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Faustino Cordón Bonet

Biografía

Cordón Bonet, Faustino. Madrid, 22.I.1909 – 22.XII.1999. Científico español, investigador y teórico de la biología evolucionista.

Nació en el seno de una familia acomodada de tradición liberal. La madre, Elena Bonet Masana, procedía de una familia catalana, en cuya rama se encuentran químicos ilustres, como Magín Bonet y Bonfill (1818- 1894). Su padre, Antonio Cordón, era un “terrateniente medio” del sur de Extremadura, con estudios universitarios de Derecho y virtudes poco comunes, y cuya biblioteca permitió a Faustino Cordón abrir sus horizontes. Después de una infancia rural en Fuentes de León, en la Sierra de Aracena, fue enviado a Madrid a cursar el bachillerato en el instituto de El Pilar, viviendo con su abuelo, Baldomero Bonet y Bonet (1857-1925), catedrático de Química Orgánica en la Universidad Central de Madrid. Al morir su abuelo, cuando contaba con quince años de edad, ingresó en la Residencia de Estudiantes. En ella conocería personajes como Salvador Dalí o Federico García Lorca. Por entonces, su vocación era la pintura, por eso, en 1928, a los diecinueve años, viajó a París con el apoyo económico de su familia a estudiar dibujo. No obstante, París cambiará sus planteamientos. Allí conoció a Pablo Picasso, pero también tomó contacto con las ideas marxistas que le indujeron a abandonar su primera vocación, y a dedicarse a la ciencia. Ingresó en el Partido Comunista francés y se dedicó al proselitismo político.

El conocimiento del marxismo que adquirió en estos años determinó su cambio de vocación. De hecho, a su vuelta a España cursó la licenciatura de Farmacia como alumno libre entre 1930 y 1932 y, siguiendo la tradición familiar materna, comenzó a preparar las oposiciones a una cátedra universitaria de Química Orgánica, tarea a la que se dedicó entre 1932 y 1936. El año 1934 se instaló definitivamente en Madrid.

La Guerra Civil marcó su destino al igual que el de muchos otros españoles de su generación. Su compromiso político con la defensa de la República le llevó a alistarse voluntario en el Quinto Regimiento de Milicias Populares en la defensa de Madrid. Debido a su formación como farmacéutico y a sus conocimientos de química, asumió primero la función de jefe de Armamentos en ese Regimiento, y después, esta misma función, en la Junta de Defensa de Madrid, siendo ministro de la Guerra por aquel entonces Indalecio Prieto. En la guerra perdió a dos de sus hermanos, Antonio, fusilado en su pueblo con diecisiete años, y Luis Pablo, de diez años, en una explosión que a Faustino Cordón le supuso además la pérdida de un ojo. Al final de la guerra intentó huir, pero fue apresado en el puerto de Alicante. Durante los quince meses de cárcel que padeció, Faustino Cordón aprovechó para continuar su formación. Después de una estancia retirada en Barcelona de seis meses, consiguió trabajo en la industria privada, ya que, debido a su trayectoria política, no podía aspirar a ningún tipo de actividad científica docente en la universidad.

En 1940 fue contratado por los laboratorios Zeltia de Porriño en Pontevedra (empresa fundada en 1939 por José Fernández López), donde pasó cinco años trabajando al lado de Fernando Calvet Prat (1902- 1988), conocido químico, represaliado por su filiación republicana. Su entrada en la empresa privada le permitió abrirse al campo de la investigación científica en su vinculación con la industria y la tecnología.

Calvet influyó decisivamente en su trabajo, en su concepción de la ciencia y en su propia obra. Le ayudó también a completar su formación como químico experimental (en bioquímica y en química orgánica), que continuaba siendo su objetivo profesional.

Con él se doctoró finalmente en la Universidad Central de Madrid, con un trabajo original sobre un enzima, la insulinasa. Animado por Calvet pidió una beca en el Ministerio de Asuntos Exteriores para seguir sus estudios en Estados Unidos, una beca que a pesar de haber sido conseguida, fue vetada por el Ministerio de Educación.

En 1945 salió de los laboratorios Zeltia y entró a trabajar en el Instituto de Biología y Sueroterapia (IBYS), fundado en 1919 por Nicolás María de Urgoiti (1869-1951), también fundador del célebre diario El Sol. En este instituto desarrolló gran parte de su trabajo de investigación más original, y culminó su formación científica experimental. Por el Instituto IBYS pasaron algunos de los más importantes científicos españoles de la época, como el químico y farmacéutico Enrique Moles Ormella (1883-1953), quien había sido director general de pólvoras y explosivos con Juan Negrín durante la Guerra Civil española, y que se mantuvo vinculado al Instituto desde 1943, cuando salió de la cárcel, hasta su muerte; o científicos ya de su generación, como Francisco Grande Covián (1908-1995) —también apartado de la Universidad por diez años—, con quien Faustino Cordón compartió laboratorio durante algún tiempo. La experiencia adquirida en los laboratorios Zeltia en la obtención y purificación de enzimas proteolíticos le resultó muy útil para el estudio de los problemas relacionados con la preparación de sueros y vacunas, temas a los que estaba dedicado fundamentalmente el Instituto. En él fundó en 1958, el Departamento de Investigación, y dirigió la Biblioteca IBYS de Ciencias Biológicas, que se publicó en la editorial Revista de Occidente entre 1952 y 1964. La Biblioteca IBYS de Ciencias Biológicas permitió la difusión de importantes obras de científicos de reconocido prestigio internacional, como Theodosius Dobzhansky, Ludwig von Bertalanffy, Lewis V. Heilbrunn, Erns Mayr, etc., traducidas directamente por Faustino Cordón. No obstante, sus trabajos de traducción se extienden a lo largo de toda su vida, y abarcan campos diversos como la bioquímica, la biología, la paleontología, etc.

En los primeros años de su trabajo en IBYS, el bioquímico interesado por el problema de la vida se transformó pronto en el biólogo interesado por el estudio evolucionista de los seres vivos. En torno al año 1948 comienza a gestarse su replanteamiento general de la biología y el nacimiento de lo que será su obra más personal y original: “Desde que, hacia mis cuarenta años, percibí la inseguridad de algunos principios de la ciencia admitida (desde que se me desmitificó la ciencia y la vi, como lo que es, no un edificio concluso, sino una tarea a realizar) mi pensamiento adquirió una cualidad nueva: tender a la negación fecunda, atreverse a la heterodoxia.” Sus investigaciones en Inmunología, derivadas de las exigencias productivas del Instituto, le llevaron a conclusiones originales acerca del fenómeno de la inmunidad.

Según la teoría vigente de la época, el primer efecto de toda inmunización es la liberación y multiplicación de anticuerpos, mientras que Cordón, desconocedor aún de esta teoría, consideraba que este efecto es consecuencia de una primera multiplicación intracelular del antígeno, o de algunas de sus estructuras, lo que supone la consideración de la reproducción del antígeno como un fenómeno biológico, no estrictamente químico o molecular. Para fundamentar esta hipótesis tradujo al español los ocho tomos de Doerr sobre inmunidad, donde quedaba formulada la teoría vigente de la época, comprobando que su propia teoría explicaba mejor los hechos, y reforzando en trabajo de laboratorio, mediante la comparación de las dos interpretaciones, sus propias hipótesis. De estas investigaciones surgió su primer libro, Inmunidad y automultiplicación proteica, editado en 1954. Estos trabajos experimentales, dice, “transformaron mi problemática de bioquímico en una de biólogo, ya que el tema central de la biología es el de la naturaleza del ser vivo como individuo que es”. Su hipótesis inicial de la automultiplicación proteica exigía la revisión de las teorías vigentes en genética, entre ellas la relativa al origen de la mutación y a su carácter aleatorio, lo que supone la crítica de la explicación neodarwinista de la evolución. Consciente de ello, estudia y traduce la obra de Dobzhansky, Genetics and the Origin of Species (1937), y más adelante, la de Mayr, Animal Species and Evolution (1963). Su teoría exige abordar problemas nuevos como la propiedad de “automultiplicación” de las proteínas, lo que las distingue del modo de acción de las moléculas y las aproxima al modo de acción de las células, y de todos los seres vivos. Estas observaciones le indican la existencia de una organización intermedia entre la molécula y la célula y le llevan a tratar de diferenciar el modo de acción constatado en las proteínas de los que caracterizan a la célula, por un lado, y a la molécula, por otro, así como a abordar el concepto de nivel de integración en el campo de la biología. Postula entonces la existencia de un nivel directamente subcelular y supramolecular, que denominará primero “protoplásmico” y posteriormente, “basibiónico”. La teoría de los niveles de integración no puede disociarse del concepto de evolución.

La jerarquía de composición sugiere implícitamente que los niveles no pueden ser contemporáneos, lo que implica la existencia de una secuencia de etapas evolutivas desde lo inorgánico a lo orgánico (atómica, molecular, basibiónica, celular, animal).

En 1958 publica su obra, Introducción al origen y evolución de la vida. Este libro es el resultado de tres conferencias ofrecidas en el Instituto Luis Vives de Filosofía dirigido entonces por Juan Zaragüeta Bengoechea (1883-1974), y en él propone ya la teoría de los tres niveles de integración como fundamento de una biología evolucionista. “En este opúsculo —dice Cordón— se enuncian no sólo la estratificación de la realidad en niveles, sino las leyes de los niveles biológicos, entre ellas la ley de la evolución en homeostasis de un nivel inferior bajo el superior (del protoplásmico bajo el celular, del celular bajo el animal). Esta ley y el resto del libro hacen que éste constituya un primer esbozo, todavía confuso, de la evolución biológica entendida como un proceso conjunto.” Frente a las teorías vigentes, se plantea la necesidad de elevarse a un conocimiento evolucionista que permita comprender que la realidad es explicable por sí misma, que conocer un objeto equivale a conocer su proceso de origen, que los procesos de la realidad son determinados (lo que descarta el azar como explicación), y que las leyes de la evolución biológica son generalizables y aplicables a los seres vivos de todos los niveles. Finalmente, el libro plantea el problema evolucionista del origen de las unidades de un nivel a partir de la evolución de las unidades del nivel inferior, lo que le lleva también a otra cuestión evolucionista: la naturaleza de la unidad como resultado de la actividad asociativa de las unidades inferiores. Por otra parte, el afrontar la comprensión del primer nivel biológico le exigió enfrentarse con la cuestión del surgimiento de la vida desde lo inorgánico, haciendo alarde de un planteamiento claramente materialista, alejado tanto del vitalismo, como del positivismo reduccionista teleológico, y de la tradición abierta por A. I. Oparín, que plantea el origen de la vida como el origen de la primera célula, para dirigirse al nivel proteínico. También quedan aquí consignados los planteamientos gnoseológicos acerca de la estructura de la propia ciencia y de sus propios objetivos como biólogo evolucionista: “Pienso que el criterio de rigor de la ciencia experimental es que sus interpretaciones teóricas den cuenta de todos los efectos sistemáticos provocados por la actividad humana de modo congruente con el objeto que se estudie.

La ciencia evolucionista pretende un paso más, a saber, inducir de esos datos experimentales lo que los objetos naturales son en términos del proceso en el que se originaron en la naturaleza”.

De 1958 a 1962, realiza una revisión sistemática del pensamiento evolucionista, y particularmente de la obra de Ch. Darwin, alcanzando originales conclusiones acerca de las relaciones dialécticas que median entre la evolución de una especie y la evolución conjunta de todo el nivel animal, así como el problema de cómo cada especie animal es seleccionada por su medio específico, dando como resultado un nuevo libro, La evolución conjunta de los animales y su medio, publicado en 1966. Aparecen aquí sus nuevas nociones sobre el ser vivo como sujeto dotado de un modo peculiar de acción y experiencia, irreducible a sus componentes de nivel inferior, y cómo esta conducta está mantenida por la naturaleza del alimento al que cada especie está adaptada, lo que explica el hecho de la conservación de la propia naturaleza de cada especie animal a lo largo del tiempo, y permite entender cómo cada especie está seleccionada por otras especies, así como su sostenimiento mutuo. Al mismo tiempo, abre el camino hacia “el problema más hondamente evolucionista”, a saber: el del origen filogenético de los primeros individuos de cada uno de los tres niveles a partir de la evolución conjunta de individuos de nivel inmediato inferior, tema cuyo estudio comienza entre 1962 y 1964.

La ocasión para atacar el problema vino de la mano de una nueva demanda productiva en el Instituto, la formulación de un antiácido, lo que le llevó a estudiar la fisiología de la secreción del ácido clorhídrico por el estómago. El planteamiento evolucionista del problema de la secreción del clorhídrico, es decir, del estudio del origen de la actividad digestiva, dio como resultado la explicación del origen y la naturaleza del animal a partir del origen, naturaleza y evolución de su aparato digestivo: el origen del primer animal podría explicarse como resultado de la evolución de una pequeña asociación de fagocitos. La célula digestiva habría sido la condición previa del aparato digestivo, y éste habría sido la condición de la acción animal y del animal mismo en cuanto sujeto de acción y experiencia.

Pero al mismo tiempo, esta asociación de células digestivas tendría que ser considerada como culminación evolutiva del nivel celular, abriendo el camino para el estudio de la evolución celular, sobre la base de la naturaleza esencial de todo alimento celular y sus tipos, lo que le permitirá establecer una serie de etapas en la evolución celular (célula heterótrofa primitiva, célula autótrofa, célula neoheterótrofa, vegetal, fagocito, saprofito, esponja, y asociación preanimal con células digestivas). Los primeros resultados de esta investigación fueron publicados ya en 1966 como prólogo al libro del psiquiatra Antonio Colodrón Álvarez, La medicina córtico-visceral.

Entre 1965 y 1968 Cordón afronta otro de los problemas clave de su teoría evolucionista de los niveles de integración: el de la naturaleza de la unidad de cada nivel, o la cuestión de lo que es realmente un ser vivo. La característica propia de todo ser vivo es la de realizarse como unidad de integración en el ejercicio alterno de acción y experiencia, entendida ésta como la capacidad de percibir los efectos de la acción sobre el medio y de corregirlos para mejorarlos. Estas cuestiones aparecen ya en su artículo “La experiencia como carácter esencial de los seres vivos”, publicado en Puerto Rico en la revista La Torre, número 63, en 1969.

En el año 1967 viajó a Puerto Rico, donde impartió lecciones durante un año y medio en la universidad.

Estando allí, sus colaboradores del IBYS fueron despedidos y, finalmente en 1970, fue llamado por Juan Huarte Beaumont para dirigir y organizar el Instituto de Biología Aplicada (IBA), con el fin de promover la creación de empresas de alimentación y de ayudar a las empresas en el planteamiento y solución de sus problemas científicos y técnicos. Fue precisamente la creación de este Instituto la que le brindó la coyuntura para vislumbrar el nacimiento y la estructura de la que será su obra definitiva, su Tratado evolucionista de biología, pues se vio impelido a realizar un informe que reflejase el estado actual de los conocimientos relativos a la alimentación y nutrición humana, como base científica para la labor proyectada por el Instituto. Este estudio tuvo como consecuencia “inesperada” —dice—, “entender con claridad el significado de la alimentación, a saber: que constituye el proceso biológico fundamental; lo que determinó en definitiva que me viese, hacia 1971, empeñado en la redacción [...] de una biología general evolucionista basada, como no puede menos de ser, en la actividad primordial y básica de todo ser vivo, la alimentación”. En 1972, tras sufrir un desprendimiento de retina, comenzará, con el escritor y periodista Antonio Núñez, una serie de entrevistas que darán como resultado un primer esbozo general de su Tratado. En esta coyuntura arranca, por tanto, la redacción de su obra definitiva, siguiendo el esquema de su teoría de los tres niveles de integración del ser vivo. El primer volumen estará dedicado al origen, naturaleza y evolución del protoplasma; el segundo volumen, al origen, naturaleza y evolución de las células y asociaciones de células; el tercero, al origen, naturaleza y evolución de los animales; y el cuarto, al estudio del origen, naturaleza y evolución del hombre. A la redacción y confección definitiva de esta obra, que suponía, además, la integración de muchos de sus trabajos anteriores, y la organización de sus investigaciones bajo la luz de su nuevo método biológico evolucionista, dedicó el resto de su vida.

Tras el cierre del IBA, creó en 1980 la Fundación Ernestina González para la Investigación sobre Biología Evolucionista (FIBE), dedicada a la investigación teórica, en la que prosiguió la elaboración del Tratado hasta su muerte. En 1981 apareció también su obra La Naturaleza del hombre a la luz de su origen biológico, cuyo tema correspondería al comienzo del volumen IV: el origen del hombre. En él se sintetizan cuestiones estudiadas durante la década anterior y cuya versión divulgativa Cocinar hizo al hombre, publicada en 1980, se convertiría en el libro más conocido de este gran científico. Los dos tomos del segundo volumen fueron terminados hacia 1983 aunque se publicaron en 1990. En ellos, en palabras de Alberto Fernández Liria, Faustino Cordón logra ofrecer como legado a los biólogos “un modelo concreto de cómo del soma celular surge la psique celular enfrentada a su ambiente. Este modelo de célula [...] ofrece una capacidad interpretativa superior a la de los modelos previos (explica, además de cómo se establece toda transformación metabólica, cuál es la función del metabolismo, cómo la célula establece la intensidad de este instante a instante y su despliegue filogenético); [...] y ofrece una herramienta única para entender una cuestión esencial en biología que, hasta ahora, se ha ignorado: cómo surge la psique de todo ser vivo desde su soma para mantenerse vinculada a su ambiente”.

Como dice Rafael Jerez Mir, frente al reduccionismo “quimista” al uso, y frente a la definición puramente descriptiva y analítica del ser vivo, tal como suele ser planteada por la biología actual, “la significación científica de Faustino Cordón radica precisamente en el cambio de actitud del biólogo, para atender sistemáticamente a la problemática del ser vivo y para impulsar su estudio científico desde la perspectiva holista del monismo evolucionista, hasta hacer de la Biología una ciencia aparte y en vanguardia, como lo fue la Física en el pasado inmediato”.

Faustino Cordón se casó con María Vergara Doncel (1913-) en el año 1948. Tuvieron cuatro hijas, María, Teresa, Elena e Inés.

El primer volumen de su Tratado evolucionista de biología ha sido traducido al inglés y al ruso. Faustino Cordón colaboró como consejero especial en Biología evolutiva y Citología para el Dictionaire du darwinisme et de l’évolution, dirigido por Patrick Tort (1996), fue el primer presidente de la Asociación España- URSS (1978-1985), dio innumerables conferencias, y alcanzó un prestigio extraordinario como hombre de ciencia y comprometido comunista. Su extraordinaria obra no ha sido aún convenientemente asimilada por la comunidad científica y universitaria española.

 

Obras de ~: “Inmunidad y automultiplicación proteica”, en Revista de Occidente (Madrid) (1954); Introducción al origen y evolución de la vida, Madrid, Taurus, 1958; La actividad científica y su ambiente social, Madrid, Taurus, 1962; La evolución conjunta de las especies y su medio, Madrid, Península, 1966; La función de la ciencia en la sociedad, Madrid, Edicusa, 1966; Pensamiento general y pensamiento científico, Madrid, Ayuso, 1976; La alimentación, base de la biología evolucionista: historia natural de la acción y experiencia, Madrid, Alfaguara, 1977; con A. Núñez Molina, Conversaciones con Faustino Cordón sobre biología evolucionista, Madrid, Península, 1979; Cocinar hizo al hombre, Barcelona, Tusquets, 1980; La naturaleza del hombre a la luz de su origen biológico, Barcelona, Anthropos, 1981; La biología evolucionista y la dialéctica, Madrid, Ayuso, 1982; Tratado evolucionista de biología. Parte segunda. Volumen I. Origen, naturaleza y evolución de la célula, Madrid, Aguilar, 1990; Tratado evolucionista de biología. Parte segunda. Volumen II. Origen, naturaleza y evolución de la célula, Madrid, Aguilar, 1990; Historia de la bioquímica. Consideración histórico-crítica de la bioquímica desde la teoría de los niveles biológicos de integración, Madrid, Compañía Literaria, 1997.

 

Bibl.: Anthropos: Boletín de información y documentación, 1 (1981) (ejemplar dedicado a Faustino Cordón); págs. 1-46; VV. AA. Faustino Cordón. Pensamiento biológico evolucionista, Madrid, Anthropos, 1985; R. Jerez Mir, “Faustino Cordón Bonet (1909-1999): el hombre y el científico”, en Papeles de la FIM, 21 (2003), págs. 51-122.

 

Gustavo Bueno Martínez y Pablo Huerga Melcón