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Emilio Sala y Francés

Biografía

Sala y Francés, Emilio. Alcoy (Alicante), 20.I.1850 – Madrid, 14.IV.1910. Pintor.

Pertenece a la generación de pintores que, formándose en contacto con la pintura francesa, llevaron a cabo una renovación técnica, de estilo y de género, en el anquilosado panorama artístico español de finales de siglo XIX. Se dio a conocer gracias a la pintura de historia, de moda en los círculos oficiales, pero pronto pegó un salto hacia una pintura de factura mucho más moderna, vinculada con el impresionismo y el naturalismo, y observadora de la realidad circundante; una pintura mediterránea y colorista. Comenzó entonces una reconocida trayectoria dentro de la pintura de género, el paisaje y el retrato, a través de una pincelada suelta y realista, y un brillante dominio de las tonalidades claras en su vocación por interpretar la luz natural como elemento expresivo. Fue maestro de toda una generación y entre sus discípulos cabría destacar a Cecilio Pla.

Nacido en el seno de una familia de comerciantes de Alcoy, Emilio Sala cambió de residencia a Valencia a una edad muy temprana. Sin interés por continuar el negocio familiar y más interesado, sin embrago, por las letras y las artes, el joven inició una formación artística en 1866 de la mano de su primo y tutor Plácido Francés, que era catedrático de Dibujo del Antiguo y Natural en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos. Allí fue también alumno de Salustiano Asenjo, Ferrer Olmos, Carlos Franch, Gonzalo Salvá, Rafael Montesinos y Julio Peris, y compañero de otros jóvenes pintores que cosecharon gran fama como Ignacio Pinazo y Antonio Navarro Rubio. Visitó Madrid y admiró a Velázquez en el Museo del Prado, y estudió también al pintor contemporáneo de moda: Eduardo Rosales. Con tan sólo diecisiete años no dudó en exhibir sus obras con ocasión de la Exposición de la Sociedad Económica de Amigos del País, celebrada el 10 de mayo de 1867, a la que acudieron otros artistas de la talla de Muñoz Degrain, Martínez Cubells y Francisco Domingo. Emilio Sala fue premiado en esta primera experiencia con una medalla de cobre como recompensa a su lienzo Bodegón.

En 1871, una vez terminados sus estudios en San Carlos, el pintor empezó una rápida conquista de los círculos oficiales. Su ambición le llevó a presentarse por vez primera a la Exposición Nacional de Madrid con un sólo cuadro, de tema histórico, titulado Prisión del Príncipe de Viana, con el que fue galardonado con una medalla de plata. Pese a que la primera medalla recayera sobre Francisco Domingo por su obra Santa Clara, fue Emilio Sala la auténtica revelación. Su enorme lienzo destacó por la riqueza de colorido, la madurez en la composición y la intensa emoción que desprendía. La prensa del momento enseguida se hizo eco de esos alardes. La obra fue adquirida por el Estado el 4 de marzo de 1874 y donada en 1891 al Museo de Bellas Artes de Barcelona.

Con la confianza ganada tras el éxito de la Exposición Nacional volvió a presentarse en la siguiente edición celebrada en 1876. Esta vez, su envío estuvo formado por siete lienzos entre los que figuraron Un negro, Retrato de Carlos Fornos y Danelle. Tras el triunfo anterior la crítica lo esperaba con gran expectación, pero esta vez la suerte no le acompañó y fue duramente criticado. Para la siguiente edición de 1878, no dudó en volver al cuadro de historia, que era del gusto de la época y envió, entre otros, Guillem de Vinatea delante de Alfonso IV haciéndole revocar un contrafuero, por el que recibió la deseada primera medalla. Pese a que el lienzo recogía un tema legendario, episodio mítico de la historia de Valencia, lo sorprendente fueron las pequeñas dimensiones que tenía, apenas de 60 por 100 centímetros, un formato muy poco común para este tipo de representaciones. Sin embargo la equilibrada composición y el rico colorido, lo aventajaba frente al resto de la pintura de historia presentada. La medalla de honor recayó sobre otro cuadro de historia: Doña Juan la Loca de Pradilla, pero tal fue el éxito alcanzado por Emilio Sala con esta obra, que fue expuesta en la Exposición Universal de París, celebrada poco después, y fue adquirida por el Estado español con destino a la colección del Museo del Prado. El pintor, de nuevo lleno de gloria, continuó con sus envíos a los certámenes y para rematar sus éxitos, consiguió una nueva medalla de primera clase compartida con otro valenciano, Antonio Muñoz Degrain, en la edición de 1881 con el lienzo Novus Ortus (Alegoría del Renacimiento). El mismo lienzo había estado presente en la Exposición Regional de Valencia en 1872, junto con un retrato. Para la Exposición Nacional de 1884, el afamado pintor realizó un envío simple, sin pretensión alguna por conseguir una nueva medalla formado por Cuadro con varios dibujos a pluma (ilustraciones para los Episodios Nacionales de Pérez Galdós). La medalla de honor volvía a recaer sobre Antonio Muñoz Degrain con su fantástico lienzo Los amantes de Teruel.

Los triunfos cosechados por Emilio Sala en exposiciones regionales afianzaron también su presencia en los circuitos oficiales españoles. En 1874 participó con un conjunto de acuarelas acuarelas en una Exposición del Círculo de Bellas Artes, del que era miembro, y en 1881 estuvo presente en la Exposición de Bosch de Madrid con seis cuadros, entre ellos, Valle de Lágrimas, El nuevo sileno y un espléndido retrato femenino titulado Julia. Dos años más tarde, participó de nuevo en la Exposición Regional de Valencia que ese año celebraba la Sociedad Económica de Amigos del País, en la que volvió a mostrar Valle de Lágrimas y por la que recibió el gran premio de honor.

Su presencia en estas exposiciones le aportó rápidamente una gran fama a través de la prensa de la época que le dieron una reconocida reputación como pintor de encargos. Entre ellos, cabría destacar el que realizó para la decoración de una de las más famosas cafeterías madrileñas: La Cantina americana, en 1878, por encargo de Ramón Guerrero. Para la ocasión ejecutó diferentes telas de factura moderna y rico colorido: La manzanilla, El champagne, El bocadillo, El Jerez, El Banquete y El nuevo silencio, que el pintor se atrevió a mostrar en la Exposición Nacional de ese año, siendo tachadas por el jurado de indignas. Pero no hay que olvidar tampoco que el lienzo Novus Ortus, por el que consiguió la primera medalla en 1881, estaba destinado, en origen, al nuevo techo del Palacio de Anglada en Madrid. Otras decoraciones como el techo del restaurante Fornos —con obras como El Té, El Café, El Vino, La cocina popular y Mercurio— así como el techo del Palacio Manzanero o la decoración del ya citado Palacio de Anglada, también en Madrid, supusieron toda una revolución en el campo de la decoración mural.

En 1885 Emilio Sala viajó a Roma como pensionado de mérito por la Real Academia de San Fernando. Allí entabló una gran amistad con Francisco Pradilla, Federico de Marazo y Joaquin Sorolla y recibió el reconocimiento de ser nombrado miembro de mérito por la Academia de Bellas Artes. A pesar de todo, Roma no supuso el espaldarazo definitivo para el pintor, por lo que en marzo de 1886 se trasladó a París. En la capital francesa estableció su primer estudio en la calle Rochechourt y entabló relación con los pintores Paul Laurens, Leon Bonnat y Puvis de Chavannes, entre otros. Allí también contrajo matrimonio con Eugenia Bernard, con quien tuvo una hija.

Al poco tiempo de llegar a París, el artista terminó un lienzo de historia que había comenzado en Italia: Expulsión de los judíos de España año de 1492, con el que cerraba su trilogía de pintura de historia y su afición por éste género. El cuadro es quizás el más célebre del pintor pero, a su vez, el más criticado. De inspiración neoclásica y romántica a la vez, continuaba con la tradición renovada de la pintura de historia que había iniciado el pintor Eduardo Rosales, pero para Emilio Sala, este tipo de pintura, no era más que un trampolín para cosechar éxitos y labrarse una fama. La obra fue presentado sin gloria a la Exposición Universal de París de 1889, pero con enorme éxito en la Nacional madrileña de 1890, mucho más proclive a la pintura de historia que en París, que se juzgaba de trasnochada. Un año más tarde, el cuadro recibió una medalla de oro en la Exposición Universal de Berlín y fue re-expuesto en la Exposición Nacional de Madrid en una sala dedicada a este tipo de composiciones. El 7 de diciembre de 1892 el Estado español lo adquirió para formar parte de la colección del Museo del Prado aunque finalmente fue cedido al Museo de Bellas Artes de Granada para ocupar un lugar destacado en el Palacio de Carlos V de la Alhambra.

En los años siguientes el pintor siguió participando en los salones franceses con lienzos de género, escenas costumbristas y retratos, como el destacable Retrato de la infanta Eulalia. En París también recibió diversos encargos de decoración procedentes de la aristocracia francesa para los que pintó medallones decorativos y varios techos con figuras clásicas.

En 1893, de regreso a Madrid, participó en la Exposición de Pintura que el Círculo de Bellas Artes celebró en el Palacio de Cristal del Buen Retiro. Expuso varias obras, entre las que se encontraba el cuadro de género Ordenanzas Municipales y una figura femenina con el título de Flor de estufa. Volvió a participar en la exposición que la institución celebró un año más tarde con el Retrato de la señora de don Eduardo de Alba, magnífico cuadro que le consagró como maestro de este género.

Instalado en Madrid, Luca de Tena le ofreció un puesto de colaborador gráfico en 1896 en la naciente revista ilustrada Blanco y Negro. En la publicación colaboraron prestigiosos periodistas, poetas y literatos, tales como Campoamor o Mariano de Cavia. Junto a estos, destacó la presencia de grandes pintores y dibujantes de la época, como Cecilio Pla, Mariano Benlliure o el mismo Joaquín Sorolla. La experiencia de Sala como ilustrador se remontaba a los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, sin embargo fueron éstas, las ilustraciones para Blanco y Negro, resueltas con un estilo simbolista, las que le dieron gran fama dentro del campo de la gráfica. De estética similar fueron también las ilustraciones que realizó para el calendario de UEE de 1902, donde destacó su Dama con escopeta, iniciando un gusto por la tradición de la representación femenina dentro de la época.

Emilio Sala fue, sin duda, uno de los más reputados retratistas de la época. Los encargos más importantes que recibió fueron los retratos de la infanta doña Eulalia, la marquesa de Coquilla, la condesa de Montano o la barones del Castillo de Chiriel. Pero dentro de los retratos femeninos los más célebres fueron el Retrato de María Guerrero niña, conservado hoy en el Museo del Teatro de Ciudad Real, y el de Doña Ana Colin y Perinat, propiedad de la Real Academia de San Carlos y conservado hoy en el Museo de Bellas Artes de Valencia. De entre los retratos masculinos, cabe destacar el Retrato de Ramón de Campoamor y Campoosorio de hacia 1883-1885 y que se conserva en la colección de la Hispanic Society de Nueva York. Éste fue expuesto en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1899 y en la Exposición Nacional de Retratos de 1902, y fue muy reproducido en las revistas de la época como prueba de su maestría dentro de este género.

Paralelamente, Emilio Sala retomó sus encargos como decorador llevando a cabo, entre otros, la decoración del techo del Palacio de S.A.R la infanta doña Isabel de Madrid, que tituló Las Horas, y que fue considerado por Juan Ramón Jiménez como “un sagrado triunfo”. La depuración formal y el vibrante colorido de Sala se identificaron rápidamente con la nueva estética que el poeta onubense estaba promoviendo. Para Juan Ramón, la obra de Sala debía de ser la guía de la pintura española del momento. Por otro lado, Emilio Sala emprendió otro proyecto en 1889, esta vez, junto con su amigo el pintor Ignacio Pinazo. Se trataba del encargo de decoración de la madrileña cervecería de El León de Oro, donde Sala ejecutó los dos lienzos que flanqueaban la entrada del salón interior del local.

1906 le dio el éxito que le catapultó como uno de los pintores más destacados del momento y que, además le permitió ejercer un magisterio más allá de las clases particulares de su estudio. Por Orden Ministerial consiguió la Cátedra de Teoría y Estética del Color en la Academia de San Fernando de Madrid, creada específicamente para él. La decisión de crear un nueva cátedra procedía del enorme impacto que había producido la publicación en 1906 de su ensayo La Gramática del color. En él, Sala desarrolló todo un análisis sobre una investigación relacionada con la óptica física que había ido elaborando a lo largo de toda su trayectoria. El éxito de esta publicación hizo que rápidamente se convirtiera en un manual de referencia para todo pintor del momento.

Al tiempo de su nueva actividad docente en la Academia, se involucró en un proyecto relacionado con el teatro. Se trataba de la elaboración de un telón de boca para la representación de El Corral de la Pacheca en el Teatro Romea de Murcia. No fue la primera vez que Emilio Sala realizaba un encargo de este tipo, ya que había colaborado en 1898 en la elaboración de un telón de boca para la representación de un repertorio de obras españolas protagonizadas por la actriz María Guerrero en el Teatro de La Renaissance de París. Tras éste, todavía tuvo tiempo y energía para dedicarse, con sesenta años de edad, a un nuevo encargo: la decoración de los salones principales del Casino de Madrid en la calle de Alcalá. Sin embargo, una afección gripal inesperada hizo que la obra quedase inacabada y que fuera retomada por su discípulo predilecto, Cecilio Pla. Emilio Sala falleció repentinamente en Madrid el 14 de abril de 1910.

 

Obras de ~: Una chula, 1870; Prisión del Príncipe de Viana, 1871; Doña Colín y Perinat, 1874; Guillem de Vinatea exigiendo a Alfonso IV la revocación del contrafuero, 1878; Retrato de la niña María Guerrero, 1878; El té; El Café; El vino; La manzanilla, 1878; El champagne, 1878; El bocadillo, 1878; El Jerez, 1878; El banquete, 1878; El nuevo silencio, 1878; Batalla de flores en Valencia; Retrato de su majestad Alfonso XII; Novas Ortus (Alegoría del renacimiento), 1881; Retrato de don Ramón María de las Mercedes de Campoamor y Campoosorio, c. 1883-1885; Retrato del pintor Plácido Francés; Retrato del pintor Vicente Palmaroli, 1886; Expulsión de los judíos, 1889; La cocina popular; Mercurio; La partida de ajedrez; Mujer en un columpio, c. 1890; Flor de estufa, c. 1893.

Escritos: La gramática del color, Madrid, Viuda e Hijos de Murillo, 1906.

 

Bibl.: Barón de Alcahalí, “Julio Romero de Torres”, en Diccionario Biográfico de artistas valencianos, Valencia, Imprenta F. Doménech, 1897; E. Lafuente Ferrari, Breve historia de la pintura española, Barcelona, Ed. Tecnos, 1953; J. M. Bayarri, Historia de l’art valencià desd dels origines fins els postres dies compendiosament, Valencia, Ediciones Bayarri, 1957; A. Espí Valdés, Los pintores de Alcoy y el cuadro de historia, Alcoy, Publicaciones del Instituto Alcoyano de Cultura Andrés Sempere, 1963; El pintor Emilio Sala y su obra, Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 1975.

 

Ana Berruguete del Ojo

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