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Ignacio de Loyola y Oyanguren

Biografía

Loyola y Oyanguren, Ignacio de. Marqués de la Olmeda (II). Íñigo, Tomás de Erauso y Zabaleta. Madrid, 9.II.1686 – 27.XI.1764. Poeta, dramaturgo, polemista castizo.

Hijo primogénito de Alfonsa Teresa de Oyanguren y de Fernando Antonio de Loyola, I marqués de la Olmeda, naturales de Madrid, donde también nació Ignacio de Loyola y Oyanguren, siendo bautizado en la parroquia de San Martín.

Por Decreto de Su Majestad de 26 de febrero de 1699, se le hizo merced del hábito de Santiago, en cuya Orden fue comendador de Villarrubia de Ocaña y procurador general, como lo había sido su progenitor, que ejercía el cargo de consejero de Hacienda en la Corte, lo que le permitió al futuro escritor moverse en los círculos cortesanos. Era poeta y dramaturgo, y parece que persona de amplia formación humanística y buen conocedor de la cultura española. El texto más antiguo del que se tiene noticia es el Poema heroico al feliz natalicio del Príncipe de Asturias (1707), que está perdido. Escribió varias composiciones de circunstancias, como el “Romance por haberle regalado un perro”, las seguidillas chambergas con que contestó a las coplas que le dirigió su amigo el desconocido Agustín de Espina, y también romances y quintillas.

Era experto en asuntos teatrales, como estudioso de nuestro teatro nacional y como autor dramático.

Como dramaturgo compuso dos piezas breves. Fue autor del Baile de la tienda del rosolí, que interpretó la cómica Francisca de Borja en su estreno en el corral del Príncipe el 11 de febrero de 1718, acompañando a la comedia de magia El mágico de Salerno, Pedro Vayalarde, tercera parte de la serie de las cinco que escribió Juan Salvo y Vela, combinación de éxito que permaneció en cartel durante diecisiete días seguidos. Al año siguiente escribió el entremés Los niños fingidos, que sirvió en el entreacto de la comedia heroica, No es barro lo del puchero, y rey don Alfonso el Bueno de autor desconocido, que se representó en el teatro de la Cruz por la compañía de Sabina Pascual.

Tras el fallecimiento de su padre en 1722, sucedió en la merced de marqués de la Olmeda y contrajo matrimonio, cuatro años más tarde, con Damiana del Castillo, natural de Valera, en Cuenca, de cuya unión hubo seis hijos: Joaquina (nació el 20 de marzo de 1727), María (nació el 12 de octubre de 1728), Ignacio (nació el 27 de febrero de 1731), María (nació el 18 de enero de 1734), Vicenta (nació el 12 de julio de 1736) y Francisco Javier (nació el 7 de octubre de 1738).

Precisamente, del año siguiente a este último nacimiento de sus hijos es su obra de mayor aliento como poeta, titulado Cuaresma poética (1739) que, según las piezas introductorias, se había presentado a la censura anónimo y que, finalmente apareció firmado por Íñigo de Oyanguren Cavallero, pues no había nada que recriminarle, ya que sabe combinar “la armonía de lo discreto con la dulzura de lo devoto”. Se trata, pues, de un libro edificante que servirá para la formación de los fieles “pues me enseña un lírico máximas de orador evangélico”. Empieza con una “Dedicatoria a María Santísima del Pilar de Zaragoza”, en octavas.

En él hace gala de un sincero sentimiento de piedad con motivo de la Cuaresma. Se organiza según las fiestas religiosas de esta época con las ideas sintetizadas en un soneto, que luego explica en un romance.

Muestra un correcto conocimiento de la Biblia y de los principios teológicos y morales de la Iglesia. Se expresa con gran devoción y con su trasnochado estilo barroco habitual.

Participó en la Academia de Buen Gusto, que desde enero de 1749 a 1751 organizó María Josefa de Zúñiga y Castro, marquesa de Sarria, en su palacio de la calle del Turco. Aunque lo fundamental en la Academia eran las diversiones literarias, estas prácticas se combinaban con otras costumbres de carácter social, como los bailes, las representaciones dramáticas y los refrigerios. En ella participaba lo más granado de la nobleza madrileña, como el duque de Arcos, el duque de Medinasidonia, el marqués de Casasola, el marqués de Montehermoso o el duque de Béjar, entre otros, e importantes intelectuales del momento que intervinieron de forma desigual. También asistían varias damas, como la duquesa viuda de Arcos —poetisa—, la condesa de Ablitas, la duquesa de Santiesteban o la marquesa de Estepa.

Las conversaciones de los participantes tocaban diferentes temas literarios. La poesía se hallaba por entonces en un período de ebullición que enfrentaba a los partidarios de las corrientes barroquistas (José Villarroel, el conde de Torrepalma, José Antonio Porcel, Francisco Scotti, el marqués de la Olmeda...) y a los que defendían la nueva estética clasicista (Ignacio de Luzán, Agustín de Montiano y Luyando, Blas Antonio Nassarre...). En ocasiones, la amable conversación acababa en acaloradas discusiones, en particular cuando hablaban de cuestiones teatrales. En la Academia se debieron de presentar y discutir alguno de los estudios redactados por los tertulianos, como el Discurso sobre las tragedias españolas y la obra Virginia de Montiano y Luyando o el Discurso sobre la comedia española del conde de Torrepalma. En este contexto, publicó el neoclásico radical Nasarre la “Disertación o Prólogo sobre las comedias en España” al frente de su edición de las Comedias y entremeses (1749) de Cervantes, con graves censuras a nuestro teatro áureo.

Fue contestado por un tal “Tomás de Erauso y Zabaleta” en un duro Discurso crítico sobre el origen, calidad y estado presente de las comedias de España (1750).

Enseguida pudieron comprobar que su autor era el contertulio Ignacio de Loyola Oyanguren, marqués de la Olmeda. En este ensayo hace una sistemática crítica a los asertos de Narrare, descalificando la estética neoclásica y recuperando El arte nuevo de Lope, valorando las creaciones de Lope de Vega y Calderón como las muestras fundamentales del teatro español.

Adopta una postura nacionalista, pues las situaciones sociales, las costumbres, reflejan la verdadera identidad de nuestra patria. Del disgusto por la dura censura vino la muerte del bibliotecario real el 13 de abril de 1751, gran animador y socio fundador de la Academia, que alcanzó un clima de posiciones irreconciliables, cuya consecuencia fue su cierre definitivo.

La publicación en 1758 de la novela del padre José Francisco de Isla y Rojo, titulada Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, dio origen a numerosas polémicas. Por motivos ideológicos, los tertulianos de Azcoitia, antecedente de la fundación de la Sociedad Vascongada, escribieron un ensayo satírico titulado Los aldeanos críticos o cartas críticas sobre lo que se verá (1758), con el seudónimo de “don Roque Antonio de Cogollor”. Parece que fue hecho en colaboración con sus amigos el marqués de Narros y Altuna, aunque las ideas expuestas responden en su mayor parte a la erudición del conde de Peñaflorida. Las censuras que vierte el jesuita contra los predicadores no fueron bien vistas por otros por motivos ideológicos, sociales o literarios. Diego Antonio Cernadas, cura de Fruime, preparó una Apología de D. N. Cernadas contra los reparos de Fray Matías de Marquina, religioso capuchino a la Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, que se conserva manuscrito con bella letra de Palomares, y en cuyo volumen se incluyen varias colaboraciones de ensayos en prosa y textos en verso de distintas personas.

Entre ellas, aparece el que “Escribe contra Fray Gerundio el marqués de la Olmeda el siguiente romance”, a la que antecede el único retrato conocido del marqués a la aguada. Acorde con su espíritu conservador, recrimina al padre Isla que se haya metido a escribir una “novela sagrada” que en realidad es mundana por la manera de presentarla. Parece inadecuado de su estado clerical hacer tales críticas a sus colegas, cuando la Iglesia tiene un espacio propio de reflexión ya que “dentro de casa la escuela”. Estas censuras causan alboroto y dan facilidades de crítica al delincuente; así que le aconseja que emplee su capacidad en escribir “obras que no escandalicen / y en partos que nos convenzan”. Tal como hace la censura de los predicadores, “el vulgo como es tan ciego / sacará por consecuencia / llamar siempre fray Gerundio / a los Barcias y a los Vieiras”, es decir, a predicadores famosos.

En consecuencia, cree que no es oportuno usar tal tema para una novela en la que se falta a la verdad, que es poco caritativa, que ha sido motivo de numerosas discusiones sin que se haya conseguido ninguna ventaja. Los ingeniosos versos de Oyanguren, defensor a ultranza de los usos de la Iglesia, lanzan su dardo satírico contra la novela del osado jesuita.

Después de esta refriega, no se conoce que el marqués de la Olmeda escribiera ningún otro texto. Falleció en Madrid en sus casas de la calle de Jacometrezo, el 27 de noviembre de 1764, siendo sepultado en la capilla familiar del convento del Rosario de la capital española. De sus hijos tan sólo le sobrevivieron Joaquina e Ignacio.

 

Obras de ~: “Escribe contra Fray Gerundio el marqués de la Olmeda el siguiente romance”, en D. Antonio Cernadas, Apología de D. N. Cernadas contra los reparos de Fray Matías de Marquina, religioso capuchino, Madrid, Biblioteca Nacional de España (BNE), ms. 5537, págs. 220-222 [se abre con un retrato a la aguada del marqués]; Romance [...] dando gracias al Exmo. Sr. Marqués de Monte Alegre por haverle regalado S. E. un perro de caza llamado Gozquez, Paris, Bibliothèque Nationale de France (BNF), ms. Esp. 532, fols. 1-4; Con motivo de haber escrito D. Agustín de Espina unas coplas al Marqués de la Olmeda, éste respondió en la siguiente chamberga, BNF, ms. Esp. 532, fols. 5-16; Romance y quintillas del Marqués de la Olmeda, Zaragoza, Biblioteca Universitaria, ms. 342; Poema heroico al feliz natalicio del Serenísimo Príncipe de Asturias, que celebra su más rendido vassallo [...], Madrid, 1707; Bayle de la tienda del rosolí, para la señora Francisca de Borja, 1718 [se hizo en la tercera parte del Bayalarde, Barcelona, Instituto del Teatro, 82934 (fols. 109-114v.)]; Los niños fingidos, 1719, entremés para la comedia No es barro lo del puchero, BNE, ms. 17151; Cuaresma poética. Distribuida por todos los días de la Cuaresma, en un soneto y veinte coplas de romance castellano cada Feria, desde el Miércoles de Ceniza hasta Domingo de Pascua, Madrid, José González, 1739 (BNE, 2-67980); Discurso crítico sobre el origen, calidad y estado presente de las Comedias de España; contra el dictamen que las supone corrompidas, y a favor de sus más famosos escritores, el doctor frey Lope Félix de Vega Carpio, y don Pedro Calderón de la Barca. Escrito por un ingenio de esta corte, quien lo dedica a la M. I. S. la señora marquesa de la Torrecilla, Madrid, Juan de Zúñiga, 1750.

 

Bibl.: J. A. Álvarez y Baena, Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes. Diccionario histórico por el orden alfabético de sus nombres, t. II, Madrid, Oficina de D. Benito Cano, 1789, págs. 61-62 y 398-399; N. Marín López, Poesía y poetas del Setecientos. Torrepalma y la Academia del Trípode, Granada, Universidad, 1971; J. M. Caso González, “De la Academia del Buen Gusto a Nicolás Fernández de Moratín”, en Revista de Literatura, XLII-84 (1980), págs. 5-18; J. Arce, La poesía del siglo ilustrado, Madrid, Alhambra, 1981; A. Guerrero Casado, “Un ardiente defensor de Calderón en el siglo xviii: Tomás de Erauso y Zabaleta”, en VV. AA., Ascua de veras. Estudios sobre la obra de Calderón, Granada, Universidad, 1981, págs. 39-56; J. M. Caso González, “La Academia del Buen Gusto y la poesía de la época”, en VV. AA., La época de Fernando VI: ponencias leídas en el Coloqui conmemorativo de los 25 años de la fundación de la Cátedra Feijóo, Oviedo, Cátedra Feijoo, 1981, págs. 383-418; M. Nerlich, “On Genius. Innovation and Publics: The Discurso crítico de Erauso y Zavaleta, 1750”, en The Institutionalisation of Literature in Spain, Minneapolis, Prisma Institute, 1987, págs. 201-227; M. D. Tortosa Linde, La Academia de Buen Gusto de Madrid (1749-1751), Granada, Universidad, 1988; M. Fernández García, Parroquias Madrileñas de San Martín y San Pedro el Real, Madrid, Caparrós Editores, 2004, pág. 35.

 

Emilio Palacios Fernández

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