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José Isidro Pérez Osorio y Silva Zayas y Téllez Girón

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Biografía

Pérez Osorio y Silva Zayas y Téllez Girón, José Isidro. Marqués de Alcañices (XVII). Madrid, 4.IV.1825 – 30.XII.1909. Político.

Hijo de Nicolás Osorio y Zayas (1798-1866) y de Inés de Silva Bazán (1806-1865), hija a su vez de los marqueses de Santa Cruz y nieta de la condesa-duquesa de Benavente. Nació en el palacio de sus padres, situado en la madrileña plaza de la Cibeles, en la esquina de la calle Alcalá y el paseo del Prado, lugar ocupado hoy por el Banco de España. Sólo tuvo otro hermano, nacido en 1826, y que murió trágicamente muy joven (1857) pero con descendencia.

Fue marqués de Alcañices y de los Balbases, ambos con Grandeza de España de 1.ª Clase, de Montaos, Cuéllar y Cullera, duque de Alburquerque, de Algete y de Sesto; en su época se le conoció popularmente como Pepe Alcañices. Además, era marqués de Cadreita, Casalnoceto, Rosano, Montebello, Montemarsino y Paternó, conde de Gramal, de Villanueva de Cañedo, de Fuensaldaña, de Villaumbrosa, de la Torre, de Ledesma y de Huelma, duque de la Roca, Pipirozzi, Rentime, barón de Ginosa, feudatario real de Ponte, además de otros señoríos y distinciones.

Debió de realizar su primera formación en la casa de sus padres, continuada en el Colegio Masarnau, cercano al palacio. Comenzó a asistir a este colegio en 1833, a los ocho años. Sobre el centro informa ampliamente Madoz en su Diccionario e insiste en su característica de centro preparatorio para toda clase de carreras, lo que hace suponer una formación media cercana al posterior bachillerato.

Su intensa actividad política estuvo ligada a la Unión Liberal. A los veinte años era senador y recibió de su padre los títulos de marqués de Sesto, marqués de Cullera y marqués de Cuéllar (1845). Fue elegido diputado por Cuéllar varias veces desde 1851. En 1854, fue nombrado gentilhombre con ejercicio y participó en la conspiración de la Vicalvarada a las órdenes del general O’Donnell, conociendo en esta ocasión a otro joven con quien conservó relación toda su vida, Antonio Cánovas del Castillo.

Con el rehabilitado título de duque de Sesto fue alcalde corregidor de la Villa y Corte (1858) y gobernador civil de la provincia de Madrid (1865-1866). Con el objetivo de hacer de Madrid una ciudad limpia y moderna, puso en marcha interesantes gestiones: fundó la Casa de Socorro y dictó bandos prohibiendo que las calles se convirtiesen en evacuatorios públicos, creando los primeros urinarios públicos, lo que provocó una fuerte campaña de la prensa en contra. Creó un álbum de fotos para reconocer a rateros, maleantes y asesinos, y, deseoso de conservar el patrimonio artístico de la ciudad, hizo un inventario de las fuentes, iglesias, conventos, palacios, etc., labor ésta que no pudo concluir.

También trabajó en la construcción del alcantarillado, necesidad urgente aparecida en las tareas municipales, al tener que solucionar la evacuación de aguas del nuevo Canal de Isabel II, y colocar fuentes que repartieran el agua por todos los barrios de la villa. Instaló estatuas en diferentes lugares y vivió el nacimiento de nuevos barrios madrileños, como el de Tetuán de las Victorias, resultado del imparable crecimiento de la urbe. Fue de su tiempo el primer trazado de todas las calles y vías públicas de ensanche. Realizó una racional división de Madrid en distritos, tratando de unificar las divisiones militares, judiciales y administrativas y defendió, con el concejal conde de Villalobos, la construcción de un gimnasio de Madrid, que se adelantaba a todos los conceptos existentes en el momento sobre educación física. Realizó la reforma y ampliación de la Puerta del Sol, creó doce escuelas públicas y gratuitas, una en cada distrito, iniciación de todo el sistema docente posterior.

El 29 de diciembre de 1864, cesó como alcalde por orden del nuevo Gobierno moderado del general Narváez, sustituyéndole el conde de Belascoain.

Juró como gobernador civil de Madrid el 21 de junio, designado por el nuevo gabinete del general O’Donnell, correspondiéndole desde este puesto luchar contra la epidemia de cólera de 1865, que ocasionó el primer fallecimiento en Madrid el día 15 de agosto. Sus esfuerzos fueron reconocidos por sus contemporáneos, y alcanzaron cuanto podía hacerse con los medios y conocimientos del momento. El resultado fue que, al regreso, en septiembre de 1865, del largo veraneo de la reina Isabel, que había permanecido en San Sebastián durante la epidemia, los madrileños la recibieron con una frialdad que contrastó con los aplausos dedicados al coche en que la acompañaba, en el séquito, el gobernador duque de Sesto, una de las pocas autoridades que había permanecido en Madrid durante todo el trágico período.

Fue precisamente esta ocasión de la epidemia colérica uno de los momentos críticos de la vida del personaje, ya que, contagiada por la enfermedad, murió su madre, por la que siempre tuvo gran veneración. Su fallecimiento le hizo pensar que la causa del contagio estaba precisamente en él, que así había ocasionado su muerte, al regresar al palacio desde sus frecuentes visitas a hospitales y barrios contagiados gravemente por la epidemia.

Cesó en julio de 1866 en su cargo como resultado de la formación del nuevo Gobierno de Narváez y en su visita a la Reina no dudó en exponerle, fuera del protocolo, la necesidad de que el Trono no se separase de la Unión Liberal, así como la indispensable unión de los partidos dinásticos alrededor de la Corona.

En 1868, mientras realizaba un viaje por Andalucía con su esposa, conoció la huida del general Prim de Londres, tras lo que salió inmediatamente para San Sebastián. Cuando llegó, ya se había producido el levantamiento de la escuadra en Cádiz. Fracasó en su intento de hacer regresar a los Monarcas a Madrid y acompañó a la Reina al destierro. Él fue quien regresó a Madrid para buscar joyas personales y vestidos abandonados en la salida de aquel veraneo, recuperación que Prim concedió con facilidad, pero que el general Serrano dilató en lo posible. Cuando regresó al castillo de Pau, gestionó en la otoñada, la marcha a París, donde Napoleón y Eugenia cedieron a la Reina el Palacio Roma. Fue también Alcañices quien pensó que la Reina debía permanecer en un lugar digno y quien buscó y consiguió la compra del palacio Basilewsky, en la hoy conocida como avenida Kleber. Como la Reina no disponía de dinero para pagarlo, la venta de algunas propiedades de Alcañices facilitó el adelanto, mientras la mujer del marqués de Alcañices, gran conocedora de la sociedad parisina, era la guía e introductora de Isabel II en la ciudad.

La Revolución hizo salir de París a la Reina y fue Sesto, una vez más, quien la condujo a Ginebra, y quien alquiló todo un piso de hotel para le residencia de la pequeña Corte.

Cuenta Benalúa en sus Memorias cómo, en 1870, al llegar con el duque al Palacio de Castilla, oyó decir a la Reina: “Alfonso, dale la mano a Alcañices que ha conseguido hacerte rey”. Fue Alcañices también el que puso a la Reina en relación con Cánovas y le convenció de encargarle la dirección política de la Restauración.

Entre tanto, el duque de Sesto no había cesado en sus viajes a España y en sus tareas de propaganda de la causa de la Restauración, no sólo entre las clases más altas de la sociedad madrileña, sino también entre círculos populares, en los que siempre fue bien visto y bien recibido, que en los días revolucionarios más violentos, no faltaron visitas al palacio de los destacados representantes populares de la revolución, comunicando al duque que no se preocupara, que ni él ni su casa serían nunca tocados por nadie.

Tras la caída de la Monarquía, fue una figura destacada en pro de la Restauración, liderando la oposición aristocrática frente a Amadeo de Saboya, y convirtiéndose en uno de los más importantes apoyos económicos del mantenimiento de los Borbones en el exilio y de su vuelta a España, aun a costa de su propia ruina económica: impulsó la creación del partido alfonsino, fue el principal enlace entre don Alfonso y la Familia Real en París, y uno de los primeros, junto con Cánovas, en defender la abdicación de Isabel II, la cual se realizó finalmente el 25 de junio de 1870 y fue nombrado Alcañices ayo y encargado de la educación del príncipe.

Restaurada la Monarquía en diciembre de 1874, fue uno de los personajes más influyentes en la nueva Corte; amigo del Monarca, fue gentilhombre de Cámara, con ejercicio y servidumbre, jefe superior de Palacio, mayordomo y caballerizo mayor. Tras el fallecimiento del Rey en 1885, la enemistad de la regente María Cristina hizo que se quebrase definitivamente su carrera política, si bien conservó unos años el puesto de mayordomo y caballerizo mayor de las infantas y director de la Real Yeguada. Con el rey Alfonso había asistido a la colocación de la primera piedra del Banco de España, en el solar del que había sido el palacio en el que nació y que había tenido que vender arruinado por los gastos de la Restauración. Quiso el Rey, en lo que pudo, mostrarle su ayuda, pero le quedaban pocos días. El duque de Sesto no tuvo otro cargo oficial que el de comisario del Pabellón Español en la Exposición Internacional de París, puesto a cuyo servicio puso todo su conocimiento de la sociedad parisina. El marqués de Alcañices y duque de Sesto falleció en su palacete del paseo de Recoletos, el que se había hecho construir en su juventud como casa de soltero.

Fue maestrante de Sevilla, caballero del Toisón de Oro, Gran Cruz de Carlos III, San Mauricio y San Lázaro, de Italia, Pío IX de la Santa Sede, Cristo y Concepción, de Portugal, Halcón Blanco, de Sajonia, Leopoldo, de Austria, San Esteban, de Hungría, Osmanié, de Turquía, Águila Roja, de Prusia, San Miguel, de Baviera y recibió en 1865 la Orden Civil de Beneficencia. Poseía las dignidades de los gentiles hombres, decano de la Diputación Permanente de la Grandeza de España y miembro de la Asamblea Suprema de la Orden de Carlos III. Senador vitalicio en la legislatura de 1858 y por derecho propio desde 1877.

Se casó en 1868 con Sofía Trubetzkoï, duquesa viuda de Morny (1838-1986), de quien se decía que era hija ilegítima del zar Nicolás I de Rusia. Al fallecer sin hijos, el ducado de Alburquerque y sus títulos asociados pasaron a su sobrino Miguel de Osorio y Martos (1886-1942).

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 78 n.º 19; Archivo del Senado, Exps. personales, HIS-0013-07.

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Marta Cadarso Santaolalla

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