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Juan Clímaco de Salazar

Biografía

Salazar, Juan Clímaco de. Caravaca (Murcia), 30.III.1744 – Hellín (Murcia), 1815. Jesuita (SI) expulso, poeta y dramaturgo.

Recibió la primera educación en su pueblo, donde vio algunos títeres y asistió “a la representación de un auto sacramental en una iglesia medio arruinada, cuando apenas tenía yo uso de razón”. El 6 de abril de 1759 fue recibido en el noviciado jesuítico de Madrid, dentro de la provincia jesuítica de Toledo. Según Hervás, “estudió todas las ciencias que pedía la profesión solemne entre los jesuitas, y recibió el sacerdocio”. Fue estudiante del Colegio de Murcia. Desterrado en 1767, fue embarcado el 28 de abril en la urca holandesa El buen amigo, rumbo a Civitavecchia, en un viaje que debía durar quince días y se prolongó cinco meses. Después de parar un año (1767-1768) en Ajaccio (Córcega) y vivir muchos años en Roma, rodeado de “mil literatos y literatillos de que abunda ahora la Italia, más que los hongos”, terminó residiendo el resto del tiempo en la ciudad de Subiaco, a partir de 1790, según carta a Juan Pablo Forner del 24 de febrero, bastante desilusionado por no poder publicar su Mardoqueo: proyecta “arrancar sus reales de Roma y plantar berenjenas en Subiaco, con tal que encuentre allí una casuca con dos aposentos, uno para mi y otro para mi cocinera”. El 15 de abril de 1794 se entrevistó en Roma con Leandro Fernández de Moratín. En Italia, además de Hervás, tuvo como amigo y confidente literario a Esteban de Arteaga (incluye un trozo de su Mardoqueo en el tratado teórico de La belleza ideal) y ambos planificaron escribir elogiosamente sobre Juan Pablo Forner en las Effemeridi letterarie di Roma, en febrero de 1790.

En octubre de 1809 Salazar, residía en España, lo que hace suponer que regresó en 1798 y logró evadir la nueva expulsión de 1801. Fue amigo o mantuvo correspondencia con Juan Pablo Forner, Joaquín Ezquerra (el profesor de los Reales Estudios de San Isidro y bastante crítico con el Mardoqueo), Pedro Estalá e Ignacio García Malo, entre otros. En las cartas conservadas de Salazar se descubre un fino sentido del humor, una personalidad autocrítica e irónica y una erudición típica de sus hermanos religiosos. Era gran lector de obras clásicas, españolas, francesas e italianas y entusiasta defensor de la vida cultural de los jesuitas en Italia. Era aficionado a los toros, buen cazador y orgulloso cocinero, que “viví bonitamente la vida retirada, mientas los Llampillas, [Tomás] Serrano y Juan Andrés reñían las pendencias de mi patria” (carta de Salazar a Forner, julio de 1789).

Hervás intervino en su única publicación, El Mardoqueo: “A instancias mías el señor Salazar se determinó a enviar a Madrid dicha tragedia para que se imprimiera”. El Mardoqueo parece que tuvo una gestación bastante larga (quizá veinte años), de manera que fue engordando hasta alcanzar más de cuatro mil versos, se terminó de escribir en noviembre de 1788 y vio la luz a finales de 1791. Se conoce el complicado proceso de su edición a través de las citadas cartas que Salazar escribió a Juan Pablo Forner y otros amigos literatos españoles que formaban parte del círculo de Leandro Fernández de Moratín. El Mardoqueo, único drama que publicó Salazar, cuenta la historia del pueblo hebreo, defendido por su rey contra los abusos y tiranía del príncipe amalecita Amán, y la relación entre Mardoqueo y su hija Ester.

Mauricio Fabbri da una interpretación ideológica de la tragedia de Salazar: Asuero es el monarca ilustrado y benévolo; su ministro Amán, soberbio y ambicioso, representa a la aristocracia; Mardoqueo, moderado y sensato, es el político ilustrado que obra por el bien del pueblo. Por lo tanto, Mardoqueo es la antítesis de la Raquel de García de la Huerta, donde se defendía la postura de la aristocracia frente al monarca y al pueblo. Estéticamente no es mala tragedia por la fluidez de sus versos, por las detalladas acotaciones y por la acción meditada, con logrados momentos melodramáticos y poéticos. Puede admitir varias lecturas: como la citada alegoría política que presenta una postura contraria a la desarrollada por García de la Huerta en Raquel, o como simple tragedia bíblica o como melodrama de tintes románticos. Menéndez Pelayo consideraba esta obra como una de las tragedias del siglo XVIII mejor escritas, y versificadas con más elegancia. Es un poema trágico digno de ser separado y distinguido honoríficamente del fárrago de tragedias clásicas de dicho siglo.

A pesar del interés de Hervás y otros amigos, el Mardoqueo no fue representado en la época ni después, quizá porque su puesta en escena supondría un serio recorte y una profunda adaptación, dada su gran extensión. Por otra parte, ha sido y es una obra que se lee con gusto y delectación.

Hervás (1793) también informa de otras tragedias: “Las mismas instancias repetidamente le he hecho para que envíe a Madrid otras tragedias y composiciones poéticas que ha escrito, mas hasta ahora no sé que haya enviado sino un poema sobre la quema de las naves por Hernán Cortés, algunas poesías líricas y quizá la traducción española del Arte poética de Horacio”. Una de estas tragedias era la Sorismunda, “la cual, sin saber lo que se hacía, se cena cochifrito el corazón de su amante”. Parece que no llegó a terminar esta tragedia, cuyo truculento argumento pensaba suavizar conforme a las reglas del arte neoclásico.

Veinte años más tarde (1814), Ramón Diosdado Caballero, amigo y albacea testamentario de Hervás, añade pocos detalles de estos manuscritos, ninguno de los cuales ha llegado a ver la luz: “Manuscriptam habebat interpretationem hispanicam versu libero endecasyllabo Artis Poeticæ Horatianæ novo, sed vero ordine a Cl. Advocato Petrini digestæ, et adornatæ. —Carmen etiam Hispanicum octonum (Octava Rima vocant) ad Academiam Regiam Matritensem, misit, quæ præmium pollicebatur Poetæ, qui magis eleganter celebraret immortale illud Ferdinandi Cortesi facinus suas naves comburendi. Climacus ve1 sero poema misit, vel Judices Academici suboluere Auctorem e Societate fuisse.— Judicia quoque Mss. tulit acerrima, et subtilissima de Racinei Tragoediis. —Plurima etiam poematia condidit salibus, et elegantia referta.— Nobilissimi Climaci consanguinei viris eruditis rem gratissimam agent, omnium scriptorum ejusdem editionem suscipientes”. Es decir, Salazar había compuesto la traducción del Arte poética de Horacio, en verso endecasílabo libre; el poema en octava rima sobre Las naves de Hernán Cortes destruidas, muy probablemente presentado al premio convocado por la Real Academia Española en 1778, ganado por José María Vaca de Guzmán y Manrique, en dura competencia con otros cuarenta y cinco poetas, como Nicolás Fernández de Moratín, José Iglesias de la Casa y Cándido María Trigueros; un estudio sobre las tragedias de Racine y muchos poemas de corte neoclásico.

En resumen, Salazar es un poeta trágico, de carácter bastante guasón, que se sujeta estrictamente a los moldes neoclásicos, y tiene como modelos al marqués de Maffei (“la interesante Mérope”), Pedro Corneille (“El robusto Cid”) y Juan Racine (“la inimitable Atalía”). Se preocupó de la corrección lingüística de sus obras, pues desconfiaba de su dominio de la lengua castellana, después de tantos años de exilio. Por su drama bíblico, Juan Clímaco Salazar merece cierta atención en la historia literaria española como insinúan Menéndez y Pelayo y John Dowling, por la buena delineación del protagonista y la heroína Esther, y por la curiosa autocrítica y defensa que de la misma hizo su autor, a través de la correspondencia con los literatos del círculo de Moratín, siguiendo las reglas neoclásicas que entonces imperaban en la crítica.

 

Obras de ~: Mardoqueo. Tragedia en cinco actos, Madrid, 1791; “Traducción española del Arte poética de Horacio”, s. l., s. f. (inéd.); Sorismunda, s. l., s. f. (inéd.); Las naves de Hernán Cortés destruidas, s. l., s. f. (inéd.).

 

Bibl.: C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, vol. VII, Bruxelles-Paris, O. Schepens y A. Picard, 1890, col. 456; R. Diosdado Caballero, Bibliothecae scriptorum S. J. suplementa, vol. I, Roma, Francisco Bourlie, 1814-1816; M. Cascón, Los jesuitas en Menéndez y Pelayo, Santander, Santarén, 1940, pág. 583, n.º 877; M. Fabbri, “Conflitto ideologico e polemica anti-Raquel nella tragedia Mardoqueo di Juan Climaco Salazar”, en Finalitá ideologiche e problematica letteraria in Salazar, Iriarte, Jovellanos, Pisa, Libreria Goliardica, 1974, págs. 9-45; L. Polgár, Bibliographie sur l‘histoire de la Compagnie de Jesus 1901-1980, vol. III-3, Roma, Institutum Historicum, 1983, pág. 145; J. Dowling, “Autocrítica y defensa del Mardoqueo de Juan Clímaco Salazar”, en Coloquio Internacional sobre el teatro española del siglo XVIII, Bolonia, Piovan, 1988, págs. 189- 202; D. T. gies, “Unas cartas desconocidas de Juan Clímaco de Salazar a Juan Pablo Forner sobre la tragedia Mardoqueo”, en Los jesuitas españoles expulsos, Madrid, Iberoamericana, 2001, págs. 323-336; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 487-488.

 

Antonio Astorgano Abajo