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Gabriel Manrique de Lara

Biografía

Manrique de Lara, Gabriel. Duque de Galisteo (I), conde de Osorno (I). ?, 1412 – 31.III.1482. Comendador mayor de Castilla de la Orden de Santiago.

Segundogénito del I conde de Castañeda y de Aguilar de Campoo, García Fernández Manrique de Lara, y de Aldonza de Aguilar Téllez Girón, el futuro I conde de Osorno, Gabriel, pertenecía a uno de los linajes más preclaros del Reino de Castilla. Un linaje que se presentaba a sí mismo procedente de la nobleza vieja —Lara, condes soberanos de Castilla— y cuyo hombre clave había sido Pedro Manrique, el adelantado, que también emparentaba con la nobleza nueva de los Trastámara al descender de Tello, hijo de Alfonso XI y, por lo tanto, hermano de Enrique II. De su formidable patrimonio surgieron tres señoríos con título de condados —Treviño, Osorno y Paredes de Nava— que, en manos de sus herederos, permitieron que el clan Manrique fuera uno de los más poderosos del reino, reforzado, además, por una política matrimonial que le asoció con las más importantes familias de Castilla.

Gabriel heredó el señorío de Osorno, no muy grande pero bien comunicado —ruta del Pisuerga—, ya que buena parte de sus villas —Sirga y Frómista— eran etapas del camino de Santiago. Asimismo, fue señor de Maderuelo, Fuenteguinaldo y San Martín del Monte.

Desde edad muy temprana, el joven Gabriel se vio inmerso en los avatares políticos del reino. Eran los años de Juan II y algunos autores le señalan en la lista de los cortesanos que intentaron secuestrar al Rey —Tordesillas 1420—. Aún no sabiendo con exactitud el nacimiento de Gabriel, parece demasiado niño para participar en un acontecimiento así. En la encarnizada lucha sostenida entre los infantes de Aragón y el condestable Álvaro de Luna, Gabriel Manrique nadó entre dos aguas, si bien su aragonesismo fue más discreto que el de sus parientes, entre los que destacaba el fiero Rodrigo Manrique. Exponente de ese aragonesismo fue su temprana relación con la Orden de Santiago, una salida honrosa y con futuro para un segundón como él. Así recibiría la dignidad de la encomienda mayor de Castilla de manos del infante Enrique de Aragón, a la sazón maestre de Santiago, con el que tuvo una excelente relación y al que había acompañado, entre otras actividades, a un viaje por Andalucía.

Eso no le impidió tomar parte en acontecimientos como las capitulaciones, así como testigo de la boda del futuro Enrique IV en 1440 con Blanca de Navarra.

Gabriel fue uno de los caballeros que se destacó en la justa de las celebraciones.

Los autores no están de acuerdo en el papel que representó en la primera batalla de Olmedo, en 1445.

Algunos opinan que no participó y otros afirman que rompió el ejemplo de su clan y se alineó con Álvaro de Luna y el bando real, lo que le hizo ganar el título de conde de Osorno con una cláusula excepcional de Grande del reino. También en este punto existe controversia, ya que la consecución de aquel título, según otras opiniones, se produjo a cambio de obtener de Gabriel el voto favorable para Álvaro de Luna como maestre de Santiago el 31 de agosto de ese mismo año de 1445.

Manrique se distinguió por sus dotes militares —junto con su padre—, participando en las campañas granadinas y también en las fronteras de Aragón y Navarra. De nuevo, como en el caso de la Orden de Santiago, sabiendo que como segundón tenía un futuro menos ilustre, Gabriel ganó honores en la Guerra de Granada, concretamente en la batalla de La Higueruela, en donde los castellanos obtuvieron una flamante victoria. Gabriel recibió su bautismo de sangre al rescatar a su hermano mayor Juan —II conde de Castañeda, adelantado de la frontera—, prisionero de los granadinos, adentrándose en terreno enemigo.

También logró, a raíz de la hazaña, la encomienda de Villero. Pero Granada le dejaría un regusto amargo por la despreocupación de Enrique IV de pagar el rescate y su negligencia en combatir a los enemigos.

Gabriel Manrique se había casado en primeras nupcias con Mencía Dávalos, hija del conde de Ribadeo, Ruy López Dávalos, cuyos problemas con la justicia llegaron a salpicar a su yerno. Mencía, con quince años se había matrimoniado con el hijo del conde de Castañeda, pero tiempo después fue obligada por la reina María a casarse con Gabriel, con el que tuvo a su heredero en el título, Pedro —muerto en 1515—, a Tello y a García, ambos fallecidos prematuramente.

El proceso de divorcio y nulidad —en 1451— de Mencía, tras muchos años de matrimonio, resultó algo chocante, pero finalmente se consiguió, porque la esposa adujo que deseaba seguir su vocación religiosa. De esa manera el I conde de Osorno celebró un segundo matrimonio con una jovencísima Aldonza de Vivero hija del contador Vivero —después asesinado por instigación de Álvaro de Luna— y de la duquesa de Villalba, que, a pesar de su temprana edad, ya había sido desposada, no casada, con el señor de Grajal, Juan de Vega.

Era un matrimonio muy desigual por los muchos años que le llevaba el marido pero la dote de la novia —2.000 doblas de oro—, procedente del riquísimo patrimonio de su padre, acabó por convencer al conde. Así, el matrimonio formó una feliz unión y tuvieron seis hijos: Aldonza, casada con Pedro de Acuña; Beatriz, abadesa; Gabriel, que heredó el mayorazgo; Inés; Leonor, y María, casada con el contador Gonzalo Chacón. También hay noticias sobre la existencia de un hijo bastardo, Juan, comendador de Montemolín y maestresala de Enrique IV.

Ya en el reinado de Enrique IV, Gabriel, flamante I duque de Galisteo desde 1451 en premio por su apoyo al segundo matrimonio del Rey, protagonizó algunos episodios de interés, aunque su aragonesismo y la actitud del Rey con respecto a las campañas granadinas le inclinaron, si bien más discretamente, a las opciones rebeldes. En 1463 participó en las vistas de Fuenterrabía con Luis XI de Francia y un año después apoyó al todopoderoso Juan Pacheco, marqués de Villena, y artífice del reinado del príncipe Alfonso (XII) alzado en Ávila. Gabriel Manrique no estuvo en el acto de la deposición de Enrique IV como sí buena parte de su familia —el condestable Paredes, su hermano el conde de Castañeda, el obispo de Coria—, pero permaneció hasta 1467 en la militancia alfonsina. El conde de Osorno fue uno de los nobles que aconsejaron a Alfonso una acción resolutiva tras la pérdida de Valladolid, pero la acción fue abortada por Beltrán de la Cueva. El 18 de enero de ese año 1466 el rey Alfonso dio la orden de cobro de los 40.000 maravedís que, junto con su mujer, Aldonza de Vivero, tenían situados por juro de heredad y no podían cobrar. Se les librarían en las alcabalas de Palencia, como las tenían Gil de Vivero y su mujer Isabel, a los que ahora se les anulaba por estar en deservicio del Monarca. Es la única donación de la que se tiene constancia que recibiera Gabriel Manrique, que en la primavera de 1467 entró, con el rey Alfonso, en Toledo.

Pero pronto iba a cambiar de opinión. Aunque algunos autores subrayen que gracias a la actuación del II marqués de Santillana, Gabriel Manrique regresó al bando enriqueño, la realidad es que la concesión del maestrazgo de Santiago a Pacheco le exasperó con el joven Monarca —que hasta entonces actuaba él mismo como administrador de la Orden—, pasándose definitivamente a la obediencia de Enrique IV.

Estuvo presente en Guisando, si bien su actuación con respecto a la futura reina Católica no está muy clara.

Gabriel Manrique había gozado de un destacado papel dentro de la Orden de Santiago, en donde obtuvo varias dignidades. Aparte de comendador mayor de Castilla, titular de la encomienda Villoria y Trece fue nombrado en 1477 el primer presidente del Consejo de las Órdenes, institución recién creada para colaborar en la gestión de asuntos propios. Todos sus hijos tuvieron cargos en la Orden. Gabriel fue comendador mayor de Castilla, de la que también gozó su primogénito Pedro. Su hijo bastardo, Juan, fue comendador de Montemolín. Posiblemente los últimos actos públicos de Gabriel Manrique tuvieron que ver con la Orden de Santiago, ya que, como ostentador de varias dignidades, hubo de intervenir en la disputa para la ostentación del maestrazgo que llegó a tener dos titulares —Alfonso de Cárdenas y su pariente Rodrigo Manrique—.Y el hábito de la Orden de Santiago fue su mortaja. Testó el I duque de Galisteo un 25 de marzo de 1482 y murió seis días después —a los setenta años, dicen las crónicas—, siendo enterrado en la iglesia de la Trinidad de Burgos, uno de los lugares preferidos de la dinastía Manrique. En su testamento pidió que durante el tiempo que duraran sus honras se encendiesen cien hachas de cera en el citado monasterio de la Trinidad. También ordenaba vestir a “cincuenta pobres miserables” de la ciudad de Burgos y su tierra con “capotes de buriel” y un par de zapatos.

Veintisiete años después, murió su viuda Aldonza, que mandó tallar dos sepulturas de “bultos de alabastro”, una para ella y otra para su esposo, “que estuvieran juntas la una con la otra”. En aquel panteón familiar también se enterraron varios de sus hijos, incluido su hijo Gabriel que, curiosamente, no heredó de su padre el ducado de Galisteo, vacante hasta el siglo XIX.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz