rey de Castilla. Lo mismo hicieron los habitantes de otros pueblos próximos y continuó luego su viaje a Pangasinán, donde los recibieron bien, les dieron abundancia de víveres y les regalaron alhajas de oro. Penetrando por algunos esteros llegó al pueblo de Malimpit, cuyo principal los invitó a un banquete pensando emborracharlos para darles muerte, pero enterados los españoles, se abstuvieron por completo de la bebida; entonces los indios salieron todos del pueblo, con pretexto de buscar gente de los alrededores y volvieron con más de dos mil hombres armados. Trabada la batalla, los españoles los vencieron haciéndoles muchas bajas. Continuaron su navegación hacia el norte y llegaron al río de Nacarlán, que remontaron hasta un pueblo donde había indios armados que trataron sin éxito de detener su avance; también fracasó la estratagema de darles víveres y vino envenenados, y siguiendo hacia el norte de Luzón, llegaron al pueblo de Atulay, situado en un peñón muy alto y bien defendido: los españoles encontraron un camino para subir y atacar a los indios por sorpresa y éstos huyeron. Viendo Salcedo que Atulay era el mejor pueblo de toda la comarca, envió mensajeros a sus habitantes para decirles que no quería hacerles daño sino tener paz y amistad con ellos, pero no fue atendido y decidió seguir hacia el norte. Cuando llegó al río de Parao bajó a tierra y fue bien recibido, pero al entrar en el pueblo no halló en él mujeres ni niños, lo que le hizo entrar en sospecha. Los indios trataron de atacar los barcos españoles creyendo que estarían desprevenidos, pero los encontraron preparados para defenderse y cuando volvió Juan de Salcedo con sus soldados los obligó a retirarse con bastantes pérdidas. Al día siguiente llegó a Dumaguaque, pueblo de la misma provincia, donde fue bien recibido, pero tuvieron que rechazar un ataque de indígenas del interior. Salcedo y su gente salieron de allí el 12 de junio de 1572 para continuar su exploración de la costa occidental de Luzón.

Llegados a la desembocadura del río de Vigan, lo remontaron y trataron de desembarcar. Prosiguió Salcedo su navegación en demanda del río de Cagayán que era el límite norte fijado por Legazpi a esta expedición. En Ylavag la gente, ya muy cansada, se negó a seguir porque los moros de Manila les habían dicho que los barcos que llevaban eran demasiado pequeños para poder doblar el cabo Bojeador. Vista la actitud de sus soldados, el capitán renunció a subir más al norte y entró por el río de Ylavag, donde fue recibido con hostilidad y no se aceptaron sus requerimientos de paz: logró entrar en el pueblo, que tenía cuatro mil casas y estaba sobre una barranca desde la que se descubrían otras muchas y grandes poblaciones, que también se mostraron hostiles. Decidió Salcedo retirarse, pero durante ocho días no pudieron salir de la barra por el mal estado de la mar.

Como continuaba el mal tiempo y los víveres ya escaseaban, Salcedo, con ocho soldados de los más animosos, consiguió entrar en un pueblo donde tomaron abundantes provisiones y encontraron a un indio principal que les pidió perdón en nombre de todos los de aquella comarca. Salcedo lo agasajó y le dijo que volviera con los demás para hacer las paces, como lo hicieron al día siguiente y después de explicarles las intenciones de los españoles celebraron la paz y se sometieron. Dijeron que aquella provincia se llamaba Barol y tenía muchos y ricos pueblos.

Salcedo volvió a Vigan, donde construyó un fuerte en el que dejó una guarnición de veintisiete hombres al mando del alférez Hurtado, y fundó la villa que llamó Fernandina en honor del príncipe Fernando (1571-1578), hijo de Felipe II y primogénito de su cuarta esposa, Ana de Austria. Con los diecisiete soldados que le quedaban intentó de nuevo llegar hasta Cagayán; salió de Vigan el 24 de julio de 1572 y al segundo día dobló el cabo Bojeador y navegó hacia el este bordeando la costa; encontraron un río grande llamado Tulay, cuyas orillas estaban muy pobladas y supieron por los indios que había abundancia de oro y de otros productos valiosos, y mucho algodón del que fabricaban buenos tejidos, que vendían en China y Japón. Fracasado el intento de hacer paces con aquellos indios, emprendieron el regreso al río de Cagayán, después de sufrir una fuerte tormenta que los puso a punto de zozobrar. Ahora, ya definitivamente, Salcedo emprende el viaje de vuelta a Manila en una navegación penosa en la que estuvo a punto de ahogarse, porque su barco volcó y no sabía nadar; le socorrieron unos moros de Manila que lo llevaron a la encomienda de Francisco de León y después de descansar dos días continuó su viaje. En el pueblo de Tagui supo que había muerto su abuelo dos días antes, víctima de una afección cardiaca. Apresuró su marcha cuanto pudo y al fin entró la capital, donde lo recibieron el gobernador interino Guido de Lavezaris y el maestre de campo Martín de Goiti.

En una nueva expedición salió de Manila con sólo veinte soldados y estableció la soberanía de España en la provincia de Tarlac. Uno de los primeros actos de gobierno de Guido de Lavezaris, sucesor de Legazpi, fue enviar al capitán Juan de Salcedo con ciento veinte soldados a la pacificación del río de Bicol y de la provincia de Camarines, poblada por cerca de veinte mil hombres, encargándole que con el menor daño posible, la redujese toda al dominio y vasallaje del Rey de España; ocurría esto en el mes de julio de 1573. Una relación anónima de 16 de julio de 1574 revela que Juan de Salcedo fue a Pangasinán con un principal de aquel pueblo y despachó por mar a sus soldados, el servicio y la impedimenta; él siguió por tierra con treinta soldados, el 22 de abril del citado año. Desde Pangasinán escribió que era muy corta la travesía en la que no invirtió más de tres días y encontró dos pequeños pueblos, camino llano y mucha caza. Descubrió el nacimiento del río de Pangasinán, por cuyo curso descendieron a los citados pueblos, que empezaron a pagar tributo a Su Majestad.

Estando Salcedo en la provincia de Ilocos envió una galera a la provincia de Cagayán para proveerse de víveres; la conducían nueve indios y llevaba a bordo catorce españoles. Esta galera se encontró con el pirata Limahong, que se dirigía contra Manila.

En la lucha venció el chino y se apoderó de un falcón de catorce quintales que utilizó luego contra Salcedo en el cerco que puso a Pangasinán. Presenciado este hecho por el sargento Francisco de Saavedra desde un pueblo de la costa, Salcedo remitió inmediatamente a Manila un aviso del peligro y les prometió oportuno y eficaz auxilio. Los mensajeros llegaron a Manila el 1 de diciembre de 1574. Dos días antes había fondeado el pirata detrás de la isla del Corregidor que cierra la entrada de la bahía, y desde allí envió a la costa cuatrocientos soldados escogidos a las órdenes de sus mejores capitanes y bajo el mando de su maestre de campo, el japonés Sioco.

Juan de Salcedo acudió en auxilio de Manila, llevando consigo cincuenta arcabuceros; en seis días recorrió más de ciento ochenta millas, entró en la ciudad y obligó a los chinos a replegarse, después de sufrir muchas bajas. Limahong se hizo fuerte en Pangasinán y construyó una fortaleza de madera a la orilla del río de Lingayen. El gobernador Lavezaris había nombrado maestre de campo a Juan de Salcedo, para sustituir a Martín de Goiti, que había muerto en el primer ataque de los piratas; el nuevo maestre de campo atacó a los chinos el 22 de marzo de 1575 y puso sitio a su fortaleza, pero no pudo impedir que los piratas construyeran los barcos suficientes para regresar a su tierra: la noche del 3 de agosto consiguieron escapar, aunque con grandes pérdidas, y los supervivientes llegaron a China.

En premio a sus muchos servicios, Juan de Salcedo recibió el 14 de abril de 1574 la encomienda de indios de Bantay y otras también en Ilocos, que sumaban mas de mil indios; anteriormente, el 16 de noviembre de 1572, el gobernador Lavezaris le había concedido la del río de Tagurín (Ilocos) y otra en la provincia de Manila, la de Tuley; ambas sumaban cuatro mil indios. Ingresó así en el grupo más selecto de los pobladores y primeros conquistadores de la tierra y se unió a una indígena filipina que le dio un hijo, al que llamó Pedro en memoria de su abuelo paterno.

 Juan de Salcedo tenía en México dos hermanas casaderas, a las que tomó a su cargo; para esto debía viajar a Nueva España y obtuvo licencia para ausentarse por dos años de Filipinas. Otorgó testamento en Manila y marchó a su encomienda de Ilocos, donde contrajo unas fiebres infecciosas que acabaron con su vida, pero tuvo tiempo de hacer un codicilo por el que, una vez pagadas sus deudas, legaba el resto de sus bienes a los indios de su encomienda. Falleció el 11 de agosto de 1576. Un año después sus huesos fueron llevados a Manila y sepultados junto a los de su abuelo en el presbiterio de la iglesia de San Pablo, generalmente conocida como San Agustín, intramuros.

 

Bibl.: J. Montero y Vidal, Historia General de Filipinas, t. I, Madrid, Manuel Tello-Viuda e Hijos de Tello, 1887; J. Caro y Mora, Ataque de Li-Ma-Hong a Manila en 1574, Manila, Litografia de Ghopé y Cía., 1898; P. Pastells, Historia de Filipinas, t. I, Barcelona, 1925; G. de San Agustín, Conquistas de las islas Filipinas (1565-1615), ed. de M. Merino, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975; A. García-Abásolo, “La expansión mexicana hacia el Pacifico. La primera colonización de Filipinas (1570-1580)”, en Historia Mexicana, 125 (julio-septiembre de 1982), págs. 55-88; L. Díaz-Trechuelo, “Filipinas en el siglo XVI”, en M. Lucena Salmoral (coord.), Historia General de España y América, t. VII. El descubrimiento y la formación de los Reinos Ultramarinos, hasta fines del siglo XVI, Madrid, Rialp, 1982; A. M. Molina, Historia de Filipinas, t. I, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional-Ediciones de Cultura Hispánica 1984, págs. 67-76; P. Hidalgo Nucheras, Encomienda, tributo y trabajo en Filipinas, Madrid, Universidad Autónoma, Polifemo, 1995; A. García-Abásolo, “Formación de las Indias Orientales Españolas. Filipinas en el siglo XVI”, en L. Cabrero Fernández (coord.), Historia General de Filipinas, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 2000, cap. V.

 

Lourdes Díaz-Trechuelo López-Spínola, Marquesa de Spínola