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José de Viera y Clavijo

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Biografía

Viera y Clavijo, José de. Realejo Alto, Tenerife (Santa Cruz de Tenerife), 28.XII.1731 – Las Palmas de Gran Canaria, 21.II.1813. Historiador, literato y naturalista.

José de Viera y Clavijo nació en el seno de la familia formada por Gabriel Álamo y Viera, escribano que llegó a ocupar el cargo de alcalde real del mismo pueblo de Realejo Alto, y Antonia María Clavijo. José tomaría el segundo apellido paterno y el primero materno para componer su nombre. Cuando José contaba pocos años, la familia se trasladó al Puerto de La Orotava, en cuyo convento de Santo Domingo el muchacho pudo recibir enseñanza de teología escolástica y filosofía e iniciar su carrera eclesiástica. Según testimonio del propio Viera en sus Memorias, ya en la escuela y entre actividades escolares tradicionales y poco ambiciosas, pudo demostrar una especial destreza intelectual esclarecida por el descubrimiento temprano de la obra del benedictino Feijoo, que le marcará para siempre. En esta etapa se iniciará en la escritura componiendo sus primeros versos (décimas, villancicos, glosas, loas, entremeses o sátiras) y redactando dos novelas tempranas: la Vida del noticioso Jorge Sargo (1745) y la Tragedia de Santa Genoveva, desaparecida. Con dieciocho años recibe Órdenes menores en La Laguna, con veinticuatro obtiene la licencia de predicación, y con veinticinco accede a las Órdenes mayores en Las Palmas, en donde profesa como sacerdote.

En 1757, Gabriel Álamo asciende a escribano mayor del Cabildo y la familia se traslada a la ilustrada ciudad de La Laguna a donde llega el joven Viera precedido por la fama de sus habilidades en el púlpito y por sus escritos literarios. Y en esa ciudad permanecerá durante catorce años, en una etapa decisiva para su desarrollo personal e intelectual. Muy pronto, Viera entra a formar parte de la acreditada Tertulia lagunera de Tomás de Nava Grimón, marqués de Villanueva del Prado, en donde destaca por su “habilidad, literatura y genio festivo” y en donde encuentra ambiente propicio para desarrollar sus aspiraciones culturales.

Allí, además de entablar relación cercana con las personalidades más lúcidas del momento, como Cristóbal del Hoyo y Solórzano (el marqués de San Andrés y vizconde de Buen Paso), Fernando y Lope de la Guerra, Miguel Pacheco Solís, Fernando de Molina y Quesada y Juan Antonio de Urtusáustegui, pudo Viera redondear su personalidad intelectual y perfeccionar sus conocimientos en la excelente biblioteca del marqués de Villanueva, que guardaba un fondo importante de procedencia francesa: Voltaire, Fontenelle, Bayle y Banier, entre estos escritores. En ese marco inicia Viera su papel de cronista de las actividades de la tertulia redactando unas gacetas o papeles públicos (Papel Hebdomadario, 1758 y 59, Memoriales del Síndico Personero, de 1764, y las Gacetas de Daute, de 1765, principalmente) que han podido ser considerados como el apuntar de un periodismo insular previo al momento de la prensa impresa, que aún tardaría varias décadas. Igualmente, Viera se aplica a la redacción de textos de contenido eclesiástico (sermones, Actas de Congregaciones, traducciones de obras pías), redacta textos de divulgación científica (como Carta filosófica sobre la Aurora boreal, de 1770), y prosigue su actividad de creación literaria aplicándose en la preparación de textos teatrales y redactando abundante poesía: poesía suelta muy variada (odas, loas, estancias, panegíricos, oraciones fúnebres) o poemas largos, como el poema épico en cuatro cantos titulado Los Vasconautas.

En esta misma etapa lagunera, José de Viera se aplica con gran denuedo a la redacción de la Historia de Canarias, un proyecto surgido en el seno de la tertulia de Nava, que se proponía recoger y depurar lo que se sabía de la historia de las islas, fundamentándolo en nuevas investigaciones. La obra, que vería publicados sus cuatro volúmenes entre 1772 y 1783 tras no pocas dificultades, críticas y acusaciones de la Inquisición, resultó de una gran complejidad, pues ofrecía una visión de conjunto y de síntesis del pasado de las islas, desde la época aborigen hasta el tiempo de su autor. A pesar de ser recibida con frialdad en su tiempo debido a la actitud crítica ante las supersticiones e ideas ridículas que el autor muestra, la obra destaca por el gran sentido común e imaginación con que está redactada, por la maestría de su estilo, por su rigor y por su modernidad, de modo que continúa hoy ofreciendo conocimientos y perspectivas muy aprovechables.

Fue precisamente la necesidad de imprimir el primer tomo de su Historia de Canarias lo que ocasionará, en 1770, el traslado de Viera a la Corte, en donde ejercerá como preceptor y ayo del marqués del Viso, primogénito de José Joaquín Silva Bazán, marqués de Santa Cruz de Mudela; es una situación nueva que reportará al ilustrado interesantes relaciones con los círculos más avanzados de la época. En los años madrileños, Viera compartirá las obligaciones profesionales de su cargo y la vida social con la composición de diversos trabajos literarios y científicos. Además de aplicarse en la redacción de interesantes tratados en diálogo destinados a la formación de su discípulo (cinco nociones o epítomes didácticos escribió en 1771).

Viera continuará componiendo poesía propia y traducida.

Mientras, comenzará su etapa como censor y crítico (se conservan veinticuatro textos de censuras o dictámenes diversos), reforzará sus aficiones científicas con amistades como la del botánico Antonio José de Cavanilles, e ingresará en la Real Academia de la Historia en cuyo marco redactará diferentes oraciones, poemas, elogios y dictámenes, como El segundo Agatócles Cortés en la Nueva España, (1778), el Elogio de Felipe V (1779) que merecerá el primer premio de elocuencia, o el Elogio de Don Alonso el Pintado (1782). A instancias del director de la Academia, conde de Campomanes, José de Viera llega a ser supernumerario en 1777.

Durante estos años en la Corte, Viera tendrá ocasión de viajar por tierras castellanas y andaluzas y también por Europa (éstos, a partir de 1776, por un largo período y en dos ocasiones) acompañando a su discípulo el marqués del Viso, primero, y con el propio marqués de Santa Cruz, después. A propósito de estos viajes, José de Viera redactó tres diarios de viaje del mayor interés: el primero a su paso por La Mancha y Andalucía (1774), el segundo en su viaje por Italia, Alemania, Flandes y Francia (tres tomos, en 1777), con distintas “continuaciones”, y un tercero con nuevas versiones de viajes por Italia y Alemania (dos tomos, en 1781). En estos diarios, además de tomar el pulso a la cultura extranjera en contraste con la propia, José de Viera recopila todos los detalles dignos de su interés con minuciosidad y notable sentido de la observación, demostrando su curiosidad por las anécdotas, los incidentes o las costumbres del país visitado, en la línea de la mejor literatura viajera contemporánea. Destacan en esos escritos, entre incontables datos, las referencias a visitas realizadas a instituciones, museos, academias, librerías, bibliotecas, palacios, etc., el encuentro con personalidades de primer rango social e intelectual (entre ellos, D’Alambert, Voltaire, Azara, Lampillas, Metastasio o el Papa) y la noticia de la asistencia personal a tertulias y reuniones destacadas. El aprendizaje ocupará buena parte del tiempo disponible del abate viajero, pues en París, aparte de trabar amistad con célebres hombres de ciencia, como los astrónomos Messier o Lalande, tiene ocasión de recibir cursos especializados de química o historia natural, en compañía de su amigo el citado naturalista y eclesiástico Cavanilles.

En adelante, los conocimientos adquiridos ahora por Viera se traducirán en importante actividad experimental en gabinetes naturalistas y en la composición de distintos escritos científico-didácticos de historia natural, en sus distintas ramas; de este modo, los dos cursos parisinos que sigue con Sigaud de la Fond sobre gases o aires fijos traerán como consecuencia, ya en Madrid, el montaje de un gabinete experimental en el palacio del marqués de Santa Cruz, con aparatos traídos expresamente de París, y la composición de un poema didáctico en cuatro cantos (Los Aires fijos, 1780) llamado a “amenizar las sesiones a que concurrían muchas personas condecoradas, damas de la grandeza, algunos médicos y boticarios, profesores de física y otros sujetos amantes de las ciencias, con general satisfacción”.

Terminado su periplo europeo, Viera continuará un tiempo en Madrid trabajando en casa del marqués, hasta que, habiéndosele concedido el arcedianato de Fuerteventura que solicitara, regresa a Canarias. Las razones de esta decisión no están claras. Tal vez Viera se hallaba desalentado por no haber hallado una posición más favorable en la Corte; tal vez pesaron en él ciertos contratiempos que tuvo con la Inquisición y algunos desacuerdos que provocó su trabajo como censor en las instancias académicas; o tal vez (como alumbra su correspondencia) desea encontrar la oportunidad de dedicar mayor tiempo a sus trabajos en la paz y el equilibrio del retiro insular. El caso es que, en los últimos años de la estancia en Madrid y en adelante, el Viera del humor festivo y burlón que le había caracterizado en su juventud, había ido dejando paso a una nueva personalidad en la que predominará la ironía y la amargura.

Desde 1783 ocupa José de Viera su puesto catedralicio en Las Palmas de Gran Canaria; y en él permanecerá hasta su muerte, sin abandonar esta isla. Serán treinta años de vida fecunda y laboriosa, dedicados a sus trabajos literarios y científicos, además de a los deberes propios de su condición de eclesiástico y arcediano, y a su labor docente en el Seminario Conciliar. En ellos, y entre otros trabajos, Viera edita sermones, panegíricos, disertaciones y tratados religiosos de contenido didáctico (como El Hyerotheo, o Tratado Histórico de los antiguos honores y derechos del Presbiterio, de 1799); realiza tareas delicadas de documentalista (como las de extractar las “Acta capitulares más notables” desde 1514 hasta su tiempo, que realiza en 1794; o la de la catalogación de los “Papeles del Archivo secreto de la Aula Capitular”, en 1799); dirige la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria cuyas Actas redacta y en cuyas sesiones presenta Memorias de gran utilidad; crea y dirige el Colegio de San Marcial del Rubicón; se aplica en los estudios del medio natural, que comprueba en su propio gabinete y que explicita en publicaciones “útiles” en prosa o en verso (como el Diccionario de Historia natural de las Islas Canarias, de 1799; o los tratados para niños y jóvenes titulados Librito de la doctrina rural, Noticias de la Tierra y Noticias del cielo, escritos en 1807 y 1811). Mientras tanto, compone y traduce piezas dramáticas (como Los Barmecidas de M. de la Harpe o Berenice de Racine, en 1795 y 1807, respectivamente), escribe poesía original de distinto signos (científica, épico-patriótica, de circunstancias, festivosatírica, amorosa o religiosos), y redacta obras religiosas. Sin descansar de esta labor, le sorprende la muerte en febrero de 1813. Sus restos fueron depositados, respetuosamente, en la Catedral de Las Palmas.

La producción de Viera y Clavijo supone una nómina extensa de títulos que Millares-Hernández agrupan en diez apartados: de la autobiografía a las oraciones y dictámenes, de los diarios de viajes a las obras científicodidácticas, de los sermones a la traducción o la variada correspondencia, de la producción teatral a la poética, hasta sobrepasar los ciento sesenta títulos entre las obras conservadas y las hoy perdidas. Por los datos de su biografía y de su personalidad y por el conjunto de su obra, en su variedad y su alcance, José de Viera y Clavijo demostró ser un ejemplar hombre de su tiempo ilustrado, amante del arte y de la ciencia, proclive a la heterogeneidad y a la multiplicidad de intereses, y comprometido siempre con la utilidad y con el progreso.

 

Obras de ~: Vida del noticioso Jorge Sargo, 1745 (ed. de E. Romeu Palazuelos, Santa Cruz de Tenerife, Goya, 1983); Los Vasconautas. Poema épico en quatro Cantos. En Daute, 1766 (ed. de M. Pérez Corrales, Instituto de Estudios Canarios, 1983); “Memorias que en relación a su vida literaria escribió don José de Viera y Clavijo, Arcediano de Fuerteventura, Dignidad de la Santa Yglesia Catedral de Gran Canaria, de la Academia de Historia e Historiógrafo de las Yslas Canarias, etc. cuando se le pidieron de Madrid para una nueva edición del artículo de su nombre en la Biblioteca Española de los mejores escritores del reinado de Carlos III, por don Juan Sampere y Guarinos”, en Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, Gran Canaria, 1866-1889, págs. IXLXVII; Fiestas que la ciudad de San Cristóbal de La Laguna celebró en 1760 por la proclamación del rey Carlos III, 1760 (ed. de E. Romeu, Real Sociedad Económica de Amigos de Tenerife, 1988); El Síndico Personero, 1764 (El síndico personero general, ed. de O. Negrín Fajardo, Cabildo de Gran Canaria, 1994); las Gacetas de Daute, 1765; Carta filosófica, por D. José de Viera y Clavijo, sobre la Aurora Boreal, observada en la ciudad de La Laguna en la noche del 18 de enero de 1770 (copia de 1860); El Jardín de las Hespérides. Representación alegórica de las Islas Canarias, proclamando, reconociendo por su Rey, y Señor a nuestro Católico Monarca Don Carlos III, en Fiestas que la ciudad de San Cristóbal de La Laguna celebró en 1760 por la proclamación del rey Carlos III, 1760 (Tenerife, Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, 1988); Oración gratulatoria leía en la R. Academia de la Historia de Madrid, el 25 de febrero de 1774; Diario del viaje de D. José de Viera a La Mancha, Andalucía, Sevilla, Cádiz, etc., en compañía del Excmo. Sr. Marqués de Santa Cruz y del Marquesito del Viso, su hijo a fin de visitar sus Estados, 1774 (ed. con el tít. Dos viajes por España, Cabildo Insular de Tenerife, 1976); Sucinta descripción de las Islas Canarias, su clima, puertos, parroquias, Madrid, 1776; Viage a Italia, Alemania Flandes y Francia de Don Joseph de Viera y Clavijo, de 1777-1778, 3 vols. (con diversos Apuntes y Continuaciones); Extracto de las Actas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas (1777-1790) (Las Palmas de Gran Canaria, Real Sociedad Económica de Amigos del País, 1981); El segundo Agatócles Cortés en la Nueva España, 1778; Los Meses. Poema por don José de Viera, 1779 (ed. de J. M. Pérez Corrales, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2000); Elogio de Felipe V Rey de España. Al qual se le adjudicó el Primer Premio de Eloqüencia por la Real Academia Española, Madrid 1779; Los Ayres Fixos. Poema didáctico en quatro cantos, 1780 (ed. de J. Cebrián, Bern, Peter Lang editores, 1977); Viaje desde Madrid a Ytalia y Alemania, volviendo por Flandes y Francia, año de 1780 y 1781 (dos partes y algunos cuads.); Elogio de Don Alonso el Tostado, Obispo de Ávila, Premiado por la Real Academia Española, Madrid, 1782; Oración de la Real Academia de la Historia al Rey N. S. con motivo del nacimiento de los Serenísimos Señores Infantes Carlos y Felipe, Madrid, 1783; Censuras y dictámenes sobre diferentes libros, obras, y tratados, dados de orden del Supremo Consejo de Castilla, y de la Real Academia de la Historia de Madrid, ¿1784? [publicados parcialmente en el Boletín de la Academia de la Historia, XXX (1899), págs. 369-343]; Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias ó Índice alfabético descriptivo de sus tres reinos: animal, vegetal y mineral por don José de Viera y Clavijo, 1799 (Gran Canaria, Real Sociedad Económica de Amigos del País, 1866; ed. de M. Alvar, Las Palmas, Excma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, 1982); El Nuevo Can Mayor o Constelación Canaria del Firmamento español, en el reinado del Str. D. Carlos III, (1800) (ed. facs., Santa Cruz de Tenerife, Consejería de Cultura y Deportes del Gobierno Canario, 1985); Mustaf y Zeangir, Tragedia, 1800; Julio Bruto, Tragedia representada por primera vez en París, año de 1731, 1800; La Mérope, Tragedia del Marqués Scipion Mafei. Traducida del italiano, 1801; Cuentos de niños. Que instruyen divirtiendo: obra extractada de buenos autores, principalmente de la que con el título de amigo de los niños publicó en París M. Berquin, y fue premiada por la Academia francesa como una de las más útiles para la educación, 1804; Las bodas de las plantas, 1806 (Las Palmas, Colegio Oficial de Farmacéuticos, 1975); Noticias de la Tierra ó Geografía para niños, 1807; Noticias del cielo ó Astronomía para niños, 1807 (ed. de S. Martín, Madrid, Anaya, Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 1993); Librito de la doctrina rural para que se aficionen los jóvenes al estudio de la Agricultura, propio del hombre, Imprenta de la Real Sociedad Económica, 1807 (Santa Cruz de Tenerife, Nicolás González Lemus, Colectivo Aguijón, 1982); J. Racine, Berenice, Tragedia de Jean Racine, trad. de ~, 1807; Opúsculos científicos: Noticias del cielo o astronomía para niños, Los aires fixos y Las Bodas de las plantas [ed. de R. Padrón Fernández, La Orotova (Tenerife), Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, 2002, 655-668]; Memorias que con relación a su vida literaria escribió Don José de Viera y Clavijo, ed. de Alfonso Jerez, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2004; “Correr Cortes: los viajes europeos de Viera y Clavijo”, ed. de M.ª D. Albiac Blanco, en J. Peñate Rivero (ed.), Relato de viaje y literaturas hispánicas, Madrid, Visor Libros, 2004, págs. 133-172; Diario de viaje desde Madrid a Italia, ed., introd. y notas de R. Padrón Fernández, La Laguna-Tenerife, Instituto de Estudios Canarios, 2006; Algunas cartas familiares de José Viera y Clavijo (1770-1807), ed., introd., notas y apéndice de R. Fernández Hernández, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2006; Diario de viaje a Francia y Flandes, ed., introd. y notas de R. Padrón Fernández, La Laguna-Tenerife, Instituto de Estudios Canarios, 2008; Vos estis Sol. Epistolografía íntima (1770-1783), ed. de R. Padrón Fernández, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2008; Antología poética, ed. de V. Galván González, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2009 (Colección “Voces del Valle”); Viera al trasluz, ed. de V. Galván González, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2009; El Segundo Agatocles o Cortés en la Nueva España, ed. de M. 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Yolanda Arencibia Santana