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Agustín de Ahumada y Villalón

Biografía

Ahumada y Villalón, Agustín de. Marqués de las Amarillas. Ronda (Málaga), 18.IX.1700 – Cuernavaca (México), 5.II.1760. Virrey de Nueva España y gobernador de Barcelona.

Sus progenitores fueron Bartolomé de Ahumada y Mendoza, nacido en Ronda (Málaga), y Luisa Gertrudis de Villalón y Narváez, originaria de la población malagueña de Antequera. Dedicado a la carrera de las armas, llegó a ser brigadier de los Reales Ejércitos, coronel de infantería del regimiento de Zamora, comandante de granaderos provinciales, teniente general de los Reales Ejércitos, teniente general de las guardias de Infantería española, gobernador de Barcelona y comandante interino de Cataluña. En 1748 se le encomendó la toma de posesión de los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla, que se cedieron al infante Felipe, hijo del primer Borbón y de Isabel de Farnesio, en fuerza del tratado de paz firmado en Aixla- Chapelle el 20 de octubre de 1748. Gozó de distinciones como la de caballero de la Orden de Santiago (1744), comendador de la encomienda de la Reina y gentilhombre de la Cámara del Rey con entrada.

Ya estaba casado con su sobrina Luisa María del Rosario y Ahumada, marquesa de las Amarillas, cuando se le despachó título de virrey de Nueva España (17 de mayo de 1755) para sustituir al longevo primer conde de Revillagigedo, y se le dieron unas instrucciones generales y otras reservadas. Estando en Cádiz, tuvo que postergar el viaje al haber contraído unas fuertes calenturas. Recuperado, pidió permiso para embarcarse en El Príncipe, navío mercante del capitán José Ramos. Llevaba un acompañamiento de cuarenta y ocho personas, entre ellas, sus secretarios el coronel Felipe Caballero y Jacinto Marfil. Tomó posesión del cargo el 10 de noviembre de 1755 y su gobierno se desarrollaría bajo el tranquilo reinado de Fernando VI.

Recibió Amarillas un informe del estado del virreinato que le había dejado Revillagigedo y atendió en una primera etapa algunos asuntos pendientes. De esta suerte, mandó hacer unas diligencias acerca del modo con que se les exigían a los indios del marquesado del Valle de Oaxaca el pago de los tributos y sobre los excesos que se cometían en Puebla por los dueños de los molinos en la compraventa de las harinas.

Puso atención en que sólo se gastaran 8.000 pesos de las rentas del Ayuntamiento de México para festejar la entrada de los nuevos virreyes y que no se les pidiera contribución alguna a los indios y vecinos de los lugares por donde pasaban. Procedió a conseguir fondos para el establecimiento del Juzgado de bebidas prohibidas.

En materias relacionadas con la Audiencia mexicana dio instrucciones para que los abogados y otros funcionarios se arreglaran a los aranceles y se ocupó de que se evitaran y castigasen los pecados públicos. Juzgando Amarillas que la Sala del Crimen no estaba adecuadamente atendida por sus ministros, dándose, además, el caso de que su presidente, el oidor decano José Messía de la Cerda, estaba enfermo, sugirió a la Corona que pasara uno de los nueve oidores que integraban la Sala de lo Civil a presidirla como se practicaba en algunas chancillerías españolas. Apuntaba que la designación del oidor y su sucesor estuviera a cargo del virrey para que de esta forma el puesto recayera en un sujeto apto, facultándosele también para poder removerlo cuando fuera necesario. No consiguió sacar adelante esta novedad, siendo del desagrado del fiscal del Consejo de Indias el que hubiera tratado de desacreditar a los de la Sala del Crimen cuando el Rey estaba satisfecho de dichos ministros y era notoria su dedicación.

Informado de la crueldad con que se trataba a los indios del obraje del capitán Baltasar de Sausto, persona destacada de San Miguel el Grande, comisionó al alcalde del Crimen Diego Fernández de la Madrid para su averiguación. A Sausto se le arrestó, se propuso el cierre de su negocio y el virrey sugirió la realización de unas ordenanzas para evitar que se esclavizara a los trabajadores de ese y otros obrajes novohispanos.

Este caso sería retomado por los virreyes Cruillas y Croix.

Hizo visitar por dos veces el Hospital Real de Indios, una a cargo del oidor Félix Venancio Malo de Villavicencio y la otra por José Rodríguez del Toro debido a las fundadas sospechas de fraude en la gerencia de sus rentas por parte del administrador José de Cárdenas. No descuidó Amarillas la continuación de las obras del desagüe de México y dio órdenes sobre el empedrado de las calles, su limpieza y la de las acequias que estaban descuidadas. Este tipo de disposiciones se extendieron a Veracruz para que se limpiaran los arenales, causantes de epidemias.

En su etapa se restableció la paz con Dinamarca, interrumpida en febrero de 1754, aunque siguió la prohibición de que los extranjeros comerciaran en los puertos americanos. A iniciativa suya se liberó a los vecinos de La Florida de pagar el derecho de almojarifazgo durante diez años en mercancías tales como la brea, el alquitrán y la resina que se comerciaba en Veracruz. Ordenó abrir otros caminos de Veracruz a Orizaba para facilitar el tránsito a los comerciantes.

Trató de allanar la competencia surgida entre su autoridad y la del Consulado de México en materia de elecciones de diputados, fechas de celebración de las ferias y de salida de la flota, y se esforzó por zanjar los abusos del comercio de Filipinas.

Procuró el aumento de las rentas reales, remitiéndose a España a lo largo de su gobierno 6.698.623 pesos.

Mandó que el Tribunal de Cuentas le diera una relación exacta de las cuentas, antiguas y recientes, de cada uno de los ramos de la Real Hacienda e hizo que se tomara razón de los recibos que se despachaban en las oficinas antes de que se efectuaran las entregas, así se podrían comprobar y glosar mejor las cuentas. No satisfecho con las certificaciones de los contadores, dictó unas medidas para conocer la verdadera cuantía del Erario.

El jesuita Francisco López, prohijado del virrey, consiguió el patronato de la imagen de la Virgen de Guadalupe, celebrándose este hecho con grandes fiestas en diciembre de 1756. Ajustándose a las órdenes del Monarca, mandó despachar Amarillas una circular para que en todos los testamentos que otorgaran los habitantes de ese reino tuvieran por legado y manda forzosa a ese Santuario, quedando al arbitrio de los testadores la cantidad a aplicar. Apaciguó las diferencias entre el obispo de Guadalajara y el presidente de la Audiencia por la provisión de curatos y procuró que se enmendara el irregular comportamiento del clero de Puebla de los Ángeles.

Se le aprobó la designación en Jacinto Martínez de la Concha (1757) de alcalde provincial de la Santa Hermandad y juez de la Acordada por fallecimiento de José Velázquez Lorea. Amarillas mandó fabricar la nueva casa y cárceles de la Acordada y pidió ayuda económica al Consulado y comerciantes de México para poder seguir sufragando su coste. Dividió en distritos los puestos donde se vendía el pulque con el propósito de que se vigilaran mejor las normas expedidas sobre el consumo de esa bebida.

Desarrolló una importante actividad en el fomento y conservación de sus tres principales centros mineros en ese tiempo. Hizo visitar el de Bolaños, situado al norte de Jalisco, quedando destituido su corregidor Diego de Gorozpe por abuso de autoridad. Quiso alcanzar mayores progresos al Erario y aplazó el cumplimiento de una Real Cédula (septiembre de 1756) en la que se le ordenaba que devolviera la jurisdicción de ese corregimiento a la Audiencia de Guadalajara incorporada por Revillagigedo, interinamente, al gobierno del virrey. Se efectuaron gestiones para el establecimiento de un hospital y hubo que hacer frente a un grave incendio e inundaciones de sus principales vetas (Conquista, Perla, Castellana). Amarillas advirtió que los dueños que no participaran en las obras del desagüe serían sancionados con 500 pesos. Con respecto a la mina San José, alias La Voladora, descubierta en su época en la sierra de San Antonio de la Iguana (Nuevo León) y que parecía opulenta, ya que en sólo siete meses produjo la suma de 76.582 marcos de plata, tuvo el virrey que enviar al alcalde del Crimen Sebastián Calvo de la Puerta para que interviniera en los inacabables pleitos surgidos entre sus descubridores.

Lo mismo ocurría en el Real del Monte, jurisdicción de Pachuca, entre los herederos del marqués de Valle Ameno y Pedro Romero de Terreros, un real de minas que había padecido esterilidad, pero que prometía abundantes riquezas.

Convenía conocer la situación y desarrollo de la controvertida obra pacificadora y colonizadora de José Escandón en el Seno Mexicano. El virrey, siguiendo las instrucciones del ministro Julián de Arriaga, dispuso (1757) que el capitán de dragones José Tienda de Cuervo y el ingeniero Agustín López de la Cámara Alta se encargaran de su inspección. Del informe remitido sobre el estado general de dichas fundaciones se dedujo que era beneficioso cambiar algunas de emplazamiento y crear otras.

A fin de impedir el avance de traficantes franceses de la Luisiana por los alrededores del río Trinidad, encomendó Amarillas al gobernador de Texas, Jacinto Barrios, que creara un nuevo presidio y una misión que reforzase los ya existentes en esa provincia.

Se pensó que la fundación contara con treinta soldados, un teniente y con una población de cincuenta familias, la mitad de españoles y la otra mitad de indios, debiendo ser administrada la misión por los franciscanos de Zacatecas. El presidio llevaría el nombre de San Agustín de Ahumada y se instauró a mediados de 1756, pero al comprobarse que el sitio elegido era insalubre fue trasladado a otro. Entre los soldados y misioneros hubo desavenencias y el proyecto colonizador no se consolidó.

Determinó Amarillas en Junta de Guerra y Hacienda (1756) el traslado del presidio de San Javier (Texas) y su gente a otro paraje más fértil en el entorno del río San Sabá, cerca de San Antonio de Béjar.

Al mismo tiempo, aceptó el ofrecimiento del minero Pedro Romero de Terreros de sostener durante tres años las misiones que allí se fundaran bajo una serie de cláusulas. Se pensó congregar también en ellas a los belicosos indios apaches en una coyuntura en que algunos de ellos habían pedido unirse a los misioneros para evitar la presión de los comanches. Finalmente, los indios no estuvieron dispuestos a vivir bajo esta sujeción ni a avecindarse en ese lugar. El nuevo presidio, al mando del coronel Diego Ortiz Parrilla, se erigió en 1757 con el nombre de San Luis de Ahumada o de las Amarillas. Se planificó que albergara cien soldados y que su gobierno dependiese, en un primer momento, del virrey. El presidio fue asaltado el 16 de marzo de 1758 por más de mil quinientos comanches y aliados que acabaron con la vida de fray Alonso Giraldo de Terreros y otros frailes y soldados, pero su verdadero propósito era dañar a sus rivales, los apaches, allí congregados. Amarillas ordenó a Ortiz Parrilla y a los gobernadores de Texas y de Coahuila que hicieran una campaña punitiva.

Se preocupó de que se enviaran los situados a los presidios y en especial a Filipinas por el recrudecimiento de los ataques de los moros a esas islas. Aumentó la escuadra de La Habana y remitió artillería a La Florida, Panzacola e Isla del Carmen para su distribución en los diferentes presidios. Se gestionó la construcción de un cuartel en Veracruz destinado al Batallón de la Corona, que a juicio de un ingeniero se debía de situar en la Caleta. Fue inspeccionada la isla del Carmen y se levantó un plano del presidio de la Laguna de Términos con un proyecto de las obras que debían de practicarse para una regular defensa de las incursiones de ingleses y otros corsarios.

La erupción de un volcán (1758) que emergió en la hacienda de San Miguel de Jorullo cerca de Pázcuaro (Michoacán) causó graves destrozos y sobrecogió a sus moradores, produciéndose el éxodo de algunos pueblos indígenas, por lo que Amarillas dictó providencias para auxiliar y tranquilizar a la población. Ese mismo año se supo del fallecimiento de la reina Bárbara de Braganza (12 de septiembre de 1758), disponiendo el virrey que los días 18 y 19 de mayo de 1759 se oficiaran las honras fúnebres. El 10 de agosto de 1759 moriría Fernando VI tras una penosa enfermedad.

Al verse aquejado Amarillas por una hemiplejía se retiró a Cuernavaca a tratar de recuperarse. Una recaída desencadenó su muerte. Sus exequias se celebraron en el convento de Santo Domingo de México y se le enterró a las afueras, en el Santuario de La Piedad.

El arzobispo Manuel Rubio y Salinas auxilió a su viuda hasta su regreso a España. En vida de este virrey, el anciano matrimonio formado por José Álvarez de Eulate, natural de Navarra, y Andrea Anaya, vecinos de México, le dejaron sus bienes (fincas por un valor de más de 200.000 pesos), por falta de herederos forzosos, para que quedasen vinculados al mayorazgo que su mujer tenía en Ronda. Estimando el Monarca que este tipo de donaciones estaban prohibidas, ordenó su devolución, pese a que Amarillas había consultado con dos teólogos y tres juristas y todos estuvieron conformes en que no había trabas legales.

A su muerte, su secretario Jacinto Marfil dejó un escrito, a modo de Memoria, sobre el estado en que quedaban algunos asuntos del Virreinato. La Audiencia, presidida por el oidor decano Francisco Antonio de Echávarri, se encargó del gobierno interino hasta que se presentó el gobernador de La Habana, Francisco Cagigal de la Vega, designado por el Rey mientras llegaba el titular, el marqués de Cruillas.

Durante su mandato, su hijo Agustín de Ahumada fue capitán de la Compañía de infantería del Real Palacio.

La esposa del difunto virrey había dejado un poder para que los oidores Domingo Valcárcel Formento, Domingo Tres Palacios y Escandón y otros se encargaran del juicio de residencia de su esposo. El Tribunal de Cuentas de México le hizo un cargo de 18.147 pesos a favor de la Hacienda como consecuencia de las muchas obras que hizo en el Palacio, algunas de las cuales, un jardín, se consideraron no precisas. Amarillas quedó absuelto de este cargo y el fiscal del Consejo alabó su gran actividad y méritos en servicio de la Corona.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Consejos 21458; 21459; Estado 3381; Archivo General de Indias (Sevilla), Contratación, 549 7, n. 2, R.14, fols. 17-19; Guadalajara, 197; 327; México, 126; 450; 517; 696; 1047; 1217; Santo Domingo, 1972; 2540; Ultramar, 83.

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Ascensión Baeza Martín

 

 

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