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'Abd al-Rahman V

Biografía

‘Abd Al-Raḥmān V: Abū l-Muarrif, ‘Abd al-Raḥmān b. Hišām b. ‘Abd al-Ŷabbār b. ‘Abd al-Raḥmān al-Nāṣir, al-Mustaẓhir bi-llāh (El que pide ayuda de Dios). Probablemente en Córdoba más que en Madīnat al-Zahrā’, mes de ḏu-l-qa‘da de 391 H./22.VIII-21.IX.1001 – Alcázar de Córdoba, 3 de ḏu-l-qa‘da de 414 H./17.I.1024. Séptimo califa omeya de Córdoba, cuyo califato duró cuarenta y siete días exactos; era hombre de hermosas prendas naturales, de gran cultura literaria y fino poeta; hasta el punto que el literato Ibn Bassām recogería un siglo largo después sus poemas en la famosa obra de la Ḏajīra (Tesoro).

Era hermano uterino del califa Muḥammad II b. Hišām b. ‘Abd al-Ŷabbār al-Mahdī, que derrocó a los amiríes e inició la guerra civil que daría al traste con el califato cordobés. Su padre Hišām b. ‘Abd al-Ŷabbār que se había prestado a ser nombrado califa en una conjuración para derrocar a Hišām II y a su chambelán al-Muẓaffar, fue llevado el 13 de rabī‘ I de 397/4 de diciembre de 1006 a un calabozo de la cárcel de Córdoba, en el que pereció de asfixia o de inanición. Su madre fue una umm walad, una esclava concubina llamada Gāya (Perfección). Fue proclamado califa el día de la salida de al-Qasim b. Ḥammūd y de los beréberes de Córdoba, el martes 16 de ramadán del año 414/2 de diciembre de 1023.

Los cordobeses, después del fracaso de los califas ḥammūdíes, fuertemente berberizados, estaban decididos a nombrar de nuevo a un príncipe omeya. Acordaron elegir uno el 2 de diciembre de 1023 en la mezquita aljama de Córdoba. Tres descendientes de ‘Abd al-Raḥmān III se presentaron como candidatos: Sulaymān, hijo de ‘Abd al-Raḥmān IV al-Murtaḍà; Muhammad b. al-‘Irāqī, y ‘Abd al-Raḥmān b. Hišām. Pronto se vio que la mayoría de los sufragios de la elite (jāṣṣa) y de la plebe (‘āmma) en asamblea iban a recaer en su mayoría en Sulaymān, que se hallaba en la macsura de la mezquita. Cuando he aquí que apareció ‘Abd al-Raḥmān b. Hišām con gran gentío de soldados y plebe, escoltado por dos emires de la guardia, Maḥmūd y ‘Anbar, con sus espadas desenvainadas. Esto atemorizó a los visires y, llegado el último candidato a la macsura, al punto se apresuraron a besarle las manos y a prestarle juramento de fidelidad. También lo reconocieron como soberano los otros dos candidatos. Acto seguido el célebre secretario Aḥmad b. Burd raspó del acta de proclamación el nombre Sulaymān y escribió el nombre de ‘Abd al-Raḥmān, quien tomó el nombre califal de al-Mustaẓhir bi-llāh (El que pide ayuda de Dios).

Parece que este califa, pese a sus buenas intenciones y a su exquisita educación, no pudo enderezar la trayectoria del califato: el tesoro estaba exhausto y, por tanto, no tenía los medios para ejercer su autoridad sobre una población tan turbulenta y dispuesta a la rebelión como la cordobesa. Cierto es que se rodeó de compañeros de intelectual valía, entre ellos, Abū ‘Amir b. Ṣuhayd, ‘Adl al-Wahhāb b. Ḥazm y el famosísimo ‘Alī b. Ḥazm, que el gran historiador Ibn Ḥayyān, contemporáneo de los hechos, califica de “grupo de jóvenes inexpertos… muy presuntuosos”, anteponiéndolos a otros hombres de mayor autoridad política.

El califato de al-Mustaẓhir no pudo empezar peor, para procurarse dineros el nuevo califa recurrió a expedientes ilegales que le granjearon pronto la impopularidad entre las clases trabajadoras y entre el vulgo. Ibn ‘Iḏārī, recogiendo las palabras de Ibn Ḥayyān, describe así la situación: “Los engañó el brillo de la ambición en medio de una ciudad asediada, una región oprimida, una ruina continuada, y un sultán pobre en cuya mano no caía un dirhem, si no era de los restos de lo que se recogía en el interior de la ciudad o del saqueo de los víveres de los que entraban en ella, con los que prolongaba su último aliento y repartía al conjunto de los soldados que lo rodeaban y a su guardia personal, y así llegaba a cometer actos indignos y de tiranía a su grey”. Ibn Ḥayyān termina con estas lapidarias palabras: “No se mantiene un poder con el que se perjudica, se derrama sangre y se pierde la esperanza en su régimen”.

Como el nuevo califa carecía además de soldados aguerridos, acogió y honró en su alcázar a un grupo de beréberes que vinieron a proponerle sus servicios, y esta imprudencia bastó para que se desencadenase un motín en la ciudad, puesto que la población había sufrido sobremanera con la todavía reciente ocupación bereber. La población que estaba harta de los norteafricanos mató los que pudo y tomaron el alcázar de Córdoba. Los visires, notables y jeques, a quienes el califa había extorsionado dineros y mantenía presos, pidieron socorro y la plebe rompió los candados y los pusieron en libertad. Todos penetraron en el harén y lo profanaron. Al-Mustaẓhir trató de escapar del alcázar, pero al ir a salir por una puerta Maḥmūd y ‘Anbar, que días antes lo habían izado al poder, se lo impidieron. Entonces optó por esconderse en la leñera del baño con algunos beréberes. Acudió la guardia y numerosa plebe y lo sacaron de allí con la camisa ennegrecida, “en un estado horrendo”, y en ese estado fue llevado ante la persona de su primo paterno Muḥammad b. ‘Abd al-Raḥmān —que momentos antes habían hallado escondido en otro sitio del alcázar y aclamaron como califa— el futuro e incapaz al-Mustakfī bi-llāh, ya en la cincuentena (el pueblo de Córdoba lo apodaba “Miedosillo” y “Barriguita” por su poco coraje y gordura) que ordenó matarlo inmediatamente, el 3 de ḏu-l-qa‘da de 414/17 de enero de 1024. Esa fue la primera medida del nuevo soberano.

Así terminó, con 23 años, uno de los califas omeyas intelectualmente más capaces, pero que la situación y las circunstancias se aunaron para que no pudiera desarrollar sus talentos. Los efímeros califas que siguieron, ni de lejos estuvieron a su altura; pues ni fueron cultos, ni inteligentes, ni valientes.

 

Bibl.: J. A. Conde, Historia de la dominación de los árabes en España, Barcelona, Imprenta de D. Juan Oliveres, Editor, 1844, t. II, págs. 146-148; Al-Nuwayrī, Kitāb Nihayāt al-arab fī funūn al-adab, ed. y trad. M. Gaspar Remiro bajo el título de Historia de los musulmanes de España y África por En-Nuguairí, Granada, Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 1917, t. I, págs. 82-83/79; Ibn ‘Iḏārī, al-Bayān al-Mugrib fī [ijtiṣār] ajbār mulūk al-Andalus wa l-Magrib, con título y subtítulo en francés que reza: Al-Bayān al-Mugrib. Tome troisième. Histoire de l’Espagne Musulmane au XIème siècle. Texte Arabe publié par la première fois d’après un manuscrit de Fès, ed. de E. Lévi-Provençal, Paris, Paul Geuthner, 1930, págs. 135-140 [traducción crítica (con centenares de correcciones, merced a la Ḏajīra de Ibn Bassām y a las “Observations sur le texte du tome III du Bayān de Ibn ‘Iḏārī”, establecidas por E. Lèvi-Provençal, en Mélanges Gaudefroy de Mombynes, El Cairo, 1935-1945, págs. 241-258) por F. Maíllo Salgado, La Caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas (al-Bayān al-Mugrib), Salamanca, Estudios Árabes e Islámicos, Universidad de Salamanca, 1993, págs. 120-123]; R. Dozy, Histoire des Musulmans d’Espagne. Jusqu’à la Conquête de l’Andalousie par les Almoravide (711-1010), ed. E. Lévi-Provençal, Leide, Brill, 1932, t. II, págs. 321-326; Ibn Al-Jaṭīb, Kitāb A‘māl al-a‘lām, ed. E. Lévi-Provençal bajo el título Histoire de l’Espagne Musulmane (Kitāb A‘māl al-A‘lām), Beirut, Dar al-Makchouf, 1956, págs. 134-135 (trad. de W. Hoenerbach, Islamische Geschischte Spanien. Übersetzung der A‘mal al-A‘lam und Ergänzender Texte, Zürich-Stuttgart, Artemis Verlags, 1970, págs. 272-273); E. Lèvi-Provençal, España Musulmana hasta la caída del califato de Córdoba (711-1031 de J. C.), t. IV de la Historia de España, dirigida por R. Menéndez Pidal, 3ª ed. Madrid, Espasa-Calpe, 1967, págs. 482-483; “‘Abd al-Raḥmān V b. Hishām b. ‘Abd al-Djabbār”, en Encyclopédie de l’Islam, Leide-Paris, Brill-Maisonneuve, t. I, 1975, pág. 86; Anónimo, Ḏikr bilād al-Andalus, ed. y trad. L. Molina bajo el título de Una descripción anónima de al-Andalus, 2 vols. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983, págs. 172-174/218-221.

 

Felipe Maíllo Salgado

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