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Juan Contreras y Román

Biografía

Contreras y Román, Juan. Pisa (Italia), 23.VI.1807 – Madrid, 5.VII.1881. Teniente general del Ejército, presidente del Gobierno cantonal de Cartagena al final de la Primera República.

Antonio Contreras, militar y natural de Montilla (Córdoba), y María Tomasa Román, natural de San Roque (Sevilla), tuvieron a su hijo Juan en Pisa, ciudad perteneciente al Ducado de Toscana. Juan Contreras y Román, por ser hijo de militar, pudo ingresar en el Ejército como cadete, pero sin devengar antigüedad, a la edad de ocho años. En 1819 empezaría a contar su antigüedad y a prestar los servicios de su clase en el Regimiento de Caballería del Algarbe, 9.º de Línea (7 de julio), con acuartelamiento en Guipúzcoa. A los cinco meses, fue destinado al Regimiento Santiago, 11.º de Línea, de guarnición en Jaén, donde permaneció tres años y ocho meses para formarse como oficial.

Desde el anterior regimiento, transformado en 7.º de Ligeros, se unió a Riego en la sublevación de Cabezas de San Juan (1 de enero de 1920), inicio del trienio constitucional (1820-1823); esta participación le supuso la concesión del grado de alférez (8 de diciembre de 1821). A pesar de su condición de cadete, siguió con Riego y luchó contra los Cien Mil Hijos de San Luis, que, al mando del duque de Angulema, habían entrado en España para reponer como rey absoluto a Fernando VII. Rendida Cádiz en agosto de 1823, Riego se enfrentó a las fuerzas del duque en Martos, Jaén y Jodar (días 11, 12 y 13 de septiembre), donde fue definitivamente derrotado y hecho prisionero, así como el cadete Contreras. Sin embargo, este último, que había sido conducido al depósito de Andújar, logró escapar (24 de septiembre).

Era el comienzo de su agitada vida militar y política.

Según su hoja de servicios, permaneció durante siete años en la situación de indefinido.

No son desconocidas las vicisitudes de Contreras durante los seis años de reacción absolutista, mucho más duros que los transcurridos a partir de 1814.

Pero, vuelto a casar Fernando VII con María Cristina de Borbón en abril de 1829, se tenía la esperanza de que el régimen absoluto se suavizara. No fue así, la revolución francesa de agosto de 1830, que elevó al trono del país vecino al liberal Luis Felipe de Orleans, unida a nuevas conspiraciones en España, asustó a Fernando VII, que recurrió otra vez a la cruel represión. Entonces, fue ahorcada María de Pineda y fusilados el general Torrijos y sus compañeros (diciembre de 1831). Sin embargo, Contreras fue purificado en este año (24 de marzo) e incluso destinado al Regimiento León, 2.º de Ligeros, con cuartel en Badajoz (7 de junio). A los ocho meses se cambió al Regimiento Castilla, 1.º de Ligeros, encuadrado en el Ejército de Observación de la frontera de Portugal. Le encargaron perseguir a diversas partidas de malhechores y, por supuesto, vigilar posibles movimientos de los partidarios del infante Carlos, hermano del Rey, desterrado en el país vecino. Con esta misión estuvo durante 1832.

Al morir Fernando VII (29 de noviembre de 1833), comenzó la regencia de María Cristina (1833-1840) y Contreras siguió con el mismo cometido de vigilancia hasta 1834, año en que se trasladó al norte a luchar contra los carlistas. Allí fue herido de bala tres veces y obtuvo el grado de teniente por méritos de guerra.

En 1835 ascendió a teniente (22 de marzo) y participó en el levantamiento del asedio a Bilbao (agosto) y en varias acciones de protección del desfiladero de Pancorbo, así como en la rotura del cerco de Estella, donde entró encuadrado en las fuerzas del general Córdova. Un año después, obtendría dos Cruces de San Fernando de 1.ª clase por los combates del Puente de Vidaurreta (20 de abril) y castillo de Guevara y venta de Chavarri (27 y 28 de octubre). Por su comportamiento en la batalla de Barbastro (2 de junio de 1837) ascendió a capitán (19 de septiembre de 1837), siendo destinado al Regimiento del Rey, 1.º de Línea. No fue la obtención de este empleo su única recompensa, pues fue declarado benemérito de la patria por las Cortes (21 de septiembre) en reconocimiento a su actuación en la batalla de Chiva (15 de julio) y se le concedió el grado de comandante por su valerosa intervención en la batalla de Arcos de la Cantera (Cuenca) el 22 de septiembre.

Durante 1938, siguió en campaña contra los carlistas en la provincia de Castellón, desde Vall de Uxó (8 de febrero) al sitio de Morella (julio). La protección de la retirada del Ejército liberal hasta Alcañiz le supuso el empleo de comandante por méritos de guerra (19 de agosto). Participó también en los levantamientos de los asedios de Alcañiz, Caspe, Benicarló y Vinaroz. Un año más tarde, en las proximidades de Cariñena (abril), fue cogido prisionero cuando protegía la retirada de su ejército, pero gracias al “convenio de lord Eliot”, firmado por los generales Zumalacárregui y Valdés (27 de abril de 1835), pudo ser canjeado tres meses después. Obtendría el grado de coronel (19 de agosto) por su actuación, al frente de la escolta del jefe del Ejército del Centro, en el sitio y rendición del castillo y fuerte de Tales (Castellón). Firmado el Convenio de Vergara el 31 de agosto de 1839, siguió el resto de año y hasta mitad del siguiente con el general Pavía, jefe del citado ejército, persiguiendo al general Cabrera, único jefe carlista que continuaba la guerra. El 6 de julio de 1840, desde Berga, Cabrera se escapó a Francia con las fuerzas que le quedaban.

Nombrado Espartero regente de Isabel II en marzo de 1841, organizó el gobierno con ministros “ayacuchos” y civiles de su confianza, medida que provocó el disgusto tanto de los progresistas como de los moderados, que no dejaban de conspirar desde el extranjero.

Una de sus acciones subversivas fue el intento de “rescate” de la Reina niña del Palacio Real de Madrid en octubre de 1841. Mal planeada, fracasó. Contreras, que participó en ella, aunque identificado ya con los progresistas, tuvo que emigrar a Francia. No así uno de los promotores, Diego de León, que, capturado, sería fusilado en Madrid. Contreras se había casado recientemente con Rafaela Martínez Álvarez (17 de junio de 1841), natural de Betoño (Álava), con la que había tenido un hijo, Juan Contreras y Martínez, que llegaría a teniente general y sería héroe de la Tercera Guerra Carlista. Tampoco estuvo libre de problemas su matrimonio, pues Juana Torres y Aubán, natural de Gandía, reclamó que se había casado con el capitán Contreras en Mora de Rubielos el 3 de noviembre de 1838 a los diecinueve años.

Ofició el sacramento el capellán del regimiento, ya que Juana estaba embarazada de una niña. Contreras se libraría de la acusación de bigamia al anular el Tribunal Supremo General de la Rota este matrimonio (sentencia ejecutoria en 4.ª instancia), por carecer el capellán castrense de la “facultad suficiente” para celebrarlo (19 de abril de 1866).

La impopularidad de Espartero creció tanto en 1843, que la situación se volvió insostenible. Estalló, entonces, una sublevación general (junio). Contreras, que estaba en España desde mayo, se unió ella, poniéndose a las órdenes de general Narváez. Éste, desde Valencia, donde se había organizado una Junta de Salvación Nacional, se dirigió a Madrid al mando de una división.

Al tener conocimiento de los propósitos de Narváez, Espartero ordenó al general Seoane que acudiera urgentemente en su auxilio desde Zaragoza. Ambos generales se encontraron con sus fuerzas en Torrejón de Ardoz. Contreras, que había recibido el mando de una Brigada de Caballería, envolvió a la Artillería de Seoane en una audaz maniobra. De todas formas, el combate no se produjo realmente, pues, a los primeros disparos, ambos generales se abrazaron y juntos entraron en Madrid (23 de julio). Espartero fue expulsado a Inglaterra (12 de agosto), donde fue muy bien recibido.

Contreras, que había sido ascendido a teniente coronel en junio por la Junta de Salvación, recibió el empleo de coronel y el mando del Regimiento Numancia, 14.º de Caballería, con cuartel en Madrid, como premio a su participación en estos hechos. Se mantendría fiel a Narváez durante su gobierno de dos años (1844-1846), en realidad una verdadera dictadura.

Recibió, en 1845, el mando del Regimiento Montesa, 12.º de Caballería, de guarnición primero en Valencia y después en Reus y Barcelona. Durante 1846, tuvo que salir varias veces a reducir partidas de guerrilleros que operaban por Villafranca del Panedés y Villanueva y la Geltrú. Llegó hasta las orillas del Ebro en su persecución. El 10 de octubre ascendió a brigadier de Caballería y, al año siguiente, fue nombrado comandante general de Seo de Urgel. Desde esta ciudad como base de operaciones y con columnas volantes, tuvo que repetir sus salidas en persecución de nuevas partidas guerrilleras. Durante 1848 y 1849 siguió con este cometido, al mando de la 1.ª brigada de la 5.ª división, persiguiendo a los “cabecillas” carlistas, Ramonet, Borges, los hermanos Tristany... Es evidente que realizó esta labor de pacificación de Cataluña a satisfacción de sus superiores, pues fue premiado con la Cruz de San Fernando de 3.ª clase (2 de julio de 1848) y el ascenso a mariscal de campo (16 de junio de 1849), pasando a la situación de cuartel.

Estuvo en esta situación el resto de 1849 y parte de 1850, hasta que fue nombrado comandante general de Lérida, desde el 4 de diciembre hasta el 31 de enero de 1851, fecha en que volvió a la situación de cuartel y, según su hoja de servicios, por dimisión.

No cambió de situación hasta 1855. Era el final de la Década Moderada y no obtuvo un nuevo cargo hasta bien entrado el Bienio Progresista (1854-1856). El 3 de septiembre de 1855 fue designado 2.º cabo de la Capitanía General de Puerto Rico, adonde se llevaría a su hijo Juan como ayudante suyo. El 12 de febrero de 1857 dimitió y pasó a domiciliarse en Madrid. Por los servicios prestados en la citada isla se le concedió la Gran Cruz de Isabel la Católica (15 de mayo de 1856). Se mantuvo en la situación de cuartel hasta el 7 de agosto de 1864 fecha en la que fue desterrado a La Coruña hasta el 22 de septiembre. No habiéndose presentado en la citada plaza, fue dado de baja en el Estado Mayor el 25 de enero de 1865. Estas vicisitudes permiten deducir su identificación con los progresistas más radicales. Sería todavía más evidente su oposición al último gobierno de O’Donnell, pues, involucrado en los múltiples intentos de “pronunciamientos” promovidos por el general Prim, tuvo que exiliarse de nuevo en 1866. Relevado el duque de Tetuán por Narváez, Contreras se mantuvo fuera de España hasta septiembre de 1868.

Volvió a España con el triunfo de la revolución septembrina y fue nombrado capitán general de Galicia, cargo en el que sólo permaneció un mes, pues se le encomendó la Dirección General de Caballería el 11 de noviembre. Trece días después, fue ascendido a teniente general con antigüedad del 25 de enero de 1866, fecha de su baja anterior. Durante 1869 y 1870, siguió de director general de Caballería, hasta que pasó a la situación de cuartel el 29 de octubre del segundo año. Fue un tiempo dedicado a participar intensamente en labores políticas. Elegido diputado por la provincia de Murcia a las Cortes Constituyentes (11 de febrero de 1869), volvería a ganar su puesto de diputado en 1871; abiertas las Cortes el 3 de abril, con victoria del Gobierno sobre las diversas oposiciones coaligadas, Contreras se negó a jurar como rey a Amadeo I de Saboya, por lo que fue otra vez dado de baja en el Estado Mayor (3 de junio). En 1872, ganó las elecciones a senador por la provincia de Burgos y, en la siguiente legislatura, iniciada ese mismo año, consiguió de nuevo ser elegido senador por Santander y Barcelona, optando por esta última. Proclamada la Primera República en enero de 1873, fue dado de alta y nombrado capitán general de Cataluña. Desde Barcelona, llamó a su hijo Juan, entonces teniente coronel, para que le auxiliara como ayudante otra vez.

La toma de Berga por los carlistas y los desórdenes producidos en Barcelona por tropas indisciplinadas, que tuvo que solucionar su hijo a costa de dejar sus operaciones contra aquéllos, le obligaron a pedir la dimisión que fue inmediatamente aceptada. Sin embargo, el teniente coronel Contreras y Martínez fue ascendido a coronel. El teniente general pasaría, una vez más, a la situación de cuartel el 9 de abril.

No acabó su vida pública con esta última destitución.

Tuvo la ocurrencia de dirigir la proclamación del cantón federal de Cartagena. Allí se trasladó desde Madrid para asegurar la sublevación el 13 de julio de 1873. El ministro de la Guerra, Aurich, se acababa de marchar en un remolcador hacia Alicante, ante la fría acogida de los mandos de la Marina. Entonces, el teniente general entró en el Arsenal y conminó a los oficiales para sumarse al movimiento cantonal o abandonar los buques y los puestos de tierra.

Una mayoría dejó sus destinos a disposición de los sublevados. Contreras organizó, entonces, el primer gobierno cantonal, reservándose la cartera de Marina y la presidencia hasta que llegara Barcia, un iluminado y poco cuerdo revolucionario. Además, el Regimiento de Infantería Iberia se unió a los sublevados, con lo que dispusieron de una considerable fuerza militar que les permitió intimidar a los cantones vecinos, especialmente al de Murcia. La fragata Vitoria saqueó Torrevieja en busca de dinero y alimentos y Contreras, con esta fragata y la Almansa, se presentó ante Almería a la que bombardeó (28 de julio) por no adherirse al movimiento y negarse a facilitar subsidios.

Ambas fragatas serían apresadas frente a Málaga (19 de julio) por una flotilla de tres buques de guerra extranjeros (alemán y británico y francés) y devueltas a España. El 10 de agosto, Contreras fue derrotado en Chinchilla por el general Salcedo y, a finales de este mes, Martínez Campos, después de haber derrotado a los cantones de Sevilla (29 de julio), Cádiz (4 de agosto) y Valencia (8 de agosto), cercaba Cartagena por tierra y mar. Pero el almirante Lobo no tenía buques suficientes para hacer frente a los de Contreras y no logró mantener el bloqueo por mar. Como consecuencia, los actos de piratería continuaron, pues Alicante fue bombardeada el 27 de agosto. En septiembre sólo quedaba por reducir el cantón de Cartagena, que se beneficiaba del esfuerzo del Ejército para hacer frente a los carlistas en el norte. Pero, al mes siguiente, empezaron a faltar los víveres en Cartagena y a manifestarse el descontento popular. Por este motivo, las fragatas Numancia, Tetuán y Fernando el Católico saquearon el puerto de Valencia en octubre. El botín resultó escaso y, además, se hundió el último buque por impericia de la tripulación. Martínez de Campos, con apenas dos mil hombres, no consiguió entrar en Cartagena y fue sustituido por el general Ceballos que, desde el 26 de noviembre, empezó a bombardear la ciudad, pero tampoco consiguió su rendición. Finalmente, fue el general López Domínguez, quien, debidamente reforzado (8.000 soldados), entró en la ciudad el 13 de enero de 1874. A pesar de que Oreiro, sustituto de los almirantes Lobo y Chicarro, había logrado mayor efectividad en el bloqueo marítimo, Contreras, con los jefes y personas más comprometidas en el movimiento cantonal, logró llegar a Orán a bordo de la fragata Numancia.

De 1874 a 1878, como en otras ocasiones, estuvo dado de baja. El 19 de mayo de 1879 fue indultado por el general Martínez Campos, ministro de la Guerra.

Obligado por su mala situación económica, había pedido anteriormente por instancia (14 de abril de 1879) acogerse a los beneficios de la Ley de 28 de julio de 1876. Así pudo volver a España, pero tuvo que reconocer y jurar como rey a Alfonso XII. Fue dado de alta como teniente general, sin que le sirviera de abono, esta vez, el tiempo pasado en Argel. El 19 de junio volvería a Orán con licencia de tres meses y, cinco días después, pasó a la situación de reserva por edad. Regresó definitivamente a España el 12 de septiembre de 1879 a bordo del vapor Buenaventura, desembarcando en Alicante. Se instaló en Madrid, donde falleció dos años después (5 de julio).

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), secc. 1.ª, exps. personales, leg. C-1758.

F. de P. Madrazo, Historia militar y política de Zumalacárregui, Valladolid, Santarém, 1941; L. Pericot, La Casa Borbón, t. V, Barcelona, Gallach, 1943; M. Artola, La burguesía revolucionaria (1808-1874), t. V, Madrid, Alfaguara, 1974; J. R. Alonso, Historia política del Ejército español, Madrid, Editora Nacional, 1974; P. Aguado Bleye, Manual de Historia de España, t. III, Madrid, Espasa Calpe, 1975; R. Lión y J. Silvela, La Caballería en la historia militar, Valladolid, Academia de Caballería, 1979; B. Pérez Galdós, La primera República y de Cartagena a Sagunto, Madrid, Urbión, 1979 (Episodios Nacionales, t. X); A. Meléndez Jiménez, Apuntes para la historia de la Dirección General de Enseñanza, 1983 (inéd.); J. Albi y L. Stampa, Campañas de la Caballería española en el siglo XIX, t. II, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1985; J. C. Clemente, La guerra de los “Matiners” (1846/1849), Madrid, Estado Mayor del Ejército, 1987; R. Lión, A. Bellido y J. Silvela, La Academia de Caballería, Valladolid, Andrés Martín, 1988; M. Martínez, Caballería y liberalismo (1800- 1875), Valladolid, Academia de Caballería, 1991; J. Albi, L. Stampa y J. Silvela, Un eco de clarines, Madrid, Tabapress, 1992; J. P. Fusi y J. Palafox, España 1808-1996, Madrid, Espasa Calpe, 1997; M. Gómez Ruiz y V. Alonso Juanola, El Ejército de los Borbones, t. VI, Madrid, Sílex, 2004.

 

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