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Dalmiro de la Válgoma y Díaz-Varela

Biografía

Válgoma y Díaz-Varela, Dalmiro de la. Monforte de Lemos (Lugo), 7.V.1904 – Madrid, 9.V.1990. Historiador y genealogista.

La familia paterna de Dalmiro de la Válgoma era originaria de Villafranca del Bierzo. En el Archivo del Ayuntamiento, figuran los padrones de división de estados en los que constan los Válgoma como caballeros hijosdalgo. Bartolomé de la Válgoma, antepasado de Dalmiro, natural del pueblo de su apellido, probó su nobleza en la Chancillería de Valladolid en 1541.

En Villafranca, los mayores de Dalmiro vivieron en su casa blasonada, de la calle del Agua. El padre, Dalmiro de la Válgoma y Suárez de la Rúa, fue registrador de la propiedad. Su madre, Carolina Díaz-Varela y Arias, trasmitió a sus hijos los valores de la hidalguía, sin las nostalgias de un pasado que conoció su final cuando quedó abolida la división de estados.

Siguió los estudios de enseñanza media y luego, al graduarse de bachiller, los de la licenciatura en Derecho.

Perteneció al Cuerpo Jurídico Militar, en el que ejerció, sin descuidar sus investigaciones genealógicas, a las que se dedicó desde su primera juventud.

Fue investigador asiduo en los archivos en los que podía haber documentos de carácter genealógico, como mostró en sus publicaciones, siempre basadas en fuentes fidedignas, que consultaba con calma y cuidado, en las que mostró su erudición, tanto documental como bibliográfica. En el trato, era amable.

En su aspecto y maneras, pulcro y refinado, preciso en su conversación, en la que utilizaba vocablos ya inusuales, con giros de humor poco frecuentes en el lenguaje cotidiano.

Permaneció en Madrid durante la Guerra Civil. Fue detenido en la Biblioteca Nacional, en una acción de los milicianos, por creer que allí conspiraban miembros de la llamada “quinta columna”. Permaneció en una checa varias semanas. Fue puesto en libertad gracias a la intervención de alguien que consiguió influir a su favor. Se refugió en la Embajada de Francia.

Al terminar la guerra, se reincorporó al Cuerpo Jurídico Militar. Le quedaban, de los años de posguerra, recuerdos tristes y agradecimientos que perduraron, por las vidas que consiguió salvar, como abogado defensor de los encausados. Recibió llamadas anónimas de agradecimiento —las últimas, a su viuda, cuando él falleció— por sus actuaciones en la posguerra como defensor de acusados por motivos políticos. Estudiaba cuidadosamente cada caso, para buscar pruebas de descargo y localizar testigos que pudieran declarar a favor de los encausados. Insistía, en las defensas, en que no se podía condenar a nadie por sus ideas políticas, expresión que los jueces no solían admitir, y por la que hacían sonar la campanilla para que no la utilizase. A los pocos meses, cambió de destino. Se incorporó al Instituto Histórico de la Marina. Publicó enseguida un libro, cuya fecha, 16 de julio, atribuyó al “año de gracia de 1941” y no al “tercer año de la Victoria” como era usual por entonces. Fina ironía con la que mostraba su independencia, cosa notable por lo infrecuente que era entonces no seguir la tónica general.

El libro lleva el título Los guardias marinas leoneses (1719-1811) Nobiliario, que venía a ser un anticipo del dedicado a linajes de León, fundado en documentos de diversos archivos, de los que había tomado la información pertinente. Guardaba los datos en un fichero, “dispersado” en el saqueo de su casa, durante la Guerra Civil. Con frase suya, “desbaratados cuantos informativos caudales, lento tiempo de ya yerta juventud fuera lográndolos”. Cuando escribía este lamento nostálgico, tenía treinta y siete años. El libro sobre los guardiamarinas era el resultado, para él, de notas “acerbamente disminuidas y desordenadas”. A esta obra siguieron otras, siempre de carácter genealógico.

En todas ellas, los aspectos biográficos e históricos enriquecían siempre la mera enumeración de nombres y apellidos de los esquemáticos árboles genealógicos. De entre sus publicaciones, cabe citar aquí La heráldica en el arte, escrito con motivo de la exposición que se hizo en Madrid en junio de 1946. En esta obra, utilizó “ejecutorias” miniadas, árboles genealógicos ilustrados con pinturas, tapices, reposteros (como los famosos llamados “de los Balbases”, propiedad del duque de Alburquerque), vajillas, ex-libris, en los que lucen las armas del linaje del dueño del libro, encuadernaciones, mosaicos, cuadros. Su libro Ascendientes y descendientes de Hernán Cortés (línea de Medina Sidonia y otras), publicado en Madrid en 1951, recibió previamente el premio otorgado por José María Benítez-Sidón, según consta en carta de Joaquín Ruiz-Giménez, director entonces del Instituto de Cultura Hispánica, fechada el 8 de abril de 1948. Sabía Válgoma que “la profusa descendencia del primer marqués del Valle de Oaxaca” no se ignoraba, por haber sido tratada en nobiliarios hispanoamericanos. Como se había escrito poco “de la alcurniada estirpe del conquistador de México, y nada, absolutamente, sobre la existencia de una rama natural de éste”, cuya sucesión, por línea masculina, “no en la tercera generación”, según “muy divulgados textos” difundían, “sino bien entrada la postrera centuria” —el siglo XIX— se conservaba todavía “la representación femenina del ínclito capitán, en señoriles vástagos”, lo que resultaba inédito “para los tratadistas”.

En el estudio genealógico sobre Emilia Pardo Bazán, en 1957, Dalmiro de la Válgoma y su mujer Elena Quiroga y Abarca —según ella escribió— recorrieron “intrincados caminos de Galicia —deliciosos e incómodos caminos— en busca de la vieja feligresía, hundida en el valle o enclavada en la montaña”, para localizar las fes de bautismo y las partidas de matrimonio y entierro, que él quería ver. Prologó el libro Elena Quiroga. Válgoma quería siempre tener la información exacta, el dato confirmado documentalmente.

No se avenía a dar por bueno lo que afirmaban otros cuando él podía compulsar las fuentes. Así, de las partidas sacramentales y de otros viejos papeles, fueron surgiendo las noticias sobre los antepasados de Emilia, cuyo lema heráldico, elegido por ella, fue “de la guerra a la luz”. En ese mismo año 1952, Válgoma publicó las páginas dedicadas a la extinción del título pontificio de conde de Pardo Bazán, concedido por Su Santidad Pío X, en 1871, al padre de Emilia, con la facultad de transmitirlo a su hija y descendientes en línea primogénita. Como Jaime Quiroga y Pardo Bazán, hijo de Emilia, fue asesinado en Madrid, el 11 de agosto de 1936, junto con su hijo de diecinueve años Jaime Quiroga y Esteban Collantes, “vinculándose el hijo al previsto fin, inmediato y trágico, decretado para el conde por tales esbirros”. En ese mismo año (1952) publicó las páginas dedicadas a Gertrudis Gómez de Avellaneda, motivadas por el libro de Mercedes Ballesteros Gaibrois Vida de la Avellaneda.

Válgoma sabía que Manuel Gómez de Avellaneda era caballero de la Real Orden de Carlos III y que, desde 1795, se había sometido a las pruebas reglamentarias de nobleza, por lo que pudo utilizar el expediente probatorio, lo mismo que hizo en 1970 cuando escribió sobre los Bécquer.

Dalmiro de la Válgoma fue elegido académico correspondiente de la Historia, por León, el 30 de mayo de 1943. El 15 de marzo de 1957, Julio Guillén presentó en la Academia el Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes de la Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval, con merecidas palabras de elogio. El 24 de mayo de aquel mismo año, presentó otros trabajos de Válgoma, lo mismo que Antonio Marichalar, marqués de Montesa, glosó, en sesión académica, el libro Los Saavedra y los Fajardo en Murcia. Nobiliario, obra premiada por la Academia Alfonso X de Murcia, en el concurso internacional Saavedra Fajardo. Este libro de Válgoma fue de gran interés para los estudiosos del pensamiento del autor de la obra Idea de un Príncipe político cristiano, impresa por primera vez en Mónaco en 1640. Enrique Tierno Galván, en carta que le dirigió el 15 de junio de 1983, le felicitó por esta obra, significándole que no se le escapaba a Válgoma “ninguna noticia bibliográfica”, por remota que fuese, admirado de que leyera tanto y “con tanto esmero y cuidado”.

A la muerte de Elías Tormo el 6 de diciembre de 1957, fue anunciada la vacante que dejaba en la Real Academia de la Historia. Propusieron a Válgoma para la medalla Modesto López Otero, Mercedes Gaibrois y Julio Guillén y Tato. La elección tuvo lugar el 25 de abril de 1958. Válgoma leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia el 14 de diciembre de aquel mismo año, con el título Norma y ceremonia de las reinas de la Casa de Austria. Le contestó el caballeroso historiador del arte Juan de Contreras y López de Ayala, marqués de Lozoya. Válgoma describió en su Discurso, el protocolo “de puertas adentro” en las residencias reales. Es de notar la amenidad con que presentó el ceremonial, a pesar de lo complejo del asunto, al tratar de los pormenores de la reglamentada intimidad de las Personas Reales, y de las normas que regían la conducta y el quehacer de los cortesanos y cómo las acataban y cumplían. En 1962, volvió a ocuparse del protocolo al tratar de las Honras fúnebres en tiempos de Felipe II. Su heráldica. En esta publicación, describió las regias exequias con sus circunstancias, ritual y blasones, y el traslado a El Escorial de los restos de Carlos V y de Isabel de Portugal y de la primera mujer de Felipe II, María. Describió todos los actos luctuosos regios durante el reinado, con testimonios que humanizan y enriquecen la exposición.

Así, como ejemplo, cabe citar la carta de Felipe II a su virrey de Nápoles, de 22 de octubre de 1578, en la que le dio la noticia de la muerte de su hijo, el príncipe heredero don Fernando, jurado en Cortes y “de tan mansa y buena inclinación” y de tales virtudes que se “encendía más su pena”.

Válgoma, en la Academia, se dedicó, ampliando las funciones que desempeñaba el marqués del Saltillo, a lo concerniente a la Genealogía y a la Heráldica. Informó durante el resto de su vida sobre los escudos de un gran número de municipios, con suma exactitud y gran conocimiento. En 1961, dedicó veintitrés páginas al escudo heráldico de la villa de Madrid.

Desde entonces, año tras año, dictaminó sobre heráldica municipal, con los vocablos exactos y la concisión propia de la materia. Los dictámenes, publicados en el Boletín de la Real Academia de la Historia, desde 1961 a 1991, alcanzan el número 1197. Además, presentó memorias de la Biblioteca, mientras fue académico bibliotecario (desde el 9 de junio de 1967 hasta el 22 de diciembre de 1972) y, como secretario (desde esta última fecha hasta que murió), memorias y crónicas académicas cuatrimestrales, y las actas de las sesiones de los viernes, escritas con su estilo literario tan especial, siempre concisas y exactas.

En 1966, publicó Válgoma el tomo Mecenas de libros. Su heráldica y nobleza. Esperaba editar veinte volúmenes de esta obra. Tuvo que resignarse a acumular variadísima e interesante información sobre los mecenas, sus armas y grados nobiliarios, sin que pudiera disponer del tiempo necesario para cumplir el ambicioso proyecto. Sus responsabilidades como académico bibliotecario y después como secretario, le impidieron disponer del tiempo que necesitaba para ordenar la información recogida y reflexionar sobre ella.

Tuvo que escribir prólogos de libros, y hasta obras para regalar, como La Reina Fabiola, XIV nieta de Hernán Cortés conquistador de Méjico. Tabla Genealógica compuesta en obsequio de S. M. por Dalmiro de la Válgoma. Pagó, de su bolsillo, la edición de los cincuenta ejemplares que editó, sólo para la Reina y para sus familiares más próximos. Publicó también En la muerte de la Reina Victoria Eugenia, recuerdo de Dalmiro de la Válgoma, cuya impresión terminó el 15 de abril de 1970, primer aniversario del fallecimiento de la Augusta Señora.

Dalmiro de la Válgoma fue condecorado con la Medalla de Oro de la Real Academia de la Historia y con las Grandes Cruces del Mérito Naval, Constantiniana de San Jorge y Andrés Bello de Venezuela. Fue comendador de número de la Orden de Isabel la Católica y de Alfonso X el Sabio, gran oficial y comendador de la Orden de Mérito Bernardo O’Higgins de Chile, oficial de las Palmas Académicas de Francia y caballero del Real Cuerpo de la nobleza de Cataluña.

Dedicó a Elena Quiroga los años postreros de investigación para escribir un libro que pensaba titular Los Velarde de Oviedo, por ser nieta de Elena Velarde Guisasola, hija del conde de Nava, Rafael Velarde y Calderón de la Barca, y nacida en el magnífico palacio ovetense de la calle de Santa Ana, hoy Museo de Bellas Artes de Asturias. Válgoma reunió una variada información genealógica para documentar las distintas líneas de la casa de Nava: Velarde, procedente de Santillana, Cienfuegos (condes de Marcel de Peñalva), Queipo de Llano (condes de Toreno), Navia Bolaño, Ramírez (marqueses de San Esteban del Mar), Guisasola...

Reunió cientos y cientos de fichas con información genealógica. Al final de su vida, vio que no iba a tener tiempo para ordenar todos aquellos materiales con el fin de escribir el libro. Debido al desaliento que le invadía cuando superaba los ochenta años, escribió, al pensar en todos los proyectos para los que había reunido tanta información, sin que pudiera utilizarla por escapársele el tiempo: “así ha sido mi vida toda: esfuerzo asiduo, punto menos que estéril”. Esta versión pesimista de su propia vida era errónea. Justo cuando escribía esta frase, daba ejemplo de su temple, de su excepcional bondad, del vigor de su inteligencia, de su mansedumbre, de su limpieza de corazón y de su generosidad, en los días más difíciles de su vida.

Podía ser así, ante la adversidad, porque se daban en él las calidades que señalaba Ferrant Mexia, en 1485, en el famoso Nobiliario vero: nobleza, gentileza, urbanía, cortesía, fidalguía y genealogía.

 

Obras de ~: Los guardias marinas leoneses (1719-1811). Nobiliario, Valencia del Cid, Guerri, 1941; Noticias genealógicas sobre don Cenón de Somodevilla, I Marqués de la Ensenada, Burgos, Aldecoa, 1943; Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes [...], recopilación, extractos, notas e índices por el Dr. ~, y el Barón de Finestrat, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1943, 7 vols.; El marino don Martín Fernández de Navarrete, su linaje y blasón, Burgos, Imprenta Aldecoa, 1944; Heráldica episcopal de Fr. J. López Ortiz, Obispo de Tuy, Madrid, Imprenta de Blas, 1944; “El primer gobernador de Montevideo, Don José Joaquín de Viana, y su linaje de varonía”, en Revista de Indias (RI) (Madrid), 22 (octubre-diciembre de 1945), págs. 671-676; La Nobleza de León en la Orden de Carlos III, Madrid, Consejo de Investigaciones Científicas, 1946; “Sangre de Legazpi”, en (RI) (Madrid), 25 (julio-septiembre de 1946), págs. 569-574; “Noticias sobre los Herrera, condes de Fernandina y marqueses de Villalta, en Cuba”, en (RI) (Madrid), 26 (octubre-diciembre de 1946), págs. 893-901; Don Juan de Austria (1547-1947): evocación liviana, Madrid, Gráficas Ultra, 1947; “Exlibris heráldicos”, en Saitabi. Revista de la Facultad de Geografía e Historia (Valencia), V, 23-24 (1947), págs. 18-20, y V, 25-26 (1947), págs. 25-26; “Los Medina y Torres, de México, condes de su apellido”, en (RI) (Madrid), 33-34 (julio-diciembre de 1948), págs. 951-956; “Una descendencia de Hernán Cortés, primer marqués del Valle de Oaxaca. Los condes de Hervias”, en Revista de Estudios Extremeños. Anejo I. Estudios Hispanoamericanos. Homenaje a Hernán Cortés en el IV centenario de su muerte, Badajoz, 1948, págs. 63-90; Heráldica de descubridores y conquistadores de Indias, Madrid, Imprenta Aguirre, 1949; El ajuar de Ana de Austria, lo publica, prologa y anota ~, Madrid, Gráficas Montañesas, 1949; “La genealogía en las relaciones entre América y España”, en Escorial (Madrid), n.º 62 (1949), págs. 373-376; El olivo en la heráldica, Madrid, Sindicato Vertical del Olivo, Gráficas Reunidas, 1950; Ascendientes y descendientes de Hernán Cortés: Línea de Medina Sidonia y otras, Madrid, Cultura Hispánica, 1951; La condesa de Pardo-Bazán y sus linajes. Nobiliario, Burgos, Imprenta Aldecoa, 1952; El linaje de la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda, Archivos de Genealogía y Heráldica (Madrid), año I, n.os 2-3 (abril-septiembre de 1952), págs. 89-98; “Los Bassecourt en España. (Notas para su estudio)”, en Hidalguía (Madrid), I, 1 (1953), págs. 33-48; “El Duque de Alba y la genealogía”, en Hidalguía (Madrid), 3 (1953), págs. 437-440; Los Saavedra y los Fajardo en Murcia. Nobiliario, Vigo, Gráficas Noreste, 1957; A. Delaunet Esnaola, La Casa de Churruca y sus alianzas, 1400-1957, pról. de ~, San Sebastián, Gráficas Izarra, 1957; Norma y ceremonia de las Reinas de la Casa de Austria. Discurso leído ante la Real Academia de la Historia el 14 de diciembre de 1958 en la recepción pública del Excmo. Sr. D. ~, contestación del Excmo. Sr. D. Juan Contreras, Marqués de Lozoya, Madrid, Gráficas Escelicer, 1958; L. de Salazar y Castro, Historia genealógica de la Casa de Haro (Señores de Llodio-Mendoza-Orozco y Ayala), ed., pról. y notas de ~, Madrid, Real Academia de la Historia, 1959 (col. Archivo Documental Español, vol. XV); La Reina doña Fabiola XIV nieta de Hernán Cortés conquistador de Méjico. Tabla Genealógica compuesta en obsequio de Su Majestad, Santander, Talleres Gráficos Hermanos Badía, 1960; “El escudo heráldico de la Villa de Madrid”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), t. CXLVIII, cuad. 2 (1961), págs. 201- 247; “Un libro de esgrima y dos nobles de Pamplona”, en Príncipe de Viana (Pamplona), XXV, 94-95 (1964), págs. 169-175; Mecenas de libros, su heráldica y nobleza, t. I, Burgos, Imprenta Aldecoa, 1966; Entradas en Madrid de Reinas de la Casa de Austria, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1966; “Sobre un sello postal y el escudo de la ciudad de Tarragona”, en BRAH, t. CLVIII, cuad. 2 (1967), págs. 231-238; “Una carta de la Condesa de Pardo Bazán y su título del Reino”, en El Museo de Pontevedra, 23 (1969), págs. 115-117; En la muerte de la Reina Victoria: recuerdo, Ávila, Taller Tipográfico de El Diario de Ávila, 1970; Francisco de Cadenas, Conde de Gaviria, Madrid, Hidalguía, 1971 (es tirada aparte de Hidalguía); con V. Gascón Pelegrí, Prohombres valencianos en los últimos cien años, 1878-1978, Valencia, Caja de Ahorros, 1976; “La grandeza de España al Marqués de Lozoya”, en BRAH, t. CLXXIII, cuad. 1 (1976), págs. 17-20; “Antonio Pérez Gómez y un autor del diecisiete”, en VV. AA., Libro-Homenaje a Antonio Pérez Gómez, Cieza, Murcia, 1978, págs. 253-267; “Goya, pescador fluvial y abogado del miniaturista Ducker”, en Goya (Madrid, Fundación Lázaro Galdiano), 148-150 (enero-junio de 1979), págs. 221-225; “El Marqués de Siete Iglesias”, en BRAH, t. CLXXX, cuad. 3 (1983), págs. 425-430; “La Orden de Carlos III”, en VV. AA., Carlos III y la Ilustración. Palacio de Velázquez, Madrid, noviembre 1988-enero 1989 / Palacio de Pedralbes, Barcelona, febrero-abril 1989, catálogo de exposición, vol. I, Madrid, Ministerio de Cultura, 1988, págs. 71-82.

 

Bibl.: G. Anes y Álvarez de Castrillón, “Necrología del Excmo. Sr. Don Dalmiro de la Válgoma y Díaz-Varela”, en BRAH, t. CLXXXVII, cuad. III (1990), págs. 325-336; M.ª Guillén Salvetti, Bibliografía de Dalmiro de la Válgoma y Díaz Varela, pról. de F. Menéndez Pidal de Navascués, Pontevedra, Museo de Pontevedra, 1995; G. Anes Álvarez de Castrillón, F. Menéndez Pidal de Navascués y C. Seco Serrano, “Homenaje a la memoria del Excmo. Sr. D. Dalmiro de la Válgoma y Díaz Varela”, en BRAH, t. CCIII, cuad. I (2006), págs. 99-118.

 

Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, Marqués de Castrillón

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