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Pedro Muñiz Godoy

Biografía

Muñiz Godoy, Pedro. ?, p. m. s. XIV – VIII.1385. Vigesimosegundo maestre de la Orden de Calatrava, vigesimotercero de la de Alcántara y trigesimoprimero de la de Santiago.

Era hijo de Nuño Fernández y de su mujer Elvira Díaz Tafur, señores del castillo de Montoro. No se sabe cuándo ni dónde nació, pero sí que su sucesiva vinculación a las Órdenes Militares de Calatrava, Alcántara y Santiago, y el desempeño en ellas de las máximas funciones de gobierno, fueron fruto de condicionamientos claramente políticos.

Fue en el contexto de ese complejo enfrentamiento castellano-aragonés que llamamos “Guerra de los Dos Pedros” cuando Pedro Muñiz Godoy asumió, como consecuencia del cisma producido en la Orden, el maestrazgo de Calatrava. Lo obtuvo entre 1357 y 1360 de manos del rey Pedro IV de Aragón frente a la canonicidad que representaba el gobierno de Diego García de Padilla. No hay que olvidar que uno de los factores que intervinieron en aquella contienda fue el de la reivindicación de independencia de las Órdenes hispánicas de radicación aragonesa —nucleada en el caso calatravo en torno a la encomienda mayor de Alcañiz— respecto a sus maestrazgos castellanos. La activa intervención del maestre cismático en la contienda fue especialmente notable en el sitio de Murviedro, plaza ocupada por los castellanos en 1364 y cuyo abastecimiento intentó ser garantizado por el maestre alcantarino Gutierre Gómez de Toledo; pues bien, fueron tropas aragonesas, integradas en buena medida por los freires calatravos de Pedro Muñiz Godoy, las que se movilizaron para impedirlo produciéndose en estas circunstancias la muerte del maestre alcantarino.

Poco después, al estallar la guerra civil castellana entre el legítimo monarca Pedro I y el aspirante al trono, Enrique de Trastámara, continuación en parte del anterior conflicto, Pedro Muñiz Godoy tomó claro partido por el pretendiente y actuó a favor de su causa desde su cismático maestrazgo aragonés. Este claro posicionamiento antipetrista le valió ser vetado por el monarca castellano cuando, a raíz de la muerte del maestre calatravo Diego García de Padilla, o mejor, del insistente rumor sobre ella —en realidad el maestre no moriría entonces—, la mayor parte del Capítulo reunido en el Convento de Calatrava en agosto de 1365 decidió otorgarle canónicamente el maestrazgo.

En efecto, la elección fue suspendida y Pedro I, utilizando la coacción contra los miembros del Capítulo, impuso la candidatura de su fiel maestre de Alcántara Martín López de Córdoba. De nada sirvieron las apelaciones al abad de Morimond por parte de los agraviados freires capitulares.

La patente parcialidad antipetrista de Pedro Muñiz Godoy explica la inmediata confirmación en su alta y disputada dignidad por parte de Enrique de Trastámara, y también su discutible elección como titular del mayoritario sector enriqueño de la milicia alcantarina, una fugaz elección esta última que prácticamente no comportó administración efectiva, en manos, como estaba, del clavero Melen Suárez. En cualquier caso, esa parcialidad le llevó a asumir una activa participación en la batalla de Nájera —abril de 1367— al frente de buena parte de la caballería calatrava.

En aquella ocasión el maestre cayó prisionero de los ingleses y, para obtener su rescate, hubo de vender bienes aragoneses de la Orden. Liberado muy pronto, el maestre calatravo de Enrique II —dejó de serlo de Alcántara el mismo año de su elección— protagonizó, junto al otro maestre enriqueño, el de Santiago, Gonzalo Mejía, buena parte de los enfrentamientos y tensiones que polarizaron la vida política castellana entre la batalla de Nájera y el triunfo del pretendiente Trastámara en Montiel. Se sabe que, junto al maestre santiaguista, contribuyó de manera decisiva a defender Córdoba del asalto de que fue objeto por el ejército petrista en combinación con su aliado el rey Muhámmad V de Granada en el transcurso de 1368; ya a comienzos de 1369 ambos maestres, por orden de Enrique II, siguieron de cerca la marcha ascendente de Pedro I desde Sevilla hacia Toledo, y ambos, finalmente, formaron parte de la vanguardia trastamarista en la jornada de Montiel.

Tras la desaparición de Pedro I en la jornada fratricida de Montiel (16 de marzo de 1369), Pedro Muñiz no dejó de favorecer la causa triunfante de Enrique II colaborando de forma muy activa en neutralizar los focos del legitimismo petrista radicado en Carmona y en acabar con la presión fronteriza proveniente de Granada. En este sentido, actuó nuevamente junto al maestre de Santiago Gonzalo Mejía, y aunque no pudo impedir la devastadora ocupación de Algeciras a finales de 1369, sí consiguió, meses después, firmar treguas con el rey Muhámmad V que se harían efectivas para un plazo de ocho años a partir del 1 de junio de 1370.

Por fin, la desaparición en mayo de 1371 del maestre calatravo del petrismo Martín López de Córdoba, ejecutado por Enrique II, convirtió a Pedro Muñiz en indiscutido maestre de la Orden de Calatrava, dignidad que desempeñó durante trece años, hasta 1384.

Esta nueva y decisiva fase de su gobierno maestral vino precedida por el agradecimiento de Enrique II, que en aquel año de 1371 premiaba los desvelos del maestre por su causa concediéndole buenos heredamientos junto a Carmona y, sobre todo, la responsabilidad del adelantamiento mayor de la Frontera. En calidad de tal, en agosto de 1379, firmaba en nombre de Juan I de Castilla paces por cuatro años con los reyes de Granada, Fez y Tremecén, comprometiéndose a devolver al emir nazarí cuantos cautivos y ganados hubieran sido capturados por cristianos en los pasados años de tregua; el mismo maestre renovaría las paces por otros cuatro años en octubre de 1382.

Fue durante esta última fase de su maestrazgo calatravo cuando de manera especial Pedro Muñiz se preocupó de los asuntos propios de la disciplina de su Orden. El año 1383 fue decisivo en este punto.

En el transcurso del mismo el abad Juan II de Morimond promulgaba definiciones para la Orden en su visita al Convento de Calatrava, y en aquel mismo año, en septiembre, el maestre dictaba en Almagro las suyas propias, en lo que suponía una iniciativa nada usual en la historia de la milicia; entre otros extremos, en ellas se consagraba, como ocurría en el resto de las Órdenes Militares, el derecho de los freires a disponer de la mitad de los bienes muebles que hubieran contribuido a adquirir o acrecentar en sus respectivas encomiendas para, a su muerte, poder realizar mandas testamentarias con las que cubrir las necesidades de sus súbditos.

Sin embargo, el maestre Pedro Muñiz iba a estar ya muy poco tiempo al frente de la Orden de Calatrava.

La movilización de efectivos que Juan I de Castilla hizo en tierras portuguesas entre 1383 y 1384 con motivo de la defensa de sus derechos al trono luso, se concretó en el desastroso cerco de Lisboa, donde, fruto de la peste, murieron sucesivamente dos maestres santiaguistas, Pedro Fernández de Vaca y Rodrigo González Mejía. Concretamente, para sustituir a este último, fallecido en septiembre de 1384, el Rey, en uso de las excepcionales atribuciones que le confería una bula de Clemente VII recibida a mediados del año anterior, nombraba como nuevo maestre santiaguista al titular de la Orden de Calatrava, Pedro Muñiz Godoy. Los criterios religiosos —la prohibición del paso de una Orden de disciplina más estricta a otra de menores exigencias disciplinarias— se postergaban una vez más ante las necesidades políticas de la Monarquía.

Con todo, el nuevo maestre no iba a disfrutar mucho tiempo de su responsabilidad al frente de la Orden santiaguista. En agosto de 1385 tuvo lugar la espectacular derrota castellana de Aljubarrota. Allí quedaron sepultados los sueños portugueses de Juan I de Castilla, pero, sobre todo, allí murieron muchos combatientes castellanos, entre ellos numerosos miembros de Órdenes Militares y también el hijo del maestre santiaguista, Juan Pérez Godoy. Pedro Muñiz sobrevivió a la batalla, pero murió días después intentando evitar la entrada de los victoriosos portugueses en las tierras castellanas de la actual Extremadura.

 

Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, Toledo, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980), Chronica de Calatraua, fols. 60v.-62v., Chronica de Sanctiago, fols. 52v.-54v. y Chronica de Alcantara, fol. 30r.; A. de Torres y Tapia, Crónica de la Orden de Alcántara, t. II, Madrid, Gabriel Ramírez, 1763, págs. 120-123; P. de Orozco y J. de la Parra, Comendadores de la Orden de Santiago, [Primera] Historia de la Orden de Santiago. Manuscrito del siglo XV, de la Real Academia de la Historia, pról. de Diego de Angulo, introd., transc., notas y apéndice del Marqués de Siete Iglesias, Badajoz, 1978, págs. 380-381; J. F. O’Callaghan, “The Masters of Calatrava and the Castilian Civil War, 1350-1369”, en Die Geistlichen Ritterorden Europas, Sigmaringen, Thorbecke, 1980, págs. 353-374; P. López de Ayala, Crónicas, ed. J. L. Martín, Barcelona, Planeta, 1991, págs. 343, 403, 408-427, 440-444 y 572-573; C. de Ayala Martínez, “Las órdenes militares ante la guerra civil castellana (1366-1371”, en Poder y Sociedad en la Baja Edad Media Hispánica. Estudios en homenaje al profesor Luis Vicente Díaz Martín, t. I, Valladolid, Universidad, 2002, págs. 37-58; Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV), Madrid, Marcial Pons y Latorre Literaria, 2003, págs. 155, 322-323, 351, 368, 372, 464, 502, 506, 516-517, 520 y 736.

 

Carlos de Ayala Martínez

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