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Benito Viñes Martorell

Biografía

Viñes Martorell, Benito. Poboleda (Tarragona) 19.IX.1837 – La Habana (Cuba), 23.VII.1893. Jesuita (SI), meteorólogo, astrónomo, geofísico.

Viñes ingresó en la Compañía de Jesús en 1856. Entre 1861 y 1868 enseñó Física, Química y Matemáticas en el Seminario Conciliar de Salamanca. En 1870 viajó a Cuba y el mismo año fue nombrado director de Observatorio del Colegio de Belén en La Habana, puesto que ocupó durante veintitrés años hasta su muerte. Viñes dio al observatorio su justificada fama con sus estudios científicos sobre ciclones tropicales que fueron continuados por sus sucesores en el cargo, Lorenzo Gangoiti, Mariano Gutiérrez Lanza y Rafael Goberna. Viñes comenzó sus observaciones y estudios sobre los ciclones tropicales de las Antillas el mismo primer año en su cargo. En 1872 publicó la primera colección de datos meteorológicos correspondientes a los años 1858 a 1871. Usando esta rica colección de observaciones y las acumuladas cada año, Viñes empezó a estudiar las características de los ciclones tropicales que cada año cruzan la región del Caribe. Estudió cada ciclón en detalle determinando su organización, circulación y traslación. En aquella época poco se conocía de estos fenómenos, a excepción de las investigaciones hechas algunos años antes por William Redfield y James Espy en Estados Unidos.

Los estudios de Viñes eran básicamente empíricos, prestando especial atención a la forma y movimiento de las nubes a diversas altitudes, los cambios en la presión atmosférica, temperatura, velocidad del viento y precipitación. A partir de estas observaciones estudió la circulación y recorrido de los ciclones de las Antillas estableciendo varias leyes empíricas. Dos leyes generales sobre la circulación establecían la rotación del viento en sentido contrario a las agujas del reloj y los cambios en las corrientes de aire a diferentes alturas, convergentes para alturas bajas y divergentes en las altas. Para la traslación de los ciclones formuló seis leyes. En ellas estableció la latitud del punto de rebote en la dirección de los ciclones para distintas fechas entre los meses de julio y octubre. Sus ideas y observaciones se publicaron en 1877 en su primer libro, Apuntes relativos a los huracanes de las Antillas en Septiembre y Octubre 1875 y 1876. Partes de este libro se tradujeron al inglés y el alemán. La traducción completa al inglés se publicó en 1885 por el Signal Office de Washington con tres ediciones. El meteorólogo R. H. Scott de la Royal Meteorological Society de Londres lo reseñó con grandes alabanzas. Un segundo libro, Investigaciones relativas a la circulación y traslación ciclónica en los huracanes de las Antillas, terminado poco antes de morir se publicó de forma póstuma en 1895. Estos dos libros recogen sus aportaciones más originales a la generación de los ciclones y su movimiento de traslación. Viñes no sólo estuvo interesado en los aspectos científicos de los ciclones, sino que puso en práctica sus conocimientos para predecir la llegada de estos fenómenos y de esta forma de prevenir sus desastrosas consecuencias. El resultado fue sus precisas y acertadas predicciones de los ciclones que cruzaban cada año la región del Caribe. En ausencia de los modernos métodos de observación por radar y satélites, sus predicciones se basaban principalmente en la observación de las crecidas del mar y el movimiento de las nubes (cirros) que se extienden desde el centro de la tormenta y anuncian la cercanía de los ciclones junto con los cambios en la presión atmosférica. Viñes tuvo en cuenta, especialmente, la importancia de los vientos a alturas altas en la predicción de los ciclones. La primera predicción de la llegada de un ciclón a La Habana la hizo el 13 de septiembre de 1875, publicando una nota en los periódicos dos días antes. Esta es, probablemente, la primera predicción moderna que se ha hecho de la llegada de un ciclón tropical. A partir de ese año, Viñes hizo continuas predicciones de la llegada de ciclones en la región para las autoridades locales y los medios de comunicación, cuya fiabilidad era siempre apreciada, especialmente por las autoridades marítimas y los barcos afectados. En 1877, comisionado por la Academia de Ciencias de Cuba, hizo un estudio detallado de los daños producidos por el ciclón en Cuba y Puerto Rico, lo que le convenció de la necesidad del servicio prestado por el Observatorio de Belen. No cabe la menor duda de que en los veintitrés años durante los que Viñes estuvo al frente del observatorio, sus avisos de ciclones salvaron innumerables vidas e impidieron mayores daños materiales. Como publicaba el 5 de octubre de 1877 el Boletín Mercantil de Puerto Rico después de un aviso cumplido de un ciclón “El padre Viñes cuya voz tiene la autoridad de un oráculo calmó nuestras almas con su acertado aviso. Bien merece la reputación que goza en Europa y España puede estar orgullosa de él”. Los capitanes de los barcos que navegaban por el Caribe estaban bien agradecidos a sus avisos y predicciones. En 1890 el periódico The Times Democrat de Nueva Orleáns decía: “El padre Viñes durante todo este tiempo, sin pensar en sí mismo ni esperar ninguna recompensa, solo por el amor a la humanidad ha continuado su trabajo y proporcionado sus resultados gratuitamente a los capitanes de barcos y a todos aquellos a los que afectan los fenómenos meteorológicos”. Viñes continuó poniendo al día la instrumentación del observatorio de forma que desde 1877 el observatorio estaba incluido en la red internacional de información meteorológica.

En un viaje a Europa en 1882 adquirió un nuevo telescopio ecuatorial Cooke y magnetómetros para ampliar las observaciones del observatorio. Ese mismo año colaboró con el Observatorio de Stonyhurst en Inglaterra en la observación del tránsito de Venus por el disco solar. Otro tipo de desastres naturales, los terremotos, atrajeron también la atención de Viñes. En 1880 estudió en detalle sobre el terreno los daños ocasionados por un terremoto en la parte occidental de la isla. Este es el primer terremoto de Cuba del que se tiene un estudio detallado de sus daños.

Viñes era consciente de que un solo punto de observación no era suficiente para detectar la trayectoria de los ciclones y en 1886 planeó la organización de una red de estaciones meteorológicas en el Caribe. Con la ayuda de compañías marítimas, las compañías de telégrafos y la Junta General de Comercio de La Habana, consiguió la financiación para la comunicación telegráfica entre las estaciones y el observatorio en La Habana. Siete estaciones en Trinidad, Barbados, Martinica, Antigua, Mayaguez (Puerto Rico), Jamaica y Santiago de Cuba mandaban partes de forma mientras que otras estaciones hasta el número de veinte, lo hacían sólo durante la estación de ciclones. A pesar de la importancia de su trabajo, Viñes recibió poco apoyo por parte del Gobierno de España. Las compañías de telégrafos francesas e inglesas, al contrario, apoyaron su trabajo y desde 1888 mandaban gratuitamente todos los mensajes entre las distintas estaciones y el observatorio. Para detectar la cercanía y la orientación de un ciclón Viñes diseñó dos instrumentos que llamó “ciclonoscopio” y “ciclononefoscopio”. Ambos se basaban en la determinación de la dirección del viento y las indicaciones del tipo nubes y su movimiento. No llegó nunca a finalizar su construcción, pero las ideas fueron utilizadas por Federico Faura y José Algué en Manila para el instrumento que construyeron. Viñes fue reconocido por los meteorólogos de su tiempo, E. Hayden, jefe de la División de Meteorología de la Marina Norteamericana y editor de Pilot Chart después de una vista a La Habana en 1888 escribió: “El eminente meteorólogo de La Habana cuya habilidad científica, infatigable energía y especial oportunidad han unido su nombre tan inseparablemente a todos los avances recientes en nuestra conocimiento de estas tormentas”. G. E. Dunn y B. I. Miller en su obra sobre los ciclones del Océano Atlántico, Atlantic Hurricanes (1960) reconocen la contribución de Viñes con estas palabras: “Viñes fue un verdadero científico que hizo una contribución significativa a la teoría y el arte de predecir los ciclones.

Probablemente merece el puesto más prominente entre todos los meteorólogos del hemisferio occidental que hasta y durante el siglo xix contribuyeron a nuestro conocimiento de los ciclones tropicales”. Viñes fue miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de Cuba y perteneció a varias sociedades científicas, dejó catorce obras publicadas y más de veinte cuadernos de observaciones meteorológicas y magnéticas además de artículos y comunicaciones.

 

Obras de ~: “Memoria de la marcha regular o periódica e irregular del barómetro en La Habana desde 1851 a 1871 inclusive”, en Anales de la Real Academia, XI (1871); Apuntes relativos a los huracanes de las Antillas en Septiembre y Octubre 1875 y 1876. La Habana, El Iris, 1877; El ciclonoscopio de las Antillas, La Habana, 1880; Investigaciones relativas a la circulación y traslación ciclónica en los huracanes de las Antillas, La Habana, Avisador Comercial, 1895.

 

Bibl.: M. Gutiérrez Lanza, El P. Viñes y su obra científica humanitaria al frente del Observatorio de Belen, La Habana, Molina, 1936; A. López de Santa Ana, Contribución a una biografía completa del R.P. Benito Viñes Martorell, S.J., célebre meteorólogo de las Antillas, Santander, Bedia, 1958; A. Linés Escardó, “La figura de Benet Viñes”, en Treballs de la Societat Catalana de Geografía, 39 (1995), págs. 153-166; L. E. Ramos Guadalupe, Benito Viñes, S. J. Estudio biográfico, La Habana, Academia, 1996; Ch. E. O’Neill (SI) y J. M.ª Domínguez (SI) (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús. Biográfico- Temático, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia Comillas, 2001; A. Udías, Searching the heavens and the earth. The history of Jesuit observatories, Dordrecht, Kluwer, 2003.

 

Agustín Udías Vallina

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