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Hipólito Ruiz López

Biografía

Ruiz López, Hipólito. Belorado (Burgos), 8.VIII.1754 – Madrid, 4.V.1816. Botánico, farmacéutico, expedicionario a Perú y Chile.

Nacido en el seno de una familia modesta, sus primeras letras las recibió de su tío, el sacerdote Basilio López. A los catorce años le enviaron a estudiar a Madrid, bajo la tutela de otro de sus tíos, el boticario Manuel López.

En la capital se inició en las disciplinas científicas relacionadas con la Farmacia. Asistió a las clases de Botánica dictadas en el Real Jardín Botánico, situado todavía en el Soto de Migas Calientes. Allí entró a formar parte del grupo de alumnos preferidos de Casimiro Gómez Ortega que intervinieron en gran parte de las expediciones botánicas ilustradas.

La apertura de los terrenos ultramarinos a la investigación científica, durante la Ilustración, comienza con la autorización de Felipe V para efectuar la expedición hispano-francesa al virreinato del Perú (1735), destinada a medir la longitud de una arco de meridiano terrestre, con el objeto de determinar la figura de la Tierra. Dirigida por Louis Godin, le acompañaron los marinos españoles Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiralen. En ella efectuaron trabajos botánicos Charles Marie de La Condamine y Joseph Jussieu.

Dado lo dilatado y disperso de esa expedición, el ministro francés Anne Robert Jacques Turgot, economista fisiócrata, pensó en un nuevo viaje, dedicado ahora al mundo vegetal, que continuase los trabajos de los botánicos franceses. Su idea la apoyó el conde de Buffón, desde el Gabinete de Historia Natural, y el marqués de Condorcet, desde la Real Academia de Ciencias, quienes designaron al botánico Joseph Dombey para realizar el viaje. El año 1776 se consiguió la autorización de Carlos III, con las condiciones de que viajaran junto a él dos botánicos españoles, dejase el duplicado de sus investigaciones y materiales en España y no publicara nada hasta el regreso de todos los expedicionarios.

La tarea de elegir a los científicos españoles recayó en Casimiro Gómez Ortega, recién regresado de su viaje europeo. Eligió como director a Hipólito Ruiz, a quien acompañaría Joseph Pavón y dos dibujantes: Isidoro Gálvez y Joseph Brunete.

Tras un período acelerado de formación, en abril de 1777 se extendieron las Reales Cédulas acreditativas de su condición de Botánicos de Su Majestad y en noviembre de ese año embarcaron en El Peruano. Seis meses más tarde arribaron al puerto de Callao.

La expedición puede reconstruirse con facilidad, gracias al meticuloso diario de la misma llevado por Ruiz. En Lima se encontraron con los médicos ilustrados Cosme Bueno e Hipólito Unanue y con el religioso Francisco González Laguna, nombrado posteriormente corresponsal del Jardín Botánico madrileño, quien se hizo cargo de las plantas vivas y las cuidó en su huerto terapéutico, sito en el jardín de los agonizantes de San Camilo, conocido como “de la buena muerte”, en tanto se preparaba su traslado a España.

Muy pronto comenzaron las recolecciones de vegetales, primero en las proximidades de Lima, luego en las provincias costeras del norte, Huanura y Lurín y más tarde adentrándose en la cordillera andina, aunque siempre con la base logística en la capital virreinal.

En 1779, el virrey Guidior solicitó a Dombey el análisis de las aguas minerales de Chauchín y ese mismo año iniciaron los envíos de materiales botánicos, geológicos y antropológicos a las Cortes madrileñas y parisina. El primero de los realizados en las bodegas del navío del Buen Consejo, fue interceptado por piratas ingleses. Las autoridades españolas hubieron de adquirirlo en Lisboa.

En 1780, en tres grupos diferentes, se dirigen hacia Huanuco, en las puertas de la Amazonía, zona de singular interés para los viajeros encargados del estudio de los quinos, los arbolillos de cuya corteza se obtenía la quina, el único febrífugo conocido en el siglo xviii, cuyo nacimiento se producía solamente en las posesiones ultramarinas españolas. En Cuchero sufrirían un primer asalto de su campamento por indígenas hostiles y en el mismo año les sorprendió el levantamiento de Tupac Amaru.

Luego de alguna nueva excursión por Tarma, para reparar las supuestas pérdidas del Buen Consejo, ante la situación de inseguridad del territorio peruano, embarcaron en Callao con destino al puerto de Talcahuano (Chile), donde fueron recibidos por Ambrosio Higgins.

Los españoles herborizaron en las proximidades de Concepción y Santiago de Chile con protección militar, mientras Dombey viajaba para informar sobre las explotaciones mineras del norte del país.

En 1783, tras haber estudiado Pavón el Pino chileno, embarcarían cincuenta arbolillos de pino-araucaria en el San Pedro de Alcántara, junto a otros muchos materiales que no llegaron a su destino por el naufragio del buque. Ruiz pasó postrado casi un mes aquejado de fuertes fiebres. Los expedicionarios experimentaron un terremoto de gran magnitud, seguido de torrenciales lluvias, pese a lo cual prosiguieron sus investigaciones botánicas. El 14 de octubre de 1783 regresaron al puerto de Callao en el buque de Nuestra Señora de las Mercedes.

Al año siguiente Dombey embarcó hacia Cádiz con setenta y tres cajones de material y quedaron en ultramar los españoles dedicados ahora al estudio monográfico de los quinos, en el que emplearon otros tres años. A la expedición se añadió un nuevo botánico y otro dibujante, ambos peruanos, Juan José Tafalla y Francisco Pulgar.

En 1785 establecieron su cuartel en Macora. Pese a las órdenes contrarias de Ruiz, los dibujantes lo abandonaron y fue pasto de un incendio, con lo cual se vieron obligados a reorganizar sus materiales y a volver a empezar sus tareas.

Las enfermedades de Ruiz se hacían cada vez más frecuentes y molestas. Decidió solicitar el regreso a la Península, concedido el 12 de octubre de 1787. En la misma disposición se ordenaba la permanencia en suelo peruano de Tafalla y Pulgar y la creación de una Cátedra de Botánica en Lima, con lo cual se pretendía perpetuar la presencia de los científicos españoles en aquel suelo, mediante sus discípulos y la enseñanza de su ciencia, si bien la iniciativa no fue bien recibida por el Protomedicato ni la Universidad limeña.

El 31 de marzo de 1788 embarcaron, rumbo a España, Ruiz, Pavón y el pintor Isidoro Gálvez. El otro dibujante, Joseph Brunete, había muerto en Pasco en mayo de 1787. Los buques Jasón y Dragón, llegaron a Cádiz a finales de 1788 con los expedicionarios y un gran cargamento de materiales y dibujos que fue depositado inicialmente en el Real Jardín Botánico de Madrid.

Su regreso a España no fue sencillo. Un año después de llegar, el 5 de febrero de 1790, obtuvo el título de boticario y trabajó en la oficina madrileña de su tío, que heredaría, situada en la calle de La Encomienda, esquina a Mesón de Paredes. Contrajo matrimonio con Remigia Gómez Martín, natural de Añover de Tajo (Toledo) y sobrina de Casimiro Gómez Ortega, con quien tuvo cuatro hijos. De esa manera afianzó sus lazos clientelares con su maestro, lo cual no le resultó excesivamente fructífero en la vida académica.

Del Perú se siguieron recibiendo envíos de los discípulos americanos y comenzaron a trabajar en el Real Jardín Botánico en la ordenación de materiales, dibujos y manuscritos con vistas a la publicación. En agosto de 1792, declinada la estrella política de Ortega, se trasladaron a una nueva institución, la “Casa de la Flora o de la Botánica” inaugurada para impulsar la publicación de los resultados de las expediciones científicas efectuadas bajo el mando de Gómez Ortega. Dos años más tarde publicó, junto a Pavón, la Florae peruvianae et chilensis prodomus, en donde se describen los nuevos géneros descubiertos. El 26 de junio de ese mismo año fue aceptado como miembro supernumerario de la Real Academia Médica Matritrense, que hizo también la función de Real Academia de Ciencias española, durante la Ilustración, ante la ausencia de ese centro en nuestro suelo. El 27 de noviembre del mismo año fue recibido como miembro numerario de la sección de Farmacia. En la Real Academia mantuvo fortísimas polémicas con el abate Cavanilles, la mayoría instigadas por Ortega, con toda probabilidad, como sugiere su hijo en la biografía que escribió de su padre. Se ha querido ver en Hipólito Ruiz el abanderado del sistema linneano frente a una visión más moderna del abate. También como el último representante de una escuela botánica antigua, fundamentada únicamente en el interés farmacológico.

A la vista de sus publicaciones es evidente la formación botánica de Ruiz, en lo referente a la descripción y nombre de las plantas y el afán de buscar su aplicación terapéutica.

La Flora Peruviana et Chilensis, comenzada a publicar en colaboración con Pavón, desde 1798, por su extraordinario esplendor, es el monumento científico mas impresionante realizado tras el esfuerzo investigador y económico de la Monarquía española durante la Ilustración. Sin embargo sólo se publicaron, con grandes dificultades, tres tomos, un cuarto lo dio a la luz, muy modestamente, Enrique Álvarez López y el resto de los manuscritos y dibujos aún permanecen almacenados en el Real Jardín Botánico madrileño.

Tras la Guerra de la Independencia, Pavón se vio obligado a vender parte de sus materiales botánicos. En la actualidad se conservan en distintas instituciones europeas y entre 1882 y 1888 los nietos de Ruiz vendieron los objetos etnográficos de su pariente al Museo Antropológico madrileño. Por otra parte, la obra de Ruiz, en ocasiones junto a Pavón, en otras en solitario, sobre las quinas es ejemplar y de primera magnitud.

No se ha de olvidar que se trataba de un medicamento de vanguardia, absolutamente imprescindible para la terapéutica de su tiempo y totalmente irremplazable.

Estas publicaciones dieron lugar también a algunas disputas científicas con Celestino Mutis, el sacerdote, médico y botánico establecido en la Nueva Granada, quien no aceptó bien las diferencias establecidas por los expedicionarios a Perú y Chile entre las quinas, a favor de las ecuatorianas. Las criticó por medio de su discípulo Antonio Zea.

Ruiz se presenta como un científico atrapado entre las mallas de las intrigas cortesanas de un catedrático poderoso y un abate ambicioso de conocimientos y de poder. Su excelencia científica fue reconocida por la Academia de Ciencias Naturales de Berlín, la de Medicina de Sevilla y de Montpellier, lo que llama más la atención en un científico casi ausente de la vida institucional desde su retorno a Madrid.

Publicó varias monografías, como folletos o en las Memorias de la Real Academia Médica Matritense, sobre la utilidad farmacológica de diversas plantas — ratania, calaguala, canchalagua— algunas de ellas y sus libros sobre la quina fueron traducidos a varios idiomas.

En diversas ocasiones, entre 1799 y 1806, fue secretario del Colegio de Boticarios de Madrid, en ese momento una institución esencialmente científica, origen de la Real Academia Nacional de Farmacia.

Durante el reinado de José I permaneció en Madrid, pero no fue partidario del Gobierno francés.

Se le propuso como examinador supernumerario del Consejo de Sanidad. Ruiz no aceptó el cargo basándose en la necesidad de tiempo para hacer frente a la publicación de la Flora del Perú. Tampoco acudieron ni él, ni Pavón, ni Ortega, al encuentro organizado el 16 de febrero de 1809 con el rey José, Ruiz, “por la grave enfermedad de su esposa querida, a quien no podía abandonar, ni debía hacerlo”; Pavón por estar reciente la muerte de su padre político y tener que asistir a una misa por su alma. Sin embargo, tras la vuelta de Fernando VII, se le acabaron los problemas de tiempo o de enfermedades y aceptó el cargo de visitador de boticas de Madrid.

Su hijo Antonio lo describe de la siguiente manera: “Fue don Hipólito Ruiz de regular estatura, más que medianamente grueso, pero de bellas proporciones, su tez algo morena, buenas facciones, negro el cabello y los ojos, y éstos vivos y penetrantes, las cejas bien pobladas, su fisonomía grave, y en su cara estaba pintada aquella serenidad inseparable de un hombre de recto proceder. Su porte era sencillo con dignidad, su genio franco y muy generoso, pero grave y circunspecto; en sus tratos sumamente formal, veraz y consecuente, fue prudente, laborioso, parco y muy celoso por la gloria de su nación”.

 

Obras de ~: Quinología, o tratado del árbol de la quina o cascarilla [...], Madrid, Viuda e Hijo de Marín, 1792 (trad. al ital., Roma, 1792 y al., Götingen, 1794); con J. Pavón, Florae peruvianae et chilensis prodomus [...], Madrid, Gabriel de Sancha, 1794 (2.ª ed., Roma, al cuidado de G. Xuárez, 1797); Respuesta para desengaño del público a la impugnación que ha divulgado prematuramente el Presbítero don Josef Antonio Cavanilles, contra el Pródromo de la Flora del Perú, e insinuación de algunos de los reparos que ofrecen sus Obras de Botánica, Madrid, Viuda e Hijo de Marín, 1796; Disertaciones sobre la raíz de la Ratánhia, de la Calaguala y de la China, y acerca de la yerba llamada Canchalagua, sacadas del Primer Tomo de las Memorias de la Real Academia Médica de Madrid, Madrid, Imprenta Real, 1796; con J. Pavón, Florae peruvianae et chilensis sive descripciones, et icones, Madrid, Gabrielis de Sancha, 1798-1802 (3 vols.); el vol. IV, al cuidado de E. Álvarez López, en Anales del Instituto Botánico A. J. Cavanilles, n.os 12-15 (1954-1957); el vol. V incompleto al cuidado de E. Álvarez López, en Anales del Instituto Botánico A. J. Cavanilles, n.º 16 (1958-1959) y los vols. V al VII y IX al XII, parcialmente publicados por E. Estrella (ed.), Flora Huayaquillensis, Madrid, 1989; De vera fuci natantis fructificationes. Commentarius, Matriti, Viuda e Hijo de Pedro Marín, 1798; Systemavegetabilium florae peruvianae et chilensis [...], Madrid, Gabrielis de Sancha, 1798; Disertaciones sobre la raíz de Ratánhia, específico singular contra los fluxos de sangre [...], Madrid, Viuda e Hijo de Marín, 1799; con J. Pavón, Suplemento a la quinología, Madrid, Viuda e Hijo de Marín, 1801; Memoria de las virtudes y usos de la raíz de la planta llamada Yallhoy en el Perú, Madrid, José del Collado, 1805; Memoria de la legítima Calaguala y otras dos raíces que con el mismo nombre nos vienen de la América meridional, Madrid, José del Collado, 1805 (trad. al ingl., London, 1821); Memoria sobre las virtudes y usos de la planta llamada en el Perú Bejuco de la Estrella, Madrid, 1805; Apéndice. Descripción del Árbol conocido en el Reino del Perú con el nombre de Quino-quino, trad. al ingl., London, 1821; Relación del Viaje hecho a los Reynos del Perú y Chile por los botánicos y dibuxantes enviados para aquella Expedición, extractado de los diarios por el orden que llevó en estos su autor, Madrid, ed. A. J. Barreiro, 1931 (2. ed., Madrid, J. Jaramillo Arango, 1952).

 

Bibl.: J. Olmedilla Puig, Estudio biográfico del sabio botánico español Don Hipólito Ruiz López, Madrid, Juste, 1885; E. Álvarez López, “Algunos aspectos de la obra de Ruiz y Pavón”, en Anales del Instituto Botánico A. J. Cavanilles, 1953, n.º 12, págs. 1-113; R. Roldán Guerrero, Diccionario Biográfico y Bibliográfico de autores farmacéuticos españoles, t. IV, Madrid, Imprenta del PHOE, 1976, págs. 392-398; A. R. Steele, Flores para el Rey. La expedición de Ruiz y Pavón y la Flora del Perú (1777-1788), Barcelona, El Serbal, 1982; J. M.ª López Piñero, T. F. Glick, V. Navarro Brotons y E Portela, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, vol. II, Barcelona, Península, 1983, págs. 273-275; J. Puerto, Ciencia de Cámara. Casimiro Gómez Ortega (1741-1818) el científico cortesano, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992; D. Gracia y J. Puerto (dirs. de la Biblioteca Clásica de la Medicina y de la Farmacia española), Flora Peruviana et Chilensis, Aranjuez, Doce Calles, 1995 (ed. facs.).

 

Francisco Javier Puerto Sarmiento