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Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán

Biografía

Spínola y Guzmán, Ambrosio Ignacio. Madrid, 7.I.1632 – Sevilla, 24.V.1684, Canónigo, obispo de Oviedo, arzobispo de Valencia, Santiago y Sevilla, inquisidor general, rector de la Universidad de Salamanca.

Ambrosio Ignacio Spínola y Guzmán, pertenecía a la ilustre familia de los Spínola, oriunda de Italia y afincada en España. Hijo de Diego Mesía y Guzmán, marqués de Leganés y Morata y Policena Spínola, hermana del cardenal Agustín Spínola. A los siete años, perdió a su madre y su pariente el conde-duque de Olivares se lo llevó a la Corte para servir de menino al príncipe Baltasar Carlos. Poco después su tío, el citado cardenal, nombrado arzobispo de Santiago de Compostela, el 23 de octubre de 1630, al hacer su entrada en la capital de la diócesis a mediados de abril de 1635, se lo lleva consigo, le confirió la prima clerical tonsura, y con dispensa de edad, concedida por el papa Urbano VIII, por contar tan sólo once años de edad, le concedió una canonjía, agregándole la dignidad de prior de la catedral compostelana.

Promovido el cardenal Agustín Spínola al arzobispado de Sevilla el 16 de enero de 1645, hizo su entrada el 22 de mayo inmediato. Su sobrino Ambrosio Ignacio Spínola le acompañó como familiar suyo.

Estudió artes en la universidad y colegio mayor de maese Rodrigo de Sevilla, fue nombrado canónigo y arcediano de la Reina. Pasó luego a Salamanca a concluir los estudios, graduándose en Teología y Cánones, llegando a ser, en 1652, rector de aquella célebre universidad. Algún tiempo después fue canónigo de la Catedral Primada de Toledo, en 1656 recibió la ordenación sacerdotal, y fue nombrado Inquisidor, en cuyo cargo dio pruebas de talento y virtud.

El 13 de abril de 1665, a propuesta del rey Felipe IV, el papa Alejandro VII lo nombró obispo de Oviedo. Y el 7 de marzo de 1667 lo promovió al arzobispado de Valencia. El 23 de junio inmediato tomó posesión de dicho Arzobispado por medio del obispo auxiliar, José Barberá.

Se esperaba mucho de la colaboración del nuevo arzobispo y del virrey Gaspar Felipe de Guzmán y Mejía, marqués de Leganés, su hermano, que falleció poco después de haber tomado posesión el nuevo prelado, malográndose las esperanzas que se habían puesto.

En el breve tiempo que fue arzobispo de Valencia, Ignacio Ambrosio Spínola, se concluyeron las obras de la construcción de la capilla de la Virgen de los Desamparados, que habían sido iniciadas por el arzobispo Pedro de Urbina el 15 de junio de 1652.

Se bendijo e inauguró el nuevo templo el tercer domingo de mayo de 1667. Grandes fiestas acompañaron al acontecimiento.

Durante estos años continuaron en Valencia las manifestaciones de piedad barrocas y recogidas, a la vez que severas y tradicionales. El clero era numeroso e iba creciendo en efectivos. Creció el número de conventos, especialmente en la ciudad de Valencia, llegando a ocupar una sexta parte de la superficie. La Valencia barroca conoció el caso del beneficiado de la parroquia de San Andrés, Francisco Jerónimo Simó, que llevó una vida introvertida y edificante, de cierta popularidad, y a quien se le atribuían muchos prodigios.

El arzobispo Ambrosio Ignacio Spínola el 9 de abril de 1668 fue nombrado arzobispo de Santiago de Compostela y el 7 de septiembre inmediato hacía su entrada en la capital compostelana. Un mes después, el 7 de octubre, el papa Clemente IX lo preconizaba para el Arzobispado de Sevilla y el 29 de septiembre de 1669 tomaba posesión de su nueva diócesis.

Sevilla, desde el primer momento que comenzó la evangelización del continente americano, tomó una gran proyección eclesiástica, de hecho y de derecho, hacia el Nuevo Mundo. Sevilla y su región, durante mucho tiempo, vivió años de esplendor y de gran vigor en la vida eclesiástica. Como arzobispo, Ambrosio Ignacio Spínola fue testigo del entusiasmo que se vivió por la defensa del misterio de la Inmaculada Concepción; por aquellos años se iban organizando las hermandades o cofradías de Semana Santa, cuya celebración, sin embargo, era entonces inferior en esplendor y solemnidad a la fiesta del Corpus Christi.

La construcción de nuevos templos y la fundación de nuevas casas religiosas, en relación, muchas veces, con centros benéfico-religiosos se multiplicaron prodigiosamente.

El número desorbitado de clérigos y religiosos que residían en Sevilla indicaban la potencia espiritual y material de aquella Iglesia.

En contraposición a todo esto, hay que hacer notar las muchas carencias que afectaban a Sevilla, cuyos vicios crecían a la sombra de su opulencia económica y de su ambiente mercantil y cosmopolita. El siglo xvii, sobre todo, fue alarmante por la pérdida de las buenas costumbres, que afectaban a todos los estamentos de la sociedad. Durante el pontificado de Ambrosio Ignacio Spínola, tuvo lugar el caso de Miguel de Mañara y de su conversión, después de una vida frívola y arrogante. La muerte prematura de su esposa, Jerónima Carrillo de Mendoza Castrillo y Fajardo, el 17 de septiembre de 1661, supuso un cambio total en su vida. Poseedor de una inmensa fortuna la consagró totalmente a los pobres y enfermos. Reorganizó la Hermandad de la Santa Caridad, escribió personalmente sus estatutos, edificó enfermerías para los pobres incurables, fundó una congregación de enfermeros para atenderlos y se convirtió en el limosnero universal de Sevilla. Como obra suya queda todavía el Hospital y Hermandad organizada por él, y la estupenda Iglesia de la Caridad, con los óleos de Murillo y el artístico retablo de Simón de Pineda.

Por aquellos años, cundieron inundaciones y epidemias.

A estas y otras calamidades en grado heroico respondió el arzobispo con su pródiga caridad. Las limosnas con que socorría a los numerosos pobres que acudían a las puertas del arzobispado sumaban al final del año más de 8000 ducados. A los conventos pobres socorría con trigo en las Pascuas de Navidad y Resurrección del Señor y todos los jueves daba de comer en su palacio a trece pobres en memoria del Redentor y sus apóstoles, les servía la mesa, asistido de sus familiares, y terminada la comida les besaba la mano y les entregaba a cada uno un par de reales. Visitaba con frecuencia los hospitales socorriendo a los enfermos, no consintiendo que nadie quedase sin ser atendido.

En las necesidades públicas que sufrió Sevilla por aquellos años invirtió más de 200.000 ducados, que al no disponer totalmente de dicha cantidad, tuvo que buscarla de la generosidad de los fieles, llegó a vender su vajilla y objetos de valor. Atendía otras obras de piedad y caridad, contándose entre ellas su intervención en la fundación de la Casa Asilo para sacerdotes pobres y enfermos, aprobando sus estatutos y declarándose el primer hermano de dicha institución.

Resentida notablemente su salud, desde 1679, falleció el 14 de mayo de 1684. Su cadáver fue depositado en la iglesia de la Anunciación de la casa profesa de la Compañía de Jesús, y colocado próximo al sepulcro de su tío, el cardenal Spínola. Concluida la iglesia de la Inmaculada Concepción fueron conducidos los restos de ambos prelados a dicha iglesia y depositados en su panteón como patronos, el 4 de mayo de 1710. Las vicisitudes que este templo sufrió con ocasión de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, a la que estaba confiada su dirección, hizo que desapareciesen los despojos mortales de estos dos beneméritos prelados.

 

Bibl.: G. Aranda. SI, Inmortal memoria del Eminentísimo Señor Don Agustín Spínola, Sevilla, 1682; D. Ortiz de Zuñiga, Anales eclesiásticos de Sevilla, Madrid, Juan Rodríguez, 1796, 4 vols.; J. Matute y Gaviria, Anales eclesiásticos... de Sevilla, Sevilla, 1887; A. Morgado, Prelados sevillanos, Sevilla, 1899-1904; M. Serrano Ortega, Bibliografía de la Catedral de Sevilla, Sevilla, Tipografía Agapito López, 1901; P. Gauchat, Hierarchia católica medii et recentoris aevi, vol. IV, (1592- 1667), Monasterio 1935 (reimpr. Padova, 1967, Tipografía “Il Mensaggero di San Antonio”, págs. 268, 357 y vol. IV (1667-1730), Padova, 1952, Tipografía “In Mensaggero di San Antonio”, págs. 166, 222, 402); J. M. Granero, Don Miguel Mañara, Leca, Colona y Vicentelo, Sevilla, Artes Gráficas Sevillanas, 1963.

 

Arturo Llin Cháfer

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