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Gil Rodríguez de Junterón

Biografía

Rodríguez de Junterón, Gil. ¿Murcia?, ú. t. s. XV – Murcia, 10.VII.1552. Secretario del papa Julio II, protonotario de la Santa Sede y arcediano de Lorca en el Cabildo Catedral de la Santa Iglesia de Cartagena.

Gil Rodríguez de Junterón provenía de una familia de hijosdalgos de origen valenciano que se asentó en la ciudad de Murcia en el siglo XIV. Su padre era Diego Rodríguez de Junterón, y junto a este hijo, tuvo otra hija: Aldonza, abuela del doctor Diego Dávalos de Junterón, que sucedió en la dignidad de arcediano de Lorca a su tio-abuelo Gil Rodríguez de Junterón.

Rodríguez de Junteron, tras su etapa como secretario del papa Julio II, regresó a la ciudad de Murcia, donde ocupó la dignidad de arcediano de Lorca, que había dejado vacante el año 1508 Francisco de Onteniente.

Aunque no se conoce con exactitud la fecha de su incorporación a tan alta dignidad capitular, la tercera en importancia en el cabildo murciano y que requería sólidos conocimientos sobre el Evangelio, parece evidente que su nombramiento fue consecuencia de su estancia en Roma. Como quiera que la provisión de la prebenda correspondía al Papa, en los meses apostólicos, y al obispo, en los ordinarios, su nombramiento pudiera haberse debido ya al Pontífice, ya al obispo de Cartagena, a la sazón el alemán Mateo Lang, cardenal de Santangelo y hombre de confianza de Julio II. Estos hechos explican que Gil Rodríguez de Junterón actuara como delegado del obispo en la dirección espiritual de la diócesis en la que el alemán nunca estuvo.

Una vez establecido en Murcia se convirtió en uno de los impulsores del arte renacentista, como queda constatado con la construcción en la Catedral de Murcia de la espléndida capilla ovalada del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo —en cuya bóveda interior a relieve se encuentran las armas de los Junterones y del papa Julio II, manera mediante la que reconoce su patronazgo—; además, estaba ligado al movimiento erasmista y al círculo intelectual y de amistades del I marqués de Los Vélez.

Don Gil tuvo una destaca intervención en las comunidades de Murcia. Se trataba de un movimiento, en parte, diferente al sentido que adquirió en el resto de Castilla. Cuando los rebeldes murcianos se echaron a la calle saliendo del claustro de la Catedral el 17 de mayo de 1520, no dirigieron sus armas contra lejanos consejeros reales, sino contra los vicios y desmanes políticos cometidos por el regimiento murciano.

Tras tomar cuerpo la rebelión, entre los líderes de la misma con mayor distinción social y fortuna se encontraba el arcediano de Lorca, aunque nunca llegó a ocupar un cargo directivo dentro de la “hermandad” que reemplazó al legítimo gobierno municipal entre agosto de 1520 y septiembre de 1521. A pesar de ello, se encontraba entre los rebeldes a los que Carlos V excluyó del perdón concedido a los comuneros murcianos en octubre de 1522. Además, su toma de partido nunca fue olvidada por los regidores leales a la Corona, que en el año 1532 aún mantenían pleitos contra él con el fin de causarle molestias y vejaciones.

Apartado de la vida pública tras la revuelta comunera, colaboró en la reforma de las costumbres de los integrantes del Cabildo murciano que a lo largo de la década de 1530 promovió el deán Clavijo, humanista y formado en Roma como Junterón. Igualmente, aprovechó las considerables rentas que le proporcionaba su oficio de arcediano de Lorca para comprar el dominio de Beniel el 19 de septiembre de 1530 a mosén Antonio Gasco por 6400 ducados. Este dominio, primero en el año 1535 y de nuevo en el año 1543, fue convertido en un bien vinculado, al que agregó también —con el fin de perpetuar su memoria— la capilla del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, en la cual se dio sepultura a su cuerpo cuando falleció en el verano de 1552.

Se entra a la capilla a través de un gran arco semicircular apoyado en dos columnas jónicas. A continuación una estancia de planta cuadrada y el centro del pavimento, sirviendo de cierre a la cripta funeraria, se halla una gran piedra de mármol. Escrito sobre ella un lema de inspiración humanista con el que Gil Rodríguez de Junterón expresa su recorrido vital: “Aquí viene a parar la vida”.

 

Bibl.: J. Fuentes y Pontes, España Mariana. Provincia de Murcia, Lérida, Imprenta Mariana, 1880, págs. 60-61; J. B. Owens, Rebelión, monarquía y oligarquía murciana en la época de Carlos V, Murcia, Universidad, 1980, págs. 60 y 196; C. Gutiérrez-Cortines Corral, Renacimiento y arquitectura religiosa en la antigua diócesis de Cartagena (Reyno de Murcia, gobernación de Orihuela y Sierra del Segura), Murcia, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Consejería de Educación y Cultura, 1987; G. Lemeunier, Los señoríos murcianos. S. XVI-XVIII, Murcia, Universidad, 1998, págs. 68-69.

 

Juan Hernández Franco

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