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Garabito

Biografía

Garabito. Costa Rica, p. s. XVI – 1575 post. Cacique indígena.

Cacique indígena güetar que, junto con Guarco, gobernaba las dos grandes naciones güetares, que poblaban el valle central y las altas planicies, hasta las costas pacífica y atlántica. Los dominios de Garabito se extendían desde la cuenca del río Virilla en el valle central hasta la montaña de Tilarán y Herradura hacia el Pacífico. Estos territorios, a su vez, estaban divididos en un número de cacicazgos de tipo feudatario, pero todos acataban la autoridad de sus príncipes, en sus respectivos territorios. El nombre de Garabito puede venir de “Guar de abito” o jefe de la zona de Abito, transformado por los españoles en Garabito. También se atribuye su nombre al conquistador Andrés de Garabito por las correrías que éste hiciera por los territorios del indómito cacique.

A juicio del historiador Ricardo Fernández Guardia, los güetares eran astutos, valientes y muy amantes de su libertad. El Cabildo de Garcimuñoz los describe así en 1562: “La gente es rica, bien dispuesta e sin sacrificio en su persona; imitan en la ropa, traje y en la contratación a los del Perú; son hermosas de rostro, agudos y sagaces [...]”, y Vázquez de Coronado dice: “[...] son vivos de ingenio, belicosos, mayores de cuerpo que otros, bien hechos [...]”. Ésa era la gente del pueblo de Garabito, que en el momento de la expedición de Juan de Cavallón fue considerado un “cacique viejo, levantisco y mañoso, jefe principal de la resistencia contra los españoles”, según Fernández Guardia. Lo anterior hace suponer que, si era considerado viejo hacia el año de 1562, debió de nacer hacia las primeras décadas del siglo XVI, pues, además, ya se había enfrentado a las expediciones de Andrés de Garabito en 1524, según una referencia que hace de estos hechos el padre Juan Estrada Rávago en 1572.

Sobre la personalidad de Garabito, el escritor Manuel de Jesús Jiménez hizo la siguiente descripción: “Los mandones comarcanos rendíanle homenaje llevándole maíz, pavas y miel; Corobicí enviábale tributo en señal del vasallaje; Coquiba le agajaba con sazonados frutos de Pacacúa y hasta el indómito Corrohore, señor de Quepo, le había hecho el mejor de los regalos al darle para su tálamo nupcial una gentil muchacha apresada en tierra de Coto [...]”. Pero la tranquilidad cotidiana del cacique Garabito se rompió con la entrada en Costa Rica de Juan Cavallón, hombre de mano dura y pocas contemplaciones, lo que provocaría la confrontación con los indígenas.

Al ingresar al valle central, desde el llamado Real de la Ceniza, Cavallón envió a su lugarteniente Juan Gallego con cuarenta hombres al valle de Garabito, pero avanzó hasta el valle de la Cruz (hoy Orotína), donde encontró una amplia población, pero no al cacique.

Al llegar Cavallón al sitio y preguntar por él, las respuestas eran evasivas sobre su paradero, tal y como él lo había planeado, a fin de poder hacerle al español una guerra en la montaña; junto con su mujer Biriteca, se había internado en el bosque. Además, siguiendo las instrucciones de su cacique, los pobladores habían ocultado sus bienes y riquezas, con lo que se aparentaba una pobreza tal que la impresión de los españoles fue que en aquel valle no había “nada de gente de pro y, peor aun, nada de aguilillas de oro, pero ni siquiera rastros de riqueza [...]”, al punto de que llamó su atención la pobreza de su vestimenta y desnudez.

Sin embargo, los muy ladinos informaron de que en el valle de Coyoche sí había gran riqueza, razón por la cual los españoles decidieron ir a su conquista.

Cavallón puso en manos de Antonio Pereira esta empresa.

Éste cumplió a cabalidad su cometido, al tomar por sorpresa al cacique Coyoche, que dormía en sus ranchos, y con él a su pueblo; éstos fueron llevados prisioneros ante Cavallón y juraron obediencia, en tanto Garabito se escondía con su gente en las montañas.

Cavallón, con ayuda de los indios sometidos, continuó su expedición y en marzo de 1561 fundó la ciudad del Castillo de Garcimuñoz, de importante y efímera existencia en aquel lugar, pues era una llanura estéril y lejana de las concentraciones indígenas, lo que dificultaba su abastecimiento. Desde ahí, Cavallón organizó expediciones a diferentes territorios, y encomendó a Antonio Pereira salir en busca del “viejo y levantisco” Garabito, que se había constituido en el eje principal de la resistencia contra el español.

A sabiendas de la presencia de Pereira, el cacique se hizo representar por un “Garabito falso” que fue hecho prisionero junto con varios hombres, mujeres y niños y, como entre ellos iba Biriteca, su favorita, Garabito decidió suministrar víveres al español, para evitar así su maltrato, según el historiador Ricardo Fernández Guardia.

Garabito, en la montaña, hostilizaba a los españoles de todas las formas que tenía a su alcance. Por ejemplo, cuando Luis Díaz Trejos venía de Nicaragua con su familia, fue asaltado por indios de Garabito, lo que provocó la salida de Ignacio de Cota y veinticinco hombres para castigar aquel atropello. Después de llegar al sitio del asalto, se dirigió al valle de la Cruz, donde capturó dos indios que informaron de que Garabito y los agresores de Trejos se habían trasladado al puerto de Landecho, por lo que corrió a socorrerlos a marchas forzadas, encontrando a Juan Illanes de Castro que andaba, con pocos hombres, en busca de alimentos.

Continuaron camino y a poco encontraron a cuatrocientos o quinientos indios de Garabito que, después de dura refriega, dejaron heridos a varios españoles, huyendo luego a la montaña. A lo anterior se sumó que el “falso Garabito” y el cacique Quizarco lograron fugarse, encadenados, de su prisión, lo que hizo más precaria la situación de los españoles, que carecían de todo. A ello se añadía la creciente hostilidad hacia el conquistador, por sus excesos, lo que provocó casi una revuelta general cuya cabeza dirigente era el viejo cacique.

En abril de 1561 la Audiencia de Guatemala decidió nombrar a Cavallón fiscal de la Audiencia, por lo que emprendió el viaje hacia aquella ciudad, no sin antes recibir una violenta despedida de Garabito, que lo atacó en persona, de lo que logró escapar con gran dificultad. A la salida de Cavallón, quedó como teniente de alcalde mayor el padre Juan de Estrada Rávago, que logró, con su carácter afable y buen hacer, no sólo traer tranquilidad a la provincia, sino ganarse el afecto de los indígenas y dejar a su partida un buen recuerdo de sus diez meses de gobierno al retirarse a Nicaragua en 1563.

Juan Vázquez de Coronado fue nombrado alcalde mayor de Nuevo Cartago y Costa Rica el 2 de abril de 1562. La situación de los habitantes de Garcimuñoz y los Reyes o Landecho era muy precaria, sin alimentos, y con la hostilidad de los mayores huetares de Garabito, de modo que se producía un rápido despoblamiento. Para evitar el abandono y levantar los ánimos, decidió ir a estos poblados con suficientes abastecimientos, ganados y hombres. Vázquez de Coronado llegó a Garcimuñoz el 20 de noviembre de 1562.

De inmediato, tomó conciencia de que la tarea más urgente era pacificar la provincia y, para ello, el sometimiento de Garabito era fundamental. Según la información que le suministraron, éste se había refugiado en la tierra de los indios votos en la vertiente del Atlántico. Por tal motivo, Vázquez de Coronado condenó al viejo cacique a la pena capital, acusándolo del asalto de Cavallón y de la muerte de soldados españoles, entre otras cosas, y le declaró la guerra. Juan de Ovalle y Francisco Marmolejo fueron los capitanes encargados de ir contra Garabito con una fuerza de noventa hombres; Marmolejo fue a la tierra de los votos, y Ovalle a las llamadas provincias de Garabito y Coyoche, pero luego de reconocer dichas zonas por más de un mes, regresaron sin haber encontrado su objetivo. Sólo Ovalle regresó con un indio principal llamado Taque (que significa “noble” o “señor”) y dio la obediencia en nombre de Garabito, que supuestamente enviaría gente a servir en el poblado de Garcimuñoz, lo que no cumplió. Por lo tanto, nuevamente se le encomendó a Antonio Pereira la tarea de perseguir al cacique. Llegó de nuevo a Taque, donde algunos principales se presentaron diciendo ser Garabito cada uno de ellos; dado que Pereira ya conocía esta estrategia, los condujo a la presencia de Vázquez de Coronado. Éste, con astucia, bondadoso y conciliador, según cuenta Fernández Guardia, los perdonó y puso en libertad, por lo que enviaron treinta indios a servirle. Así, poco a poco, Vázquez de Coronado fue citando a diferentes caciques, a quienes atendió bien y colmó de obsequios, de modo que logró el sometimiento de muchos de ellos sin guerra y el de otros pocos con ella. Pero el que se mantenía rebelde, sin lugar fijo, y a salto de mata en la montaña, era Garabito, así como también Quizarco.

En 1563, Antonio Álvarez Pereira fue puesto de nuevo al frente de un destacamento que fuera en persecución del indomable cacique, que otra vez utilizó la estrategia de enviar un sustituto, ya que su imagen no era conocida por los españoles. El indio viejo se puso el penacho de cacique y los españoles cayeron en la trampa hasta que la cacica de los votos aceptó identificarlo y puso a la luz del día la mentira. Pereira montó en cólera, destruyó el campamento y persiguió a Garabito, que ya se encontraba, nuevamente, en la montaña; otro fracaso se sumó a las huestes españolas.

Durante los siguientes diez años, Garabito, viejo, cansado y solo, se retiró a un lugar en el valle de Coyoche, donde en 1575, en tiempos del gobernador Anguciana de Gamboa, alguien informó de su ubicación, por lo que el capitán Luis González de Estrada fue encargado de ir en su captura, lo que en efecto logró. Dice Fernández Guardia que “Garabito, que estaba ya muy anciano, se sometió y fue bautizado con unos tres mil de sus súbditos. Anguciana formó con ellos varios pueblos en torno a la recién fundada ciudad de Espíritu Santo de Esparza [...]”. No se conoce la fecha precisa en que murió el rebelde y sagaz cacique.

 

Bibl.: L. Fernández, Colección de documentos para la Historia de Costa Rica, ts. IV y V, París, Imprenta Pablo Duport, 1886, pág. 224 y pág. 23, respect.; y t. VII, Barcelona, Imprenta Viuda de Luis de Tasso, 1907, págs. 6 y 219; M. Jesús Jiménez, “Pereira, Antonio”, en VV. AA., Progenitores de los costarricenses (los conquistadores), San José, Imprenta Lehmann, 1940, págs. 47-76; R. Fernández Guardia, El Descubrimiento y la Conquista, San José, Librería Lehmann y Cía., 1941, págs. 10, 56, 108-110, 117-119 y 127; Diccionario Biográfico de Costa Rica, San José, Sociedad de Geografía e Historia de Costa Rica, Editorial Trejos Hermanos, 1941, pág. 22.

 

Óscar Aguilar Bulgarelli


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