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Juan de Silva y Castañeda

Biografía

Silva y Castañeda, Juan de. Cifuentes (Guadalajara), 1452 – Toledo o Cifuentes (Guadalajara), 22.II.1512. Conde de Cifuentes (III). Consejero de los Reyes Católicos y de la reina Juana I, alférez mayor del Pendón Real, presidente del Consejo Real de Navarra.

Hijo de Alfonso de Silva y de Isabel de Castañeda, Juan de Silva era el único hijo con descendencia del primer matrimonio de su padre, a pesar de tener cinco hermanos, que, por cierto, contribuyeron a que el mayorazgo de Juan fuera patrimonialmente importante. Los tres hermanos varones del III conde de Cifuentes, Alfonso, Pedro y Lope, fueron, respectivamente, clavero de la Orden de Alcántara, religioso de la Orden de San Francisco, y señor de Sedano. Sus hermanas, María y Leonor, profesaron en el Monasterio de la Madre de Dios en Toledo distinguiéndose, particularmente la primera, en la reforma religiosa.

Por el segundo matrimonio de su padre, el III conde de Cifuentes era, asimismo, medio hermano de Luis Pacheco y Silva, hijo de la condesa de Medellín, Beatriz Pacheco.

Tenía sólo diecisiete años cuando falleció su padre en 1469 en un momento en que el Reino, tras la muerte del rey Alfonso XII, se debatía entre los derechos sucesorios de la hermana de éste —Isabel, futura reina católica— y los de la hija del rey Enrique IV, Juana. El joven conde de Cifuentes no lo dudó: apoyó a los príncipes Isabel y Fernando en la conquista del trono y se convirtió en un noble de primera fila heredando los cargos de su padre y abuelo —por quien llevaba el nombre— ostentando, sobre todo, el de alférez mayor del Pendón Real. Además, su alineación entre los partidarios de Isabel, le convertiría en beneficiario de los bienes secuestrados a los rebeldes lo que le permitió comprar a Alfonso Carrillo, señor de Maqueda, algunas villas y lugares con los que reforzó su patrimonio en tierras toledanas y su condado facilitando la constitución de un mayorazgo en favor de un sobrino —también llamado Juan de Silva— que no tenía hijos.

El conde de Cifuentes se movió en varios escenarios geográficos que respondían a sus intereses. Primeramente, y siguiendo el modelo iniciado por su abuelo, se ocupó de sus asuntos patrimoniales en su villa condal de Cifuentes, un estado señorial en tierras del obispado de Sigüenza, que se remontaba a 1427. Así, al igual que había hecho su abuelo, Juan se dedicó a la adquisición de lugares —caso de Torrecuadrada— convirtiendo sus señoríos en auténticos estados en los que ejercía militar, hacendística y judicialmente.

No obstante, y aun cuando disfrutaba del favor de los reyes, éstos prohibieron la venta de algunos otros lugares de Guadalajara —en la década de 1470— por estar hipotecados. Y es que, aunque Silva logró la entrega de la fortaleza de Molina el 23 de julio de 1492 que incorporaría a su patrimonio, la guerra de Granada le provocó importantes deudas obligándole a vender algunos juros. Futuras actuaciones —como la de Palos— además de los dos millones de maravedís que el comendador Solís hubo de entregarle por los daños causados (20 de diciembre del 1494), le permitieron equilibrar su hacienda.

Un segundo interés le llevó a Andalucía, concretamente a Palos, en donde disfrutaba de derechos sobre la mitad de la villa. El segundo matrimonio de su abuelo con Inés de Ribera, hija del adelantado de Andalucía y de Beatriz Portocarrero, emparentaba a los Silva con los Ribera y también con los señores de Montemayor convirtiéndolos en protagonistas dentro de los señoríos andaluces. Los Reyes aprovecharon oportunamente el pleito de Palos para comprar la mitad de la villa ofreciendo una indemnización e incorporando esa mitad al realengo en el momento en que se preparaba el primer viaje de Colón. La cantidad que hubieron de librar a Juan de Silva y a sus hermanos no fue baladí: más de trece millones de maravedís.

El 21 de agosto de 1496 fray Pedro de Silva, hermano del conde, por una escritura otorgada en Granada, renunciaba a la parte que le podía corresponder de la venta de la mitad de la villa de Palos. El 8 de enero de 1498 los Reyes Católicos liquidaban finalmente la recompensa al III conde de Cifuentes y a sus hermanos. La indemnización sirvió para convertir a Juan de Silva en un poderoso noble y, al tiempo, para compensar a sus hermanos. Lope, por ejemplo, adquirió un señorío propio como el de Sedano. Todo ello no impidió que, antes de ese final, el conde de Cifuentes participara en la aventura colombina desde la Armada que los Reyes planearon enviar a las Indias.

Así los Monarcas escribieron a su alférez mayor solicitando su favor y ayuda en aquella empresa. El 30 de abril hacía su entrada triunfal en Palos el almirante Cristóbal Colón y el recibimiento fue encabezado por Juan de Silva.

Pero ahí no acabaría su aventura andaluza. La guerra de Granada le permitió adquirir dos señoríos pequeños, Beniabique y Daidin, en 1493. Antes, sin embargo, en 1492, los monarcas le habían encomendado el gobierno de Sevilla y la pacificación entre los nobles andaluces. Finalmente, dentro de este contexto, en 1489, los Monarcas le nombraron partidor entre Inés de Ribera y su nieto por la villa de Gelo.

Pero, naturalmente, el tercer punto de interés para Juan de Silva y Castañeda estaba en Toledo donde la familia mantenía vínculos en la ciudad desde que se convirtieron en herederos de los Tenorio a principios del XV. Allí la lucha con los condes de Fuensalida —del linaje Ayala y también parientes— seguía siendo épica. A la larga se vieron condenados a entenderse por un interés común superior, puesto que la expansión de sus dominios tenía que lograrse a costa de la mitra primada y de las órdenes militares. Dado que los señoríos adquiridos en Andalucía eran insuficientes, Silva apareció cada vez más ligado a la vida de la ciudad y la defensa militar de Toledo. En 1491 se le concedió el oficio de alcaide del alcázar, los castillos y las puertas de Alcántara, el Cambrón y San Martín.

La reina Juana, a título póstumo, le concedía el 30 de marzo de 1512 el oficio de alcalde mayor de las alzadas de Toledo.

Con el nacimiento del nuevo siglo y la muerte de la Reina en 1504, la vida cambió para el Reino de Castilla. Apasionado fernandino, el conde de Cifuentes tuvo que soportar el gobierno de Felipe de Habsburgo que intentó, afortunadamente por poco tiempo, ejercer un poder absoluto en el Reino con el apoyo de un importante grupo de nobles. Entre ellos se encontraba el duque de Nájera y el marqués de Villena. Este último intentó, en vano, apoderarse de Toledo defendido lealmente por Silva. Víctima del nuevo orden de Felipe el Hermoso, el Monarca no tardó en ejercer un revanchismo sobre los que habían sido defensores de su suegro y sus embajadores con Francia, como era el caso de Silva, que no sólo había actuado en la negociación del casamiento de don Fernando con Germana de Foix, sino en otras misiones con Luis XII. Eso le valió ser despojado de alguna importante tenencia, ya que la posesión de éstas así como de castillos, fortalezas y alcázares del Reino en manos de los partidarios de Fernando eran el ámbito de actuación preferente durante el breve reinado de Felipe I al constituir una verdadera cuña en el corazón del Reino. De esta manera, el conde de Cifuentes perdió Molina y, por supuesto, el alcázar de Toledo, si bien en una fecha tan tardía como el 2 de septiembre de 1506, todavía no lo había entregado al nuevo corregidor felipista, el doctor Maldonado. Los altercados protagonizados por los que habían sufrido confiscaciones durante el reinado de Felipe I así como la actuación de los gobernadores de los maestrazgos — que comenzaron a preparar las fortalezas de las órdenes y a brindar ayuda a los del linaje de Silva— provocó una verdadera revolución. Esto iba acompañado por una situación aún más desagradable: Juan de Silva debió asistir, impotente, al predicamento que iban a adquirir en la ciudad imperial el bando adversario, por no decir enemigo, de los Ayala.

Todo volvió a su cauce a la muerte de El Hermoso.

Durante los últimos años de su vida, no dejó el conde de Cifuentes de servir al rey Fernando y a la reina Juana I interviniendo, seguramente, en Navarra, pero sin olvidar sus intereses patrimoniales. De 1507 y suscrito en Toledo, procede un asiento con el comendador mayor García de Lasso sobre la administración de la justicia en nombre de la reina Juana. También consta una escritura ese mismo año con el III conde de Fuensalida para guardar la paz en la ciudad. El 28 de mayo de 1508, por cédula de Juana I, el conde de Cifuentes fue nombrado alcaide de Atienza.

Por aquellos años —concretamente el 16 de enero de 1506— el papa Julio II, por la bula Volentes ea vobis, concedió privilegios a Juan de Silva y a Catalina de Toledo, su mujer, con la que había tenido cuatro hijos. El III conde de Cifuentes diseñó una excelente política matrimonial para sus cuatro vástagos y así, Hernando, su sucesor, se casó con Catalina Andrade de Stúñiga; otro hijo, Alfonso, se casó con la hija de Fernán Álvarez de Toledo y de su segunda esposa Leonor de Stúñiga, aún mejor casaron sus hijas: Ana se matrimonió con el II duque de Medinaceli y Catalina lo hizo con Pedro Fajardo, I marqués de los Vélez y comendador de Caravaca.

Juan de Silva y Castañeda dictó varios testamentos hasta el definitivo que se produjo un 5 de febrero de 1512 falleciendo sólo unos días después en su villa de Cifuentes o, quizás, en Toledo. Sus cuatro hijos reunidos en su villa condal se comprometieron para el cumplimiento de aquel testamento siendo su hijo Hernando o Fernando —bautizado así posiblemente en honor del Rey Católico— el que siguió la línea como IV conde de Cifuentes.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz