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Witiza

Biografía

Witiza. Flavius Witiza Rex. ?, ú. t. s. vii – Toledo, 709-710. Rey de España (700-710).

Como hijo del rey Egica (687-702) y de su esposa, la reina Cixilo, Witiza tenía relaciones de parentesco con todos los reyes godos desde los tiempos de Chintila (fallecido en 639). Según la Crónica de Alfonso III de fines del siglo IX su padre Egica era sobrino carnal del rey Wamba (672-680); y, en todo caso, la existencia de un parentesco entre ambos está apuntada por testimonios bastante seguros. Y es probable que esa línea familiar se relacionara con las tierras galaicas, donde Wamba había sido duque muy probablemente y esa misma tradición historiográfica astur sitúa a Witiza, asociado al Trono por su padre, ejerciendo funciones de gobierno. Los nombres de Oppas y de Artaba(s)do —el primero de un hermano de Witiza y, tal vez, de un hijo y nieto suyo; y el segundo de otro hijo de Witiza y, probablemente, del abuelo paterno de su madre Cixilo—, infrecuentes en la antroponimia goda conocida, apuntan a un enraizamiento del linaje en tierras del Guadalquivir. De modo que habrían sido parientes suyos Oppila, enterrado en sus dominios de Villafranca de Córdoba tras morir en 642 en el curso de una campaña contra los váscones, y Iubasta o Iabasta, dedicante de una de las coronas del tesoro de Torredonjimeno, ocultado en 711-712. Fuertes intereses andaluces que explicarían la misma residencia cordobesa de Witiza y su padre a principios del siglo viii, y hasta la extraña importancia de la ciudad cuando y tras la conquista islámica. Además la estirpe de su madre Cixilo, hija del rey Ervigio, de la que era propio el antropónimo Artaba(s)do, entroncaba con el rey Quindasvinto (muerto en 653), y muy posiblemente con el viejo linaje ostrogodo y septimano de los reyes Liuva I (fallecido en 573) y Leovigildo (muerto en 586).

Witiza fue asociado al Trono como presunto sucesor por su padre Egica en 694/695. Lo que posiblemente fuera una respuesta al peligro que para la continuidad en el poder del linaje supusieron en 693 la conjura liderada por el obispo toledano Sisiberto, pues el príncipe para entonces tendría poco más de diez años de edad. Por eso seguramente la fundamental ceremonia de su unción como rey se tuvo que posponer hasta el 15 de noviembre del 700. Una tradición recogida en la “Historia de Alfonso III” de fines del siglo ix se refiere al gobierno de Witiza en vida de su padre en tierras galaicas, con sede en la plaza fuerte de Tuy donde habría herido de muerte por un asunto de faldas a Fafila, padre de Pelayo (fallecido en 737), el futuro caudillo de la independencia astur frente al poder musulmán. Aunque lo que es seguro es que Witiza acompaño en los años finales del siglo vii y primeros del viii a su padre en su Corte itinerante por el Reino huyendo de la epidemia de peste bubónica que asolaba a la capital toledana. Y juntos residirían en el 702 en Córdoba, donde tenían importantes raíces familiares.

Al morir su padre a finales del 702, Witiza quedó como único Rey. Y de inmediato puso en práctica una política de grandes concesiones a los nobles, buscando incluso el apoyo de aquellos perseguidos por Egica. No sólo devolvió a todos los bienes confiscados, sino que quemó todos los documentos reconocedores de supuestas deudas que Egica había hecho firmar a bastantes. Una actitud que cimentaría la fama de Witiza como generoso y bondadoso, aunque no exento de vanidad, que recuerda del anónimo autor de la Crónica mozárabe del 754. Pero tal política habría supuesto una grave pérdida para la Hacienda Real, y lo cierto es que las acuñaciones de Witiza muestran una drástica reducción en el peso y en la ley. Este debilitamiento del poder real, y consiguiente aumento de las tentaciones centrífugas de la nobleza protofeudal, necesariamente redundó en una menor seguridad, tanto interior como exterior, del Reino, dificultando incluso el mantenimiento en perfecto uso de algunos recintos amurallados. Mientras las comunidades judías se dolían de las terribles medidas decretadas por Egica en 694 y por todo el país pululaban los esclavos huidos de sus explotaciones, en el exterior la marea musulmana asomaba ya al otro lado del estrecho de Gibraltar. Documentación numismática muestra cómo la invasión del 711 no sería algo accidental, sino el resultado de un plan premeditado bastante antes por los estrategas marwaníes de Ifriqiyā, tan sólo a la espera de una ocasión propicia.

La tardía Crónica de Alfonso III afirma que Witiza permitió el matrimonio a los clérigos. Si no se tratara de un tópico para mejor explicar el Iudicium Dei que, por medio del invasor musulmán, destruyó al poco el Reino godo podríamos estar aquí ante la aceptación de una de las normas disciplinares más controvertidas en Occidente del Concilio quinisexto, cuyo eco hispano ya se observa en el Concilio XVI de Toledo del 693. En ese caso la debatida norma se habría podido adoptar en ese Concilio XVIII de Toledo que se sabe existió pero que la posterior tradición eclesiástica hispana tuvo especial interés en no conservar sus actas. Y seguro es que Witiza tuvo problemas con un sector prestigioso del clero de la sede toledana. Este sería el panorama inquietante ante el que a finales del 709 o muy principios del 710 moría en Toledo el rey Witiza, sin que antes se hubiera podido resolver, ni siquiera encauzar, la sucesión al Trono.

 

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Luis Agustín García Moreno

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