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Eugenia Gimeno Undiano

Biografía

Gimeno Undiano, Eugenia. Enériz, valle de Valdizarbe (Navarra), 6.IX.1847 – San Fernando (Cádiz), 30.XI.1916. Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl (HC), superiora del Hospital de Marina San Carlos.

La posición acomodada de su familia permitió que recibiese una esmerada educación. A los siete años perdió a su padre y su madre volcó toda su vida hacia su única hija. La introdujo en sociedad, procurándole diversiones, tertulias, reuniones de familia... A causa de un accidente se vio obligada a guardar cama durante largo tiempo. Estuvo rodeada de los más cariñosos cuidados. Esto le llevó a pensar en los pobres enfermos sin casa y sin nadie que los atendiera. Con su imaginación visitaba hospitales y veía a las Hijas de la Caridad procurando aliviar todas las miserias.

cuando sólo contaba dieciséis años su madre la acompañó al Hospital de Pamplona para que hiciera el postulantado. Empezó este servicio con gran dedicación y esfuerzo juvenil, actitud de entrega que mantendría durante toda su vida. Ingresó en la compañía el 7 de junio de 1864. La destinaron al Hospital de Jesús Nazareno, de Madrid, y más tarde a Valencia; su permanencia en estos destinos la preparó para una mayor responsabilidad.

a la fundación del Hospital de Marina San Carlos, San Fernando (Cádiz), llegó sor Eugenia el 8 de junio de 1870. Aquí es donde se conserva más vivo su recuerdo, siempre acompañado de respeto y agradecimiento generales. Sus compañeras de juventud hablan de cómo su atractiva belleza, nivel cultural y formas educadas no pasaron inadvertidas. a la hora de distribuir las limosnas que se le habían confiado, la sala de espera estaba más llena de curiosos que de pobres. Desde el primer día, el porte digno, el aire grave y recogido de la joven hermana impusieron a todos el más grande respeto. Atraídos por su bondad, los que venían a ella permanecían a cierta distancia admirados de su circunspección.

Cuando murió la superiora (1873), no hubo más que una voz en toda la casa: sor Eugenia debe reemplazarla, y con gozo vieron cumplido su deseo. Fue entonces cuando se le pudo ver en la obra: la primera en todo, colaboraba en todos los oficios, desde las cuatro de la mañana hasta las nueve de la noche; su presencia y su ejemplo eran un eficaz estímulo para el trabajo y la práctica de la virtud.

Marchó a Madrid el 14 de julio de 1908 y volvió de nuevo a San Carlos al año siguiente. “Su piedad tan ferviente —dice una compañera— sacudía nuestra tibieza en el servicio de Dios.” Superiora siempre exacta a los ejercicios de comunidad, y ante cualquiera que la entretuviese en hablar cuando tocaba la campana, se levantaba y se despedía con tan buena gracia que nadie podía ofenderse por ello.

Por razón de sus muchos servicios, el hospital le debía gran parte de su prosperidad. la Administración pidió y obtuvo que le impusieran la Cruz del mérito Naval. Cuando la llamaron para imponérsela solemnemente, sor Eugenia se evadió, pero habiendo dicho las autoridades que no se marcharían sin haber realizado su misión, se vio obligada a acceder a su deseo.

Trabajando hasta el fin, la víspera de su muerte terminó sus cuentas y se las entregó a la más antigua de sus compañeras. Algunas horas después falleció, el 30 de noviembre de 1916, a los setenta años de edad y cincuenta y dos años como Hija de la Caridad. Sus funerales, presididos por el comandante general de Marina, se celebraron con toda solemnidad.

No hubo quien no experimentara la influencia de su bondad; hasta obtuvo del ministro de Marina, para muchos de los prisioneros encadenados, un alivio a los rigores de su cautividad. algunos testimonios ponen de relieve la grandeza de su alma: “Cuarenta años, día y noche, he tenido el consuelo de ver en su misión a esta santa hermana. empezaba yo mi carrera en el hospital, y esta modesta hija de la caridad, aunque muy joven, tenía ya la dirección de él. El talento de organización de que estaba dotada sobresalió en los grandes trabajos de reparaciones que hizo ejecutar y en los que jamás se excedió de la suma que se le confiaba. [...] Sor Eugenia no era una persona común; tenía una dulzura atrayente con un carácter firme que inspiraba respeto. No dejaba de darnos, a los estudiantes, las correcciones que juzgaba necesarias, pero tan medidas, que no encontrábamos nada que objetar. Gracias, en parte, a su ayuda y orientaciones llegué a ser ecónomo del centro. Desde ese día manifestó ante mí su espíritu de fe por la autoridad con tal deferencia que me suponía una humillación”.

Una persona que particularmente conocía a la querida difunta se expresa así: “Todo el que se acercase a Sor Eugenia experimentaba su caridad. Los pobres, los ricos, los eclesiásticos, los religiosos, todos recibían de ella los consejos, estímulos y limosnas, según sus necesidades; era la madre de los afligidos, o más bien, como gustaban llamarla, la madre del perpetuo socorro”.

 

Fuentes: Archivo Hijas de la Caridad Casa Madre (París), Notas de Hermanas Difuntas, 1917, págs. 3-5; Archivo Comunidad Local (San Fernando, Cádiz), Libro de personal del Hospital de Marina, San Carlos (1870-1981).

 

Agustina Molina García de Pablos, HC

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