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José Santos Lombardo Alvarado

Biografía

Lombardo Alvarado, José Santos. Cartago (Costa Rica), 3.XI.1775 – c. 1831. Teniente gobernador, escribano, maestro, empresario, prócer de la Independencia.

José Santos Lombardo fue una figura fundamental en los últimos años del período colonial y los primeros años de independencia en Costa Rica, tanto en el campo público como el privado, dejó una amplia huella en la vida del país. La historiografía tradicional lo juzgó equivocadamente, por el papel que desempeñó en los trascendentales días de la independencia; pero hoy ha sido reivindicado.

Nació el 3 de noviembre de 1775 en la ciudad de Cartago, capital colonial de Costa Rica; del hogar formado por Pedro Lombardo, de origen posiblemente italiano, cuya familia estaba radicada en Panamá, y María Lucila de Alvarado, descendiente de una de las familias fundadoras más importantes. José Santos Lombardo contrajo matrimonio en 1794 con Micaela Conejo, pero sin dejar descendencia. Por lo tanto, bien puede afirmarse que José Santos pertenecía a la clase dominante o aristocrática colonial costarricense. A temprana edad quedó huérfano de padre, por lo que heredó algunos bienes; su madre contrajo un segundo matrimonio con el noble español Felipe Gallegos y Trigo, con el que tuvo un hijo llamado Rafael Gallegos Alvarado, que, con el tiempo, fue socio de su hermano en empresas mineras y en 1833 fue elegido el segundo jefe de Estado, en la Costa Rica independiente.

La holgada condición económica de su familia, gracias a la herencia que dejó su padre, le permitió a José Santos Lombardo trasladarse a León (Nicaragua) para realizar estudios en el seminario conciliar de aquella ciudad, en donde estaba en 1791, a la edad de dieciséis años. Ahí estudio Gramática, Filosofía, Derecho Civil y Canónico, y, posiblemente, obtuvo el título de bachiller en Artes.

Es importante destacar la influencia y conocimiento que adquirió, sobre las ideas de la Ilustración, que le permitieron, siendo un fervoroso seguidor del sistema monárquico, rechazar los absolutismos.

De regreso a la provincia de Costa Rica, Lombardo ocupó importantes cargos dentro de la Administración colonial, de los cuales se pueden citar: teniente gobernador de San José; capitán general interino; gobernador; procurador síndico de Cartago; escribano público, los que, al parecer, ejerció con singular acierto. Pero una función que no se puede dejar de reseñar con mayor amplitud fue la de educador, en una provincia que, lamentablemente por su pobreza y limitaciones, era una actividad poco desarrollada. Por lo que era lógico aprovechar los conocimientos de uno de los pocos que habían logrado una mejor formación, fuera de las fronteras provinciales.

Después de realizar sus estudios en León (Nicaragua), abrió en Cartago una escuela que tenía por objeto la enseñanza de la Gramática y la Aritmética, aunque el punto de vista remunerativo no constituía el principal aliciente. Hacia 1797, la fama de Lombardo como educador llegó a San José, la nueva y pujante población al occidente del valle central costarricense, cuyos vecinos se interesaron en contratarlo para que pusiera una escuela de primeras letras en las salas del Cabildo. Estos vecinos se comprometieron a pagar los salarios de Lombardo por espacio de dos años, a razón de 25 pesos mensuales. El 12 de julio de 1797, el acuerdo entre las partes quedó aprobado, y Lombardo empezó a ejercer sus funciones docentes en aquella ciudad. Posiblemente esta actividad la desarrolló hasta el año de 1803, en que obtuvo por subasta pública el cargo de escribano; pero esto no quiere decir que perdiera conciencia e interés por la educación. Incluso, en 1820, hizo ver al Ayuntamiento de Cartago la necesidad de que en todos aquellos barrios en los que hubiera individuos capaces de ejercer el cargo de maestros, se abriera una escuela y que se les pagara con el dinero de fondos de propios para lograr, de esa manera, “la enseñanza de los hijos de los verdaderamente pobres”. Posteriormente, en 1827 fue nombrado rector de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, lo que evidencia su permanente interés por la educación, aunque desplegara otras actividades, particulares y públicas, en aquellos días.

En 1813, José Santos Lombardo se apartó de la vida pública, pues asumió responsabilidades empresariales en el campo del comercio y las minas; con una fuerte intervención de 7.080 pesos, como socio de una sociedad mercantil compuesta por él, su hermano Rafael Gallegos y Camilo Mora, padre del futuro presidente de Costa Rica y héroe nacional Juan Rafael Mora Porras. Esta compañía tenía un capital inicial de 27.000 pesos, suma poco usual y muy alta para su época, a la que Lombardo estaba aportando un 25 por ciento. De ahí la necesidad de dedicarse completamente a estas actividades, que duraron cuatro años, pues el 7 de mayo de 1818 se disolvió la sociedad, después de haber realizado importantes actividades en la compra y venta de tierras, transporte de mercaderías, especialmente de tabaco, a otras provincias del reino de Guatemala y otras zonas, para lo cual llegó a tener su propia embarcación: San Francisco de Paula.

La principal razón por la que esta empresa exitosa se disolvió parece que fue el interés de los hermanos Lombardo y Gallegos de dedicarse a la minería, debido al auge que había adquirido esta actividad desde 1815, en que fueron descubiertas las minas de oro en el monte del Aguacate. El 15 de mayo de 1820, los hermanos Lombardo y Gallegos formaron una sociedad y denunciaron la mina “Sacra Familia”, primera que se explotó en aquellos montes y en la que asumieron los mayores riesgos. Durante diez años, con altos y bajos, Lombardo ejerció esta actividad, hasta que el 25 de abril de 1825 otorgaron la mina en arriendo perpetuo al español Mateo Uran Durraga, de la que, en definitiva, no obtuvo grandes beneficios, por no decir ninguno.

Pero fue en el campo político en el que José Santos Lombardo dejó una mayor y profunda huella, especialmente a partir del año 1821, en que se produjeron los acontecimientos relativos a la independencia de Centroamérica y, lógicamente, de Costa Rica. El 25 de octubre de 1821, se reunió en Cartago, capital provincial, la llamada Junta de Legados de los ayuntamientos, convocada el día 16 de aquel mes, para que conociera y tomara la decisión sobre los documentos recibidos de Guatemala (Acta del 15 de septiembre) y de la Diputación Provincial de León, relativos al tema de la independencia. A partir de ese día, la independencia de Costa Rica se decidió en torno a una lucha ideológica y no militar, en la que Lombardo tuvo un papel principal. En aquella primera sesión se conoció una propuesta del Cabildo de San José, que planteó la separación con respecto a las autoridades de Guatemala y León, “mientras se aclaraban los nublados del día”, para lo cual se nombraría una Junta de Gobierno Provincial. Surgió aquí la polémica y la duda; ¿tenían aquellos legados la suficiente representatividad popular, para decidir en nombre del pueblo, el tema de la independencia? Para Rafael Francisco Osejo, líder de una tendencia más liberal, la respuesta era: no, pues ellos, como representantes de los Ayuntamientos, no estaban facultados para designar una forma de gobierno, en nombre del pueblo. En cambio, Lombardo sostuvo la tesis contraria al considerar que ni el antiguo ni el nuevo gobierno, podían tener presente los hechos independentistas de Guatemala y León; por lo tanto, los lazos constitucionales habían quedado rotos y, para salvaguardar al pueblo en sus derechos, contra alguna autoridad que pudiera extralimitarse, sí cabía, a su juicio, la toma de decisión sobre un gobierno provincial, pues de “ahí es que siempre la necesidad careció de ley”, dijo Lombardo.

Con este debate, Costa Rica sentenció una forma diferente para su desenvolvimiento histórico: consenso y diálogo, ideas y no violencia. Sobre esta polémica, el historiador Rafael Obregón Loria señaló que “los discursos de Osejo y Lombardo fueron largos y en ellos no solo mostraron sus facultades dialécticas, sino también pusieron de manifiesto los conocimientos que tenían en materia constitucional y otros aspectos legales. La sesión casi entera fue, pues, ocupada por aquella polémica, que aunque muy interesante, creó dudas e incertidumbre en el ánimo de alguno de los presentes” (Obregón Loria, 1971: 113-114).

Después de aquellas reflexiones y discusión, los miembros de la Junta resolvieron, por cuatro votos a tres, suspender las sesiones y que sus miembros volvieran a sus pueblos y “consultando con ellos su resolución, poniendo de manifiesto las razones o motivos vertidos en pro y en contra”. En efecto, los legados volvieron a sus pueblos y debían estar de regreso en Cartago el día 29 de octubre de 1821; si hubo algo que rescatar de aquella sesión fue la de respetar, de la manera más transparente posible, la opinión popular y su legítima representatividad, que es un principio básico y fundamental del sistema democrático.

Mientras esto sucedía en Costa Rica, en León la Diputación Provincial de Nicaragua y Costa Rica había acordado el 11 de octubre, declararse independiente de España y anexarse a la Monarquía moderada que había creado Agustín de Iturbide en México, creando, por lo tanto, más confusión en el ambiente costarricense. Este acuerdo no llegó a Cartago sino hasta las primeras horas de la noche del 28 de octubre, en que el correo que portaba los documentos dio a conocer la noticia, extraoficialmente, en San José y Cartago. Interpretándose erróneamente que se trataba de la independencia de España, en los términos que se habían propuesto que se trataba la noticia de la independencia de España. Temeroso de que el júbilo existente en las calles diera por resultado una acción violenta del gobernador Juan Manuel de Cañas, Lombardo hizo despertar a varios vecinos y, sin mayor resistencia, se apoderó del cuartel de Cartago. Así narra el propio Lombardo aquellos hechos: “El día 28 de octubre del año pasado, a las tres de la mañana, noticioso el que habla de que aquel correo se comunicaba a este gobierno haberse proclamado ya la independencia del Gobierno Español en las Provincias de este Reino; en aquella hora, dejando la cama, se levantó y convocó a muchos de los patriotas de esta ciudad para ir a tomar el cuartel, como en efecto así sucedió, precaviendo con este hecho la resistencia de Dn Juan Manuel de Cañas, que desgraciadamente gobernaba entonces en esta Provincia, y apoderado de las armas y pertrechos, muchas veces profirió contra este sistema, que primero daría la vida, y amontonaría la plaza y calles de metralla, que permitir que se llegase aquel caso” (Citado por: O. Aguilar Bulgarelli, 1998: 58).

La actuación de Lombardo en esa oportunidad ha sido comentada en muy diversas formas y desde ángulos opuestos por diferentes historiadores, que han considerado que pretendía defender los intereses monárquicos y conservadores, o bien que fue un hecho de poca importancia; pero también historiadores como Hernán G. Peralta y Norberto Castro Tossi consideran ese acto como fundamental, para consumar la independencia; pues aquel mismo día 29 de octubre, los cartagineses proclamaron la independencia, aunque todavía quedaban muchos aspectos por dilucidar.

“Aquel 29 de octubre se presentaba en Costa Rica un ambiente de incertidumbre y de desasosiego. En Cartago, a las cinco de la mañana de ese día, se había proclamado la independencia de España, pero anexándose al Imperio Mexicano, y hasta se había decretado que el día 1 de noviembre del año 21 se procedería a la jura de aquella independencia. Por su parte, otras importantes poblaciones de la provincia, o había declarado una independencia total y radical de España sin anexión a ningún otro Estado americano, o bien no estaba de acuerdo con lo sucedido en Cartago. Pero lo cierto es que de una u otra forma en Costa Rica se había declarado la independencia, y las tendencias anexionistas (también llamadas imperialistas) o separatistas (o republicanas), empezaban a extenderse en el ambiente nacional, acumulando cada una de ellas un importante número de partidarios” (Aguilar Bulgarelli, 1998: 60).

El 12 de noviembre de 1821, ocurridos estos hechos y completados, para que lo procesasen los diferentes ayuntamientos, que convocaron a Cabildo Abierto, se asumió en Cartago la junta de delegados de los pueblos, verdadera asamblea popular, que tuvo trascendental importancia en la vida institucional de Costa Rica y en la formulación, desde el principio de su vida independiente, del sistema democrático y consenso, que ha caracterizado a esta República.

José Santos Lombardo y Rafael Francisco Osejo fueron ratificados como representantes de Cartago y Ujarrás, respectivamente. Tómese en cuenta que, para ser miembro de la Junta, se había estipulado, como requisito, ser “naturales y vecinos del lugar o de la Provincia misma”, lo que empezaba a reflejar no sólo los inicios de una identidad nacional, sino cierta estrategia de José Santos Lombardo, para eliminar a Osejo como representante de Ujarrás, pues éste no era vecino de aquella población; por lo que Osejo también procuró encontrar fisuras legales para destituir a Lombardo; lo que evidencia la enorme rivalidad que existía entre ellos.

Después de vencer los obstáculos interpuestos por uno y otro representante, la Junta de Legados de los Pueblos decidió, el día 23 de noviembre, crear una comisión de cinco miembros, “para que presenten un plan de gobierno provincial como nudo de concordia entre los pueblos que la componen”. La comisión, presidida por José Santos Lombardo, trabajaba arduamente sobre la base de un documento que, desde Guatemala, había remitido otro gran patriota: Pablo Alvarado. Así, pocos días después, presentaron al pleno de la Junta de Legados de los Pueblos el trabajo concluido, que se aprobó el 1 de diciembre de 1821, con el nombre de “Pacto Social Fundamental Interino de la Provincia de Costa Rica o Pacto de Concordia”, que fue la primera Constitución Política de Costa Rica y aquella Junta, la Primera Asamblea Constituyente, con la definitiva participación y contribución de Lombardo al que, junto con Rafael Francisco Osejo, se les debe reconocer que al encausar la discusión de la independencia por la vía ideológica, doctrinaria y de respeto al derecho, sentaron las bases desde un principio para una democracia institucional, que no necesitó de la creación de un ejército que, en definitiva, no fue más que un texto en el cuerpo legal, que una institución activa y beligerante, desde un principio. Una vez aprobado el Pacto de Concordia, José Santos pasó a presidir la Junta Superior Gubernativa que se nombró.

Sobre esta fórmula constitucional con que Costa Rica inició su vida republicana, José Santos Lombardo señaló que este país “tomó el partido más prudente y juicioso que acaso otras Provincias han enviado, cual fue el de reunirse toda por medio de sus representantes, autorizados solemnemente por sus respectivos pueblos, para que así discutiesen entre sí lo mejor le conviniese. Con efecto desempeñaron los Legados esta confianza, en tales términos que mereció la aura popular su proyecto, estableciendo un Pacto Social por el que la Provincia, gobernándose por sí misma, ha disfrutado en paz y tranquilidad más constante mientras que mucha del Reino han padecido lastimosas convulsiones” (citado por O. Aguilar Bulgarelli, 1998: 68).

Lamentablemente, el año 1822 y principios de 1823, fueron meses convulsos y difíciles, en parte porque la presencia en la región del ejército mexicano de Agustín Iturbide atizaba los fuegos de la discordia. Costa Rica no se vio exenta de ellos, y en marzo de 1823 hubo una breve lucha armada, que enfrentó a los costarricenses en la llamada Guerra del Ochomogo que no fue más que una batalla y que culminó con José Santos Lombardo en la cárcel el día 29 de ese mes al ser responsable de provocar el primer golpe de Estado en la Historia de Costa Rica, en contra del llamado Triunvirato, y el establecimiento de una breve dictadura de una semana, de Gregorio José Ramírez, del que se ofrece una interesante biografía en esta obra. El 29 de abril, Gregorio José Ramírez, quien ocupaba el cargo de comandante general, citó en su despacho a José Santos Lombardo (a quien se le había negado reconocerle su calidad de diputado por Cartago para la Asamblea Provincial), y le hizo saber que debía presentarse ante el coronel La Cerda. Al cumplir con aquella orden, bajo la creencia —según Ricardo Fernández Guardia— de que se le iba a pedir alguna información sobre los hechos ocurridos en los días ya mencionados, fue obligado a tomar la casa de su hermano Rafael Gallegos como cárcel, y al día siguiente fue encerrado en los Almacenes de Tabaco, incomunicado y bajo vigilancia especial.

Cosas peores le esperaban en los meses siguientes, en que estaría bajo arresto en los Almacenes de Tabaco, ya que fue privado por Ramírez de los derechos que tenía como reo, para defender su causa. Ante las causas de José Santos, la Comisión de Agravios pidió al comandante general Ramírez el informe respectivo, con relación a la situación del prisionero. Éste, de inmediato, dio respuesta a tal petitoria, haciendo ver que el encarcelamiento de Lombardo se debió a su participación y complicidad de los hechos del 29 de marzo de 1823. Además, demostró a la mencionada Comisión, que José Santos estaba al tanto de las causas de su prisión, ya que de tal cosa había sido enterado en el momento de su arresto. Sin embargo, mientras esto contestaba Ramírez a las autoridades constituidas, mandaba ponerle grillos a Lombardo el mismo día en que se atrevió a presentar su acusación en contra del comandante general. Después de este período de inestabilidad personal, política y económica, recuperada su libertad y prestigio, pasó a ocupar de nuevo importantes cargos, de los que no se valió para solucionar sus problemas económicos. Así en 1824 fue electo diputado al Congreso y, como ya se ha señalado, rector de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás.

Es importante señalar que en 1822 había publicado el Catecismo Político, Explicación Breve y Sumaria de las Distintas Formas de Gobierno que dedicó al pueblo de Costa Rica, documento breve, sencillo, didáctico si se quiere, pero fundamental en el momento en que se discutía la organización del nuevo estado; además, es el primer texto de orientación política que se dio a conocer en Costa Rica.

En 1831, cansado, pobre y sin descendencia, murió en Cartago el funcionario, empresario, minero, educador, político y, sobre todo, el patriota y prócer, José Santos Lombardo Alvarado.

 

Obras de ~: Catecismo Político, Explicación Breve y Sumaria de las Distintas Formas de Gobierno, Costa Rica, 1822.

 

Bibl.: L. Fernández, Colección de documentos para la Historia de Costa Rica, t. X, Barcelona, Imprenta Viuda de Luis de Tasso, 1907 págs. 224 y 564-573; N. Castro Tossi, “Biografía de don José Santos Lombardo”, en Revista del Archivo Nacional, 3-4, año VI (1952), págs. 197-202; R. Obregón Loria, Los primeros días de la Independencia, San José, Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Publicaciones de la Universidad de Costa Rica, 1971 (serie Historia y Geografía, 10), págs. 28, 33, 35, 82, 113-116, 137, 174-175, 177 y 190; Ó. Aguilar Bulgarelli, José Santos Lombardo, San José, Costa Rica, EUNED, 1998.

 

Óscar Aguilar Bulgarelli