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Gregoria Apaza

Biografía

Apaza, Gregoria. Ayoayo (Bolivia), c. 1752 – La Paz (Bolivia), 5.IX.1782. Heroína indígena de la rebelión de 1781.

Natural de Ayoayo, parroquia a cuarenta y cinco kilómetros de La Paz, hermana de Tupac Catari (Julián Apaza), se unió en matrimonio con Alejandro Pañuni, sacristán de dicho pueblo. Estallada la rebelión, su hermano Julián la llevó consigo y con su marido al Alto de La Paz, donde había establecido su campamento, como centro de operaciones para dominar desde las alturas la ciudad cercada; se propuso hacer de este lugar una especie de corte, acompañado de sus parientes y jefes aimaras, haciéndose reconocer como virrey y a Bartolina Sisa, su esposa, como virreina.

Durante un mes permaneció allí Gregoria, a quien le fueron encargadas funciones de administración, en el acopio y distribución de víveres y en el resguardo de los caudales y platería obtenidos en los asaltos a pueblos y haciendas de las comarcas altiplánicas y próximas al lago Titicaca. Demostró entonces sus cualidades de mando, su personalidad fuerte y su voluntad combativa. Bartolina y Gregoria poseían caracteres y dotes semejantes, particularmente en la capacidad de reclutar gente y capitanear huestes, si bien aquélla parece más inclinada a las labores femeninas, como las de tejedora, hilandera, lavandera, oficios que desempeñó antes de la insurrección, en la que supo ponerse a la altura de su misión, como colaboradora principal de su marido; Gregoria, más independiente, actuó separadamente de su cónyuge, quien partió a Azángaro, en las proximidades de Puno, con el único hijo que tuvieron para dejarlo al cuidado de una pariente. A la llegada de una partida quechua en apoyo de los sitiadores, en la que figuraban importantes “coroneles” o cabecillas de la familia Amaru, se estableció en Pampajasi, en otra altura escogida para el ataque a la ciudad; Gregoria marchó a ese sitio, iniciando una relación amorosa con Andrés Tupac Amaru, que contaba sólo dieciocho años, siendo ella diez años mayor que él. Gregoria tuvo la habilidad de servir como mediadora entre los campamentos —el quechua y el aimara— contribuyendo a superar los roces que se habían producido entre ambos núcleos sitiadores. La pareja salió desde allí comandando la expedición que continuó el asedio a la localidad de Sorata hasta lograr su destrucción mediante la estratagema de formar una represa con el caudal de un río cercano, haciéndola reventar a fin de que el torrente se precipitase sobre la población, cuyos defensores sobrevivientes, al rendirse, fueron exterminados por la decisión implacable de Andrés y Gregoria.

Son escasas las referencias documentales sobre Gregoria anteriores a la rebelión, proviniendo la información que se posee sobre ella principalmente de sus confesiones obtenidas en los juicios instaurados por el oidor Francisco T. Díez de Medina en La Paz tras la liberación de la ciudad al llegar las tropas enviadas desde Buenos Aires al mando de José de Reseguín, el 24 de octubre de 1781. Otra importante fuente de información procede de las cartas intercambiadas entre Andrés y Gregoria, incautadas en Peñas por el ejército auxiliar de Reseguín. Tanto las confesiones como las cartas se conservan en el Archivo Histórico de La Paz, el cual pudo ser formado en 1971 por el historiador Alberto Crespo Rodas, quien salvó los manuscritos, que se hallaban depositados en un sótano del Palacio de Justicia, cuando estaban a punto de ser vendidos a una fábrica de cartones. De ahí la escasez de referencias sobre Bartolina en textos históricos publicados antes de esa fecha.

Las investigaciones realizadas a partir de entonces han permitido seguir la trayectoria de Gregoria Apaza en el transcurso de la sublevación. Después de lo ocurrido en Sorata, Andrés marchó a Azángaro y Gregoria al campamento de Pampajasi junto con su hermano Tupac Catari. Entre tanto, Ignacio Flores, el jefe de la fuerza realista enviada desde Chuquisaca, que había roto el cerco de La Paz pocos meses antes, abandona la plaza retornando a la sede de la Audiencia, lo que da motivo a que el asedio se reanude con el apoyo de las huestes quechuas de los Amaru. Gregoria está de nuevo en el asedio, colaborando con unos y otros, quechuas y aimaras, manteniendo con Andrés una apasionada correspondencia. La angustiosa situación de La Paz quedará resuelta con el avance del ejército de Reseguín. Tupac Catari cae en poder de los vencedores en las cercanías de Achacachi, siendo trasladado al pueblo de Peñas, donde se procede rápidamente a su enjuiciamiento y a su ignominiosa ejecución por descuartizamiento. Gregoria es llevada desde el mismo sitio, junto con otros cautivos, a La Paz, donde permanece encarcelada desde diciembre de 1781 hasta agosto de 1782. Allí se encuentra también Bartolina, uniéndose ambas en el sacrificio a que son condenadas después de largos y penosos interrogatorios, de los que queda el testimonio de sus confesiones, impresionante documento que muestra el comportamiento valeroso de una y otra, primero en la lucha y luego en la prisión. El 6 de septiembre se ejecuta en la plaza de Armas la sentencia de muerte en la horca de las dos heroínas del levantamiento, en medio de un ritual execrable por su rigor y crueldad, a la vista de los sobrevivientes del encarnizado asedio que sufrió la ciudad.

 

Bibl.: T. Imaña Castro, “De lo pasional en la vida de los caudillos indígenas de 1780”, en Revista Historia y Cultura, n.º 1 (1973); M. E. del Valle de Siles, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza. Dos heroínas indígenas (folleto), La Paz, Biblioteca popular boliviana de “Última Hora”, 1981; Historia de la Rebelión de Tupac Catari 1781-1782, La Paz, Ediciones Don Bosco, 1990; M. E. del Valle de Siles, Diario de Francisco Tadeo Diez de Medina. El cerco de La Paz. 1781, La Paz, Ediciones Don Bosco, 1994.

 

Jorge Siles Salinas

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