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Carlos Venero y Leyva

Biografía

Venero y Leyva, Carlos. Valladolid, 8.XII.1559 baut. – Toledo, 20.II.1648. Canónigo y capellán mayor de Reyes Viejos, mecenas.

Bautizado el viernes 8 de diciembre del 1559 en la parroquia vallisoletana de San Esteban, tuvo como madrina a María de Velasco y Aragón, condesa de Osorno, y fueron sus padres el doctor Carlos Venero, colegial que fue del Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid, fiscal de Su Majestad y miembro del Consejo de Indias, y María de Ondegardo.

Por su origen hidalgo, tanto él como sus cuatro hermanos estuvieron muy vinculados a la Iglesia y a la administración, según los casos. Es conocida la trayectoria familiar, de tal suerte que Fray Pedro Venero, de la orden de Santo Domingo, colegial de Santo Tomás en Salamanca, residió varios años en el monasterio convento de San Esteban, de la ciudad del Tormes, ocupando en 1603 el cargo de consultor del Tribunal de la Inquisición de Logroño; Jerónimo Venero y Leyva, canónigo de Cuenca y posteriormente arzobispo de Monreale, autor de un Examen Episcoporum, 1627; Diego de Leyva, regidor de Valladolid y Juana Venero, mujer de Juan de Velázquez, señor de la villa de Villabaquerín y Sinoria (Valladolid)

Fiel exponente, don Carlos, de esta tradición de servicio a la Iglesia, algunos datos biográficos de que se dispone muestran los estrechos vínculos eclesiásticos. En Valladolid, sede de la Corte durante unos años, fue “capellán de Su Majestad y receptor en su capilla real [...] En los actos y procesiones públicas [hace] oficio de maestro de ceremonias”, según relatan diversos testigos. También estuvo al servicio del cardenal Gaspar de Quiroga. Con todo, su presencia en la ciudad del Tajo y sus lazos con el templo catedralicio parecen explicables por el papel decisivo que desempeñó su tío, hermano de su madre, el doctor Alonso de Ondegardo, canónigo doctoral de la catedral toledana, quien probablemente, le “apadrinó” y le fue abriendo muchas puertas.

El 24 de mayo de 1603 se le da posesión de su canonicato y es admitido en el cabildo de la Santa Iglesia de Toledo, tras analizar la “información de las qualidades y ascendencia”, cuyas pesquisas se iniciaron el 10 de enero de ese año dando lugar a un grueso volumen, dado que las exhaustivas investigaciones efectuadas estuvieron rodeados de una serie de sospechas, que luego se demostraron inconsistentes, sobre la pureza de sangre y que tuvieron como base los indicios fundados del oscuro linaje de la ascendencia materna, hasta tal punto que el cabildo encarga al comisario Suárez que aún no siendo habitual, por “justo fundamento como le ay” investigue a los bisabuelos maternos en Burgos. En particular existieron dos ideas que desataron la desconfianza. La primera provenía de una oposición a capellán menor en el Colegio Mayor de Alcalá en la que participó su hermano Jerónimo, a la sazón dignidad y canónigo en Cuenca, y que perdió, intuían, por no tener limpieza de sangre; la segunda era el pleito sobre cierta “nota y mancha” en su ascendencia, seguido en el Consejo Real, contra el Doctor Ondegardo, su tío y canónigo del cabildo primado. El 9 de julio de 1607 tomó posesión como capellán mayor de la Real Capilla de Reyes Viejos de la catedral toledana. Entre el nombramiento de estos dos cargos, el 30 de noviembre de 1607, tuvo lugar su designación por Antonio de Luna, patrono de la Universidad de Santa Catalina (Toledo), como copatrono desatando las iras de los catedráticos por entender que con esa decisión se vulneraban las constituciones de la corporación.

Probablemente la mayor huella que Carlos Venero dejó en Toledo fue su labor de mecenazgo, que tuvo una especial significación con la iglesia de San Cipriano —San Cebrián en tiempos pasados, antigua mezquita convertida en parroquia, cuyos fieles eran de extracción humilde, perayles, tundidores, curtidores, tintoreros— al patrocinar su reedificación en 1613. Además de los gastos de restauración del templo, donó los altares, retablos, capillas colaterales, sacristía, bóvedas, portadas, tejados y vidrieras. Incluso, en 1612, con la intención de instituir en esa iglesia una capellanía perpetua y para que el capellán tuviera siempre los utensilios necesarios para celebrar las misas, entregó a la iglesia plata y ornamentos por valor de 6.199 reales.

Otra muestra de su patrocinio artístico se encuentra en 1612, al conceder en Toledo un poder, ante el escribano Juan Ruiz de Santa María, para que Antonio Palomo trate y concierte con el escultor de Valladolid Pedro de la Quadra para que haga cuatro bustos de alabastro destinados a la capilla de Santa Catalina (propiedad de sus padres) en la iglesia vallisoletana de San Francisco.

En 1648 falleció tras una larga enfermedad siendo enterrado en San Cipriano, bajo el altar mayor, donde, en la actualidad, permanece su cuerpo descubierto y a la vista de los curiosos. Asimismo, en la sacristía, se conserva un retrato, de la época, al óleo de Carlos Venero y Leyva, cuya autoría se ignora.

 

Bibl.: S. Ramón Parro, Toledo en la mano, Toledo, S. López Fando, 1857; A. Fernández Collado, La catedral de Toledo en el siglo XVI, Toledo, IPIET, 1999; R. Sánchez González, Iglesia y sociedad en la Castilla moderna: El Cabildo catedralicio de la Sede Primada (siglo XVII), Cuenca, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla la Mancha, 2000; “La cultura de las letras en el clero capitular de la catedral toledana”, en F. J. Aranda Pérez (ed.), Sociedad y elites eclesiásticas en la España moderna, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2000, págs. 163-236.

 

Ramón Sánchez González

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